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La ‘España negra’ y el erotismo, según las pinturas de Solana y las fotografías de García-Alix

Por María de la Peña Fernández-Nespral

García-Alix frente a una de sus fotografías

El diálogo entre el llamado fotógrafo de la Movida, García-Alix y el pintor de la España negra, José Gutiérrez-Solana, no deja indiferente. 16 obras de Solana y 24 fotografías de García-Alix se dan cita en la galería madrileña Leandro Navarro.

La exposición “Por la calle del cementerio” en la galería madrileña Leandro Navarro, no es una exposición al uso. Tampoco lo son sus dos protagonistas: el pintor José Gutiérrez-Solana (Madrid, 1886-1945) y el fotógrafo Alberto García-Alix (León, 1956). Separados por casi un siglo, sus trayectorias han estado marcadas por una insólita independencia, la del artista fiel a sí mismo al que le gusta mantenerse en los márgenes.

El diálogo entre el llamado (o mal llamado) fotógrafo de la Movida, García-Alix y el pintor de la España negra, José Gutiérrez-Solana, no deja indiferente. 16 obras de Solana, entre pinturas, dibujos y acuarelas y 24 fotografías de García-Alix, la mayoría pertenecientes a su colección personal, las ediciones únicas de sus ejemplares más preciados.

No es para menos que el fotógrafo se haya desprendido de sus pruebas de autor. Se mide ante uno de los artistas más singulares y más importantes de la primera mitad del siglo XX en España. Y no solo eso. Es verse frente a su pintor fetiche desde la infancia. “Mi madre tiene un dibujo de Solana de la temática de las máscaras y mi abuelo fue uno de los que organizó su primera exposición en París. Cuando era niño, para mi, la pintura era Goya y Solana”, cuenta García-Alix. Pero aún hay más coincidencias sobre su idilio. Ya un poco más mayor, su madre le llevó al desaparecido Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), entonces en la Ciudad Universitaria, y allí por primera vez, vio el famoso cuadro de Solana ‘La tertulia del Café del Pombo’ de 1920. “Por culpa de ese cuadro, en el que está pintada en medio de la mesa una botella de ron Negrita, bebí ese ron como un cosaco durante 30 años”, prosigue sobre las coincidencias entre él y Solana.

Exposición de García-Alix

En una época en la que surgen todas las vanguardias y los demás artistas se enmarcan en tendencias más modernistas, Solana se resiste y García-Alix tampoco ha estado cómodo entre los suyos. Aún sigue fotografiando con su cámara analógica Hasselblad, muy a pesar de la presión digital. Sus composiciones tan limpias mantienen la atemporalidad. No se ha movido un ápice de un cierto clasicismo desde que empezara con 20 años retratando el crudo asfalto de la España de los 80. “Los dos tenemos un trazo grueso”, alude Alix, a como Solana bordea sus figuras con un negro poderoso, como si de un cómic se tratara. En el sentido imaginativo, también. Ambos creadores, tienen ese ‘trazo grueso’ porque los dos retratan una ‘España gruesa’.

El Madrid del Rastro, las tabernas y los arrabales

Rigurosamente coetáneo de Juan Gris y de Picasso y, casi de Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez-Solana, no tuvo unos comienzos fáciles, acaso porque la españolidad de sus obras resultó excesiva y quizás incómoda. Sin embargo, Zuloaga, consagrado antes que Solana, enseguida triunfó con su colorido, su teatralidad y también con su efectismo. “En la obra de Solana hay mucha más veracidad. No es ficticio. Jamás hacía nada impostado”, explica Íñigo Navarro, comisario de la exposición sobre la comparativa entre los dos artistas. Opuesto al exhibicionismo, Solana pinta lo que ve. Se enfunda unas botas, se viste de pueblo y se adentra en el Madrid del Rastro, de las tabernas, los mendigos y los arrabales; las procesiones de la muerte y los comedores de los pobres. Es el pintor de la España negra o la vida negra. También escritor, publicó en 1920 el libro titulado ‘La España negra’, anticipándose a la oscuridad de sus obras que “hasta cuando mete color son negras”, afirma García-Alix.

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Los 6 cuadros, 8 acuarelas y dos dibujos de Solana, han sido rescatados de contadas colecciones privadas para establecer el diálogo con las fotos ‘delicatessen’ de García-Alix de similares temáticas. Ambos creadores, pisaron la calle como cronistas de una época. Las fotos de García-Alix de los años 80 y 90 no se volverán a producir pues documentan una forma de vivir y una generación. La de los ambientes nocturnos de actrices porno en Budapest, de tatuadoras en Ámsterdam u hoteles solitarios en Tánger, donde un teléfono de cable reflejado en el espejo de un baño sentencia la angustiosa espera de una llamada. No falta por supuesto su mundo más cercano, el de un Madrid marcado por los excesos de la Movida. Las miradas de sus retratados, incluso sus autorretratos, ya sea su torso desnudo con su miembro al descubierto o su mano sosteniendo un condón, son composiciones crudas, sinceras pero siempre elegantes. Unos lo llaman la dignidad del retratado, su elevación; y García-Alix lo llama humildemente buen gusto. “Hay una cosa en el arte que es insalvable. Si un artista es técnicamente muy bueno pero con mal gusto, no hay nada que hacer”, apostilla.

Otra de las temáticas que solapan la obra del madrileño Solana con la del leonés García-Alix es el erotismo. No es solo que ambos se creciesen ante la belleza de una ‘madame’ con grandes pechos o una diosa como mujer de la calle, sino que los dos buscan la historia, la personalidad de cada personaje. “A mi lo que me atraen son las personas y el porno no me gusta. No he sido consumidor. Puedo trabajar haciendo retratos pero no exigiendo que hagan cosas vulgares. Me interesa el retrato”, aclara García-Alix. Y añade que no tiene ojos más que para la composición. “Estás demasiado pendiente de que el pie entre en el encuadre, controlando que el brazo no tape un pecho…”, añade.

Exposición de García-Alix
Exposición de García-Alix

Contextualizar a Solana con García-Alix puede parecer un atrevimiento o una “prepotencia”, como asegura el propio fotógrafo, pero lo cierto es que este viene de interpretar a los grandes maestros del Museo del Prado en su reciente exposición en el Real Jardín Botánico de Madrid este verano. Su actualización de Solana, no deja de ser una fuente de inspiración para las generaciones actuales que ya lo mirarán con los ojos de García-Alix y a Alberto García-Alix con los de José Gutiérrez-Solana.

La exposición invita a profundizar en la obra de nuestro pintor ‘negro’ y continuar admirando su españolidad lacerante en el Museo Reina Sofía, donde se le dedica una sala solo para él, algo poco habitual. Su obra también está diseminada en la sala frente al Guernica, con su tenebrista y macabro lienzo de ‘La procesión de la muerte’. En cambio, no hay rastro de las fotografías de García-Alix en el centro madrileño, en cuyos almacenes se conservan más de 10 míticas piezas del fotógrafo, que recibió en 2019 la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes además de ser Premio Nacional de Fotografía, entre otros reconocimientos a su larga carrera.

“El gran pellizco al corazón es estar junto a Solana. La vida rima”, resume así García-Alix el emocionante significado de esta exposición.