El brutalismo en Madrid más escondido: entre el mal gusto y los
ecos a Le Corbusier
Por GUILLERMO MARTÍNEZ
La corriente surgida a mediados de la década de los 50 ha dejado numerosos
ejemplos brutalistas en la capital. Su estructura, a la vista de cualquier persona, sigue impresionando a
los viandantes. Con motivo de la octava edición del Open House Madrid, que se celebrará del 23 al 25 de
septiembre, hacemos un repaso a la arquitectura brutalista de la capital de España.
Aunque ahora se pueda llegar a considerar brutalista cualquier
edificio grande de hormigón rugoso, cuando apareció esta corriente arquitectónica la apuesta iba mucho más
allá: implicaba cierto compromiso con la profesión, un modo concreto de hacer
las cosas. Madrid, adonde llegaban las novedades mundiales en torno a la arquitectura a través de las
revistas especializadas del momento, no se libró de esta línea constructiva que a nadie
pasa desapercibida. Sin embargo, los edificios de la capital fueron levantados, más bien, sobre
un corolario de tendencias, por eso es tan complicado encontrar obras puramente brutalistas.
Daniel Díez Martínez, profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de
Madrid (UPM), recuerda las características que el artículo firmado por Reyner
Banham y publicado en diciembre de 1955 asentó sobre el brutalismo: dejar la estructura y las
instalaciones a la vista; honestidad material, es decir, que los materiales
estuvieran sin tratar, en bruto; y claridad formal y estructural, que fueran
edificios “sencillos de leer”, explica el también especialista en divulgación de la arquitectura.
Un movimiento verdaderamente internacional con ciertos ecos a los edificios de
Le Corbusier empezó a llegar a las principales ciudades del planeta: “Ya desde que empezó en la
década de los 50 tuvo mucha aceptación, y continuó estando muy presente durante unos 30 años. Eso, sumado a
que fue un movimiento global, no es algo que haya ocurrido muchas veces en la
historia de la arquitectura”, aclara el docente universitario.
Madrid no iba a ser menos. En la capital de España no son pocos los edificios que atienden a la
definición general de esta tendencia: proporciones colosales, formas y
estructuras claras, y textura de hormigón rugoso. Ejemplo de ello son la casa
Carvajal, la sede del Instituto Patrimonial de España y las Torres
blancas, pero también la sede de UGT en Avenida de América, la iglesia Nuestra Señora del
Rosario de Filipinas, el Edificio Beatriz, el edificio de Los Cubos y la
facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
“Los autores de estos edificios lo que decían es que tal y como se veían los edificios, así eran”,
agrega Díez. La sinceridad, en este caso, se compaginaba con la modularidad de la construcción, bien adaptada a tamaños grandes.
UNA ARQUITECTURA (CARA E INSOSTENIBLE) PENSADA PARA LAS CLASES ALTAS
Unas obras que, por otra parte, nunca estuvieron al alcance de
cualquiera. Según expresa el especialista en divulgación de la arquitectura, “las viviendas
brutalistas construidas en Madrid estaban destinadas a personas con un poder adquisitivo
muy alto, como ocurre con las que se construyeron para militares por parte de Fernando Higueras
y Antonio Miró en 1973, o las Torres blancas, que directamente eran para
millonarios”.
Desde su punto de vista, el brutalismo ha sido una arquitectura muy
denostada y que en España se ha conservado por su asociación a las clases altas, algo mucho más
claro en el caso concreto de Madrid, apuntilla. “Yo diría que actualmente no se
construyen edificios brutalistas. Levantar esas moles de hormigón es algo carísimo, muy
insostenible. Ahora se busca algo más ligero, con un mejor comportamiento energético y cuyas posibles
deficiencias sean fáciles de arreglar”, incide el propio Díez.
Sin embargo, los ecos del pasado aún resuenan por las calles de Madrid. Alberto Tellería es vocal
técnico de la asociación Madrid, ciudadanía y patrimonio y afirma que la
influencia del brutalismo en la ciudad fue fuerte, pero no purista, dando como resultado algunos edificios
que también se podrían adscribir a otras corrientes arquitectónicas. Así lo
ejemplifica: “Sin ir más lejos, la forma de las Torres blancas, que siempre se
dice que son brutalistas por su estructura de hormigón, responde al organicismo por esos
círculos que hace. No son pilares rectangulares y, además, ese edificio estaba pensado para ser
totalmente blanco, lo que le hubiera quitado esa imagen de brutalista”.
Este experto ubica en la facultad de Ciencias de la Información de la Ciudad
Universitaria el ejemplo más puro de brutalismo en la capital. “Llega a forzar la forma para
acentuar la estructura, incluso para ser algo menos funcional”, añade, y es que la última reforma que ha
sufrido dicha facultad ha estado orientada a eliminar las originales ventanas inclinadas hacia fuera debido
a la incomodidad y peligrosidad que suponía su uso.
“Siempre tendemos a pensar en el hormigón, pero un edificio brutalista también puede estar
construido de ladrillos”, incide Tellería. Se refiere a las antiguas Galerías Preciados ubicadas en la plaza
de Callao, cuya volumetría corresponde con el brutalismo. En todo caso, son raros los ejemplos puros en la
capital. Según este miembro de Madrid, ciudadanía y patrimonio, “pasó con todas las corrientes que llegaban
mediante las revistas especializadas y traían estilos que surgían y
desaparecían”.
Una “bofetada de mal gusto" a la ciudad, ahora de moda
Según Tellería, el brutalismo es un arte que genera rechazo en mucha gente, algo que le sorprende:
“Los castillos, que suelen gustar mucho, no están tan alejados del brutalismo.
Las Torres blancas tienen una silueta torreada, como si fueran un castillo del
futuro”, en sus propios términos.
Sin embargo, Ramón Andrada, vocal de Patrimonio en la junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) apunta a la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Filipinas como ejemplo de mal gusto: “Cumple
con todas las características para ser brutalista. Tiene hormigón con unos encofrados
ásperos donde el material expresa su claridad y poder estructural. En cambio, desde el punto de
vista urbano, me parece una bofetada a la ciudad, lo que en su momento supuso.
Hoy en día dudo mucho que se hubiera podido construir con los criterios patrimoniales que se siguen”.
Edificios levantados hace décadas que, al fin y al cabo, están volviéndose a
poner en valor, tal y como expresa Díez, el profesor de la UPM: “En ellos se ruedan videoclips,
salen en redes sociales gracias a algunos influencers e incluso C. Tangana grabó dentro
de la casa Carvajal. Hay un maridaje entre baja y alta cultura gracias a estas nuevas
generaciones de músicos populares que le dan una visión muy interesante a la ciudad”.
Edificio Torres blancas Francisco Javier Sáenz de Oiza
Casa Carvajal - Javier Carvajal Ferrer Videoclip ‘Comerte
Entera’ - C.Tangana
Colegio Santo Ángel de la Guarda - Juan Gómez González de la
Buelga
Desde Madrid, ciudadanía y patrimonio defienden que los edificios brutalistas en Madrid son
híbridos con otras tendencias. De esta forma, esta entidad suma algunos más a la lista, además de numerosas
obras del arquitecto Fisac: la iglesia de San Cayetano en La Guindalera; el
colegio de Sto. Ángel de la Guarda; el edificio Centro en la calle Orense;
las viviendas Carrión en el distrito de Salamanca; el edificio Caracas, las viviendas en Montesquinza y la torre de Valencia de Javier Carvajal y
el Colegio Mayor Siao-Sin.
Al mismo tiempo, también mencionan el Ministerio de Industria como un brutalismo prefabricado, la casa Oliver como un brutalismo
unifamiliar, el edificio AGF como brutalismo metabolista, el
Tribunal Constitucional como un brutalismo manierista casi soviético, la
Facultad de Ciencias Biológicas en la Ciudad Universitaria entre funcionalista y brutalista, la Escuela de
Ingenieros de Caminos también como brutalismo funcional y el polideportivo Magariños, ejemplo de brutalismo de ladrillo.
Entre las construcciones brutalistas ya desaparecidas, sobresale el gran
edificio que tenía Telefónica en la calle Ríos Rosas, obra del arquitecto Jaime López-Amor
Herrero y realizado entre 1972-1976 y que en 1982 sufrió un atentado de ETA que dañó
parte de la fachada pero no afectó a su estructura. “Fue construido para alojar equipos
técnicos y tenía una estructura potentísima y techos muy altos, lo que ha permitido su reconversión. Ahora
se ha sustituido la fachada con bastante acierto aunque con un espíritu de transparencia muy distinto. Eso
sí, el monumental basamento de hormigón se mantiene”, concluye Tellería.