Arquitectura

¿Ciencia ficción o tomadura de pelo? Desmontando The Line, la utópica ciudad lineal de 120 kms de largo

Por C. Otto

The Line

El proyecto The Line parece más una utopía que una realidad, pero ¿a qué retos se enfrentaría quien quisiese construir algo así? Hemos hablado con los arquitectos para obtener la respuesta

El ‘rénder’ lo aguanta todo”. Esta frase, pronunciada habitualmente por arquitectos cuando hablan de proyectos faraónicos que en sus vídeos e imágenes promocionales parecen maravillosos pero son difícilmente realizables, ha cobrado recientemente especial relevancia. En concreto, cuando el proyecto Neom hizo público The Line, una ciudad lineal en medio del desierto de Arabia Saudí cuyas cifras resultan mareantes: 170 kilómetros de largo, 200 metros de ancho, habitable por nueve millones de personas y con cero emisiones gracias al uso de energías renovables. Todo ello con una inversión cercana a los 800.000 millones de dólares.

Pero si los primeros detalles de The Line provocan asombro, los segundos provocan risa. La supuesta ciudad estará llena de árboles y plantas flotantes, tendrá un campo de fútbol torcido (es lo malo de hacer una ciudad de 200 metros de ancho, que no cabe casi nada recto) y estará rodeada de dos muros de espejo de 500 metros de altura (por comparar, la torre Eiffel mide 330) para que los ciudadanos no se agobien.

Como era de esperar, tras la presentación los arquitectos de medio mundo se han mofado en las redes sociales. Las burlas más respetuosas dicen que se trata de una utopía; las menos, que estamos ante una chaladura, una ida de olla o, en el mejor de los casos, una acción de marketing dirigida a conseguir capital externo. Porque, ¿quién no querría meter su dinero en una ciudad con árboles voladores?

Una aberración sociológica

Más allá de la imaginación de Neom, nos hemos hecho una pregunta: ¿es viable construir una estructura de 120 kilómetros de largo y 200 metros de ancho, en medio del desierto, con trenes-bala y conseguir que nueve millones de personas se vayan allí a vivir?

El arquitecto Pedro Torrijos lo tiene claro: “La respuesta corta es sí; la larga, no”. Y es que “técnicamente, se puede construir lo que se quiera, hasta los árboles voladores, no hay nada totalmente imposible, es una cuestión de inversión. Pero es algo totalmente absurdo. Plantear esto es una absoluta aberración desde el punto de vista sociológico. Es inviable vivir con un horizonte tan escaso. Es una jaula, una trampa de infelicidad”.

Es inviable vivir con un horizonte tan escaso. Es una jaula, una trampa de infelicidad
The Line

Otro arquitecto, Julio Touza, introduce algún matiz. “Viable, si te pones, es casi todo. Lo esencial no es si es viable, sino si tiene sentido, si es útil y si responde a los retos de futuro de diseño de núcleos urbanos. Esto es un error mayúsculo”, nos cuenta. Además, "¿por qué una ciudad en el desierto? El desierto es desierto por algo, esto es una necesidad colonizadora".

¿Y desde el punto de vista económico? Para Torrijos, también es inviable. “Creo que el vídeo no es más que una llamada a inversores para intentar venderles una moto rarísima. Tardaría en hacerse, no sé, ¿cien años? No hay suficiente petróleo para construir y mantener algo de este tipo”.

¿Qué habría que hacer para conseguirlo?

Críticas aparte, intentemos ser constructivos y supongamos que alguien se propone construir, de verdad, algo así. De hecho, el propio concepto de ciudad lineal ni siquiera es nuevo. A lo largo de los años, arquitectos y urbanistas como Nikolai Milyutin o el propio Arturo Soria ya expusieron propuestas en torno a la construcción de ciudades lineales. Así pues, ¿a qué retos se enfrentaría?

Para responder a esto, Torrijos cree imprescindible comprender con exactitud las propuestas de Arturo Soria: “Cuando él plantea la ciudad lineal, no piensa en una genuinamente lineal, sino en un sistema lineal de capas de urbanismo, paralelas unas a otras: aceras, comercios, viviendas… Todas ellas separadas de la zona central con árboles y demás”, aclara.

Paul McCartney & Jean Shrimpton
Boyd Fortin, 13 años. 10 de marzo de 1979. Sweetwater, Texas.

Y este es precisamente el punto de partida válido para Julio Touza: “El modelo longitudinal tiene más sentido como comunicador de núcleos. No pensemos en una ciudad lineal, pero sí en una conurbación lineal, que conecta nodos urbanos preexistentes”. Si se apostase por una ciudad lineal verdaderamente prolongada, como es el caso de The Line, hay algunos inconvenientes que debería resolverse: “¿Cómo cambian la orografía o el clima en 170 kilómetros de largo? Muchísimo, y el diseño de la ciudad debe tener todo esto en cuenta. Además, ¿por qué limitar el ancho a 200 metros? Lo ideal sería ampliarlo bastante”. De todos modos, Precisamente por ese motivo, "yo pensaría más en las ciudades verticales que en las horizontales o lineales. Si pienso en una ciudad utópica, un rascacielos o una ciudad vertical tienen mucho más sentido desde el punto de vista sostenible".

En cualquier caso, Pedro Torrijos reconoce que en The Line “hay algo razonablemente salvable si se le despoja de toda la tramoya absurda e hiper tecnológica” y que quizá pueda servir para futuros modelos de ciudades. “Si construyes una ciudad en el desierto, tiene sentido que sea cerrada, autocontenida detrás de algún tipo de muro o cerramiento, donde tengas una zona relativamente pequeña que puedas controlar climáticamente. A eso sí le veo sentido”, aclara. “Yo salvaría el concepto de entender que una ciudad en un clima tan extremo tiene que ser lo más controlable posible”.

The Line

Touza, por su parte, también ve algo positivo en los muros: “Quizá no sea algo tan frecuente a día de hoy, pero la idea de ciudad como muralla, como borde, no es mala. De hecho, es una idea vieja, porque el elemento defensivo siempre fue clave en las ciudades".

Pero seamos serios: la viabilidad de todo esto parece nula. Es más, “en Arabia Saudí ya intentaron construir un rascacielos de un kilómetro de altura, que era mucho más plausible que la ciudad lineal, y acabaron parándolo. Quizá haya dinero para construir esta ciudad, pero nunca para mantenerla. Esto es arquitectura utópica”, afirma Torrijos. Y más allá de las proyecciones faraónicas, las chaladuras y los proyectos imposibles, eso sí, Touza aprovecha para ser optimista: “Lo único positivo que ha provocado esto es generar debate sobre cómo deben ser las ciudades del futuro”. Bienvenido sea, pues, el debate.