Exposiciones

Hopper, Lichtenstein... EEUU, vista por los cuadros de sus artistas

Por El Grito

Cuadro Expulsión. Luna y luz de fuego

La exposición ‘Arte americano en la colección Thyssen’ propone un recorrido temático por los grandes hitos de la cultura norteamericana

En la década de los 70 los negocios del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza le llevaron a visitar EEUU con asiduidad. Allí realizó su primera compra de arte americano, un Pollock, la semilla de la que se convertiría en la colección de arte norteamericano más importante de Europa.

El arte estadounidense fue una de las grandes pasiones del barón, aquel Pollock despertó su interés por la producción artística ‘made in U.S.A.’ del siglo XX, y tras él Rothko, Crawford, Rosenquits, para más tarde meterse de lleno en el XIX americano con las obras de Catlin, Thomas Cole o Charles Willson Peale entre otros tantos.

De este modo, y a lo largo de más de tres décadas, consiguió atesorar un conjunto de obras de una calidad indiscutible que hoy convierten a la primera planta del Museo Thyssen-Bornemisza en la mejor ‘sucursal’ de la historia del arte norteamericano fuera de Norteamérica.

Cuadro Verde sobre morado

‘Arte americano en la colección Thyssen’ reúne 140 obras procedentes de los fondos familiares y del propio museo, en un discurso expositivo que deja de lado la cronología para ahondar, a través de 4 temáticas diferenciadas, en la identidad norteamericana, en su idiosincrasia y en los grandes hitos que marcaron la naturaleza de este país.

La sublimación de la Naturaleza

El primer capítulo de esta historia americana a través del arte está dedicado a los paisajes. La naturaleza desconocida y exuberante de aquel continente fue esencial en el proceso de creación de la joven nación norteamericana y estuvo fuertemente vinculada, no solo a su historia, sino también a su conciencia política.

Los artistas norteamericanos vieron en la representación de sus paisajes una forma de reafirmar el creciente espíritu nacional y comenzaron a tratar temas como la tensión entre naturaleza vs. civilización, lo que sería el germen de la conciencia medioambiental moderna.

De este modo, la exposición nos invita a acercarnos a esa naturaleza impactante a través de Thomas Cole y su ‘Expulsión. Luna y luz de fuego’ (1828) o del ‘Arroyo en el bosque’ (1865) de Asher Brown Durand, mientras nos muestra a su vez el espíritu explorador de los primeros norteamericanos en obras como ‘Paisaje Tropical’ (1855) de Frederic Edwin Church, hasta llegar a los paisajes, esta vez conceptuales, de los expresionistas abstractos como Rothko o Clyfford Still.

Cuadro Un arroyo en el bosque

Choque de culturas

Desde los primeros contactos de los euro- americanos con los nativos, la pintura americana del XVIII y XIX tomó esta ‘asimilación colonial’ como uno de los temas recurrentes. Algo palpable en las obras de pintores como Charles Wilson Peale retratando a los hijos de un rico colono en su plantación de melocotones en Maryland en ‘Retrato de Isabella y John Stewart’ (1774) o Charles Wimar y sus retratos del lejano Oeste en los que plasma a comunidades indias resignadas por el avance colonial.

Ya en el siglo XX esa multiculturalidad se expandió exponencialmente y la ciudadanía norteamericana se convirtió en un popurrí de clase obrera, judíos, migrantes, afroamericanos, asiáticos, cosmopolitas… Uno de los grandes rasgos de identidad del pueblo americano que artistas como Ben Sahn, con ‘Orquesta con instrumentos’ (1944), o Romare Bearden, con ‘Domingo después del sermón’ (1969), plasmaron en su obra de forma recurrente.

Cuadro Retrato de Isabella y John Stewart

Apología de la urbanidad

La multiculturalidad norteamericana encontró su escenario perfecto en las nuevas ciudades cosmopolitas que surgían en EEUU, convirtiendo al concepto de ‘lo urbano’ en otro sinónimo de Norteamérica y sus artistas también lo tomaron como uno de sus grandes referentes temáticos.

Desde las concepciones cubistas y futuristas de la ciudad en la obra de Max Weber, hasta la representación del ‘sueño americano’, utilizando como símbolo las grandes construcciones del siglo XX, como sucede en ‘Autopista de ultramar’ (1939) de Ralston Crawford, la muestra recoge algunos ejemplos de la visión que tuvieron los artistas americanos sobre esta nueva ‘urbanidad’.

El ‘individuo urbano’ también fue protagonista de esta reflexión sobre la modernidad estadounidense en la obra de artistas. Claro ejemplo de esto nos da la obra de Edward Hopper, que muestra su personal visión de la realidad urbana como símbolo de la soledad del hombre contemporáneo, o en la de Raphael Soyer, que recoge los nuevos roles de las mujeres, bien en el desempeño de algún oficio o como exponente de los nuevos hábitos de consumo.

Cuadro Autopista de ultramar

Cultura material

Como broche final a este recorrido por el arte y la identidad norteamericana, la exposición dedica su último apartado a la visión de los artistas de su cultura material. De este modo, el visitante puede contemplar varios bodegones, algunos más tradicionales, como el de Paul Lacroix del XIX, y otros mucho más innovadores, como los de Stuart Davis, que aspiraba a crear un arte nacional moderno a través de lo cotidiano con sus naturalezas muertas.

Pero también tuvo cabida en el imaginario de muchos de estos artistas la interacción de lo humano con lo no humano, concepto que les sirvió para reflexionar en sus obras sobre la cultura de consumo, como se puede apreciar en los trabajos de Roy Lichtenstein, James Rosenquist y el resto de padres del POP americano.

Cuadro Vidrio ahumado
Cuadro Mujer en el baño

Hasta el próximo 16 de octubre desde la sala 55 a la sala 46 del Museo Thyssen, seguirán dedicadas a este paseo ilustrado por la historia y la identidad de Norteamérica.