Exposiciones

El Museo desapercibido

Por Marta de Orbe

Escultura del museo

Madrid presume de una de las colecciones de escultura abstracta más importantes de Europa a la vista de todos, y apenas unos pocos se han dado cuenta

Estaba esperando el autobús, sentada en la parada del 27, bajo el paso elevado Enrique de la Mata Gorostizaga, más conocido como el puente de Rubén Darío. Apenas tendría diez años y vi algo que llamó mi atención. "¿Por qué hay una piedra colgada del puente?", pregunté a mi padre. "No es una piedra, es una escultura, porque esto no es un puente, es un museo", me contestó.

Desde aquel día cada vez que he pasado por allí en compañía de madrileños o foráneos he hecho la misma pregunta, pero nadie ha vuelto a saber la respuesta. Como tampoco la saben la mayoría de transeúntes que a diario pasan por encima, o por debajo, de este paso elevado de El Paseo de la Castellana, sin ser conscientes de que lo que están pisando no es un puente más. Son los 4.200 m² que, en tres alturas diferenciadas, albergan el museo de Arte Público de Madrid, antes conocido, aunque por muy pocos, como el museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana.

Esa piedra suspendida en el aire que tanto me impresionó, efectivamente era una escultura. Pero no una cualquiera, era, y es, nada menos, que la ‘Sirena Varada’ de Chillida, una de las grandes obras del escultor vasco. Fue la primera que realizó en hormigón armado, un auténtico desacato a las leyes de la gravedad que permite suspender en el aire esta pieza mastodóntica de más de seis toneladas, a través de cuatro cables metálicos que cuelgan de los pilares del puente.

Proalí

Pero no es la única sorpresa que depara este singular espacio. Frente a ella, en el arranque de la calle de Eduardo Dato, está ‘Unidades-Yunta’ de Pablo Serrano, uno de los grandes activos del grupo ‘El Paso’, que aporta esta metáfora de la fusión de las fuerzas opuestas, que se traduce plásticamente en una escultura monumental en la que los contrastes de volúmenes y texturas captan toda la atención.

Y en medio de la fuente, ‘Mediterránea’ de Chirino, una de las mejores representaciones de las obras del artista canario que, en esta ocasión, decidió dotar a su escultura de un llamativo rojo brillante pintado al horno, con el que consigue acentuar el carácter liso de la superficie de la obra y crear un impactante contraste con su contexto, el puente.

Con el resto de piezas de la colección, este museo nos permite disfrutar de los mejores ejemplos de la escultura abstracta española sin necesidad de pagar una entrada, ni organizar una visita, ni atenerse a un horario. Todo un privilegio que, sin embargo, pasa desapercibido para la mayoría de madrileños y visitantes. Completamente integrado en el entorno urbano, se ha convertido en uno de los escenarios cotidianos de sus vidas, en el que transitan casi a diario sin apenas darse cuenta de que están contemplando una de las joyas museísticas de la capital.

El puente que concibió un museo

La concepción de este peculiar museo, allá por los años 70, estuvo intrínsecamente unida a la construcción del puente que lo alberga, un hito de ingeniería civil fundamental para la organización urbanística de la capital, tal y como hoy la conocemos.

A finales de los años sesenta la expansión de la ciudad en todas direcciones era imparable y el tráfico ya comenzaba a convertirse en uno de los males endémicos de Madrid. La necesidad de unir la parte Este y Oeste de la ciudad, hasta ese momento separadas por el Paseo de la Castellana, era imperiosa. Por eso se planteó la construcción de un paso elevado que pudiese unir las calles de Eduardo Dato y Juan Bravo.

Los ingenieros Fernández Ordóñez y Martínez Calzón fueron los encargados de realizar esta obra que transformó el plano y la vida de la ciudad para siempre, y que muy pronto se convertiría en mucho más que un puente.

Estructura permutacional

Las barandillas del proyecto fueron encargadas al artista alicantino Eusebio Sempere quien, tras ver finalizada la obra en 1970 y tras largas conversaciones con los ingenieros del proyecto, decidió plantear al ayuntamiento la idea de un Museo de Escultura al Aire Libre en el puente. Así podrían recuperar ese espacio urbano para uso común y además acercar el arte abstracto español, un gran desconocido en esas fechas, a todos los ciudadanos.

Aunque era una idea demasiado novedosa para aquel Madrid tardo franquista, las autoridades municipales vieron una oportunidad única de dotar a la ciudad con un nuevo museo, con apenas presupuesto. El ayuntamiento solo tuvo que hacer frente a los gastos de materiales e instalación, ya que todas y cada una de las obras que componen su colección fueron donadas por los artistas o sus familias, gracias a la íntima amistad que mantenían con Sempere.

De otra manera hubiese sido impensable reunir semejante conjunto de obras con dinero público, una colección que, como dijo la prensa del momento, "haría palidecer a cualquier museo del mundo", y estaban en lo cierto. Miró, Palazuelos, Chillida, Torner, Subirachs, Rueda, Chirino, juntos en un mismo espacio, no era, ni es, algo fácil de encontrar salvo en este excepcional museo al aire libre.

Mapa del museo

Arias Navarro VS Chillida. La polémica de la sirena

Apenas dos años después de inaugurar el paso elevado Enrique de la Mata Gorostizaga, aquella idea innovadora de Sempere se hacía realidad y el Museo de Escultura al Aire Libre veía la luz en 1972, sin embargo, tendrían que pasar más de siete años para que su inauguración fuese oficial.

Una de las obras principales de la colección, ‘Lugar de encuentros III’, la obra que Chillida creó exprofeso para este espacio, no ‘cayó’ bien entre las autoridades municipales. El alcalde Arias Navarro, se negó en rotundo a exponer a Chillida en pleno Madrid. A pesar de tener todos los informes técnicos a favor, desde el ayuntamiento se alegaron motivos estructurales y de seguridad. La realidad era que el origen vasco y las conocidas ideas políticas del artista en contra del régimen pesaron más que su calidad artística y la obra fue retirada en 1973.

Esta irracional persecución contra Chillida tuvo eco en la prensa del momento, que haciendo referencia a la obra teatral ‘La Sirena Varada’ (Alejandro Casona 1934), y sirviendo de alegato para la defensa de aquel atropello al arte, rebautizaron la polémica escultura con el nombre por la que hoy se conoce, ‘La Sirena Varada’ de Chillida.

Hasta 1978, la obra quedo así, ‘varada’, en busca de destino, pero los aires democráticos ya inundaban Madrid y el alcalde José Luis Álvarez Álvarez decidió volver a colocar esas seis toneladas de hormigón armado en el lugar que le correspondía. Por fin, el 9 de febrero de 1979 el Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana se inauguraba oficialmente.

Puente Rubén Dario

La vanguardia española en plena calle

Desde aquel momento, tanto los madrileños como los turistas y visitantes de la capital pueden disfrutar de esta magnífica colección en las que se recogen obras de algunos de los nombres más importantes de la vanguardia española.

Alberto Sánchez, con ‘Toros Ibéricos’, Julio González con 'La petite faucille' o Miró con 'Mère Ubu', son los representantes de las vanguardias históricas, y sus obras crean en el museo una muestra simbólica de la gran aportación española al arte del siglo XX.

Las 14 obras restantes pertenecen a la generación de los cincuenta, heredera del espíritu vanguardistas anterior a la Guerra Civil y formada por alguno de los artistas más relevantes de la posvanguardia española.

Retrato de Stravinski junto a su piano

Desde la emblemática ‘La sirena varada’ de Chillida, hasta ‘Móvil’ de Sempere, pasando por la discreta ‘Estela de Venus’ de Amadeo Gabino o el impresionante mural de Gerardo Rueda, el Museo de Arte Público de Madrid recoge unas piezas que resumen a la perfección lo que supuso la escultura abstracta en las vanguardias españolas.

Porque en ese ‘puente-museo’ también podemos disfrutar de Palazuelo, Alfaro, Leoz, Marcel Martí, Manuel Rivera, Serrano, Sobrino, Torner o Subirach. Desde luego son todos los que están, quizás para estar todos los que son faltaría Picasso, pero, aunque hubo numerosos intentos de traer al museo 'La cabeza de Apollinaire' del malagueño, el delicado estado de salud de Jacqueline Roque, su viuda, lo hizo imposible.

Salvo esta ausencia, la colección del Museo de Arte Público de Madrid es uno de los mejores ejemplos en toda Europa de la escultura abstracta del siglo XXy un privilegio que se puede disfrutar sin entradas, sin colas, sin horarios, simplemente sentándose un rato en la parada del 27.