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La otra invasión de Putin: ¿qué pasa con el arte ucraniano que está en manos de Rusia?

Por C. Otto

Obra de arte ucraniana

En los últimos meses, numerosas obras de arte ucraniano han pasado a manos rusas como víctimas colaterales de la guerra. Así es la otra batalla que libra Ucrania para no perder su patrimonio artístico

En la web Art for Victory hay una colección de obras de arte rusas que cualquiera puede comprar para financiar al Gobierno de Putin ante el bloqueo internacional que está sufriendo el rublo. Todo esto, que de entrada ya es cuestionable, tiene tres problemas añadidos. En primer lugar, nadie sabe a dónde va a parar el dinero recaudado (no hay constancia de que la web la haya lanzado el gobierno de Putin). En segundo, como descubrieron diversos expertos, las obras de arte que están a la venta son falsas. Y en tercero, y para más inri, entre dichas obras hay NFTs de escudos de armas típicos de Odesa y Donetsk, que son territorios ucranianos. La ironía, efectivamente, es macabra: rusos arrebatando símbolos ucranianos para financiar la invasión.

El ejemplo de Art for Victory es tan estrambótico como quizá risible, pero lo cierto es que Rusia acumula una ingente cantidad de patrimonio y cuadros ucranianos en lo que viene a ser una segunda invasión, en este caso artística.

De esto sabe mucho Leila Ibrahimova, directora del museo de Melitopol, al sur de Ucrania. En abril, las tropas rusas se presentaron a las puertas del centro con un objetivo entre ceja y ceja: el tesoro de oro escita, un pueblo semidesconocido que ocupó Eurasia central desde el siglo IX a.C hasta el IV d.C. Esta colección, formada por diversas piezas de oro, es una de las mayores joyas del arte ucraniano. Desde que comenzó la invasión, Ibrahimova sabía que los rusos querían llevarse un tesoro que Putin incluso llevaba años reclamando como propio, así que lo escondió debidamente en el sótano del museo. Sin embargo, la traición estaba rondando al lado: Galina Kucher, una empleada del centro, alertó del escondite a los soldados rusos, que se llevaron uno de los emblemas de la historia ucraniana.

Obra de arte ucraniana
Obra de arte ucraniana

Ihor Poshyvailo, director del Museum of Revolution of Dignity, lo tiene claro: “Las bombas aéreas, las minas y los misiles rusos tienen como objetivo no solo la infraestructura militar, sino también la civil y la cultural. Más de 400 edificios y objetos culturales, incluidas iglesias, museos, bibliotecas, teatros, monumentos y archivos resultaron dañados y destruidos”, cuenta a El Confidencial. De hecho, asegura, “preciosos museos y colecciones de arte están siendo saqueados y llevados a Rusia o a los territorios ocupados de las regiones de Crimea, Donetsk y Lugansk. Según varias investigaciones internacionales, hay grupos especiales de Rusia que buscan obras de arte y objetos históricos ucranianos”.

¿A quién pertenece el arte ucraniano del Imperio ruso?

El caso del oro escita es un claro ejemplo de expolio, pero la invasión rusa abre algunas preguntas cuya respuesta no es fácil de encontrar. ¿Qué pasa con los artistas que nacieron en el Imperio ruso…, pero en ciudades que actualmente pertenecen a Ucrania? ¿Dónde están sus obras y, sobre todo, dónde deberían estar?

Quizá se estén haciendo estas preguntas los descendientes de Arjip Kuindzhi, un pintor realista nacido en 1841 en Mariúpol, que en aquella época, junto al resto de Ucrania, pertenecía al Imperio ruso. Algunos de sus cuadros más famosos, como ‘Tarde en Ucrania’ lleva décadas en el Museo Estatal Ruso, pero muchos otros quedaron expuestos en un museo homónimo en su ciudad natal. ¿A quién deberían pertenecer entonces esas obras? ¿A Ucrania o Rusia? Poco importa ese debate ahora mismo ya que a finales de marzo el ejército ruso se llevó por delante los cimientos del museo y se apoderó de las obras del pintor y de otros muchos artistas de origen ucraniano.

Obra de arte ucraniana
Obra de arte ucraniana

Si pensamos en arte y Rusia, todos los caminos nos llevan al Museo del Hermitage, en San Petersburgo. Este museo, el segundo más grande del mundo tras el del Louvre, alberga más de tres millones de piezas, sobre todo antigüedades griegas, romanas y egipcias. Sin embargo, también posee otras mucho más recientes, entre ellas multitud de obras de arte de autores nacidos bajo el Imperio ruso, pero en territorio actualmente ucraniano.

Es el caso de Kazimir Malévich, uno de los creadores del suprematismo que en el siglo XX inundó a una gran parte de artistas. El pintor, que nació en Kiev en 1879, fue un gran perseguido por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD, por sus siglas en ruso) de la Unión Soviética, que lo acusaba de ser un espía del gobierno polaco y lo tuvo tres meses en prisión. En cualquier caso, Malévich vivió parte de su vida en Leningrado, donde murió a los 57 años. A día de hoy, 16 obras que llevan su firma son expuestas en el Hermitage.

Mujer ucraniana en el museo

También se expone en este museo ‘Cosacos zapórogos escribiendo una carta al Sultán’, una de las pinturas más llamativas del arte ucraniano por la crudeza que refleja su pincel. Su autor, Ilya Repin, nació en 1844 en Chuguyev, al este de Ucrania, aunque también lo hizo oficialmente como ciudadano ruso. De hecho, huelga decir que Repin fue afín al Imperio ruso, llegando a pintar a gran parte de la aristocracia del país e incluso al propio zar Nicolás II.

En todos estos casos, la frontera del debate parece difusa. Gran parte de los mayores artistas que nacieron en tierras actualmente ucranianas en realidad lo hicieron durante la vigencia del Imperio ruso, con lo que a todas luces fueron ciudadanos rusos. La pregunta es, ¿se les debe seguir considerando rusos? En el caso de Repin no cabe mucha duda, pero ¿qué pasa con Malévich, que fue vigilado por la inteligencia soviética; o con Kuindzhi, que siempre prefirió que su obra estuviese expuesta en Mariúpol? ¿Podría la sociedad ucraniana reclamarlos como artistas suyos, aunque sea a nivel simbólico?

Cuadro pintor ucraniano

Ihor Poshyvailo no entra en si los autores nacidos en el Imperio ruso deben tener una u otra nacionalidad, pero no duda en asegurar que “el Imperio ruso, al igual que la actual Rusia, ha tratado de destruir la identidad ucraniana durante siglos. Las obras de los artistas en las colecciones de los museos de Ucrania pertenecen a Ucrania y su gente. Es un crimen reubicarlos ilegalmente fuera de Ucrania y saquear nuestro patrimonio nacional”.

En su opinión, “Ucrania debe reclamar todas las obras de arte extraídas ilegalmente, así como muchos otros objetos culturales que fueron sustraídos por los rusos en el período soviético”. “La comunidad internacional no debería permitir el saqueo del patrimonio cultural de Ucrania. Los países pueden ayudar a monitorizar la reubicación de los objetos saqueados a través de los sistemas satelitales y rastrearlos a través de Interpol. Estamos trabajando ahora con el ICOM [Consejo Internacional de Museos] en las ‘listas rojas’ para el patrimonio cultural ucraniano en emergencia con la esperanza de que los esfuerzos comunes nos ayuden a repatriar nuestros tesoros culturales”.

La resistencia que evita el expolio ruso

Ucrania no está llorando solo a sus víctimas humanas, también a las artísticas. Solo en Mariúpol, más de 2.000 obras de arte han desaparecido y pasado a manos rusas. Y el arte no parece ser una mera víctima colateral de la invasión: el politólogo ruso Sergej Sumlenny aseguraba hace poco que los museos ucranianos están siendo atacados "de forma deliberada, no es una coincidencia, es una parte fundamental de la estrategia de Rusia para eliminar la cultura ucraniana. (...) Llevan 300 años intentando hacerlo. Ya lo hicieron en Crimea y ahora lo están haciendo en Mariúpol y otras ciudades. Lo que quieren, se lo llevan".

¿Hay focos de resistencia ante este expolio? Lo cierto es que sí. En el Museo Nacional Andrey Sheptytsky de Lviv, las vitrinas llevan meses vacías y las obras escondidas, precisamente para evitar que el ejército ruso pueda destruirlas o robarlas. "Para que nuestra historia y patrimonio sobrevivan, todo el arte debe ir bajo tierra", aseguraba en marzo Ihor Kozhan, director del centro. En Odesa, por poner otro ejemplo, el monumento del fundador de la ciudad, el duque de Richelieu, ha sido tapado completamente por sacos de arena para evitar cualquier daño ante un posible bombardeo.

Militar

Desde la Unesco también se han tomado cartas en el asunto. La organización asegura que, desde el 24 de febrero, 152 emplazamientos (70 religiosos, 12 museos, 30 edificios históricos, 18 edificios culturales, 15 monumentos y 7 bibliotecas) han sufrido daños a manos del ejército ruso. Además, está elaborando una lista roja de objetos expoliados para impedir su venta.

Otros movimientos son incluso más originales: una iniciativa llamada Backup Ukraine se está encargando de digitalizar, mediante modelado 3D, las obras más importantes del patrimonio y el arte del país. De este modo, si dichas piezas sufren daños o incluso desaparecen, al menos podrán ser visitadas y observadas digitalmente.

Obra de arte ucraniana
Obra de arte ucraniana

Otra historia que conmueve a todo el mundo es la de Anatoli Haritonov. El primer día de la invasión, el humilde museo de Ivankiv, a unos 70 kilómetros de Kiev, fue el primer emplazamiento cultural que sufrió la violencia del ejército ruso. Tras un bombardeo y un posterior incendio, todo el mundo dio por perdidos o robados un total de 14 cuadros de Maria Primachenko, una de las principales pintoras ucranianas. De manera pública se denunció este asalto y se dio por hecho que dichas obras habían sido calcinadas o expoliadas. Lo que nadie sabía es que Haritonov, que trabajaba como guardia de seguridad, había sacado las obras del museo pocas horas antes del ataque, con lo que las escondió bajo tierra y las libró de su destrucción.

Historias como la de Haritonov son las que conmueven no solo al pueblo ucraniano, sino también a la comunidad artística de todo el mundo. La resistencia ucraniana se manifiesta más allá de lo obvio y actúa también en el terreno artístico. Tras todas estas acciones hay un objetivo claro: que la invasión rusa no acabe con el arte ucraniano en manos indebidas.