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Hernández Mancha, el breve
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Hernández Mancha, el breve

Fue líder de Alianza Popular tras la salida de Manuel Fraga, que retomó el mando del partido dos años después

Foto: Antonio Hernández Mancha.
Antonio Hernández Mancha.

Hubo un día, en la historia de la democracia en España, en el que los conservadores no gobernaban. Tal vez por eso, entre otras cosas, hubo también un día en el que Manuel Fraga, el padre ideológico de la derecha española de la transición, dio un paso atrás. Fue a finales de 1986. El histórico gallego arrojó la toalla como paladín de Alianza Popular. Fraga parecía ser más un lastre que un impulso; hacia falta savia nueva. Y ahí apareció Antonio Hernández Mancha, un joven abogado del Estado que tenía en su poder acta de senador y que era, a la sazón, diputado autonómico en la Junta de Andalucía. Con estos mimbres se aupó a la presidencia de AP.

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Con gafas y el pelo engominado, Hernandez Mancha se puso a los mandos de una formación que también había cambiado de secretario general: Jorge Verstringe (ahora en las bambalinas de Podemos) cedió el testigo a Alberto Ruiz-Gallardón, entonces un bisoño que vio así propulsada su carrera política: fue presidente de la Comunidad de Madrid, Alcalde de Madrid y Ministro de Justicia.

Hernández Mancha -que se impuso a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón- partía con una clara desventaja frente a sus rivales: no podía debatir en el Congreso de los Diputados por su condición de senador, un peaje que le alejaba permanentemente de la primera línea de la confrontación política. Y eso con un PSOE liderado por Felipe González e instruido por Alfonso Guerra era ir a la batalla sabiéndose perdedor de antemano.

El político conservador planteó una moción de censura sin posibilidades de salir adelante con el objetivo de poder debatir cara a cara en la Carrera de San Jerónimo y que su imagen como líder de la derecha se proyectase en el exterior. No hubo suerte. Hernández Mancha había dado, probablemente, el primer paso hacia su desaparición del escenario político. Fraga volvió a embridar el grupo y dio forma al Partido Popular. Empezaba el turno de José María Aznar.

Pero eso es ya otra historia.

Hubo un día, en la historia de la democracia en España, en el que los conservadores no gobernaban. Tal vez por eso, entre otras cosas, hubo también un día en el que Manuel Fraga, el padre ideológico de la derecha española de la transición, dio un paso atrás. Fue a finales de 1986. El histórico gallego arrojó la toalla como paladín de Alianza Popular. Fraga parecía ser más un lastre que un impulso; hacia falta savia nueva. Y ahí apareció Antonio Hernández Mancha, un joven abogado del Estado que tenía en su poder acta de senador y que era, a la sazón, diputado autonómico en la Junta de Andalucía. Con estos mimbres se aupó a la presidencia de AP.

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