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Lista Falciani: el clan de Ben Ali ocultaba parte del saqueo de Túnez en el HSBC
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Belhassen Trabelsi, 'padrino' de la familia

Lista Falciani: el clan de Ben Ali ocultaba parte del saqueo de Túnez en el HSBC

Belhassen Trabelsi, cuñado del dictador, tenía 22 millones de dólares en la entidad. La corrupción de la familia del dictador fue un factor clave en la ira popular que germinó en la primavera árabe

Foto: Familiares de los fallecidos en la revolución contra Ben Alí recordaron sus víctimas un mes antes de que se diera a conocer la información de la lista Falciani.
Familiares de los fallecidos en la revolución contra Ben Alí recordaron sus víctimas un mes antes de que se diera a conocer la información de la lista Falciani.

Si el acto desesperado de Mohamed Bouazizi, el vendedor de verdura que se prendió fuego tras ser humillado por la policía, logró arrastrar a las calles a miles de tunecinos fue porque su sentimiento de injusticia era el de todo un pueblo. En diciembre de 2010, cuando la primavera árabe germinó en el pequeño país mediterráneo, Túnez vivía desde hacía 23 años bajo una dictadura feroz y depredadora. El autócrata Zine el Abidine Ben Ali no sólo había instaurado un Estado policial, sino que convirtió el país en un cortijo para su enriquecimiento, el de su mujer, Leila Trabelsi, y el de sus respectivas familias.

Todo lo que daba dinero en Túnez pasaba por las manos de los Ben Ali y los Trabelsi: el sector inmobiliario, la telefonía, los medios de comunicación, las ventas de coches, los hoteles, la aviación y el tráfico de drogas. El Banco Mundial evaluó en 2014 este expolio y llegó a la conclusión de que este clan controlaba 220 empresas que acaparaban el 21% de los beneficios del sector privado del país.

El rastro de esta rapiña ha aparecido ahora en la lista Falciani, desvelada en España por El Confidencial y laSexta en una investigación coordinada por el ICIJ y Le Monde. Disimulado bajo la neutra mención de "empresario", figura el nombre de Belhassen Trabelsi, el todopoderoso cuñado de Ben Ali, considerado el "padrino", junto con la mujer del dictador, de esta familia a la que un cable de la embajada americana filtrado por WikiLeaks en 2008 definía como "casi mafiosa".

En el despacho "Corrupción en Túnez: lo tuyo me pertenece", se responsabilizaba al clan del dictador de la corrupción generalizada, de la degradación de la economía y en gran parte del descontento popular que, tres años después, el 14 de enero de 2011, culminaría con el derrocamiento de Ben Ali y su huida de Túnez.

El cuñado del dictador abrió su cuenta en el HSBC en junio de 2006. Un año después, su saldo superaba ya los 22 millones de dólares, según la información a la que ha tenido acceso este periódico. Una minucia si se considera que la fortuna de los Trabelsi ascendía en 2011 a 12.000 millones de dólares, mientras que Ben Ali y su mujer acaparaban otros 5.000, según cálculos del periodista y analista económico tunecino Slim Bagga.

Como ha publicado el diario francés Le Monde, Trabelsi aparece a su vez en las cuentas de dos empresas, Kaffal Trust y Kassar Trust, cuyos saldos se desconocen. Su abogado no quiso contestar a las preguntas del diario sobre el dinero oculto en Suiza. Belhassen Trabelsi vive ahora en Canadá, prófugo de la justicia tunecina.

Además del "padrino", su mujer, Zohra Jilani, otro de los cuñados de Leila Trabelsi, Montassar Maherzi, y el consuegro de Ben Ali, Moncef el Materi, tenían cuentas en el HSBC. En ninguna de ellas aparecen los saldos.

De peluquera a primera dama

¿Pero cómo los once hijos de un vendedor de verduras llegaron a amasar esa fortuna colosal? La belleza de Leila, la hermana mayor, fue el trampolín que la catapultó de la peluquería en la que trabajaba –los tunecinos la llaman con sorna "la Peluquera"– a los brazos de Ben Ali, entonces casado con otra mujer. En 1987, Ben Ali llega al poder con un golpe de Estado. Cinco años después, la expeluquera lograba casarse con el dictador adquiriendo así la condición de primera dama.

Ahí empezó la carrera de "la Familia", como se los conocía en Túnez. Leila comenzó por exigir ser informada de cualquier operación económica para reclamar la correspondiente mordida. Bastaba mencionar el apellido Trabelsi para que los cheques y las maletas de dinero para pagar comisiones y sobornos pasaran de mano en mano. Poco importaba si se trataba de un sitio arqueológico o de un yate ajeno, como sucedió con el barco del banquero francés Bruno Roger, robado por los sobrinos Imed y Moez Trabelsi. El barco se recuperó porque su dueño era íntimo amigo del presidente francés, Jacques Chirac, y de Nicolas Sarkozy.

Leer más: Las claves de la Lista Falciani

Lo que los Trabelsi querían, lo obtenían. Oponerse significaba la expropiación y la cárcel, cuando no la muerte, como sucedió con Nizzar Touil. La madre de este joven de 24 años denunció que Nizzar había sido asesinado a golpes por Imed Trabelsi cuando se negó a poner su coche al servicio de su red de tráfico de drogas. Según explicó a la prensa, tras asesinar a Nizzar, el sobrino de la mujer de Ben Ali confiscó su coche y se apropió de la casa familiar.

Belhassen Trabelsi, el cuñado titular de la cuenta del HSBC, había construido así su imperio. Con su hermana ya en el palacio presidencial, comenzó a expulsar de sus villas a ricos propietarios para vender sus casas a precio de oro. Con los años se apropió también, sin pagar nada o abonando sumas ridículas, de terrenos públicos que luego le daban pingües beneficios. Por ejemplo, un jardín público de Túnez donde construyó la sede de Ford, marca de la que tenía la concesión exclusiva. En algunos casos, "adquiría" terrenos por entre 0,12 y 0,60 céntimos de euro el metro que luego vendía por cifras estratosféricas.

Se venden las ruinas de Cartago por 27 euros

Más grave aún fue cuando adquirió por 60.000 dinares (27 euros) ocho hectáreas del sitio arqueológico de las cisternas de Cartago, un escándalo reflejado por la publicación satírica francesa Bakhchich. La UNESCO protestó pero Belhassen respondió con una llamada al ministerio de Cultura. Los terrenos pasaron ipso facto de protegidos a edificables.

Trabelsi no tenía problemas para financiar sus operaciones dado que controlaba el Banco de Túnez y además bastaba una llamada a otras entidades para que estas se olvidaran de cobrar los créditos que le habían dado

El padrino del clan poseía también una compañía aérea: Karthago Airlines, que montó con aviones rumanos de saldo y cuyos servicios -el catering, la limpieza e incluso el keroseno- aportaba gratuitamente Tunis Air, las líneas aéreas estatales, al igual que las piezas de repuesto.

Trabelsi no tenía problemas para financiar sus operaciones dado que controlaba el Banco de Túnez y además bastaba una llamada a otras entidades para que éstas se olvidaran de cobrar los créditos que le habían dado. Y si alguna ley se ponía en su camino, su cuñado la cambiaba. El informe citado del Banco Mundial aclara que Ben Ali firmó “25 decretos para fijar nuevas condiciones y autorizaciones en 45 sectores económicos, restricciones en Inversión Extranjera Directa en 28 sectores y exoneraciones fiscales en 23 ámbitos”.

En 2011, el diario Le Figaro aseguraba: "Si hay que citar un nombre, el pilar del clan es Belhassen. Está en todo: transporte aéreo (Karthago Airlines), telecomunicaciones (Global Telecom Networking), construcción de camiones (Alpha Ford International), licencias de importación de coches (Ford, Jaguar y Hyundai), turismo y medios de comunicación (Mosaïque FM y Carthage TV)”.

"Son auténticos depredadores: han conseguido entrar en todas las grandes empresas recuperando participaciones a bajo precio; se han colocado como intermediarios de todas las privatizaciones y las licitaciones públicas, además de exigir comisiones a todos los grandes grupos extranjeros", aseveraba entonces la investigadora Bétrice Hibou, del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales (CERI).

En un país empobrecido cuya dictadura contaba con el apoyo acrítico de Occidente –incluida España–, con una juventud cuyas tasas de paro superaban con creces el supuesto 13% oficial, estos abusos eran bien conocidos, para empezar porque a muchos tunecinos los Ben Ali-Trabelsi les habían robado la casa o cualquier otra propiedad.

Es ese contexto, junto con la crisis económica que empieza en 2008, y la ausencia de libertades, lo que va catalizando el clamor popular por la justicia y la dignidad que cristalizará en la primavera árabe tras el suicidio del joven Mohamed Bouazizi.

Si el acto desesperado de Mohamed Bouazizi, el vendedor de verdura que se prendió fuego tras ser humillado por la policía, logró arrastrar a las calles a miles de tunecinos fue porque su sentimiento de injusticia era el de todo un pueblo. En diciembre de 2010, cuando la primavera árabe germinó en el pequeño país mediterráneo, Túnez vivía desde hacía 23 años bajo una dictadura feroz y depredadora. El autócrata Zine el Abidine Ben Ali no sólo había instaurado un Estado policial, sino que convirtió el país en un cortijo para su enriquecimiento, el de su mujer, Leila Trabelsi, y el de sus respectivas familias.

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