Distintas recetas, mismo final: la Argentina de Milei se asoma al abismo financiero
La obsesión del Gobierno por mantener sobrevalorado el peso está provocando el vaciamiento de reservas del banco central. EEUU planea intervenir para frenar la tormenta
Durante la pasada primavera, Javier Milei, presidente de Argentina, vivió sus días más dulces al frente del país. La inflación se contenía rápidamente, la economía volvía a crecer y los consumidores se podían permitir el lujo de volver a comprar productos importados tras la eliminación de las restricciones. El milagro de la motosierra parecía hacerse realidad, pero era un espejismo. Medio año después, Argentina ha necesitado el auxilio de EEUU para evitar la enésima crisis financiera del país.
Los inversores han dado la espalda a Milei otra vez. Por un lado, hay una gran preocupación con la obsesión del presidente por mantener un peso sobrevalorado y, por otro, temen la vuelta del peronismo. La derrota de Milei en las elecciones de la provincia de Buenos Aires (que concentra el 40% de los votantes) han dado la puntilla a la confianza del mercado en el presidente libertario.
Durante la primavera y tras conseguir un préstamo del FMI de 20.000 millones de dólares, Milei inició el proceso de apertura de la economía con la eliminación de restricciones a la importación y la flotación controlada del peso entre dos bandas fijadas por el Gobierno. La receta funcionó durante las primeras semanas gracias a la ola de optimismo inicial generada. El tipo de cambio apenas sufrió fluctuaciones y se pudo mantener a la divisa del país, el peso, en una posición sobrevalorada para ayudar a contener la inflación.
Pero pronto empezaron a surgir problemas en la balanza exterior, porque los productos importados eran mucho más baratos que los domésticos. En unos meses, el calzado importado desde Brasil pasó de tener el mismo coste que el producido en Argentina a ser el doble, como denuncian en este reportaje de DW los fabricantes de Buenos Aires.
Esta apertura con un peso sobrevalorado era muy eficaz para combatir la inflación. Comprar unas zapatillas fabricadas en Brasil baja automáticamente el índice de precios. Pero empezó a generar un deterioro del saldo exterior en un país que tenía escasez de divisas internacionales y, además, a generar problemas a la industria nacional. La situación no tardó en envenenarse al inicio del verano, mucho antes de que Milei perdiera las elecciones en Buenos Aires.
Una decisión técnica equivocada el 8 de julio (eliminar letras del tesoro argentino de cortísimo plazo, Lefi) fue el desencadenante de la fuga de capitales. El índice Merval de las principales empresas del país llegó a desplomarse un 30% hasta la semana pasada. Los inversores perdieron la confianza en la capacidad de Milei para mantener un tipo de cambio sobrevalorado. Ante la expectativa de una devaluación inminente, comenzó la venta de todos los activos en pesos para comprar dólares.
El Banco Central de la República Argentina (BCRA) intervino el tipo de cambio para evitar la ruptura de las bandas de fluctuación fijadas por el Gobierno. En menos de una semana gastó más de 1.100 millones de dólares de sus reservas para comprar pesos y frenar su hundimiento. Sólo el pasado viernes salieron 678 millones de las arcas del banco central.
Esta pérdida de reservas agravó la sensación de pánico entre los inversores y situó a Argentina ante el abismo de un nuevo rescate. Pero ahora las puertas del FMI están cerradas, por lo que la esperanza que le quedaba a Milei era Trump. La promesa del mandatario estadounidense de conceder un rescate de 20.000 millones de dólares ha calmado, al menos temporalmente, a los inversores.
El problema para Argentina es que los mercados no creen que tenga los fundamentales para mantener su tipo de cambio actual. La devaluación sigue siendo inminente, por lo que nadie quiere comprar pesos. Pero Milei se resiste a devaluar, porque esto encarecerá las importaciones, generando inmediatamente más inflación. Quiere llegar a las elecciones de mitad de mandato, que se celebrarán el próximo 26 de octubre, antes de permitir la otra crisis de precios que tiene que vivir el país si quiere liberalizar su economía: la libre flotación del peso.
Esta situación financiera se está contagiando a la economía real. La OCDE hizo el martes un importante recorte de sus previsiones de crecimiento para el país, de 0,7 puntos, hasta el 4,5%. Y también subió sus expectativas de inflación en 3,2 puntos, hasta el 40%, por el deterioro del tipo de cambio.
El apoyo financiero de Estados Unidos puede dar tiempo a Milei para llegar a las elecciones de octubre sin la divisa desplomada. Pero los argentinos ya son conscientes de que la receta liberal de Milei todavía tiene pendiente otro gran shock cuando la moneda flote libremente y se devalúe. La estabilización de la economía no será milagrosa, como prometió el presidente. El calendario electoral juega en su contra, y este es un riesgo económico adicional.
Milei todavía confía en que derrotar a la inflación le asegurará una nueva victoria en las elecciones de 2027. Pero hacerlo con más deuda externa en dólares, aprovechando la amistad con Trump, es un precio muy alto. En el caso de que la estabilización del país no funcione, la situación para Argentina se podría deteriorar rápidamente con el regreso del peronismo. La pérdida del apoyo fiinanciero de EEUU dejaría al país a merced de los mercados, el aumento del gasto público para revertir los recortes obligaría a volver a imprimir moneda y todo ello, con una deuda exterior aún más elevada.
Una obsesión
Milei proclamó antes del verano que alcanzaría la "inflación cero" en Argentina a mediados de 2026. Los precios son una obsesión para el presidente liberal y ha condicionado su política económica a este objetivo. La inflación ha pasado de casi el 300% en 2024 al 33% en agosto. Para lograrlo, ha pagado un alto precio. La política monetaria restrictiva, con tipos de interés muy altos para las empresas, y la necesidad de préstamos en dólares, han tenido un impacto económico negativo.
El FMI exige a Argentina que avance hacia la liberalización del tipo de cambio. Esta solución evitaría que al banco central gastar sus escasas reservas de dólares en mantener la cotización del peso. Y de paso, podría ayudar a reducir el déficit por cuenta corriente al desplomarse las importaciones. A cambio, generaría inflación y perjudicaría el consumo de bienes importados.
Los controles del tipo de cambio demuestran que Argentina todavía no está preparada para la liberalización que propugna Milei. El país necesita un tejido productivo sólido y una demanda de pesos antes de dar los pasos que ha prometido el presidente. Mientras tanto, la obsesión de Milei por vencer a la inflación está generando inestabilidad financiera. Está por ver si su alianza con Trump sirve para contener la fuga de capitales y dar al presidente una prórroga para centrarse en la contención de los precios.
Durante la pasada primavera, Javier Milei, presidente de Argentina, vivió sus días más dulces al frente del país. La inflación se contenía rápidamente, la economía volvía a crecer y los consumidores se podían permitir el lujo de volver a comprar productos importados tras la eliminación de las restricciones. El milagro de la motosierra parecía hacerse realidad, pero era un espejismo. Medio año después, Argentina ha necesitado el auxilio de EEUU para evitar la enésima crisis financiera del país.