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La brecha ideológica de los jóvenes se agranda: ellos, cada vez más de derechas y ellas, más de izquierdas
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La fragmentación de una generación

La brecha ideológica de los jóvenes se agranda: ellos, cada vez más de derechas y ellas, más de izquierdas

Por primera vez en la época reciente surge una diferenciación ideológica grande dentro de una generación. Los hombres jóvenes viven una realidad hostil que genera resentimiento

Foto: Foto de archivo.
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Ya hay pocas dudas de que los jóvenes tienen una forma diferente de entender la política. No es una cuestión de juventud, es sencillamente un cambio en las tendencias históricas que llevaban a los jóvenes a tener una ideología más progresista. Lo que es más novedoso es que se está abriendo una gran brecha entre los jóvenes entre hombres y mujeres. Esta brecha es inédita entre los jóvenes, y tampoco se produce en el resto de grupos de edad. Es una situación particular que no hace más que crecer y con la que tendrá que lidiar la generación Z para entenderse.

Un estudio de Funcas publicado esta semana a partir de la European Social Survey revela esta divergencia ideológica entre hombres y mujeres jóvenes. El gap lleva creciendo desde el año 2014. Hasta ese momento, la ubicación política de hombres y mujeres jóvenes era muy similar y algo sesgada hacia la izquierda. En 2014 empiezan a separarse los caminos porque los hombres viran hacia la derecha en un movimiento que todavía continúa.

Según los últimos datos, la posición ideológica autopercibida de las mujeres de 18 a 28 años es de 4,4 en una escala donde 0 es la extrema izquierda y 10, la extrema derecha y 5 es el centro. Esto es, están levemente inclinadas hacia la izquierda. Esta era también la posición de los hombres jóvenes hasta 2014, pero desde entonces han cambiado mucho. Hace una década se posicionaban en torno al 4,3 y ahora han girado hasta el 5,4 de la escala. Un movimiento tan relevante, de un punto completo, solo es posible si se produce por el viraje ideológico de toda la generación.

Los datos muestran un rápido incremento de los jóvenes situados en las posiciones de extrema derecha. En concreto, el 20% de los menores de 28 años se posiciona entre el 8 y el 10 en la escala ideológica. Hay el doble de hombres jóvenes que mujeres en las posiciones más escoradas a la derecha e, igualmente, son muchos más que el promedio europeo (el 10,9%).

Nunca antes, en los más de 20 años que lleva realizándose esta encuesta, se había registrado una brecha tan grande entre los jóvenes. Es más, históricamente se mantenía cerrada, lo que mostraba una uniformidad entre ellos. Pero eso se ha acabado. Esta brecha ideológica es consecuencia de cambios sociológicos y también económicos entre los jóvenes. A su vez, esto complica las relaciones en esta generación.

"El caso español encaja en la tendencia internacional de polarización ideológica entre hombres y mujeres jóvenes", apunta el estudio. Esta brecha ha crecido en casi todos los países occidentales en la última década, pero el caso español está entre los más evidentes, junto a Portugal, Suecia, Polonia, Finlandia y Bélgica.

Esto contrasta aún más si se tiene en cuenta que la población española es más de izquierdas que la europea. Salvo los hombres jóvenes, todas las generaciones españolas de todos los sexos son más de izquierdas que de derechas. Este movimiento hacia la derecha de los jóvenes les sitúa en una posición extraña respecto del resto de la población. No ocurre en el conjunto de la UE, donde todas las generaciones de hombres están levemente sesgadas hacia la derecha.

Hay una explicación tradicional a este giro ideológico de los jóvenes: ser de derechas hoy es ser rebelde, es romper con las expectativas que tienen ‘los mayores’ de quienes acaban de entrar en la mayoría de edad. Los politólogos también encuentran en las redes sociales una explicación al auge de posiciones más extremas.

Pero hay un componente socioeconómico detrás muy relevante: los hombres jóvenes se enfrentan a profundas dificultades, lo que provoca el surgimiento de posiciones extremas. Tanto ellos como ellas tienen una situación difícil por la precariedad laboral y el alto precio de la vivienda. Pero hay un factor adicional que afecta específicamente a los hombres: los malos resultados académicos. El fracaso escolar de los hombres es muy superior al de las mujeres: el 16% entre los hombres frente al 11% de las mujeres. Además, las mujeres suponen ya casi el 60% de los matriculados universitarios.

Estas diferencias han provocado que la brecha salarial de los jóvenes se haya cerrado por completo y hay una tendencia a que las mujeres jóvenes ganen más que los hombres. En algún año se ha dado la vuelta la brecha y esto no tardará en imponerse. Por primera vez en la historia los hombres jóvenes están en peor situación que las mujeres en el mercado laboral, lo que genera un profundo sentimiento de desafección.

Hay un indicador que refleja bien esta situación. Cuando se le pregunta a los hombres jóvenes por la brecha de género en el mercado laboral, dos de cada tres (el 66%) afirman que no existe. Justo lo contrario que las mujeres, que apenas un 27% dice que no existe. El discurso de la desigualdad laboral choca frontalmente con lo que perciben muchos jóvenes, que ven que sus compañeras ganan más. Esto genera resentimiento con el sistema.

Esta gran brecha entre cómo perciben el mercado laboral ellos y ellas es, probablemente, la principal diferencia entre los jóvenes. Tal diferencia no existe en otras cuestiones muy ideológicas, como el cambio climático, la homosexualidad o la inmigración. Esto significa que uno de los principales motivos que explica la diferencia ideológica está provocada por la mala situación económica que sufren los hombres jóvenes.

El emparejamiento

Hay un factor adicional de descontento que está surgiendo en los últimos años y que podría ampliar la brecha en la generación Z a futuro: la dificultad para emparejarse.

Las encuestas de fertilidad de los últimos años revelan que uno de los problemas recurrentes entre las jóvenes que no han sido madres es que no han encontrado a la persona adecuada. "Tradicionalmente, las pautas de emparejamiento de las mujeres son con hombres de su mismo nivel educativo o superior, por lo que las diferencias formativas explican las dificultades que tienen los jóvenes para formar pareja", señala María Miyar, directora de Estudios Sociales de Funcas.

El resultado es que hay un exceso de mujeres cualificadas que no quiere emparejarse con el exceso de hombres sin cualificación. Es un desequilibrio demográfico que provoca que una parte de los jóvenes se quede descolgada, generando así resentimiento entre los dos grupos. Sencillamente, la generación de los jóvenes no encaja. Esto podría explicar el crecimiento de la extrema derecha entre los jóvenes del mundo rural, donde el fracaso escolar entre los hombres jóvenes sigue siendo muy alto.

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Miyar explica que existen numerosos indicios de que las mujeres cualificadas no quieren emparejarse con hombres sin cualificación. "En las encuestas las mujeres revelan que en su pareja buscan alguien con quien hablar, con quien compartir preocupaciones o con quien discutir de las cosas", señala la experta de Funcas. Señales que indican que el nivel socioeducativo es un criterio clave de las mujeres a la hora de elegir pareja.

"Todo esto podría estar detrás del resentimiento que sienten muchos jóvenes", explica Miyar. Los jóvenes se enfrentan a un mundo hostil con ellos. Las cuestiones más fundamentales, como emanciparse, encontrar pareja o tener progresión profesional son una quimera para muchos. Y las expectativas no invitan al optimismo. Se genera así una existencia de pesimismo que es un caldo de cultivo ideal para que surjan posiciones extremistas y populistas.

Ya hay pocas dudas de que los jóvenes tienen una forma diferente de entender la política. No es una cuestión de juventud, es sencillamente un cambio en las tendencias históricas que llevaban a los jóvenes a tener una ideología más progresista. Lo que es más novedoso es que se está abriendo una gran brecha entre los jóvenes entre hombres y mujeres. Esta brecha es inédita entre los jóvenes, y tampoco se produce en el resto de grupos de edad. Es una situación particular que no hace más que crecer y con la que tendrá que lidiar la generación Z para entenderse.

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