Las empresas de EEUU retrasan el impacto de los aranceles en los consumidores
La Reserva Federal señala que las empresas repercutirán las subidas en otoño, aunque una parte asumirá la inflación vía márgenes. Los cambios en los flujos comerciales y el comportamiento de los exportadores también influyen
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Los consumidores estadounidenses esperaban que la guerra comercial iniciada por Trump repercutiera rápidamente en sus bolsillos, pero todavía no hay rastro en los datos duros, basados en mediciones reales de los precios finales en los comercios minoristas. El IPC ha sorprendido a la baja en mayo, un mes de pleno efecto de los aranceles sectoriales de febrero (al aluminio, el acero y los automóviles) y de los aranceles “recíprocos” de abril, impuestos a la mayor parte de los países.
El índice de precios al consumo de EEUU marcó una variación anual del 2,4% el mes pasado, solo una décima más que en abril y seis décimas menos que en enero, mientras que la subyacente se ha mantenido en el 2,8%. “Tras unos meses cayendo, parece que tanto la inflación general como la núcleo están encontrando cierta resistencia, pero no hay un cambio de tendencia”, señala Rita Sánchez, economista de CaixaBank Research. Añade que, en balance, el dato de mayo es “positivo” aunque “conviene mantener la cautela” porque las encuestas de opinión anticipan que los empresarios subirán los precios.
Varias hipótesis tratan de explicar qué puede estar sucediendo, aunque es pronto para contrastarlas al completo. La Reserva Federal apunta a que las empresas estarían retrasando la repercusión del aumento de los costes de algunos de sus insumos, lo que lleva a deducir que asumirán temporalmente la inflación en sus márgenes si mantienen el empleo, variable que por el momento mantiene el vigor. “Los contactos que tienen previsto repercutir los costes relacionados con los aranceles esperan hacerlo en un plazo de tres meses”, señala el Libro Beige. De cumplirse esta tesis, los ciudadanos no comenzarían a notar la inflación en los establecimientos hasta otoño.
Por ejemplo, la Reserva Federal de Dallas especifica que tiene información “dispar” a través de una encuesta sobre en qué medida las empresas se ven capaces de repercutir los mayores costes a los clientes y que hay “una minoría esperando una repercusión total”. Lo centra en las empresas de productos petrolíferos, que tuvieron “especiales dificultades para repercutir los aumentos arancelarios en los productos siderúrgicos, los componentes de maquinaria y los equipos”.
Según el cuestionario realizado en abril por este banco entre ejecutivos de empresas de Texas, alrededor del 60% de las empresas que tiene pensado repercutir los aumentos de costes arancelarios a sus clientes lo hará en el plazo de un mes desde la entrada en vigor del arancel, pero el 90% lo hará en el plazo de tres meses. No obstante, también serán difíciles de rastrear los traslados, ya que las empresas señalan tanto la vía de aumentar los precios solo en los artículos afectados como la de repartir el incremento entre todos los artículos para que los consumidores noten menos la subida.
En cualquier caso, la Fed trabaja con el escenario de que una parte de la inflación que provoquen los aranceles la asumirán las empresas, lo que supone una reducción de márgenes sobre ventas y posiblemente también de beneficios. Por el momento, los datos duros de beneficios empresariales, como los que publica la oficina de análisis económico de EEUU, constatan una ligera caída por unidad de valor agregado bruto en el primer trimestre del año, pero se puede deber a un componente estacional.
Los datos blandos, de expectativas empresariales, reflejan que el pesimismo aumenta en las fechas más recientes. La encuesta de la Reserva Federal de Atlanta pregunta a las empresas por cómo se comparan sus márgenes de beneficio con tiempos “normales” y el 53% señalaron en mayo que son más bajos frente al 44% que especificaron esta opción en febrero. Es difícil de determinar los motivos que pueden llevar a las empresas a no repercutir la inflación, aunque de confirmarse el fenómeno coincidirá con las amenazas de Trump para que las empresas no suban los precios de venta.
La desviación comercial puede influir
Además de la asimilación vía márgenes o reducción de empleo, pueden estar actuando otros factores. Uno es el que sugiere Robin Brooks, economista del think tank Brookings Institution, al considerar que la desviación del comercio de bienes entre China y EEUU a través de otros países con aranceles menores está “atenuando y retrasando el impulso inflacionario” derivado de las nuevas tarifas.
En abril, mes en el que los aranceles de EEUU a China alcanzaron puntualmente el 150%, los datos de aduanas del gobierno chino muestran una caída del 21% del valor de las exportaciones a EEUU en términos interanuales. En paralelo, se produjo un aumento del 27,9% de las exportaciones a Tailandia; un 22,5% a Vietnam; un 36,8% a Indonesia y un 14,9% a Malasia. “Es probable que la mayoría de estos productos sean transbordos diseñados para eludir los aranceles estadounidenses”, opina Brooks, que es escéptico respecto a un posible desacople entre el mercado con la mayor demanda del mundo (EEUU) y el mercado con la mayor capacidad de proveer bienes (China).
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De esta manera, el tejido productivo estadounidense estaría logrando importar productos menos encarecidos que si lo hiciera directamente desde China. Además, muchas empresas todavía pueden contar con parte de las existencias acumuladas en los primeros meses del año para evitar los aranceles. El índice de precios al productor de mayo publicado este jueves registra un incremento mensual de la inflación de bienes de un 0,2% y de un 1,3% en términos anuales, un crecimiento todavía moderado, pero con una nueva tendencia al alza que se tendrá que confirmar en próximos meses.
Mientras los indicadores se clarifican y la Fed aguanta con unos tipos elevados seguramente hasta otoño, la administración Trump sostiene que serán los exportadores quienes asuman los aranceles a costa de seguir vendiendo en EEUU. La evidencia econométrica sobre lo sucedido en su primer mandato muestra que los exportadores extranjeros suelen absorber solo una pequeña parte del arancel en sus precios de venta, aunque el escenario actual no es el mismo, con una guerra arancelaria mucho más extendida e impredecible.
Los consumidores estadounidenses esperaban que la guerra comercial iniciada por Trump repercutiera rápidamente en sus bolsillos, pero todavía no hay rastro en los datos duros, basados en mediciones reales de los precios finales en los comercios minoristas. El IPC ha sorprendido a la baja en mayo, un mes de pleno efecto de los aranceles sectoriales de febrero (al aluminio, el acero y los automóviles) y de los aranceles “recíprocos” de abril, impuestos a la mayor parte de los países.