Una abuela, un hijo y un nieto están de acuerdo: España funciona gracias a las herencias
Nuestro país es, junto a Italia, uno de los que más dependen del ahorro familiar. Hablamos con una mujer de 93, un hombre de 63 y otro de 42 para entender por qué la herencia es la argamasa social
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Preguntarse qué pasará cuando mueran tus padres es una de las cuestiones más macabras que puede hacerse un ser humano. Cada vez más, es un alivio para muchos, y un enorme quebradero de cabeza para otros tantos. Las herencias son complicadas: las familias rotas por desavenencias ligadas a herencias son una historia más antigua que el tiempo mismo. A pesar de ello, es imposible negar que el bienestar económico de los españoles, ricos y no tanto, está en gran medida vinculado a lo que reciben cuando sus seres queridos mueren. España (e Italia) son más ‘ricos’ de lo que parece.
Según datos de un estudio de la Fundación BBVA, realizado por el sociólogo de la Universidad de Málaga, Luis Ayuso, el 60% de los españoles mayores de 60 años ha recibido una herencia (esta cifra se dispara hasta el 84% para los mayores de 65). No solo eso, sino que además, según datos de la OCDE, la cuantía media de las herencias españolas alcanza los 105.340 €, la tercera más alta de las 37 principales economías del mundo, solo por detrás de Austria e Italia.
Como explica el profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, Daniel Sorando, "la familia es el principal espacio de reproducción de las desigualdades sociales. Una vivienda heredada se presenta como la mejor garantía para la movilidad social". Además, el experto remarca que, para aquellos que no tienen la oportunidad de recibir de sus mayores ningún tipo de bien, las consecuencias son más negativas de lo que parece a simple vista: "Carecer de esa herencia se erige en el principal impedimento para el progreso social".
Rodrigo no toma sus decisiones pensando en la herencia, pero sabe que llegará
Pero la teoría académica tiene validez hasta cierto punto. Lo que sí tiene valor es la importancia individual que tiene para los españoles lo que ellos recibirán, han recibido o, en el caso de los más mayores, lo que dejarán en el futuro. Rodrigo, Jorge y Esperanza son ejemplos de esos tres estereotipos.
Si sabes que estás a salvo, ¿arriesgarías más?
Gran parte de las decisiones que han llevado a cabo a lo largo de su vida nuestros protagonistas se han visto influenciadas por la idea de que, llegado el momento, su seguridad económica se iba a ver reforzada, aunque fuera de la manera más macabra. "No creo que tuviese en mente la herencia cuando tomé ciertas decisiones, como estudiar lo que estudié en la carrera. Pero es cierto que, en el fondo, sí sabía que estaba ahí ese colchón", explica Rodrigo F. A sus 42 años, Rodrigo (nombre ficticio) trabaja en la industria cinematográfica española. No tiene un mal sueldo, al menos para los estándares actuales: "Me levanto algo más de 3.100 € al mes", explica, pero su seguridad laboral es muy precaria, simplemente porque es un sector que se mueve a base de proyectos con fecha de caducidad: cuando la producción acaba, todos a la calle.
La madre de Jorge murió a los 63 y se encontró de golpe con gran seguridad económica
"Yo no podría comprarme hoy en día una casa, nadie me daría una hipoteca", explica. Y continúa: "Hay ciertos proyectos, como las típicas telenovelas, que duran años y años, y ahí sí tienes contratos indefinidos, pero pagan mucho peor". Rodrigo se ve obligado a trabajar 5-6 meses y, el siguiente, buscar debajo de las piedras por el siguiente ‘gran éxito’. Por suerte para él, sus padres, dos físicos (ya jubilados), han logrado a lo largo de los años una buena estabilidad económica, con una casa en el barrio de Chamartín y un pequeño chalet con parcela en una ciudad periférica de Madrid.
Rodrigo no toma sus decisiones basadas en la herencia que recibirá, pero tanto él como sus padres saben que ese día llegará y las implicaciones que esto tiene: "Estamos haciendo una reforma en el chalet y, dado que soy yo quien más lo usa, me he empeñado todo este tiempo en que todo ese dinero salga de mi bolsillo. Pero hace unos días mi madre me dijo que eso era una tontería, que daba exactamente igual de qué cuenta saliese el dinero, porque en un tiempo todas iban a estar solo a mi nombre".
El núcleo familiar: lo mío, pa mí
Distinta es la historia de Jorge, que cae en la categoría de los que ya han recibido, al menos en parte, su herencia. Desgraciadamente, su madre murió joven, tan solo a los 63 años de edad y él se encontró a sus cuarentaytantos con una seguridad económica tan amplia como repentina: "Supuso una ayuda espectacular porque, unido a mi salario, me encontré de golpe con unos ingresos complementarios importantes". Jorge sabe que las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida sí han estado marcadas en gran medida por la potencial herencia que recibiría: "Yo no he tenido ningún tipo de formación financiera, pero sí he sido consciente de que en algún momento iba a poder contar con cosas que me iban a ayudar. Por ejemplo, he vivido muy al día, dado que no he tenido esa necesidad de intentar guardar un poco para un imprevisto o para un futuro. He podido poner el foco en intentar disfrutar de la vida lo máximo posible sin atender a un ahorro".
Para muchas familias españolas, dejarle bienes a los descendientes no es una opción, sino la norma. "Mi abuela decía mucho que las herencias no son un derecho, sino una obligación", dice Jorge. De hecho, en el estudio de Luis Ayuso anteriormente mencionado, se explica que en nuestro país, "el 88% de los padres encuestados considera que la herencia debe ser legada a sus descendientes, independientemente de la calidad de la relación". Por supuesto, esto no es una norma, pues como explica Rodrigo, "mi abuela desheredó (más allá del 30% al que obliga la ley) al hermano de mi padre porque había sido muy malo con ella, sobre todo en los últimos años de su vida".
Muchas de las ideas que tanto Rodrigo como Jorge ven reflejadas en sus herencias (ya sean potenciales o realizadas) radican en el sistema familiar español o, más bien, latino. El sociólogo francés Emmanuel Todd ha analizado durante décadas la relevancia cultural de la familia dentro del marco europeo, trazando una línea divisoria entre Portugal, España, Francia, Italia y Rumanía y el resto del continente (aunque también incluye a Polonia, pero en este caso se debe "a que el verdadero origen de esta identidad cultural proviene de la Iglesia"). El sociólogo determina que esos países, los mediterráneos, se diferencian de los del resto del continente en que sus herencias tienden a ser, con una mayoría abrumadora, ‘igualitarias’ (donde los bienes se reparten a partes iguales entre los descendientes, sin favorecer a uno en particular). En el resto de Europa, "predomina la herencia desigual, en la que un hijo hereda la mayor parte de los bienes (o la totalidad) y es el encargado de hacer florecer todavía más ese patrimonio".
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No es por llevarle la contraria a un sociólogo francés consagrado, pero en España, con herencias igualitarias, también hay ejemplos similares. El de Jorge (y su abuela) sin ir más lejos: "Ella siempre decía que lo de la familia, para la familia. Se ha tenido esa idea de que no es solo recibir, sino que una vez lo hagas, lo hagas crecer". Además, ese concepto de núcleo familiar inalterable ha llevado a situaciones particulares: "Cuando mi tío murió tenía un patrimonio importante. En su cuenta corriente, para que te hagas una idea, había 700.000 €, además de propiedades. Esa cuenta se la dejó, íntegra, a su mujer que ‘no formaba parte de la familia’. Además, dejó por escrito que ella sería la beneficiaria de los negocios y propiedades (principalmente locales alquilados) pero que su propietario pasaba a ser mi padre. Esas cosas se quedaban en la familia". Y apostilla: "Cada uno contribuye con su esfuerzo a incrementar el patrimonio".
La otra cara de la moneda: ¿y si no dejas herencia?
Esperanza ingresó en una residencia el pasado mes de noviembre. En unos meses cumplirá 93 años. Para poder pagar la residencia, que cuesta algo más de 2.000 euros al mes, tuvo que vender su única propiedad, su casa. Se resistió a hacerlo: "Me daba rabia no dejar nada en herencia a mis hijas", dice, "pero ellas insistieron. Yo no podía seguir viviendo sola. Cada vez necesitaba más ayuda, no quedó más remedio".
Ella a su vez nunca heredó nada de sus padres, como su difunto marido tampoco heredó nada de los suyos: "A diferencia de otras familias, la nuestra no ha tenido nunca la ayuda de unos bienes recibidos por vía familiar. Lo único que hemos tenido, nuestra vivienda, ha sido fruto de nuestro propio trabajo. También hemos tenido mala suerte". Se refiere al hecho de que sus suegros, que llegaron a tener cuatro pisos en distintas localidades, acabaran malvendiéndolos durante la crisis del petróleo, a principios de los 70. Solo uno de los hijos de sus suegros heredó las ‘migajas’ de lo que pudo ser una interesante bolsa de propiedades... pero no lo fue. "Me hubiese gustado dejar algo en herencia a mis hijas, que tuviesen una fuente de ingresos alternativa, pero no ha podido ser. A veces parece cosa del destino". Se refiere al hecho de que su bisabuelo, un sevillano de posibles, se jugara la fortuna gota a gota a las cartas, o a que "la única vez que me ha tocado la lotería me robaron el bolso con el billete premiado dentro".
"Te haces cargo de tus padres como ellos lo hicieron de ti"
La capacidad de heredar (y dejar herencia) se basa, en gran medida, en algo que Rodrigo explica muy claramente: "Cuando llega el momento, tú te haces cargo de tus padres, del mismo modo que ellos se han hecho cargo de ti". Por el contrario, en el norte de Europa, así como en EEUU, la venta de propiedades para costear los gastos de la tercera edad está al orden del día. Con esto en mente, surge una pregunta: ¿con el aumento del coste de la vida, es de esperar que la solución a la que ha llegado Esperanza pase de ser la excepción a la norma? La respuesta todavía no es clara, pero lo que sí es seguro es que nos haremos cargo de nuestros padres hasta que ya no sea posible. No es por la herencia, es por la familia.
Preguntarse qué pasará cuando mueran tus padres es una de las cuestiones más macabras que puede hacerse un ser humano. Cada vez más, es un alivio para muchos, y un enorme quebradero de cabeza para otros tantos. Las herencias son complicadas: las familias rotas por desavenencias ligadas a herencias son una historia más antigua que el tiempo mismo. A pesar de ello, es imposible negar que el bienestar económico de los españoles, ricos y no tanto, está en gran medida vinculado a lo que reciben cuando sus seres queridos mueren. España (e Italia) son más ‘ricos’ de lo que parece.