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España sigue los pasos del mercado laboral de EEUU: "Tengo dos trabajos y cobro 900€"
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LA TRAMPA DE LA PARCIALIDAD

España sigue los pasos del mercado laboral de EEUU: "Tengo dos trabajos y cobro 900€"

A pesar de la ocupación, cada vez más trabajadores tienen problemas para llegar a fin de mes. La pobreza laboral no es una cuestión de bajos salarios, sino de trabajar pocas horas

Foto: Una camarera de un bar de Toledo. (EFE/Ismael Herrero)
Una camarera de un bar de Toledo. (EFE/Ismael Herrero)
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Durante buena parte de su vida, a Marta le han faltado horas para llegar a fin de mes. Lleva trabajando desde que tenía 17 años, encadenando faenas por horas y a media jornada. A los 20 decidió empezar a estudiar una carrera que compaginó con trabajar a ratos. A punto de terminarla, su madre enfermó y tuvo que parar su vida durante lo que fueron tres años entre hospitales y una despedida.“Yo tenía un trabajo inestable y necesitábamos que mi padre siguiera con el suyo”, explica a El Confidencial.

Marta, que no se llama Marta, se vio de repente con treinta años y una experiencia laboral “muy pobre”. “Mi vida se había congelado, y no me arrepiento, pero el mundo no se había detenido ahí fuera y yo me vi muy desubicada”, confiesa para señalar que ahí comenzó su periplo particular. Lo único que consiguió fueron trabajos de teleoperadora de seis horas al día. “Sólo encontraba curros que muy pocos quieren y en los que se machaca al trabajador. No sólo por el trabajo en sí, sino por el ambiente de ‘o logras estos objetivos o a la semana que viene te vas a la calle'.

"La gente salía de ahí en cuanto podía y yo no aguanté más de tres años”, cuenta. Ganaba 700 € al mes y no podía permitirse alquilar más allá de una habitación. “Afortunadamente, vivía y vivo en la casa que era de mis padres y que mi padre me cedió, tras un acuerdo, cuando se planteó venderla porque él no podía mantenerla”, rememora para señalar que, mientras fue teleoperadora, pensó en prepararse unas oposiciones. Sin embargo, el agotamiento, “el sistema y el sentirse una fracasada” no le permitieron dar el paso.

Fue entonces cuando le surgió la oportunidad de crear contenido para blogs. “Eran cosas muy básicas; palabras clave y textos SEO. Nada que ver con lo que había estudiado, pero le eché morro. Empecé a ganar como para pagar autónomos y me di de alta para cotizar. Ganaba unos 800 € al mes y pagaba 300 de autónomos y asesoría. Después, llegué a los mil y ese fue el salto para dejar lo de teleoperadora”, desgrana.

"Soy consciente de que cada año es más difícil salir de la rueda porque tengo 40 años"

Tras aquello, decidió hacerse cuidadora y encontró un empleo de 10 horas semanales que podía compaginar con su actividad autónoma. Empleada del hogar por menos de 10€/hora. “Sacaba unos 300 euros más los 1.000 y curraba unas seis horas al día, pero necesitaba más, así que busque otro trabajo y durante un año compaginé autónomos, aquel contrato de 10 horas semanales en una casa y otro de 15 horas en otro domicilio”, recuerda.

Hace unos meses, uno de sus contratos se amplió a 17 horas semanales y Marta se dio de baja de autónomos. “No trabajaba lo suficiente para que me compensara”, explica para señalar que en la actualidad se encuentra atrapada entre contratos que “no le dan par mejorar” y que le impiden coger más horas porque “sería imposible compaginarlos”.

“Soy consciente de que cada año que pasa es más difícil salir de la rueda porque tengo 40 años y, en breve, si no es por buenas referencias pocos querrán contratarme”, añade. Hoy, Marta gana 900 € al final de cada mes.

El paraíso de la temporalidad

El suyo es un ejemplo de pobreza laboral. Una condición que ya retrató la estadounidense Barbara Ehrenreich a principios de los 2000 en el ensayo Por cuatro duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos (y que en España publicó Capitán Swing en 2014). Un libro de periodismo inmersivo que acabó por convertirse en bestseller y cambiar la percepción pública de lo que significaba ser pobre en Norteamérica. Traducido a múltiples idiomas y adoptado como lectura obligatoria en varias universidades del país, el trabajo de Ehreinrich exponía cómo millones de personas que trabajaban a tiempo completo eran pobres. De este modo, la ensayista y activista estadounidense atacaba al mito del “trabajador pobre que simplemente necesita esforzarse más” y señalaba que el sistema está estructurado para mantener a estas personas en la pobreza, no para que salgan de ella.

“Ahora, en España, el término pobreza laboral ha acaparado la atención mediática por el fenómeno de Barajas, que es un fenómeno muy grave pero también aislado”, explica el economista Juan José Dolado a este periódico en referencia al hacinamiento de hasta 421 personas sin hogar que han estado durmiendo durante meses en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, y de las que el 38% han asegurado tener trabajo pero no poder permitirse un techo. “Si te fijas, cuando vas por la calle en una ciudad como Madrid o Barcelona, ves a gente durmiendo por las esquinas en todas partes. Lo que ha captado nuestra atención es que, en este caso, estén todos juntos en un mismo punto”, observa.

Un 29% de las personas en riesgo de pobreza han trabajado siete meses al año

“No es nada nuevo”, insiste Dolado, “este país ha sido el paraíso de la temporalidad y, ahora que está remitiendo tras la reforma laboral, tenemos la figura de los fijos discontinuos, han aumentando un poquito los contratos a tiempo parcial y muchos no llegan bien a fin de mes”, explica para señalar que España está todavía muy lejos del modelo laboral de Estados Unidos, aunque sigue su camino. “Nosotros tenemos una protección social mucho más alta que ellos, pero el avance de la tecnología en los últimos tiempos ha hecho que se prescinda de muchos puestos de trabajo o de jornadas completas”, ejemplifica.

Como es el caso de Néstor, traductor de inglés, francés y alemán al que la implementación de la inteligencia artificial (IA) en su trabajo sacudió los cimientos de su vida. “En 2023 llegaron las IA a mi trabajo y fue un tortazo muy fuerte porque de la noche a la mañana pasé de ganar bien a quedarme sin ingresos”, cuenta para añadir que, tras un hijo, una hipoteca y diez años de estabilidad tuvo que reinventarse. “Estuve haciendo cursos para sobrevivir y también trabajé entrenando IA, que fue lo peor pagado y más explotado que he estado en toda mi vida”, continúa. “Me afectó muchísimo, porque cuando empiezas a ganarte la vida en una profesión como la de traductor eres joven y, aunque es muy duro, a futuro te ves mejor, pero luego vuela todo por los aires y llegas a pensar si es que lo que haces no vale nada”, confiesa Néstor, que se ha recuperado del golpe pero ha comenzado a opositar “por si acaso”.

No trabajar suficiente

En la actualidad, hasta un 29% de las personas en España que viven en riesgo de pobreza, han trabajado al menos siete meses a lo largo del año. Esto significa que un 12% de los trabajadores afrontan situaciones de pobreza laboral. Además, si atendemos a la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social (AROPE, por sus siglas en inglés) de las personas menores de edad, España es el país europeo con mayor riesgo de pobreza infantil.

Son datos del último informe publicado por Save The Children bajo el epígrafe Cuentas que no salen, en el que la ONG atribuye este fenómeno (que califica de sostenido en el tiempo) al contexto de creciente precarización explica: jornadas de pocas horas, empleos de corta duración y alta rotación.

“La pobreza laboral no es una cuestión de bajos salarios, es una cuestión de trabajar pocas horas al año”, apunta Lucía Gorjón, economista e investigadora senior de la Fundación ISEAK y coautora del informe, quien señala que el SMI garantiza que una persona que trabaja todo el año a jornada completa no sea un trabajador pobre.

Igualmente, Gorjón explica que la desigualdad de oportunidades por circunstancias dadas; lugar donde se nace, género o la situación socioeconómica durante la infancia, condiciona enormemente cómo se desarrollará laboralmente una persona en nuestro país. “Las circunstancias al nacer determinan el 52% de la desigualdad de ingresos del país. Es decir, menos de la mitad de la desigualdad de renta en España se debe a factores, como el mérito, el esfuerzo, las decisiones que uno toma e incluso la suerte”, desarrolla para declarar que, además, “el nivel educativo que alcances e incluso tu salario y posibilidades de tener un empleo también vienen fuertemente marcadas por el hogar en el que creciste”.

"Las personas pobres muchas veces no saben que lo son y, por lo tanto, no van a solicitar esta prestación porque piensan que es para otros"

Además, para Gorjón también hay un tema importante con el acceso al Ingreso Mínimo Vital (IMV) y sus trabas burocráticas. “Las personas pobres muchas veces no saben que lo son y, por lo tanto, no van a solicitar esta prestación porque piensan que es para otros”, desvela para añadir que, por este motivo, es partidaria de que sea la administración pública la que busque activamente a las familias que pueden recibir el IMV y se lo ofrezcan. “Hay que universalizar la declaración de la renta, ya que actualmente son los hogares con menos renta los que no están obligados a hacerla, y son quienes tendrían derecho a esta prestación”, zanja.

Vayamos ahora a los perfiles. Según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) 2024 y la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL) ofrecida por la Seguridad Social, los hombres presentan una tasa de pobreza laboral (18,8%) más alta que la de las mujeres (15,3%). Pero, según apunta Save the Children, debemos tener en cuenta que estos datos son en base a personas empleadas, no al total de personas en el hogar, y, en términos generales, hay una mayor proporción de hombres empleados que mujeres (la tasa de empleo para hombres es de 57,60% mientras que para las mujeres es un 47,24%).

Asimismo, la tasa de pobreza laboral disminuye a medida que aumenta el nivel educativo alcanzado (de una tasa del 28,5% en personas con estudios primarios a un 7,4% en personas con estudios terciarios).

Finalmente, y en lo referente a la nacionalidad; las personas de fuera de la UE representan las tasas de pobreza laboral más altas, con más de 20 puntos porcentuales por encima de las personas de nacionalidad española. “Esto pone de manifiesto”, según la apunta la ONG, “las desigualdades estructurales a las que se enfrentan las personas extranjeras en el mercado laboral”.

La trampa del emprendedor

En 2024, el sociólogo turco Isa Demir publicaba un artículo en la revista Triple C en el que introducía un nuevo concepto, el de la economía del recado (del inglés errand economy), a través del que buceaba en el lado oscuro de la economía de plataformas señalando que estas tienden a tratar todos los tipos de trabajo como recados baratos, sin valor, degradados, de servidores.

En este artículo, Demir incide en que los sistemas algorítmicos que controlan a los trabajadores tienen la capacidad de modular y trucar los mecanismos de la oferta y la demanda. Lo cual condiciona los ingresos del mismo sin que este lo sepa y, por tanto, pierda toda capacidad de controlar su propio trabajo aunque pueda llegar a cobrar por encima del umbral de pobreza.

"Si te sobrexplotas, cobras por encima del umbral de pobreza, pero a costa de ser pobre en autonomía y tiempo"

“Esta economía del recado apunta al retorno del trabajo a destajo, del pago por tarea que imponen muchas plataformas que retrotrae no a la pobreza laboral, sino a la penuria laboral”, interviene Antonio Santos, doctor en Ciencias Políticas y Sociología profesor del departamento de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Valencia. “Si te sobreexplotas, cobras por encima del umbral de pobreza, pero a costa de ser pobre en autonomía y tiempo”, desarrolla.

Una situación que Néstor, cuando comenzó a trabajar de traductor, mucho antes de su década de prosperidad y del envite de la IA, conoció de primera mano. “Me hacía jornadas horribles”, confiesa, “trabajaba de falso autónomo para una plataforma que tenía muy ramificado el proceso de aceptar proyectos. Esto significaba que tenías que aceptarlos con cierta celeridad”, recuerda para incidir en que, esta celeridad, a veces era de segundos. “Tenías que estar pendiente del teléfono todo el rato, ya que aunque además te mandaban un email, el email tardaba cinco minutos en llegarte y, para entonces, otra persona podía haber llegado antes”, continúa. Él, entonces, puso un tracker en la página para poder trazar los proyectos antes que nadie. “Recuerdo trabajar 50 o 60 horas por semana en un estado de ánimo muy extraño. A priori no tenía un horario, pero en la práctica sí, y me acababa acostando a las 2 ó 3 de la mañana, que era cuando nadie cogía proyectos”, rememora.

Para Santos, la mentalidad emprendedora ha incrementado la pobreza laboral de forma considerable. “Tienes que trabajar horas y horas si quieres estar a la altura de la norma emprendedora. Si calculásemos los ingresos por hora en muchos trabajos de los sectores creativos o intelectuales concluiríamos que están sumidos en la pobreza laboral aunque cobren por encima del umbral de pobreza”, opina. Una opinión que también comparte Gorjón, “Se habla mucho del emprendimiento y el autoempleo y se desarrollan muchos planes públicos que tratan de incentivar este tipo de empleo, pero la realidad es que es un empleo altamente vinculado a la pobreza: casi una de cada tres personas autónomas se encuentra en situación de pobreza laboral. El doble que en el caso de las personas asalariadas”.

Un cambio en la definición

Asimismo, Santos estima que, para analizar la pobreza laboral en estas economías recientes digitalizadas, de plataforma, algorítmicas, haya que contemplar algunas transformaciones que cambian mucho la visión tradicional de los trabajadores pobres que proviene de los años 1980-1990. “En ese momento, en una economía neoliberal naciente, franjas de trabajadores con bajos salarios y malas condiciones de trabajo sufrieron una precariedad visible y objetivable, con malos contratos y mucha explotación. La de trabajadores pobres era una categoría tan objetivable que se midió estadísticamente como aquellos que llegaban al 60% de la renta mediana, al umbral de pobreza. Una precariedad visible y mensurable”, relata para señalar que, con la digitalización, los algoritmos como forma de gobierno del trabajo y la inteligencia artificial la categoría de pobreza laboral ha cambiado. “Yo diría que hoy en el mundo del trabajo, incluso estando por encima del 60% de la mediana, se puede ser pobre porque arrecian nuevas formas de precariedad aparentemente invisibles”, opina.

A su juicio, no es que los trabajadores pobres “tradicionales” hayan desaparecido o pasado a un segundo plano sino que, como parte de una nueva era, los nuevos procesos han traído formas invisibles de pobreza que tienen un impacto más considerable en la mano de obra digitalizada.

Durante buena parte de su vida, a Marta le han faltado horas para llegar a fin de mes. Lleva trabajando desde que tenía 17 años, encadenando faenas por horas y a media jornada. A los 20 decidió empezar a estudiar una carrera que compaginó con trabajar a ratos. A punto de terminarla, su madre enfermó y tuvo que parar su vida durante lo que fueron tres años entre hospitales y una despedida.“Yo tenía un trabajo inestable y necesitábamos que mi padre siguiera con el suyo”, explica a El Confidencial.

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