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Euforia en las bolsas con la rectificación de Trump, pero el riesgo económico todavía existe
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Los aranceles van a quedarse

Euforia en las bolsas con la rectificación de Trump, pero el riesgo económico todavía existe

El principio de acuerdo comercial con China ha elevado al Ibex por encima de los 14.000 puntos por primera vez en 17 años, pero la coyuntura económica no es la que había antes de Trump

Foto: Anuncio de Trump en el Departamento de Cultura de Washington. (Reuters)
Anuncio de Trump en el Departamento de Cultura de Washington. (Reuters)
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El optimismo se ha apoderado del mercado en la última semana. Los inversores vivieron un momento eureka cuando la Administración Trump firmó con China la tregua comercial. Era todo una estrategia para negociar desde una posición de fuerza. Este pensamiento genera mucha paz interior, ya que implicaría que el presidente estadounidense nunca quiso un conflicto arancelario a gran escala, sino reequilibrar la situación de Estados Unidos.

Si la rectificación de Trump responde a una estrategia meditada o a un cambio forzado, probablemente nunca se sepa. Lo que está claro es que el presidente está convencido de la necesidad de mantener un cierto nivel de aranceles. Con China ha pactado un arancel general del 30% y con Reino Unido, del 10%. No hay, por tanto, un desmontaje total de la escalada arancelaria, lo que muestra que Trump cree firmemente de que es un instrumento eficaz para atraer inversiones al país y reducir el déficit comercial americano.

Estados Unidos busca un equilibrio complejo. Por un lado, evitar un arancel que haga prohibitivas las importaciones (en el caso de la UE, bastaría con una tarifa próxima al 30%) y evitar un desabastecimiento. Pero, por otro lado, incentivar que las empresas quieran vender dentro de EEUU, trasladen al país su producción.

Foto: El presidente de EEUU. Donald Trump. (Reuters/Nathan Howard) Opinión

Pero esta estrategia tiene importantes riesgos. Estados Unidos se enfrentará a aranceles en represalia de otros países. La Unión Europea y Japón ya han trasladado en los últimos días que no están dispuestos a firmar un acuerdo comercial como el del Reino Unido sin medidas de reequilibrio. Si EEUU insiste en un arancel general del 10%, tendrá otro en represalia. Esto dañará a su sector exportador. EEUU será aún menos competitivo en costes. ¿Sería el mejor escenario para exportar más? ¿El verdadero objetivo de Trump no será simplemente importar menos y sustituir con producción nacional?

Los inversores todavía no se hacen estas preguntas. Se limitan a celebrar que la sangre no vaya a llegar al río. Pero un arancel general del 10% (y del 30% para China) no es inocuo. Tendrá efectos sobre las cadenas de valor globales y sobre las decisiones de inversión de las empresas.

El contraste

Mientras los mercados celebran el inicio de la desescalada, a pie de calle la sensación es de pesimismo. Las expectativas de los consumidores, según la encuesta mensual de la Universidad de Michigan, han caído en mayo hasta su nivel más bajo desde 1980. En paralelo, las expectativas de inflación para los próximos 12 meses son las más altas desde 1981.

Los consumidores siguen pensando que los aranceles causarán un daño a la economía estadounidense. Este pesimismo es más complicado de levantar que las bolsas. Las expectativas de la población no solo está determinada por las decisiones políticas, sino también por la realidad económica. Y lo que ha ocurrido en las últimas semanas es un deterioro general de la actividad. Las contrataciones se han frenado, el consumo se ha moderado y la inflación ha acelerado.

La economía ya ha sufrido un daño y ahora hay que analizar cómo reaccionan los agentes económicos a esta debilidad de la economía. Todo está cambiando muy rápido y es difícil de anticipar. Pero el continuo deterioro de los indicadores de confianza no es una buena señal.

Foto: Contenedores en el puerto de Duisburg, Alemania. (EFE)

Sin embargo, el cambio de postura de Trump podría haber llegado justo a tiempo. Los analistas empiezan a reducir las posibilidades de que Estados Unidos entre en recesión este año. JP Morgan dice que hay menos de un 50%; Goldman Sachs, un 35% y Barclays descarta la caída por completo. Todos ellos coinciden en indicar que todavía existe una gran incertidumbre y que ahora el riesgo se traslada a otras medidas proteccionistas no arancelarias.

El presidente se la juega con el dato del PIB del segundo trimestre del año. Y este ya está medio recorrido. Como la economía estadounidense sufrió una contracción en el primer trimestre (aunque mínima), otra segunda caída implicaría entrar en recesión técnica. Sería un duro golpe para la ya maltrecha reputación de Trump. Sin embargo, el frenazo de las importaciones minimiza el impacto negativo del sector exterior, ahora todo queda en manos de la demanda doméstica.

Foto: Pantallas de cotización en la Bolsa de Madrid. (EFE/ Altea Tejido)

El último lo dio Moody's en la noche del viernes, tras el cierre de Wall Street. La agenda de calificación le quitó a Estados Unidos su histórica triple A por las dudas que genera la política fiscal de Trump. A medida que Washington desmonta sus aranceles, los ingresos fiscales esperados por esta vía se reducen y, con ellos, la posibilidad de que el presidente pueda cumplir su promesa de hacer una gran bajada de impuestos.

Las incógnitas todavía son muchas y de gran calado. El optimismo de los mercados responde, en gran medida, a que los inversores confían en que Trump acabe haciendo una política comercial responsable. Todo apunta en esa dirección, pero todavía está por ver cómo ha afectado el daño hecho durante los dos últimos meses y, sobre todo, en qué nivel se estabilizan los aranceles. Porque la UE y Japón ya han advertido de que un acuerdo como el del Reino Unido no es aceptable. Todavía hay riesgo de que la paz comercial se complique.

El optimismo se ha apoderado del mercado en la última semana. Los inversores vivieron un momento eureka cuando la Administración Trump firmó con China la tregua comercial. Era todo una estrategia para negociar desde una posición de fuerza. Este pensamiento genera mucha paz interior, ya que implicaría que el presidente estadounidense nunca quiso un conflicto arancelario a gran escala, sino reequilibrar la situación de Estados Unidos.

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