Juan María Nin: "Sabadell tiene la capacidad de participar en una consolidación europea"
El presidente del Círculo de Empresarios viaja a Bruselas para trasladar la visión ambiciosa de la organización sobre el futuro de Europa y aborda con El Confidencial la operación BBVA - Sabadell
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Juan María Nin (Barcelona, 1953) lo ha sido casi todo en la empresa española. Antiguo consejero delegado de CaixaBank durante la crisis financiera y de Banco Sabadell con anterioridad, el economista barcelonés ha sido testigo de primera línea del último medio siglo de la economía y la política española, reflejado en su libro Por un crecimiento racional (Deusto). Desde 2024 es presidente del Círculo de Empresarios y ha apostado por un proceso de internacionalización y de mirada hacia el exterior, que queda plasmado en una visita a Bruselas con una agenda cargada, que ha incluido reuniones con miembros de la Comisión Europea, incluida la vicepresidenta ejecutiva a cargo de Transición y Competencia, la española Teresa Ribera.
Pregunta. ¿Cuál es el objetivo de su visita a Bruselas?
Respuesta. El viaje a Bruselas es una pieza necesaria en lo que es la actividad internacional del Círculo de Empresarios. Nacimos en el año 1977 en una España preconstitucional. Más que nunca, nos fijamos ahora en la necesidad que tenemos los europeos de consolidar nuestras propias características. Como 'think tank' queremos estar presentes en Bruselas, que para el mundo empresarial es capital. No hay ninguna empresa cuya vida no transcurra fuera de la normativa europea.
P. ¿Y cuál es el mensaje que traen?
R. El mensaje, fundamentalmente, es que estamos viviendo una época de cambio importante, que viene como consecuencia de una evolución tecnológica. El mundo se está organizando por bloques de poder y de comercio. No hay vida en estos momentos, desde nuestro punto de vista, fuera de los grandes bloques, y en Europa, por población, por cultura, por calidad democrática, por Estado social y por la Unión Europea, tenemos la obligación de terminar de construir el bloque europeo. Eso pasa, inevitablemente, por una verdadera unión política. En esa visión de la importancia de Europa como bloque con personalidad y vida propia, hay que avanzar en términos de cesión de soberanía. Hay que hablar de presupuesto común europeo, de mercado de capitales, de deuda europea. Nuestra misión como 'think tank' es tener una mirada larga, y hay que aspirar a lo mejor y a lo más difícil. Y en eso se basa nuestra conversación con las distintas personas de la Comisión Europea.
P. Leí estos días el último documento de posicionamiento del Círculo de Empresarios sobre la situación actual con la reconfiguración global, la crisis provocada por Donald Trump, la competencia China y otros retos. Muchas de las ideas conectan con el informe de Mario Draghi sobre la competitividad europea, y muchas son propuestas bastante radicales, como la mutualización de la deuda. Ese sentido de urgencia también estaba en el documento elaborado por Draghi. ¿Cree que se está transmitiendo esa sensación a las instituciones?
R. Yo creo que no llega (esa sensación de urgencia). Como te decía, es de esperar que un centro de pensamiento ponga luces largas y sea exigente y muy ambicioso en lo que predica. Porque si las metas no son ambiciosas te quedas a medio camino y luego viene el mundo real. Hay cierta tendencia a acomodarnos, al cortoplacismo. En esa ambición estamos un poco solos. Pero también España lleva décadas en ese sentido siendo ambiciosa. Cuando empezamos la negociación (de adhesión), y yo estuve ahí en el año 1978, pues había mucha gente en la sociedad que decía que iba a ser muy duro, pero fuimos ambiciosos y salió muy bien.
P. Sí que hay una cosa del informe Draghi que ha calado, que es la necesidad de flexibilizar las normas de competencia y de ayudas de Estado. A algunos países les preocupa que esto vaya a beneficiar fundamentalmente a las grandes empresas alemanas o francesas. ¿A ustedes les preocupa?
R. No solamente no preocupa, sino que ilusiona y nos ocupa. Los actores principales, los que marcan en términos de buen gobierno, en términos de atracción de talento, en términos de investigación y desarrollo, en términos de creación de valor, son fundamentalmente las empresas en el pelotón de cabeza, y solo hay que ver lo que está pasando con las nuevas tecnologías. Esas grandes corporaciones tienen dos cosas muy positivas. Primero, unos niveles de calidad de gobierno propio excepcionales, porque la sociedad las vigila, y segundo, una reglamentación y supervisión de las grandes corporaciones muy exigente desde la base del sector público. ¿Qué nos ha pasado? Pues que Europa ha sido miope. Nos hemos ocupado del corto plazo y de los impactos inmediatos de una normativa de competencia en lo que es, legítimamente, el bienestar ciudadano, en forma de evitar las grandes corporaciones y conseguir una competencia de múltiples actores. Por supuesto, estoy hablando de fusiones y adquisiciones, no de las normativas de competencia en asuntos como cárteles. Pero, claro, si tú fragmentas el mercado demasiado buscando unos efectos inmediatos a corto plazo, que son fomentar la competencia y tener precios más bajos, a lo mejor a largo plazo estás perdiendo la capacidad de crear beneficios suficientes para generar el capital necesario para invertir en tecnología y en talento. Es necesario promover y fomentar en Europa empresas, corporaciones y mercados que estén en línea con el tamaño del desiderátum de una Europa unida y que puedan competir con las chinas o con las americanas. Porque, si no competimos, estaremos muertos. Hay que elevar la mirada. Y, oye, si tiran del carro Francia y Alemania, bendito sea Dios.
P. España en el pasado siempre ha visto con mucho recelo esa flexibilización, creyendo que va a beneficiar fundamentalmente a empresas grandes alemanas o francesas. Aquí quizás chocan la idea de soberanía nacional y la necesidad de que cada país defienda a sus empresas, con la idea de soberanía europea.
R. No hay un país en Europa en estos momentos, salvo quizás dentro de unos años España, que tenga vida por sí mismo fuera de Europa. Si lo que vas a predicar como concepto político a la ciudadanía es la soberanía nacional, esa es soberanía europea, porque fuera de eso eres tan insignificante, tan pequeño, tan descapitalizado, con tanta incapacidad de atraer talento, que vas a perder la carrera. Nosotros, en vez de decidir estar alineados con el bloque chino o con el bloque americano, creemos que Europa tiene peso suficiente en estos momentos, por población, cultura y calidad democrática, como para constituirse en uno de los grandes bloques del futuro.
P. Hay que preguntarle, evidentemente, por Sabadell. ¿Cómo ve la OPA?
R. Pues mira, la veo con gran satisfacción. No me malentienda. Con gran satisfacción en el sentido de que los mecanismos funcionan correctísimamente. Es decir, esta es una operación de mercado de capitales donde los accionistas de un banco creen que les va a ir mejor si ganan tamaño y prosperan en Europa. ¿Qué es lo que me llena de satisfacción? Primero, que tenemos un regulador y un supervisor en Europa, que es Frankfurt (Banco Central Europeo) con una visión de lo que es el mercado europeo, la competencia bancaria europea y la necesidad de grandes bancos europeos, sin el que, para mí, esto no funcionaría. Segundo, que tenemos la suerte de tener un Banco de España que, como gestora del sistema financiero español, no tiene parangón en Europa. En España hemos sufrido la reestructuración del sistema de bancos de los años noventa y ahí tienes el resultado, y se ha reestructurado el sistema de cajas de ahorros en la crisis de 2008 con unos resultados excelentes. España es un país muy bien organizado y en el que las reglas del juego están marcadas por la Comisión Nacional de Mercado de Valores y, por supuesto, tenemos los remedies (concesiones que hacen las partes para recibir el visto bueno a una operación cuando presenta problemas de competencia). Tenemos una CNMV que ha demostrado ser extraordinariamente competente. Han tomado decisiones, las han tomado por unanimidad. Y, finalmente, y legítimamente, España es un país de debate público, donde el Gobierno también tiene que dar su opinión. Yo, como observador, lo que digo es que el sistema ha funcionado bien, las reglas se están cumpliendo. Y que gane el que pueda ganar, no el mejor. Esto es una cuestión de quién puede ganar.
P. Y respecto al rol del Gobierno, ¿piensa que la consulta pública es un instrumento correcto?
R. Te daré mi opinión a la vista de la consulta pública. Como tal es una acción extraordinaria, en el sentido de que yo no la he visto en operaciones similares, pero que no va contra la ley. Habrá que juzgarla por cómo se utiliza y ver quién participa, lo que le dará un valor u otro.
P. ¿No tiene un resultado preferido de la operación? Está también la opción de Abanca.
R. Lo que he dicho: que gane el que pueda. No el mejor, porque no por ganar o perder vas a ser el mejor. Porque el Sabadell, del que fui consejero delegado, es un banco extraordinario —y lo digo con conocimiento de causa— y el BBVA, que conozco menos por dentro, pues también. No gana el mejor; gana el que puede.
P. A nivel europeo, el asunto de la consolidación del sector bancario genera muchísimo nerviosismo. Lo hemos visto con Unicredit (Italia) y Commerzbank (Alemania). Hablamos mucho de la necesidad de consolidación transfronteriza europea, y lo que vemos es una reacción por parte incluso de Gobiernos proeuropeos como era el anterior Ejecutivo alemán, muy agresivas.
R. Tiene todo el sentido que me lo preguntes después de hablar de la fusión BBVA y Sabadell, porque, claro, el tema es que, si sale adelante, tienes un campeón europeo. Pero, si no sale, Sabadell tiene perfecta viabilidad por sí mismo y también tiene la capacidad de participar en el futuro en un juego de consolidación europeo. Y vuelvo a la primera pregunta de competencia y al tema de los informes Draghi y Letta, al mercado de capitales y de deuda. En Europa tenemos buenos bancos, pero no el tamaño suficiente para competir con la banca americana o con la banca china. Nuestro mercado de capitales no es el que correspondería a una unión, a un bloque como el europeo, y para eso hacen falta intervinientes más potentes. ¿Cuál es el problema? El problema es que hay que hacer cesiones adicionales de soberanía. Todavía no tenemos un fondo de garantía de depósitos único (EDIS, por sus siglas en inglés). Si tú eres un gobierno y tu banco es objeto de compra por parte de un banco de otro país o a la inversa y no hay un fondo de garantía de depósitos europeo, ¿vas a dar soporte a los depositantes en Alemania? Políticamente es muy complicado. Otro asunto que hace que las operaciones intraeuropeas de fusión sean menos atractivas es que en los balances de los bancos europeos hay una parte importante que es deuda pública, deuda soberana nacional. ¿Quién financia la deuda pública italiana? ¿Quién tiene las mayores carteras de deuda? Si haces una operación europea, los Estados miembros pueden preguntarse si esa entidad va a dejar de comprar su deuda. Yo, que he sido consejero de un gran banco europeo y que conozco bien las conversaciones íntimas, tanto en España como fuera de España, esto está sobre la mesa siempre. Por último, está la cuestión de las sinergias de costes. No es lo mismo hacer una consolidación dentro de un país cerrando unas cuantas sucursales y unificando la tesorería que hacerlo a nivel europeo, donde hay sinergias, pero son menores.
P. Más allá del rol de los bancos, estos días leía a la CEO de Bolt, la aplicación de transporte estonia, que comentaba que había hablado casi con todos los fondos europeos antes de conseguir 1.000 millones que necesitaba por parte de fondos americanos. A la hora de escalar compañías europeas, ¿no debería empezarse por el mercado de capitales? ¿Cómo ordenaría las prioridades actuales?
R. Desde mi punto de vista, sería control del déficit, un presupuesto europeo, una “jurisdicción 28” (una propuesta de mismas reglas para facilitar el crecimiento de compañías alrededor de Europa), normativa de competencia más flexible y realista y, por lo tanto, promover y fomentar cesiones de soberanía adicionales que permitan, en un entorno de unión política, unas reglas del juego que faciliten la creación de un mercado de capitales europeo al nivel del americano o del chino, y para eso unos bancos europeos deben consolidarse. El ejemplo que has puesto es perfecto. Yo soy una empresa europea, busco 1.000 millones, me muevo por toda Europa y tiene que venir capital americano a poner los 1.000 millones. Hombre, no debería ser así.
P. Por ir terminando, le he escuchado alguna vez hablar de que Europa puede quedar atrapada en las “mandíbulas iliberales” de Estados Unidos y China, y vincula mucho el mundo empresarial con la cultura del liberalismo europeo occidental. Son dos cosas que habitualmente no conectamos. ¿Habría que hablar más de valores cuando se habla de competitividad?
R. Sí, sin ninguna duda. Nos vamos a Juan de Mariana, jesuita de pro, escuela de Salamanca, que publicó un libro que se llama De monetae mutatione y le dice al Imperio Español: "Oiga, que están ustedes quitándole la ley a la moneda y, por lo tanto, la moneda española, la del imperio. ¿Saben ustedes qué significa eso? Que van ustedes a provocar inflación y acabarán con el régimen". Y claro que acabaron con el régimen. ¿Por qué es tan importante la ideología y el conocimiento del funcionamiento de la economía sobre bases experimentadas? Los dos bloques que serán claves son iliberales: uno, claramente China, y el segundo, EE UU, que, más que iliberal, será mercantilista. Es algo en lo que fracasó el Reino Unido y Francia, que acabó en una revolución y en un régimen militar, como siempre pasa, por desconocimiento del funcionamiento del mercado. Es muy importante analizar la historia, conocer las leyes de la economía, que no responden al dictado del iluminado de turno, sea un partido, sea un dictador, sea un régimen, sea lo que sea. Y los europeos, en esto, hemos sido capaces de avanzar y contemporizar con las dos aproximaciones racionales, que son, en el entorno de la socialdemocracia, por un lado Keynes y, por otro, Hayek. Dependiendo del momento y la situación en la que estés, aplicas políticas keynesianas o aplicas políticas liberales. Lo que no puedes hacer es irte a los extremos, porque fracasarás.
P. Pero me llama la atención, porque muchas veces, cuando se habla de los regímenes iliberales, lo que se viene a destacar es que ahora mismo son más dinámicos que las democracias liberales, que son más lentas y torpes, y todavía más que la UE, un sistema más lento y que requiere de muchos consensos. Si estamos perdiendo la carrera porque somos más lentos y menos intervencionistas, ¿hay que asumir sencillamente que hay una transacción entre libertad y bienestar económico en el corto plazo?
R. Absolutamente. Hay una transacción en momentos de cambio tan importantes. La capacidad de ejecución china es extraordinaria: da igual que sea la nueva presa que van a hacer, las centrales nucleares, las fábricas de chips, la inteligencia o el software. Es extraordinaria. O la capacidad de ejecución de Oriente Medio en términos urbanísticos y de formación, o la India, que es extraordinaria. Pero eso tiene un precio. Los sectores más conservadores de la sociedad, en el sentido profundo de la palabra conservador, suspiran siempre por regímenes absolutistas, autoritarios, eficaces y simples, y sacrifican la complejidad, la libertad y la negociación. Esa eficacia final y esa posición tan conservadora de la sociedad pertenecen tanto a la izquierda como a la derecha. Los que hemos vivido en Europa y pensamos y trabajamos para construir una Europa social, democrática y liberal pensamos que otros ámbitos, de progreso social y libertades, compensan pagar el precio de no ir a esa velocidad diferente. No podemos aspirar a lo óptimo en todo momento. Hay un precio que pagar por esa eficacia y hay muchos europeos, como yo, que no queremos pagarlo.
P. ¿Piensa que si a los ciudadanos españoles y europeos se les planteara esa decisión, entre libertad o bienestar económico, escogerían lo primero?
R. No tengo ninguna duda de que, bien explicado, la opción siempre sería europea; es decir, una opción liberal. Nosotros hablamos, nos equivocamos, discutimos, nos retrasamos, pero construimos. Y, además, en este trabajo hay saltos adelante y hacia atrás. Ahora debe llegar un salto adelante con los informes Letta y Draghi. ¿Qué falta para terminar de ejecutar ese salto adelante? Un gran líder europeo.
P. ¿Y tiene alguno en su mente?
R. No. Y es motivo de preocupación.
Juan María Nin (Barcelona, 1953) lo ha sido casi todo en la empresa española. Antiguo consejero delegado de CaixaBank durante la crisis financiera y de Banco Sabadell con anterioridad, el economista barcelonés ha sido testigo de primera línea del último medio siglo de la economía y la política española, reflejado en su libro Por un crecimiento racional (Deusto). Desde 2024 es presidente del Círculo de Empresarios y ha apostado por un proceso de internacionalización y de mirada hacia el exterior, que queda plasmado en una visita a Bruselas con una agenda cargada, que ha incluido reuniones con miembros de la Comisión Europea, incluida la vicepresidenta ejecutiva a cargo de Transición y Competencia, la española Teresa Ribera.