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El gran salto atrás: Trump recoge velas tras los daños causados a la economía
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GUERRA COMERCIAL

El gran salto atrás: Trump recoge velas tras los daños causados a la economía

¿Qué hay detrás del acuerdo entre EEUU y China? Básicamente, el debilitamiento de la economía de EEUU, pero también la interrupción de las cadenas de suministro. Las empresas necesitan insumos procedentes de China

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping. (Reuters/Archivo/Kevin Lamarque)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping. (Reuters/Archivo/Kevin Lamarque)
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Si rectificar es de sabios, Donald Trump se ha doctorado en Harvard, la universidad a la que le ha quitado las ayudas públicas. Se sabía que el presidente de EEUU es, fundamentalmente, un negociador, al fin y al cabo procede de la industria inmobiliaria y está acostumbrado a llevar al límite la negociación, pero la sorpresa es la rapidez con que ha recogido velas. Apenas 40 días después del autoproclamado Día de la Liberación, la Casa Blanca y China se han dado tres meses para encontrar un nuevo marco comercial entre las dos superpotencias.

Mientras tanto, hasta que transcurran esos 90 días, EEUU reducirá los aranceles sobre los productos chinos del 145% al 30% y China, en paralelo, disminuirá los derechos sobre las importaciones estadounidenses del 125% al 10%. Pekín, igualmente, suspenderá o cancelará las medidas no arancelarias adoptadas contra EEUU, que en algunos casos pueden ser incluso más dañinas.

De esta manera, Washington salva los muebles de cara a su política interna al encarecer los bienes procedentes de China, pero también Pekín logra sus objetivos porque incluso con un arancel general del 30% sus productos son más competitivos. Los salarios del sector privado en China representan menos de la cuarta parte de los existentes en EEUU, al margen de las ayudas públicas que dopan la competitividad de sus exportaciones. El recorte de los aranceles, incluso, ha sorprendido a muchos operadores que no esperaban una rectificación tan severa.

JPMorgan, por ejemplo, elevó este lunes sus previsiones de crecimiento económico de China tras lo que llamó un acuerdo "sorprendentemente positivo" con EEUU para reducir la guerra comercial entre ambos países. Según los analistas del banco de inversiones, mientras las nuevas tasas arancelarias más bajas se mantengan durante el resto del año, la tasa de crecimiento del PIB anual de China alcanzaría el 4,8%, en comparación con el pronóstico anterior del banco del 4,1%.

Buscando una salida

La explicación del acuerdo puede encontrarse en los efectos negativos que ha tenido para la economía de EEUU el regreso de Trump: menos crecimiento económico, una rebaja de los tipos de interés que no ha llegado por miedo a la inflación y, sobre todo, mayores incertidumbres, lo que ha generado un fuerte castigo en los mercados que en los últimos días se ha ido disipando ante la evidencia de que Trump buscaba una salida para su estrategia arancelaria, precisamente la que se ha materializado el pasado fin de semana en Ginebra.

También ha influido de forma decidida la presión de los líderes empresariales, atados de pies y manos por su dependencia de los bienes producidos en China, como Apple, el resto de tecnológicas o la industria del calzado con marcas tan potentes como Nike. También las grandes empresas de distribución, como Amazon o Walmart, advirtieron a la Casa Blanca de las consecuencias negativas de los aranceles.

Según el economista Enrique Feás, esta es la clave del acuerdo. A los puertos de EEUU ya no llegaban buques cargados de insumos procedentes de China y eso amenazaba con paralizar las cadenas de producción. “Lo que había era insostenible”, asegura, ya que había un riesgo real de una interrupción en el sistema productivo por falta de componentes. En su opinión, un arancel general del 30% permite reabrir los flujos comerciales desde Shanghái, que es el principal puerto emisor. De esta manera, por distintos motivos, Washington y Pekín ganan tiempo y evitan, por el momento, la confrontación. Se trata del segundo gran acuerdo de EEUU tras el firmado recientemente con Reino Unido.

“Lo que había era insostenible” ya que había un riesgo real de una interrupción en el sistema productivo por falta de componentes

Desde el lado de los ingresos, que originalmente era el argumento utilizado por Trump para justificar los aranceles, tampoco llegaron buenas noticias para la Casa Blanca. Todos los estudios publicados las últimas semanas han desmontado que la Administración pudiera recaudar vía aranceles una cantidad ni siquiera aproximada a lo que ingresa por impuestos, lo que le hubiera permitido a Trump financiar la rebaja de impuestos prometida.

En todo caso, ese 30% impuesto temporalmente a China es un porcentaje nominal, no efectivo. En 2021, según la Organización Mundial de Comercio (OMC), el promedio aritmético de los tipos arancelarios impuestos por EEUU a sus socios comerciales fue del 4,8% en su conjunto. Ahora bien, el promedio de los aranceles aplicados a los productos agropecuarios fue del 9,2%. Y China, hay que recordar, es uno de los grandes destinos.

Aranceles del 300%

Es más, según las mismas fuentes, EEUU mantiene 10 líneas arancelarias con tipos superiores al 300% y dos con un tipo superior al 400%. Con la excepción de una línea para productos lácteos fuera del contingente, estos aranceles extremadamente altos se aplican casi exclusivamente al tabaco, en particular al tabaco sin elaborar y semielaborado. Otros productos con aranceles relativamente elevados incluyen los cacahuetes, el calzado, y los textiles.

Trump puede negociar pactos internacionales, incluidos los acuerdos de libre comercio, pero la Constitución confiere al Congreso la facultad exclusiva de establecer aranceles y reglamentar el comercio exterior. Tradicionalmente, sin embargo, el Congreso ha otorgado la facultad de negociación al poder ejecutivo a través de un instrumento de ‘vía rápida’, ya que permite someter la cuestión a una simple votación en el Congreso sin previa deliberación o modificación del contenido. EEUU ha suscrito acuerdos de libre comercio con 20 países.

Esto significa que la Casa Blanca, tras el acuerdo de Ginebra, se retracta de la agresividad con que inició su mandato, el pasado 20 de enero. “No buscamos dañar a China”, dijo un Trump conciliador este lunes, algo que no es habitual. Es probable, anunció el presidente de EEUU, que el propio Trump tenga a final de esta semana una conversación telefónica con Xi Jinping, que ha logrado que en el acuerdo no aparezca ninguna referencia a compromisos sobre ayudas públicas o fluctuación del yuan, algo que históricamente ha preocupado a Washington.

Tampoco China, que ha sido el único país que impuso aranceles de represalia a EEUU, ha hecho ninguna concesión más allá de aceptar un arancel del 30% que poco puede influir en en la amplitud del déficit comercial. Para salvar la cara, lo que ha hecho el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, es culpar a la Administración Biden de permitir el desequilibrio comercial con China, que, por cierto, también se ensanchó durante el anterior mandato de Trump.

Y es que la Casa Blanca parece buscar un suelo arancelario del 10% para todos los países (incluida la UE) y a partir de ahí negociar y vender a la opinión pública que así volverán las fábricas a EEUU y se reducirá el déficit, pero no está claro que lo consiga con impuestos a la importación de 15 o 20 puntos adicionales. Básicamente, porque los costes internos de EEUU continúan siendo notablemente más elevados que en el resto del mundo. Lo que si consigue Trump con esta forma de negociar es aislar políticamente a la OMC y promover los acuerdos bilaterales basados en la posición de fuerza de los contendientes, y ni que decir tiene que en la mayoría de los casos EEUU tiene la sartén por el mango.

Las bolsas han celebrado el acuerdo y han recuperado los niveles anteriores al Día de la Liberación, pero lo que es más difícil de eliminar es el clima de incertidumbre en el comercio mundial. Entre otras razones, porque los exportadores buscan previsibilidad y movimientos tan bruscos como los que tiene el dólar (con tendencia ahora a apreciarse) no favorecen el comercio.

Si rectificar es de sabios, Donald Trump se ha doctorado en Harvard, la universidad a la que le ha quitado las ayudas públicas. Se sabía que el presidente de EEUU es, fundamentalmente, un negociador, al fin y al cabo procede de la industria inmobiliaria y está acostumbrado a llevar al límite la negociación, pero la sorpresa es la rapidez con que ha recogido velas. Apenas 40 días después del autoproclamado Día de la Liberación, la Casa Blanca y China se han dado tres meses para encontrar un nuevo marco comercial entre las dos superpotencias.

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