"Nunca apuestes contra EEUU": lo que está cambiando con los acuerdos comerciales
Aranceles, reducción de impuestos y desregulación es el plan que propone la administración Trump para los tiempos próximos. Hay varias señales de que es una hoja de ruta que comienza a ser aceptada
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Las piezas estadounidenses comienzan a moverse. La intervención del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en la Global Conference del Milken Institute, fue significativa en ese sentido. Los asistentes a las jornadas suelen ser directores y directivos de empresas de la lista Fortune 500, de firmas tecnológicas y del sector de la inversión; justo aquellos que han visto con más desagrado las decisiones económicas de la administración Trump.
Bessent expuso ante ellos las líneas maestras de su política, que dejó también por escrito en un artículo en 'WSJ'. Insistió en que los aranceles, las reducciones de impuestos y la desregulación conforman un paquete indivisible, "un motor diseñado para impulsar el crecimiento económico y la producción nacional". Las perturbaciones que puede causar su intento de disminuir el déficit comercial quedarían compensadas por la reducción de impuestos y por las menores exigencias regulatorias a la hora de desarrollar las empresas. Además, con estas dos últimas medidas, también pretenden que "aumenten los ingresos reales de las familias". La suma de estas acciones debería llevar a la recuperación de la industria, al menos en sectores estratégicos y de futuro, pero también a un crecimiento económico que esperan que sea ya apreciable a finales de 2025. Y todo ello, por supuesto, sin renunciar al papel de EEUU como núcleo atractor del capital global.
No hubo una oposición frontal al plan expuesto por Scott Bessent. Más bien, consiguió un respaldo condicionado
La descripción del plan no añadió novedades ni tampoco elementos de convicción respecto de su eficacia. Simplemente expuso una idea que la administración Trump ha repetido en los últimos tiempos. El aspecto más significativo no estribó en la intervención de Bessent, sino en la respuesta de los asistentes (aquellos que, a priori, podrían salir perjudicados por la economía política dictada por el trumpismo). La conclusión, asegura ‘Bloomberg’, fue que los titanes de la inversión y los líderes financieros estuvieron de acuerdo en que pueden vivir con los aranceles y con la reestructuración del comercio, pero solicitaron que quedase pronto todo resuelto. Más que una oposición frontal, obtuvo un respaldo condicionado.
Un cambio de mentalidad
La segunda señal simbólica del cambio de mentalidad aparece en un artículo de Martin Wolf, una de las figuras de referencia del liberalismo, que lleva por título El viejo orden económico global está muerto. Identifica el editor asociado de ‘Financial Times’ tres asuntos problemáticos de los desequilibrios globales. El primero es político y muy nocivo, asegura, porque fue la causa de que Trump llegase al poder. El geopolítico no es menor, ya que los superávits alteran el equilibrio global del poder económico, y este es fundamental en las relaciones internacionales. El tercero es la contrapartida que deben afrontar los países con déficits externos, como es un endeudamiento interno insostenible.
Es una conclusión muy similar a la escuchada en el Milken Institute: Trump no es bueno, pero quizá sea necesario
Wolf subraya que "la imprevisibilidad de Trump y su enfoque en los acuerdos bilaterales son, sin duda, absurdos. Pero el antiguo orden económico liderado por Estados Unidos ya no es sostenible". Es una conclusión muy similar a la escuchada en el Milken Institute: Trump no es bueno, pero quizá sea necesario. Si el mundo de la inversión y el de la intelectualidad tecnocrática comienzan a dar marcha atrás en la oposición frontal a Trump, es que algo está cambiando de manera significativa.
¿El primer acuerdo de muchos?
Trump anunció ayer un acuerdo comercial "completo e integral" entre Reino Unido y EEUU. En su red social había dejado escrito que "le seguirán muchos otros acuerdos que se están negociando muy seriamente", lo que ratificó en su intervención en el Despacho Oval, donde estuvo acompañado por el primer ministro británico, Keir Starmer. Los detalles concretos de las negociaciones se harán públicos las próximas semanas. No obstante, ambos gobiernos han señalado que EEUU mantendrá el arancel del 10% a las importaciones británicas, pero eliminará los establecidos para el acero y el aluminio y reducirá el de los automóviles del 25 al 10%. A cambio, Washington se asegura el acceso al mercado británico de productos alimenticios, pero también la compra de aviones Boeing.
Este acuerdo (como el primero de los muchos que Trump promete) supondría la constatación de que el propósito de la administración estadounidense era rehacer el comercio internacional en términos bilaterales. La fijación de aranceles duros habría sido el punto de partida para comenzar unas negociaciones que permitan conseguir dos objetivos: aumentar los mercados para bienes y servicios estadounidenses y vincular con mayor firmeza a su esfera a un número suficiente de Estados que le permitan hacer frente a la expansión china.
Esta recomposición del comercio está guiada por Trump, pero responde a la urgencia de EEUU
Los partidarios de Trump y sus oponentes podrán cantar una victoria parcial con este acuerdo. Los segundos porque lo definirán como una marcha atrás de la administración Trump con su política de aranceles duros, y los primeros porque lo entenderán como el inicio de un proceso para que EEUU recupere industria y poder comercial.
Sin embargo, este cambio en la economía estadounidense (y en la global) tiende a valorarse como consecuencia del personalismo de Trump. Hay mucho más, y Bessent lo subrayó en su intervención en el Milken Institute. Lo hizo con una frase que Warren Buffett repetía con frecuencia: "Nunca apuestes contra Estados Unidos". Es decir, lo que están cambiando son las bases del poder global a partir de necesidades estadounidenses. La fórmula de Trump puede ser buena o mala, causar perjuicios o beneficios, pero una reacción en este plano era difícilmente evitable. China había cobrado gran peso en el entorno internacional, y en especial en la economía, y Washington veía cómo su influencia disminuía. Esta recomposición está guiada por Trump, pero responde a la urgencia estadounidense. Por eso las intenciones de la administración republicana quizá no sean apoyadas por parte de las élites norteamericanas, pero sí toleradas.
Las piezas estadounidenses comienzan a moverse. La intervención del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en la Global Conference del Milken Institute, fue significativa en ese sentido. Los asistentes a las jornadas suelen ser directores y directivos de empresas de la lista Fortune 500, de firmas tecnológicas y del sector de la inversión; justo aquellos que han visto con más desagrado las decisiones económicas de la administración Trump.