La guerra comercial entre China y EEUU ha activado una bomba de relojería
Las potencias contrarrestan la crisis arancelaria con más gasto público. El FMI anticipa que China tendrá un déficit superior al 8% del PIB anual hasta final de la década y EEUU, próximo al 6%
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Para ganar cualquier guerra es necesario mantener alto el espíritu de la tropa. En el caso de una guerra comercial, la tropa son los consumidores, quienes soportan el impacto de los aranceles. Los gobiernos están dispuestos a comprar el ánimo aumentando el gasto público para que la población tenga más renta de la que generan con su producción. Una estrategia que elevará rápidamente la deuda pública, creando un foco de vulnerabilidad en la economía global.
El Fondo Monetario Internacional anticipa un rápido crecimiento de la deuda pública en estos dos países hasta el final de la década. Una previsión que no se basa en especulaciones, sino en la materialización de los anuncios que han ido realizando en los últimos meses los gobiernos de EEUU y China para mejorar la renta de la población. Esto incluye rebajas de impuestos a familias que ya ha aplicado Pekín y que ha anunciado Washington, ayudas a la inversión creadora de empleo, prestaciones públicas, etc.
China lleva ya unos años financiando su crecimiento económico con deuda pública. En 2024, antes de la llegada de Donald Trump al poder, su economía creció un 5% y su déficit público alcanzó el 7,3%. El país lleva unos años peleando con su crisis inmobiliaria apretando el acelerador del gasto público y ahora está dispuesto a redoblar sus esfuerzos.
El FMI anticipa que el déficit de China escalará al 8,6% este año y que se mantendrá por encima del 8% hasta final de la década. Un saldo negativo muy superior al crecimiento del PIB (previsto en el 4% para este año y el próximo) y sin la ayuda de la inflación (China sufre tensiones deflacionistas).
Este ritmo del déficit está disparando la deuda pública de China, comiéndose el margen fiscal del que disponía a pasos agigantados. Antes de la pandemia, su deuda estaba por debajo del 60% del PIB, pero en 2026 superará ya el 100% y al final de la década alcanzará el 116%.
Este esfuerzo ha permitido al país financiar grandes inversiones, lo que le ha permitido situarse a la vanguardia de la innovación a nivel mundial en sectores clave como la Inteligencia Artificial, las baterías, los semiconductores o el vehículo eléctrico. Sin embargo, este ritmo difícilmente se puede sostener más allá de esta década. Si todo va según las proyecciones del FMI, el país entrará en los años treinta con un crecimiento del PIB ya cercano a las economías desarrolladas y con escaso margen para hacer impulso fiscal.
Sin embargo, el Gobierno está priorizando conseguir sus dos grandes objetivos de corto plazo. El primero, superar la crisis económica y la guerra arancelaria con un crecimiento superior a la media mundial, para lo que necesita estimular la demanda interna. Y el segundo, luchar por alcanzar la frontera del conocimiento en los sectores con más futuro, el único camino (en paz) para superar a EEUU.
Para la Administración Trump aún es más importante mantener el espíritu de la tropa, porque se desmorona a medida que pasan los días. Los indicadores de confianza de hogares y empresas muestran un rápido deterioro, lo que amenaza la mayoría del Partido Republicano de cara a las elecciones de mitad de mandato.
El presidente generará una gran recaudación gracias a los aranceles, pero también tiene grandes planes fiscales. A corto plazo prevé aprobar un importante recorte de impuestos a familias y empresas con el que intentará neutralizar el impacto negativo de la guerra comercial.
El FMI anticipa que el déficit público se situará en el 6,5% del PIB este año y se mantendrá por encima del 5% hasta el final de la década. El argumento que apoya esta previsión es que el Partido Demócrata también realizó una política fiscal expansiva durante la Administración Biden para estimular la economía. No se trata, por tanto, de una política puntual, sino de la concreción de una demanda social, que exige a los poderes públicos mejorar la calidad de vida.
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Con este nivel de déficit, la deuda de EEUU irá subiendo desde el 120% de 2024 hasta cerca del 130% a final de la década. Esta deuda implica un mayor gasto en intereses, lo que complica cualquier ajuste futuro y supone un foco de vulnerabilidad económica. El FMI señala que EEUU se gastará más del 4% del PIB anualmente en intereses de la deuda. Esto es, gastará lo mismo en intereses que en Defensa.
China todavía gasta muy poco, menos de un 1%, ya que durante años sus emisiones de deuda fueron muy baratas debido a su escaso endeudamiento. Sin embargo, esto cambiará rápidamente en los próximos años a medida que acumula más y más pasivos. El FMI estima que a finales de la década ya estará gastando un 2% de su PIB en intereses, esto es, el gasto se duplicará en apenas seis años.
El riesgo es que la deuda pública llegue a generar un fenómeno de bola de nieve. Esto ocurre cuando el gasto en intereses crece tanto que imposibilita la reducción de la deuda (necesitaría de un superávit primario muy alto). El resultado es un crecimiento continuo de la deuda que se va retroalimentando.
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Hoy por hoy parece impensable un episodio de crisis de deuda, porque el ahorro privado es muy alto y porque los bancos centrales están dispuestos a echar una mano cuando sea necesario. Pero la tendencia prevista para los próximos años no es sostenible en el tiempo y es una fuente de inestabilidad financiera.
El FMI advierte de que la deuda pública global podría llegar al 117% del PIB si la escalada arancelaria se intensifica. Sería el nivel más alto desde la II Guerra Mundial. Un resultado que, a efectos de las cuentas públicas, sería como vivir un conflicto bélico. La reducción de la deuda a partir de los años 40 se logró gracias a un crecimiento de la productividad pocas veces visto en la historia de la humanidad. Confiar el futuro económico a un episodio tan excepcional es muy temerario, pero en medio de una guerra, aunque sea comercial, los gobiernos no piensan en el largo plazo.
Europa está optando por una estrategia prudente. A pesar de los planes de inversión en Defensa o infraestructuras, la Comisión Europea mantiene las reglas fiscales en vigor. El FMI anticipa que el déficit público será levemente superior al 3% del PIB hasta el final de la década, y la deuda pública seguirá contenida cerca del 90% del PIB. Esta política fiscal prudente corre el riesgo de dejar a Europa aún más rezagada en términos de inversión, pero permite aumentar la resistencia ante las crisis financieras. Sin embargo, si China y EEUU terminan desencadenando una crisis de deuda, el impacto será global.
Para ganar cualquier guerra es necesario mantener alto el espíritu de la tropa. En el caso de una guerra comercial, la tropa son los consumidores, quienes soportan el impacto de los aranceles. Los gobiernos están dispuestos a comprar el ánimo aumentando el gasto público para que la población tenga más renta de la que generan con su producción. Una estrategia que elevará rápidamente la deuda pública, creando un foco de vulnerabilidad en la economía global.