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España tendría más difícil independizarse comercialmente de China que de EEUU
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La globalización en crisis

España tendría más difícil independizarse comercialmente de China que de EEUU

Necesitamos más al gigante asiático que a EEUU, Alemania o Francia para abastecer la demanda interna de consumidores y empresas. Las industrias más dependientes de las dos potencias antagónicas son textil, minerales, electrónica y farmacia

Foto: Tienda de una marca de textil china. (Europa Press /Alejandro Martínez Vélez)
Tienda de una marca de textil china. (Europa Press /Alejandro Martínez Vélez)
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El viaje de Pedro Sánchez a China en plena guerra comercial con Washington sugiere una nueva etapa en la relación comercial entre el gigante asiático y Europa. La situación ha transitado desde una escalada de medidas arancelarias e investigaciones antidumping cruzadas a finales de 2024, antes de la victoria de Trump, a un nuevo entendimiento por conveniencia. El pretendido aislacionismo de EEUU está obligando a la UE a reconfigurar sus alianzas y España ha sido la avanzadilla con Pekín en un acercamiento que tiene importantes motivos económicos detrás.

Tanto la UE en su conjunto como España por separado comercian más con China que con EEUU y la dependencia alcanzada de los insumos chinos es elevada en varias industrias nacionales. Si hubiera que escoger, sería menos doloroso un escenario en el que haya que independizarse comercialmente de EEUU que de China, aunque ambas opciones resultarían en efectos económicos nefastos, especialmente para determinados sectores.

La relación comercial de España con ambas potencias se aproxima en los datos de aduanas de importaciones y exportaciones. En ellos se observa un claro cambio de roles desde 2007, cuando el valor de los intercambios comerciales con China superó a los realizados con EEUU, una brecha que ha continuado ampliándose. La irrupción del gigante asiático en el comercio internacional en los primeros años del siglo ha situado al país como el principal proveedor de gran parte del mundo, desplazando a su principal rival. Con la retirada voluntaria de EEUU de la globalización de bienes, es muy posible que el efecto se amplifique.

No obstante, el registro de aduanas no es suficiente para describir lo decisivos que pueden ser los insumos de un determinado país en las cadenas de suministro de otro. Por ejemplo, Alemania y Francia son los principales socios comerciales de España y cualquier disminución del comercio con ellos tendría un impacto económico elevado, pero la composición del comercio con China (basado fundamentalmente en las importaciones) hace que el consumo de los ciudadanos y empresas españolas dependa más del gigante asiático que de los socios europeos o de EEUU.

Así lo pone de manifiesto la medición alternativa del comercio basada en las tablas de origen-destino e insumo-producto que elaboran Eurostat y otros organismos (como la OCDE) en términos de contabilidad nacional. Según la oficina estadística comunitaria, el 11,8% de los bienes y servicios extranjeros que se consumieron en España en 2022 estuvieron generados por China, dato que tiene en cuenta tanto las compras directas como las indirectas. En total, el valor añadido chino incluido en bienes y servicios en España fue de 38.890 millones de euros, lo que supuso el 3,1% del valor añadido total en dicho año.

Por tanto, la influencia supera a la de Alemania (9,8%), EEUU (8,6%) y Francia (8,2%) por separado, lo que evidencia que la dependencia española de China es mayor para abastecer a la demanda interna. En el conjunto de la UE, el peso de los insumos chinos en los productos extranjeros consumidos es algo inferior, un 9,4%, pero en ambos casos se sitúa en máximos históricos: en 2010 era el 6,4% en la UE y el 7,4% en España.

China genera más dependencias críticas

Aunque las cifras pueden parecer reducidas en términos agregados, existe una elevada heterogeneidad por sectores, lo que revela vulnerabilidades sectoriales y dependencias que se pueden considerar críticas. El mayor peso de los productos chinos se da en el sector de reparación de ordenadores y bienes personales, donde alcanza el 42,7%, y le siguen prácticamente todas las ramas manufactureras.

Las principales son el textil (39,5%), los equipos eléctricos (31%) y los minerales (29,4%). Si se produjera una caída repentina de la entrada de productos chinos en estos ámbitos, habría desabastecimiento en las estanterías, problemas para reparar equipos y falta de aparatos electrónicos. En comparación con 2010, primer año disponible en la estadística, la dependencia se ha duplicado. Esto se debe a una combinación entre los competitivos precios chinos de algunos insumos (como los textiles) y la monopolización del acceso a gran parte de las materias primas necesarias para la transición energética y la digital.

Si se compara con EEUU, ninguna industria española alcanza estos niveles de recepción de insumos, aunque también son elevados en algunos casos. La mayor ratio de productos o servicios americanos destinados a la demanda interna española la tiene el sector farmacéutico (25,8%), seguido del audiovisual (24,5%) y de los servicios financieros (24,3%). De hecho, EEUU presenta una situación de dependencias sectoriales de China similar a la de España debido a que le gigante asiático se ha convertido en líder global de esas industrias.

A pesar de la reducción del déficit comercial de EEUU con China desde el primer mandato de Trump, los datos estadounidenses de valor añadido extranjero en los bienes finales reflejan que los insumos chinos siguen entrando al país casi con la misma intensidad porque son comprados de manera indirecta a otros estados, como Vietnam. Es muy posible que esta dependencia de China termine si se aplica el arancel de más del 100% a las importaciones directas (el último anuncio es del 145%) y de al menos el 10% al resto de países, aunque el riesgo de desabastecimiento es también alto en las industrias norteamericanas del textil y la electrónica.

Escenario incierto

Aunque los productos estadounidenses son menos críticos para el abastecimiento interno de España que los chinos, su ausencia total de manera repentina generaría ruptura de las cadenas de suministro en algunos sectores como el farmacéutico. Por lo que el escenario más probable en el corto plazo, si se terminan aplicando los aranceles, es una disminución de los intercambios comerciales debido al encarecimiento que introduce el impuesto y la búsqueda de mercados alternativos para reemplazar parcialmente a EEUU.

España exporta 18.000 millones en bienes a EEUU según los últimos datos aduaneros, un 1,1% del PIB, aunque si se tienen en cuenta las ventas indirectas a través de otros países la cifra asciende a 27.000 millones. Funcas calcula que un arancel promedio del 20% a las importaciones de la UE (y, por tanto, a las de España) restaría entre dos y tres décimas al PIB teniendo en cuenta solo las ventas, sin incluir el efecto arrastre de una probable recesión en EEUU y de la reconfiguración de las cadenas de suministro. Los sectores directamente más perjudicados serían los que exportan equipos generadores de fuerza, grasas y aceites, buques, vino y determinados productos químicos.

Dado el cambiante parecer de Trump, las estimaciones están sujetas a una elevada incertidumbre, pero lo cierto es que la reconfiguración de la red de alianzas comerciales a las que recurrir por si se materializan los peores escenarios ya está en marcha.

El viaje de Pedro Sánchez a China en plena guerra comercial con Washington sugiere una nueva etapa en la relación comercial entre el gigante asiático y Europa. La situación ha transitado desde una escalada de medidas arancelarias e investigaciones antidumping cruzadas a finales de 2024, antes de la victoria de Trump, a un nuevo entendimiento por conveniencia. El pretendido aislacionismo de EEUU está obligando a la UE a reconfigurar sus alianzas y España ha sido la avanzadilla con Pekín en un acercamiento que tiene importantes motivos económicos detrás.

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