El viraje de Trump evita el apocalipsis arancelario, pero aboca al mundo a tres meses de tensión
Las bolsas estadounidenses celebraron ayer la pausa en la guerra comercial con subidas históricas. Hoy toca el turno de Asia y Europa, pero la incertidumbre no ha terminado
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Miércoles 9 de abril de 2024. 15:38 horas (9:38 h en NY). Donald Trump, presidente de EEUU, publicaba en la red social de su propiedad (Truth Social) un mensaje claro: THIS IS A GREAT TIME TO BUY!!! DJT [Este es un gran momento para comprar!!!, seguido de sus iniciales]. En ese momento, la guerra arancelaria de Trump contra el mundo lleva 9 horas y 38 minutos en pleno despliegue. El día 5 entró en vigor el arancel universal del 10%, pero no fue hasta ayer que se activaron los aranceles punitivos (del 49% o incluso el 104%) para aquellos países con superávit comercial con EEUU. El S&P 500 cotiza en ese momento con caídas del 0,5%, tras cuatro días de infarto en las bolsas, en las que el índice acumula un desplome del 12,5%. Las palabras de Trump aúpan levemente los índices, pero pronto el efecto se desvanece.
18:57 horas. Jan Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs envía una nota a sus clientes afirmando que su escenario central para EEUU es de recesión. No es la primera entidad en pronosticarlo, pero se trata del banco de inversión más influyente de Wall Street. Su veredicto certifica el pronóstico que muchos venían haciendo desde que Trump desveló su plan arancelario el 2 de abril: la economía de EEUU se va a la recesión y se llevará con ella la de muchos de sus socios comerciales.
19:18 horas. Trump da un vuelco al guion y anuncia, de nuevo en su propia red social, que va a congelar durante 90 días los aranceles agravados para todos los países, menos para China. A Pekín le aumentará el castigo del 104% al 125%. Pero mientras dure la negociación, el arancel universal del 10% para todo producto que entre en EEUU permanece. Las bolsas americanas —las europeas ya están cerradas— entran en frenesí y se disparan. Dos por ciento, tres por ciento, cinco por ciento, siete por ciento...
20:10 horas. Goldman Sachs envía una nota a esos mismos clientes, pero esta vez diciendo que cancela el escenario de recesión pronosticado hacía apenas 73 minutos.
22:00 horas. Las bolsas de EEUU cierran con ganancias históricas. Del 9,5% en el S&P 500, del 12,16% en el Nasdaq Composite y del 7,9% en el Dow Jones de industriales.
Cuando le preguntaron a Trump por el cambio de postura, respondió que había visto a la gente "pasarse de la raya" y "con un poco de miedo". Pero su gurú comercial e industrial, Peter Navarro, llevaba toda la semana, por activa y por pasiva, con tribuna en el Financial Times incluida, asegurando que "esto no es una negociación". Los aranceles están aquí para quedarse, reindustrializar EEUU y transformar el orden del comercio mundial. Al final sí ha resultado ser una negociación. Y la razón probablemente haya que buscarla en el mercado de bonos.
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El bono estadounidense a 10 años pasó de cotizar con una rentabilidad del 3,9% el lunes al 4,5% de ayer miércoles. El título a 30 años, llegó al 5%. Se trata de un movimiento que puede parecer pequeño, pero que tiene un impacto brutal en la economía. La deuda pública de EEUU es el activo libre de riesgo por definición. Las condiciones de financiación de las empresas y familias estadounidenses dependen de su evolución. Si la rentabilidad sube, los créditos se encarecen. Si baja, se abaratan. Pero el problema en sí no era el nivel absoluto al que había llegado —hace un mes esa rentabilidad era mayor—, sino la velocidad del movimiento.
Los saltos de esta magnitud en periodos tan cortos de tiempo eran más propios de lo que se vivió en lo peor de la pandemia. ¿Hasta cuándo podía llegar el golpe? Entonces comenzaron las especulaciones. Cuando la rentabilidad de un bono sube, es porque su precio cae y el precio cae cuando hay más gente que quiere vender de la que quiere comprar. ¿Pero quién estaba vendiendo? Las hipótesis, ninguna de ellas excluyente, recorrieron todas las salas de trading del mundo.
Hipótesis uno: motivos coyunturales derivados del caos imperante en los mercados. Por ejemplo, las caídas de las bolsas pueden haber forzado a muchos inversores a vender los activos más seguros que tienen en cartera para poder hacer frente a eventuales necesidades urgentes de liquidez para que los bancos no les cierren las posiciones (margin calls).
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Hipótesis dos: factores estructurales derivados del nuevo orden global. Los mayores exportadores a EEUU suelen tener grandes cantidades de deuda estadounidense. Japón es el mayor acreedor de EEUU y China, el segundo. Cuando Japón o China envían productos al país norteamericano, reciben dólares a cambio. Un lugar natural para conservar esos dólares son los bonos del Tesoro de EEUU. Si Washington ha optado por una visión autárquica de su economía en un mundo cada vez más desglobalizado, tiene sentido que los inversores apuesten a una menor demanda futura de bonos de EEUU.
Hipótesis tres: represalias de grandes tenedores de bonos americanos, penalizados por los aranceles. Algunos países acreedores de EEUU podrían haber vendido masivamente títulos de deuda para provocar una subida de la rentabilidad y mostrar los dientes a Trump. China aparece aquí como sospechoso principal, pero, curiosamente, una cadena de televisión habitualmente alineada con el trumpismo, difundió una versión distinta. El corresponsal económico de la Fox, Charlie Gasparino, aseguraba que en este juego de la gallina entre los mercados y la Casa Blanca era esta última la que había capitulado. El principal responsable habría sido Japón. Según esta versión, el país nipón vendió deuda estadounidense de forma masiva durante la negociación de sus propios aranceles con EEUU, provocando su caída en precio (y subida de la rentabilidad).
Alivio coyuntural, incertidumbre estructural
El efecto inmediato del viraje de Trump ha sido un alivio brutal en unos mercados muy castigados desde que Trump desveló su plan arancelario en la rosaleda de la Casa Blanca justo el miércoles de la semana pasada. Las bolsas estadounidenses rebotaron ayer como impulsadas por un resorte. Lo mismo hacen las asiáticas, donde el Nikkei enfila subidas del 9% y el Kospi coreano, del 6%; y todo indica que las europeas harán lo propio cuando reabran hoy. Los futuros sobre el Dax Xetra alemán cotizan esta mañana un 8% al alza.
Por su parte, este jueves, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha acogido con satisfacción el anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, de suspender 90 días los aranceles, al considerarlo "un paso importante para estabilizar la economía mundial".
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La desaparición del escenario de apocalipsis financiero inminente contribuyó sin duda a la virulencia de la subida. Se cerraron las posiciones bajistas más especulativas a corto plazo, que anticipaban nuevos desplomes en el mercado, pero también algunas de las que, más a medio plazo, vaticinaban una recesión. Sin embargo, el S&P 500, un termómetro bastante certero de la confianza de los inversores en la economía estadounidense y del apetito global por el riesgo, sigue un 4% por debajo que el 2 de abril y un 11% por debajo de los máximos que marcaron a mediados de febrero. Esto significa que el riesgo no ha desaparecido y que la situación sigue siendo tremendamente incierta.
Por tres motivos: uno de corto plazo, que afecta a más de medio mundo; otro, también de corto plazo, pero con potencial destructivo a largo, que implica a China; y un último estructural, que puede haber activado la cuenta atrás para el deterioro de la hegemonía de EEUU en el mundo. Por partes.
El primero es el periodo de incertidumbre que se viene hasta julio. Los socios comerciales de EEUU entran ahora en un escenario de negociación bilateral que se prolongará durante 90 días, pero lo hacen con un nuevo arancel del 10% que no existía antes del 5 de abril. Además, no hay certeza de que el diálogo acabe siendo exitoso y acaben desapareciendo los aranceles punitivos —del 20% en el caso de la UE, por ejemplo, o del 24% para Japón—. Además, un arancel universal del 10% no es inocuo y aunque puede compensarse parcialmente con movimientos en los tipos de cambio de divisa —por un eventual fortalecimiento del dólar— supone también una gran distorsión para la economía global.
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El segundo motivo es el que implica directamente a Pekín. Los aranceles a China del 125% serán también muy dañinos para la economía, tanto la china como la de EEUU. A la primera se le cierra su gran mercado exportador. A la segunda se le encarecerá todo lo que compra en ese país y distorsionará numerosas cadenas logísticas y de valor. Y eso sin tener en cuenta que la escalada arancelaria sinoamericana puede no haber terminado aquí. Falta por ver la reacción china al último codazo de Trump.
Pero además, las empresas chinas se encuentran entre las principales proveedoras de bienes intermedios a las empresas estadounidenses que fabrican en su país. Por tanto, un arancel adicional o la obligación de buscar proveedores alternativos —probablemente más caros— encarecerá toda la estructura de costes del tejido productivo de EEUU.
A ello hay que añadir un efecto colateral en el resto del mundo. Toda aquella producción china que hasta ahora iba a EEUU buscará mercados alternativos, lo que aumentará el riesgo de dumping masivo en otros bloques económicos, especialmente entre la UE.
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Y el tercer motivo es el de la confianza a largo plazo en EEUU como país refugio, donde se ha dado por hecha la seguridad jurídica y la estabilidad institucional para los inversores. Algo se puede haber roto ahí en estas caóticas semanas. ¿Con qué seguridad van las empresas a planificar inversiones a largo plazo de miles o decenas de miles de millones de dólares, sabiendo que los aranceles son un arma de presión coyuntural para lograr objetivos geopolíticos o diplomáticos? Cuando de un día para otro, los insumos de tu cadena de producción pueden dispararse un 25%, un 50% o un 100%, las decisiones de inversión se complican.
Ahora se abren varios escenarios posibles. En el benigno, Trump llega a un acuerdo con todos sus socios comerciales de aquí a julio y firma una tregua con China. Para lo que le queda de mandato, la guerra arancelaria queda reducida a una serie de medidas cosméticas o quirúrgicas, más parecidas a lo que ocurrió en su primera administración. El catastrófico, todo salta por los aires y el apocalipsis arancelario vuelve a ser el escenario central. EEUU va a la recesión y el mundo tras él. Y entre uno y otro, una amplia gama de escenarios intermedios donde la incertidumbre, los virajes y los acuerdos precarios, marcan el devenir de la economía. En todos ellos, el crecimiento económico se verá afectado para mal.
Miércoles 9 de abril de 2024. 15:38 horas (9:38 h en NY). Donald Trump, presidente de EEUU, publicaba en la red social de su propiedad (Truth Social) un mensaje claro: THIS IS A GREAT TIME TO BUY!!! DJT [Este es un gran momento para comprar!!!, seguido de sus iniciales]. En ese momento, la guerra arancelaria de Trump contra el mundo lleva 9 horas y 38 minutos en pleno despliegue. El día 5 entró en vigor el arancel universal del 10%, pero no fue hasta ayer que se activaron los aranceles punitivos (del 49% o incluso el 104%) para aquellos países con superávit comercial con EEUU. El S&P 500 cotiza en ese momento con caídas del 0,5%, tras cuatro días de infarto en las bolsas, en las que el índice acumula un desplome del 12,5%. Las palabras de Trump aúpan levemente los índices, pero pronto el efecto se desvanece.