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Hay más gente viviendo en casas sin cocina de lo que te imaginas
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ARMAGEDÓN FOGÓN

Hay más gente viviendo en casas sin cocina de lo que te imaginas

Juan Roig dijo que para 2050 no habría cocinas, pero no hace falta esperar tanto: el espacio dedicado a las cocinas es cada vez menor. En algunas nuevas propuestas, ni siquiera hay

Foto: La erupción del volcán de La Palma, vista desde una cocina de las de toda la vida. (Reuters/Jon Nazca)
La erupción del volcán de La Palma, vista desde una cocina de las de toda la vida. (Reuters/Jon Nazca)

No era la primera vez que lo decía, pero hace unas semanas, Juan Roig, dueño de Mercadona, volvió a repetirlo durante la presentación de los resultados de la compañía. “A mitad del siglo XXI, no existirán las cocinas” porque “cada vez tienen menos importancia en los hogares actuales”. Es posible que sus palabras tuviesen algo de marketing. Su razonamiento era que gracias a productos como los de su flamante línea de platos preparados, es cada vez más fácil y barato alimentarse sin tener que poner a trabajar los fogones.

No hace falta esperar a 2050 para encontrar a gente viviendo sin cocina. Es lo que ocurre en el apartamento donde vive alquilado Mathias* (nombre ficticio), en un barrio popular del sur de Madrid. Se trata de un piso que su propietario dividió en cuatro apartamentos, cada uno de los cuales dispone de un amplio hall, un dormitorio y un baño. El espacio común es un pasillo que comunica las cuatro viviendas y la cocina, que comparten los ocho inquilinos del inmueble.

Lo que hace el casero de Mathias linda con la infravivienda, una actualización vía picaresca de las antiguas casas de huéspedes. Si hay que cortar por algún sitio, es por la cocina. “Indiscutiblemente es mejor tener una, aunque sea pequeña”, valora Mathias. La cocina compartida ha provocado alguna que otra tensión entre inquilinos. Sobre todo, por la limpieza. Una situación que provoca que Mathias y su pareja salgan a cenar, pidan comida o compren alimentos preparados con relativa frecuencia, “con tal de no estar en la cocina compartida”. Si come en casa, lo hace en el hall, no en la cocina.

La desaparición de las cocinas, como recuerda la arquitecta y experta en comunicación Ariadna Cantis, no es ninguna tontería. Cada vez se destina menos espacio a ellas en las nuevas construcciones: tocaron techo en los años ochenta. En aquella época, habría sido impensable. Hoy, en una sociedad que dedica mucho menos tiempo a la cocina (al menos en su día a día), en la que los electrodomésticos ocupan menos espacio y en la que la compra de comida preparada sigue aumentando (un 6,6% más en el último año), es cada vez más común que, como recuerda la arquitecta, “tengan menos superficie y cada vez más a menudo estén unidas a los salones”.

"En el día a día dedicamos menos tiempo a la cocina y por lo tanto, menos superficie"

No se van a pelar cebollas en las casas, las compraremos picadas: vamos a comprar la comida precocinada y la vamos a emplatar en el hogar”, recuerda Cantis, que explica que las nuevas generaciones ya no tienen ni tiempo ni ganas entre semana para ir al mercado, comprar los ingredientes, limpiarlos, cocinarlos y servirlos, salvo en ocasiones especiales. “Hay un retorno a la artesanía, a quedar con amigos para hacer algo rico, pero en el día a día vamos a dedicarle menos tiempo y por lo tanto, menos superficie”. No sería tan fácil recortar en los cuartos del baño, porque el wellness y el autocuidado son cada vez más importantes.

Villarriba: un nuevo modelo de vivienda

En el norte de Madrid, muy lejos de la pequeña vivienda de paso de Mathias, nos encontramos con una solución opuesta al mismo problema, la falta de vivienda temporal. Los apartamentos de Calido, la apuesta de alojamiento temporal de Dazia Capital en Alcobendas, no tienen cocina como tal, ni los más grandes de 45 m² ni los pequeños de 22 m², aunque dispongan de pequeñas facilidades como una pequeña placa o microondas. Calido se presenta como “tu nuevo hogar en Madrid, con todo incluido”. Por eso dispone de cine, sala de co-working, barbacoa, recepción 24 horas o Gastro Club, pero no cocinas como las que habría tenido un apartamento de hace 30 años.

placeholder Pila, microondas, pequeña placa: las cocinas de Calido Living. (Foto cedida)
Pila, microondas, pequeña placa: las cocinas de Calido Living. (Foto cedida)

En los apartamentos inaugurados hace unos meses al norte de la capital, donde pronto les acompañarán otros en Tres Cantos, Valdebebas o Las Tablas, ya viven 291 personas de 15 nacionalidades distintas. Como ocurre con Mathias, se trata también de gente de paso, pero de un nivel socioeconómico más elevado: el precio de los apartamentos parte de los 995 euros al mes. Los apartamentos tienen dormitorio y baño, pero la parte dedicada a la cocina está integrada en la pieza principal. Para cocinar está el Gastro Club, el único de las instalaciones donde usar el horno, el Air Fryer o el lavavajillas.

“Si miras el mercado, si sumas suministros, etc., te sale más a cuenta, sobre todo por la comunidad que tienes aquí”, explica Guillermo Rodriguez, su chief operations officer, en el espacio del edificio destinado al bar. ¿Dónde comen los habitantes de Calido? Hay de todo, explica. Muchos suelen recurrir a la comida a domicilio o las empresas dedicadas a preparar menús semanales de tuppers. El 66% del uso de los apartamentos es individual, desde gente recién aterrizada en España hasta jubilados en busca de compañía o familias con su casa en reforma. Nada que ver con el caso de Mathias. Como un hotel recién estrenado.

¿Cuánto dinero pierdes mientras cocinas?

El tiempo es dinero, y una de las lógicas para esta desaparición de las cocinas es puramente económica. A propósito de las declaraciones de Roig, Javier Pastor, autor de Suscriptocracia, publicó un provocador artículo en el que explicaba que “cocinar tiene un ROI [return of investment] muy bajo”. O, como tantas veces hemos oído, “me he tirado toda la mañana cocinando para que os lo comáis todo en cinco minutos”. “Cocinar no compensa”, explicaba el autor. “Al menos, no me compensa a mí”.

"Todos los servicios que ahorran tiempo se venden más, como la comida preparada"

“La gente se ha dado cuenta de que el recurso que más vale es el tiempo”, explica Pastor a El Confidencial. “El tiempo es oro y por eso, todos los servicios que te ahorran tiempo se venden cada vez más”. Es el caso de los huevos ya cocidos (o, incluso fritos) que venden algunas cadenas, las pechugas de pollo ya fileteadas o las cuñas de queso cortadas. Procesos intermedios que solían realizarse en el hogar y que hoy los realiza el supermercado de turno a cambio de un precio un poco más elevado.

Hay una lógica económica palmaria debajo del éxito de la comida preparada. Los platos preparados de las cadenas de supermercados rondan entre los tres o seis euros. El salario mínimo por hora en España son 7,97 euros. Si gastamos una hora cocinando, poniéndonos estrictamente economicistas, estamos perdiendo dinero. “"Nuestras madres eran en su mayoría amas de casa y podían pasar más tiempo cocinando en casa", recuerda Pastor. Es el síntoma de una sociedad obsesionada con optimizar el tiempo donde el pequeño lujo al que han accedido las clases trabajadoras y medias es que otros cocinen, limpien o conduzcan por ellos, algo que les estaba vetado hasta hace relativamente poco.

Los datos señalan en esa dirección. Según el estudio Cocina: actitudes y tiempo que los consumidores emplean en ella de GFK, solo el 27% de los españoles afirman sentir pasión por la cocina. Dedicamos alrededor de 6,8 horas semanales a ello. Los supermercados, según otro informe de Kantar, cocinan ya para siete millones de españoles. Los platos listos para llevar han crecido un 25% desde 2021. La mayor parte de este crecimiento se da en el consumo dentro del hogar (un 87%) y el resto, en los “mercaurantes” (13%).

placeholder Listo para llevar. (EFE/David Guzmán)
Listo para llevar. (EFE/David Guzmán)

"Los consumidores actuales no solo compran alimentos, buscan soluciones", explica Veronika Khurshudyan, client director retail de Kantar Worldpanel. "Un plato preparado saludable o una bebida sin alcohol no son solo productos, son respuestas a un ritmo de vida más acelerado, a una mayor conciencia sobre la salud o a nuevas formas de socialización". Para el distribuidor, añade, es "una vía para ampliar su negocio, pasando de competir para cuota de cesta a competir por la cuota de estómago". Así, se convierten en algo más que puntos de venta y los acerca a ser ecosistemas "donde el consumidor encuentra todo lo que necesita, en cualquier momento, con coherencia y valor añadido".

Nacimiento y muerte de la cocina

Es posible que la cocina tal y como la conocemos fuese una rareza histórica. No fue hasta la aparición de la cocina Frankfurt a mediados de los años 20 e ideada por Margarete Schütte-Lihotzky para la construcción de vivienda social en dicha ciudad alemana, que se separó de manera generalizada y se racionalizó de forma que se diesen los menos pasos posibles entre la zona de cocción, la de trabajo y la de fregado. La cocina se situó por razones de salubridad en una estancia aparte en un momento en el que muchas viviendas aún tenían una única estancia para cocinar, dormir y asearse. Para Cantis es, junto a la cocina americana y el tupper, uno de los pilares esenciales de la evolución de la cocina.

La distribución tradicional de las viviendas construidas durante la segunda mitad del siglo XX solía separar la cocina. Durante mucho tiempo, disponer de una cocina grande, espaciosa y luminosa era una señal de estatus. La arquitecta española Anna Puigjaner, autora del proyecto Kitchenless City: Architectural Systems for Social Welfare, explicaba en una entrevista con ArchDaily que mentar la eliminación de la cocina privada levantaba reacciones enconadas. “No suele haber problema si eliminas el cuarto de estar o una habitación, pero tocar la cocina generaba una reacción muy adversa”, explicaba. “Las cocinas estaban integradas con determinados valores ideológicos del siglo XX ligados al papel de la mujer, la política y la construcción de la mujer ideal”.

"Hay cada vez más canales en Twitch sobre cocina: es algo que se exhibe"

Atacar la cocina era atacar la familia patriarcal, donde el espacio para la mujer no era un despacho propio como el que describía Virgina Woolf, sino la cocina. Durante las últimas décadas, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, el aumento de los divorcios y el crecimiento de los hogares unipersonales (del 7,5% en 1970 al 28% en 2024), el tamaño de la vivienda y de las cocinas se ha reducido o se han integrado en el salón, como ya ocurre en mucha nueva vivienda.

Como explicaba en una tribuna publicada en este periódico Fernando Caballero Mendizabal, la cocina abierta se extendió entre las clases medias altas a medida que la cerrada se popularizaba entre las casas de los trabajadores: “En esta última década se han generalizado las cocinas abiertas. Tenemos la versión barata, estudios reformados y los loft monoespacio de menos de 60m²”, explicaba. “Luego la versión de hasta 80m², con cocina integrada, para ganarle esos metros de más a la sala, que ahora las teles son muy grandes. Y, por último, por supuesto, está la versión premium de cocina integrada con isla”. En definitiva, vender casas más pequeñas aunque no lo parezcan.

Esta desaparición de las cocinas privadas apunta en dos direcciones diametralmente opuestas. La de Roig apunta a un futuro de hiperproductividad, consumo y externalización de tareas propia del capitalismo tardío. La propuesta de Puigjaner tenía un carácter semicomunitario, en el que las cocinas se convertían en lugares donde los habitantes de un edificio podían compartir espacio, tiempo y comida. Una idea que instintivamente se identificó con el comunismo, por el modelo de construcción soviético, pero que también tuvo cabida en el Nueva York de finales del siglo XIX donde, por ejemplo, los edificios de apartamentos disponían de cantina con cocinero.

placeholder Seúl, una ciudad sin cocinas. (Foto: Reuters/Kim Hong-Ji)
Seúl, una ciudad sin cocinas. (Foto: Reuters/Kim Hong-Ji)

"Aunque la idea pueda parecer exagerada o futurista, lo cierto es que ya existen contextos reales donde las cocinas, como espacio tradicional del hogar, están desapareciendo", añade Khurshudyan. "Un ejemplo claro es Corea del Sur, especialmente en las grandes ciudades como Seúl, donde los edificios de nueva construcción no tienen un espacio de cocina convencional. En su lugar, dependen de comida preparada, delivery o productos listos para consumir". La tendencia global es que la cocina deje de ser "el corazón del hogar".

El uso de la cocina se traslada poco a poco fuera de nuestra cotidianeidad, al fin de semana o las celebraciones especiales. Por eso, cocinar ha pasado de ser un asunto privado e individual a un acto social y visible. “Hay cada vez más canales en Twitch y publicaciones en redes sociales sobre cocina que nunca”, recuerda Pastor. “Cuando alguien hace una paella o una barbacoa, estás todo el rato sacando fotos: hay mucho de postureo, mira qué paella nos ha salido”. Una buena muestra del papel que juega la cocina hoy. No es una habitación aparte, sino un espacio donde compartir y exhibirse. “Antes era algo cotidiano y rutinario, ahora algo experiencial y aspiracional”.

No era la primera vez que lo decía, pero hace unas semanas, Juan Roig, dueño de Mercadona, volvió a repetirlo durante la presentación de los resultados de la compañía. “A mitad del siglo XXI, no existirán las cocinas” porque “cada vez tienen menos importancia en los hogares actuales”. Es posible que sus palabras tuviesen algo de marketing. Su razonamiento era que gracias a productos como los de su flamante línea de platos preparados, es cada vez más fácil y barato alimentarse sin tener que poner a trabajar los fogones.

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