La fragmentación del comercio amenaza con una caída del PIB global del 6%
Un estudio de dos economistas del BCE estima que si se produce un escenario de desacoplamiento selectivo entre un bloque occidental y un bloque oriental las pérdidas del PIB global podrían rondar el 6%
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El término fragmentación se abre paso en el lenguaje del comercio mundial. Es verdad que desde el anterior mandato de Trump y, en particular, desde la guerra de Ucrania, la expresión había ganado presencia, pero tras los aranceles universales decretados por la Casa Blanca este miércoles (hora de Washington) el riesgo ha aumentado. En particular, el riesgo de desacople entre China y EEUU, que representan conjuntamente algo más del 40% del PIB del planeta.
La fragmentación, como la define la Organización Mundial de Comercio (OMC), se produce cuando aparecen nuevas corrientes comerciales en función de criterios geopolíticos. Es decir, cuando es la política de alianzas de los gobiernos por razones ideológicas o de cercanía geográfica, y no la eficiencia económica, la que explica las corrientes comerciales.
Por lo tanto, justo lo contrario a la globalización, que se ha ensanchado en las tres últimas décadas al calor de las cadenas globales de valor gracias a los avances en logística, la movilidad de capital y la liberalización comercial. Estos factores son los que han permitido a las empresas optimizar costes, acceder a insumos en el exterior y aprovechar las economías de escala. La OMC, sin embargo, ha observado que el fenómeno de la fragmentación va en aumento desde que comenzó la guerra en Ucrania, ya que las exportaciones y las importaciones se están reorientando en función de criterios geopolíticos.
Estas perturbaciones —amplificadas si también incorporan un desacoplamiento tecnológico— tienen un primer impacto: sufren las cadenas globales de suministro. O lo que es lo mismo, las empresas tienen mayores dificultades para aprovisionarse de los insumos que necesitan, lo que en última instancia afecta al normal funcionamiento del sistema económico.
Trump salva el oro
Los componentes que necesita un automóvil o un teléfono se producen en diversos países, por lo que cualquier fractura provocada, por ejemplo, por los aranceles, incide en las cadenas globales de valor. Esto quiere decir que a las empresas automotrices estadounidenses, por ejemplo, tras la decisión de Trump, les llevará años reemplazar las cadenas de suministro globales de las que dependen. Es más, aunque consiguieron fabricar solo en EEUU, siempre les faltarán componentes. Algo que explica que Trump haya dejado fuera de las restricciones arancelarias a algunos metales, como el cobre, por motivos de seguridad nacional. También al oro, aunque no a la plata a menos que se importe desde Canadá o México.
Y lo que dicen los datos que obran en poder del BCE es que una parte significativa de las empresas manufactureras ubicadas en Alemania, Italia y España (entre un 17% y un 34%) dependen de China, que es un proveedor clave de insumos críticos difíciles de reemplazar. Según sus cuentas, una caída del 50% en el suministro de esos insumos “provocaría pérdidas muy heterogéneas entre empresas, regiones y sectores”, en particular en la industria eléctrica, química y metales básicos, además de informática y electrónica.
El análisis lo han hecho María Grazia Attinasi, jefe adjunto de la división de desarrollos externos del BCE, y Michele Mancini, adjunto de la división de mercados emergentes del Banco de Italia, que parten de una consideración: “una escalada de represalias en las barreras comerciales no eliminaría por completo las interdependencias, a la vez que impondría elevados costes económicos”. Es decir, las cadenas globales de producción son inevitables, y si se fragmentan por bloques geopolíticos, los efectos pueden llegar a ser devastadores.
Según su análisis, utilizando simulaciones contrafácticas, si se produce un escenario de desacoplamiento selectivo entre un bloque occidental (centrado en EE UU) y un bloque oriental (liderado por China) limitado a productos más estratégicos, las pérdidas del PIB global podrían rondar el 6%. Ahora bien, en un escenario más severo que afecte a todos los productos comercializados entre bloques, las pérdidas podrían ascender al 9%. Teniendo en cuenta que el PIB mundial se sitúa ligeramente por encima de los 100 billones de dólares, eso significa unas pérdidas acumuladas, en el peor de los casos, de alrededor de nueve billones de dólares, es decir, seis veces el PIB de España.
La parte menos negativa es que las grandes economías avanzadas podrán absorber la fragmentación comercial con mayor facilidad debido a sus considerables demandas internas. Este es el caso de EEUU, cuya exposición al comercio mundial es muy inferior al de otras áreas, como la Unión Europea o China. En este caso, dependiendo del escenario, las pérdidas del PIB podrían oscilar entre el 2% y el 6% para EEUU y entre el 2,4% y el 9,5% para la Unión Europea, mientras que China se enfrentaría a pérdidas mucho mayores.
El caso de China
El gigante asiático se enfrenta no solo a un descenso drástico de las exportaciones, sino que todavía está metabolizando la crisis inmobiliaria y el elevado endeudamiento de las administraciones locales, lo que unido a su riesgo de deflación pone en una situación difícil a Xi Jinping. Según cálculos de Citi, los aranceles podrían reducir 2,4 puntos porcentuales el crecimiento del PIB de China y 15,4 puntos porcentuales sus exportaciones totales en 2025. Estos cálculos se han hecho sin tener en cuenta la respuesta que dará Pekín a Washington.
Si EEUU restringe aún más el comercio con otros países occidentales y neutrales, sus pérdidas del PIB podrían casi duplicarse, mientras que las de la Unión Europea crecerían marginalmente. Hay que tener en cuenta, en todo caso, que, aunque se impongan prohibiciones comerciales, los productos específicos, especialmente los bienes de alta tecnología, podrían llegar a bloques rivales a través de canales indirectos.
Esta dinámica también aumentaría la inflación, que podría dispararse hasta cuatro puntos porcentuales en el escenario más severo durante el primer año posterior al shock y luego converger gradualmente hacia los objetivos del banco central. Esto sería así porque las disrupciones del suministro conllevarían un aumento repentino de los precios de la energía, además de generar cuellos de botella en las cadenas de suministro globales. La acción combinada de ambos efectos es lo que llevó a la crisis inflacionista de 2022 y 2023.
La fragmentación del comercio, en todo caso, abre la puerta a nuevas alianzas
En esta ocasión, el sector de los contenedores, que es el primer afectado por la subida de los aranceles, ha entrado en un escenario de esperar y ver. Por el momento, según las publicaciones especializadas, los transportistas han apostado por retrasar las operaciones importantes a la espera de cuál será la respuesta de los gobiernos a los aranceles de Trump. El problema es para muchos transportistas estadounidenses que iban a firmar los contratos para que entraran en vigor el 1 de mayo, y que ahora no saben qué hacer.
La fragmentación del comercio, en todo caso, abre la puerta a nuevas alianzas, como la cerrada el pasado fin de semana entre China, Corea del Sur y Japón, que han acordado fortalecer sus relaciones comerciales ante la escalada arancelaria promovida por la Casa Blanca. Este tipo de pactos tenderán a generalizarse, creando nuevos flujos comerciales de los que estará ausente la primera economía del mundo. En este caso, China sería el garante del nuevo orden comercial.
El término fragmentación se abre paso en el lenguaje del comercio mundial. Es verdad que desde el anterior mandato de Trump y, en particular, desde la guerra de Ucrania, la expresión había ganado presencia, pero tras los aranceles universales decretados por la Casa Blanca este miércoles (hora de Washington) el riesgo ha aumentado. En particular, el riesgo de desacople entre China y EEUU, que representan conjuntamente algo más del 40% del PIB del planeta.