Todos contra todos: Trump provoca una sacudida en el comercio mundial
La guerra comercial se acentúa. Ya no es sólo Trump contra el mundo, sino que la imposición de restricciones al comercio entre países no deja de crecer. Tan sólo en marzo se registraron 408 intervenciones de los gobiernos
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Alguien dijo que es el mundo al revés. En enero de 2017, pocos días antes de que Donald Trump diera comienzo a su primer mandato, Xi Jinping, el presidente chino, hizo en Davos una apasionada defensa del capitalismo y, por ende, del comercio mundial. Xi, que fue el primer máximo dirigente de su país que acudía a la cita anual del Gotha de la aristocracia económica, ya advirtió entonces que no habría ganadores en una guerra comercial, y, como les gusta a los dirigentes chinos, aprovechó la ocasión para lanzar un proverbio: “El proteccionismo”, dijo, “es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire", señaló el impasible Xi Jinping.
Han pasado ocho años desde aquella sentencia y el mundo vive perplejo ante una guerra comercial que oficialmente tiene fecha de comienzo, el dos de abril, mañana, y que Trump ha llamado ‘Día de la Liberación’. Mucho antes, sin embargo, desde hace meses, y ante las amenazas de Trump, el planeta económico ha reaccionado. Lo que ha logrado el presidente de EEUU con su estrategia errática e imprevisible, de hecho, es una nueva política de alianzas a nivel global. Los gobiernos y los comerciantes buscan nuevos pactos para salvar la política arancelaria de Washington en busca de estabilidad y seguridad jurídica. También, por qué no decirlo, como estrategia defensiva.
El ejemplo más reciente es el de China, Japón y Corea del Sur, que han acordado, según CCTV, la emisora estatal china, responder conjuntamente a los aranceles estadounidenses. Los tres países colaborarán con acuerdos comerciales. Japón y Corea del Sur buscan importar materias primas para semiconductores de China, y China también está interesada en comprar chips de Japón y Corea del Sur. Se negocia, incluso, un acuerdo de libre comercio entre los tres grandes de la región.
No es de extrañar la convulsión teniendo en cuenta que, según Global Trade Alert, un observatorio del comercio mundial en tiempo real, tan sólo en el mes de marzo se registraron 408 nuevas intervenciones en las políticas de los gobiernos. Es decir, cualquier actuación restrictiva del comercio. La administración Trump, por ejemplo, implementó aranceles del 25% a los productos canadienses y mexicanos no incluidos en el T-MEC (Tratado entre EEUU, México y Canadá), así como a las importaciones de automóviles. La UE, por su parte, restableció aranceles a 343 productos estadounidenses y preparó contramedidas adicionales por 26.000 millones de euros. China, igualmente, prohibió los secuenciadores genéticos estadounidenses, mientras que Canadá impuso sobretasas del 25% a las importaciones de EEUU.
Permisos de exportación
India, en esa línea, ha aprobado requisitos de licencia para las importaciones de platino, mientras que Indonesia ha pasado de una prohibición total de la exportación de ciertos metales a un sistema que exige a los exportadores cumplir con los umbrales de suministro interno. Sudáfrica ha reforzado la supervisión de sus recursos al exigir permisos de exportación específicos para ciertos productos de cobre, mientras que Rusia también impuso una prohibición temporal a las exportaciones de polvo y escamas de aluminio.
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Las tensiones entre China y Canadá, de la misma manera, se intensificaron con la imposición por parte de Pekín de aranceles adicionales de hasta el 100% a 72 productos agrícolas canadienses en respuesta a los aranceles canadienses sobre vehículos y metales chinos. Turquía ha introducido un cupo de importación de maíz de 250.000 toneladas con aranceles reducidos, a la vez que ha aumentado los recargos a la exportación de huevos para mantener el suministro interno.
En definitiva, una especie de todos contra todos hasta que se puedan estabilizar los flujos comerciales. Las cinco tendencias que observa Global Trade Alert son el aumento de las tensiones comerciales, el incremento de la actividad política en la industria de defensa, el resurgimiento de medidas que afectan a materiales críticos, el impulso a las inversiones en industrias estratégicas y el esfuerzo por fortalecer la seguridad alimentaria.
Hay más. Algunos países europeos, entre ellos España, han vuelto a mirar a China como destino de sus exportaciones, mientras que, en otros casos, México y Canadá se acogen a la cláusula de nación más favorecida para alentar sus flujos comerciales y evitar los aranceles de Trump. También el sudeste asiático, que en la anterior ronda arancelaria aprovechó las restricciones al comercio con China, busca nuevos mercados. India, por su parte, se ha convertido hoy en una especie de líder de los países no alineados en materia comercial. Es verdad que Trump, por el momento, ha situado a Delhi en un segundo plano, aunque es muy probable que tarde o temprano también le afecte la nueva tanda arancelaria. Japón y Corea del Sur también se han mostrado relativamente pasivos.
Este desplazamiento del comercio hacia Asia-Pacífico tiene una primera consecuencia. La alianza transatlántica —EEUU y Europa— se ve sometida a una gran presión por el menosprecio sin tapujos de la Casa Blanca hacia la Unión Europea, incluido el Reino Unido, que tradicionalmente ha sido su socio más cercano a Washington. La estrategia de Starmer, el primer ministro, es, por el momento, esperar y ver e intenta ganarse la confianza de Trump. En todo caso, el seísmo arancelario tiene importantes implicaciones geopolíticas. Desde la creación del primer órgano multilateral especializado en comercio (el GATT, Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), no se veía algo parecido.
Nuevas alianzas
Europa y China, por su alta exposición al comercio, se necesitan hoy, sin embargo, más que nunca. Al menos, desde que nació la actual era de la globalización pese al respaldo de Pekín a Rusia tras la invasión de Ucrania. No sólo la UE busca nuevas alianzas. Crece el número de gobiernos que se alejan de sus tradicionales vínculos económicos con EEUU, país que se ha convertido en un nido de inestabilidad por los caprichos y cambios de opinión de su presidente. Incluso la quiebra ordenada de USAID, la agencia de desarrollo de EEUU para el mundo, puede significar una ventana de oportunidad para Pekín en la medida que el repliegue de Washington puede reforzar sus alianzas con países que necesitan respaldo financiero para sacar a sus habitantes de la pobreza.
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En definitiva, la desconfianza mueve hoy el comercio mundial y China puede ser el ganador con los nuevos flujos comerciales, al menos en Europa y a corto plazo. En el resto del mundo, como han puesto de relieve algunos analistas, sus nuevas alianzas pasan por Latinoamérica, África y Asia, donde Pekín tiene mayores probabilidades de cosechar los beneficios diplomáticos de la retirada estadounidense. Entre otras razones, porque una hipotética paz en Ucrania debería destensar las relaciones entre Europa y China. Pekín, incluso, con su musculatura financiera e industrial, podría ser un agente económico muy importante en la reconstrucción de Ucrania.
Lo que ha logrado por el momento la Administración Trump, cuyos movimientos hay que vincularlos a la política interna, son unos ingresos irrelevantes vía aranceles. Según la Oficina de Aduanas de EEUU, se ha recaudado hasta ahora 1.651 millones de dólares en aranceles sobre productos de acero y aluminio en virtud de las medidas vigentes de la Sección 232, aunque hay que tener en cuenta que la base imponible potencial equivale a 151.000 millones de dólares en productos derivados del aluminio y el acero.
Trump, cabe recordar, justifica los aranceles para que las empresas vuelvan a EEUU, pero también por razones fiscales, ya que pretende financiar la rebaja de impuestos con lo que pueda recaudar penalizando las importaciones de mercancías. Washington, por el momento, no ha tocado los servicios, donde EEUU tiene superávit. La marejada no ha hecho más que empezar.
Alguien dijo que es el mundo al revés. En enero de 2017, pocos días antes de que Donald Trump diera comienzo a su primer mandato, Xi Jinping, el presidente chino, hizo en Davos una apasionada defensa del capitalismo y, por ende, del comercio mundial. Xi, que fue el primer máximo dirigente de su país que acudía a la cita anual del Gotha de la aristocracia económica, ya advirtió entonces que no habría ganadores en una guerra comercial, y, como les gusta a los dirigentes chinos, aprovechó la ocasión para lanzar un proverbio: “El proteccionismo”, dijo, “es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire", señaló el impasible Xi Jinping.