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Mucho ladrillo y poco riesgo: el cóctel que arruina las inversiones de los españoles
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Mucho ladrillo y poco riesgo: el cóctel que arruina las inversiones de los españoles

Las familias españolas mantienen una estrategia de gestión de su riqueza que desentona con las prácticas más recomendadas y limita los réditos esperables de la planificación financiera

Foto: Imagen: CSA/Printstock/EC Diseño
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La bolsa española ha disfrutado a lo largo de los dos últimos años y medio de su periodo más boyante desde el estallido de la pasada crisis financiera, con un rendimiento total (incluidos dividendos) superior al 100% (el índice MSCI Spain acumula un retorno del 112% desde el 12 de octubre de 2022), casi 50 puntos porcentuales por encima de Wall Street y de la bolsa mundial.

Estos suculentos rendimientos han permitido a los fondos de inversión de renta variable nacional erigirse como la opción más rentable para los inversores a uno y tres años (a este plazo, solo superada ligeramente por los fondos índice), según los datos de Inverco. Curiosamente, sin embargo, en ese mismo periodo, los inversores retiraron, en términos netos, más de 1.652 millones de euros de este tipo de productos, a pesar del notable incremento que ha experimentado el patrimonio invertido en fondos, lo que significa que los inversores españoles en fondos han desperdiciado la bonanza del mercado bursátil español para tomar posiciones en otros productos menos rentables.

Este caso podría observarse como una anécdota sobre una mala decisión de inversión, pero es más bien un ejemplo palmario del poco tino que tradicionalmente han mostrado los ciudadanos españoles a la hora de rentabilizar su ahorro.

Precisamente, la limitada exposición a la bolsa y a los activos de riesgo en general es señalada con frecuencia por los expertos como uno de los debes más significativos en la estrategia de las familias españolas a la hora de rentabilizar sus ahorros, un listado en el que se suele incluir, igualmente, la escasa diversificación, la ausencia de una visión de largo plazo o la dependencia excesiva del asesoramiento bancario. Problemas que, como parte de una tónica general, acaban teniendo consecuencias nocivas para el desarrollo de la economía nacional.

Según los datos de la patronal Inverco, solo el 22% del dinero que los españoles tienen depositados en fondos de inversión se encuentra en productos específicos de renta variable, mientras que más de la mitad de este dinero está depositado en productos monetarios o de renta fija, con rentabilidades medias anualizadas en la última década inferiores al 0,6%.

De hecho, si se tienen en cuenta todas las instituciones de inversión colectiva (IIC, entre las que están fondos, planes de pensiones y sicavs), el porcentaje de renta variable se reduce al 17% con las estadísticas al cierre de 2024. Este porcentaje es más reducido que en otros países, según la comparativa internacional que elabora Inverco. El promedio europeo fue del 34% de inversión en renta variable entre las IIC, mientras que a escala mundial fue del 48%, con una ratio del 61% en Estados Unidos.

Otro problema que es muy visible cuando se analizan las estadísticas de fondos es la impaciencia y el miedo de los inversores, que lleva a vender cuando ha habido caídas, lo contrario a lo que explicaría cualquier manual o asesor. Una prueba de ello se vio a finales de 2022, un año fatídico para la renta variable, con pérdidas de entre el 10% y el 20%, según el índice, y especialmente negativo para la renta fija por la subida de tipos tras la invasión de Ucrania y el shock energético, con números rojos en todos los segmentos y que llegaron al 10%. Los fondos de deuda registraron reembolsos, lo que implica que salieron inversores que no recuperaron, en los dos años siguientes, las pérdidas soportadas ese año.

La de los fondos, en cualquier caso, es solo una pequeña fotografía (y no la peor) de una realidad más profunda. Según las cifras que se desprenden de la última Encuesta Financiera de las Familias, elaborada por el Banco de España, con datos correspondientes al año 2022, los españoles tienen un 44% de sus activos financieros en cuentas bancarias y depósitos, que generalmente ofrecen una rentabilidad muy limitada, que ni siquiera llega a cubrir el coste de la inflación.

Los últimos datos del supervisor bancario muestran que los hogares españoles cuentan actualmente con más de un billón de euros en cuentas a la vista y depósitos, de los que un 83% corresponden al primer grupo, cuya rentabilidad media alcanza actualmente un raquítico 0,17%. Según un estudio de la plataforma de trading XTB, dentro de la Unión Europea, solo Alemania cuenta con un porcentaje más elevado de ahorros destinados a este tipo de productos.

Un ahorro muy conservador

El crecimiento de esta partida a lo largo de la última década (desde 2014, el dinero ahorrado en cuentas a la vista ha crecido un 136%) puede leerse como la prueba más obvia del uso ineficiente que hacen las familias españolas de sus ahorros, con un comportamiento muy marcado por la aversión al riesgo de pérdida, que limita su disposición a aprovechar las mejores opciones para extraer rendimiento a su dinero.

"Los españoles se caracterizan por su aversión al riesgo. Somos un país que hace 30 años todavía iba muy justo de todo en cuanto a creación de riqueza y, a menos dinero, menos inversión y esta tiende a ser más conservadora", explica Guillermo Santos, socio de iCapital.

Es importante señalar que no existe una estrategia de ahorro e inversión ideal, aplicable a todos los casos. Cada persona necesita diseñar su propio plan en función de sus posibilidades y objetivos, sin perder de vista que no hay movimientos infalibles y que, con frecuencia, los logros financieros solo son alcanzables a través de la paciencia y la resistencia ante las posibles pérdidas temporales.

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Partiendo de esta base, no obstante, los expertos sí defienden una serie de pautas básicas que empiezan con el establecimiento de un plan regular de ahorro, la delimitación de un margen básico de cobertura (el dinero que es necesario mantener a mano para atender necesidades básicas del día a día y gastos inminentes), que se destinaría a efectivo y productos de elevada liquidez, con escaso riesgo –en esencia, cuentas y depósitos–; y un remanente que se podría destinar a inversiones, en los que la bolsa y la renta fija representarían la parte mollar y en los que la distribución y el perfil de riesgos quedaría definido por las condiciones del mercado y, en mayor medida, por las necesidades particulares del inversor (que estarán condicionadas por su nivel de ingresos, su edad y su capacidad de asumir riesgos).

Tradicionalmente, y a pesar de algunos recientes reveses, se ha considerado la cartera de inversión 60-40 (60% de renta variable y 40% de bonos) como la fórmula más equilibrada, que permite a los inversores beneficiarse del crecimiento a largo plazo de las bolsas, al tiempo que disfrutan de la mayor estabilidad que se les presupone a los bonos. Sin embargo, en España, los expertos admiten que esta es una composición inusual, ya que el perfil conservador de los clientes obliga a alumbrar estrategias menos arriesgadas y, por ende, con un perfil de rendimientos más modesto.

Otra idea común, especialmente en Estados Unidos, es seguir una regla por la que el peso de la renta variable se determina por 100 menos la edad. Es decir, para un inversor de 45 años, la inversión en bolsa sería del 55%. Hay muchos matices a considerar, como el riesgo que está dispuesto a asumir cada inversor. Pero también esto viene determinado por su formación y asesoramiento, cuestiones en las que, en términos financieros, los expertos suelen situar a España a la cola.

Son varias las razones que se suelen esgrimir para explicar esta tendencia al ahorro conservador de los españoles. En opinión de Guillermo Santos, una cuestión fundamental tiene que ver con una tradición forjada a lo largo de las décadas previas a la entrada de España el sistema del euro. "En España hemos vivido con tipos de interés muy altos antes de llegar el euro y eso también hace que el enfoque rentista prime con frecuencia sobre otros tipos de inversión como la bolsa", observa. Con rentabilidades de los depósitos bancarios y los bonos del Tesoro que usualmente superaban el 10% en la década de 1980 y buena parte de la de 1990 los ahorradores tenían pocos incentivos para destinar su dinero a opciones más arriesgada (aunque el tipo de interés real de las opciones conservadoras, una vez descontada la inflación, quedaba muy mermado).

Muy relacionado con esto se encuentra la tendencia de los ciudadanos españoles a destinar una parte muy considerable de su patrimonio a la adquisición de vivienda. En este apartado debe distinguirse entre la compra de una vivienda principal y las compras secundarias, efectuadas en muchos casos con una motivación de obtener un rendimiento.

De la Encuesta Financiera de las Familias se desprende que más del 41% la riqueza de los hogares españoles se corresponde con su vivienda principal, porcentaje que se eleva por encima del 51% en el caso de los menores de 35 años, lo que da cuenta del esfuerzo financiero que deben realizar las familias para adquirir una casa y que limita en gran medida su capacidad de ahorro para la inversión en otros activos.

La inversión inmobiliaria supera con mucho la apuesta por bolsa, fondos y planes de pensiones

Sin embargo, también puede observarse que otro 28,16% de sus activos se corresponde al apartado 'otras inversiones inmobiliarias', en el que se incluyen viviendas, solares y fincas, garajes (excepto cuando forman parte de la vivienda principal), naves industriales, tiendas, locales, oficinas y hoteles. Esta partida tiene un peso cuatro veces superior en el patrimonio de los hogares españoles que la bolsa, los bonos, los fondos de inversión y los planes de pensiones juntos, que representan poco más del 7%.

El interés por las inversiones inmobiliarias es un fenómeno que cuenta también con raíces históricas, y que ha resistido incluso el golpe que supuso el pinchazo de la burbuja hace algo más de tres lustros, impulsado ahora por el boom que vienen experimentando los precios de la vivienda en muchas zonas del país.

A pesar de los inconvenientes obvios que presenta este tipo de inversión en forma de exigencias financieras elevadas (dejando al margen la proliferación reciente de fórmulas de inversión parcial en activos inmobiliarios) e iliquidez (a diferencia de los activos financieros, su venta suele requerir procesos más largos y costosos), y de que sus rentabilidades no superan históricamente las de los activos financieros, los hogares españoles siguen viendo en el ladrillo una de las vías más confiables de inversión. Una percepción que se ve alentada por una experiencia histórica favorable –aunque con excepciones temporales, obviamente– y, con cierta lógica, por la posibilidad mucho más obvia (aunque no exclusiva) de ejecutar inversiones apalancadas (a través de créditos hipotecarios), que, aunque no exentas de riesgo, multiplican las posibilidades de ganancias en un periodo relativamente corto.

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Sin embargo, la mayor asequibilidad, liquidez y transparencia de las operaciones financieras las convierten en una opción más recomendable para el ciudadano de a pie a la hora de configurar una estrategia de inversión.

"Si fuéramos un material, España estaría hecha de ladrillo. Existe una gran preferencia por la inversión en inmuebles, ya sea en forma de vivienda propia, segunda residencia o compra de pisos para alquilar, y la tendencia sigue. Sin embargo, este tipo de inversión suele concentrar el patrimonio en activos ilíquidos y con poca diversificación. Además, el mantenimiento, la fiscalidad y la falta de flexibilidad pueden restar atractivo a esta opción", apunta Andrea Carreras-Candi, directora general de EFPA España.

En su opinión, "si bien los activos inmobiliarios pueden ser una buena estrategia dentro de un portafolio equilibrado, la clave está en combinar con activos líquidos como acciones, bonos o fondos indexados. Lo que debemos buscar es una mayor flexibilidad para afrontar imprevistos, aprovechar oportunidades de inversión y reducir el riesgo asociado a la concentración en un único tipo de activo".

Una visión con la que concuerda Santos: "Eligiendo bien y diversificando, como se hace con la parte financiera, la inversión en inmuebles siempre será un buen complemento", apunta. "Pero, insisto, siempre que la magnitud del patrimonio lo permita, pues si no, podríamos tener activos ilíquidos en exceso".

La forma en que los españoles han gestionado su dinero ha estado históricamente muy condicionada por la banca, que se ha beneficiado de su extensa capilaridad para establecer un cuasimonopolio sobre las decisiones de inversión de sus clientes al que muchos expertos culpan de gran parte de los problemas de inversión del país.

En resumidas cuentas, de lo que se acusa al sector es de, a menudo, haber incurrido en un conflicto de intereses en el asesoramiento a su clientela, colocándole productos que no se encontraban entre los mejores del mercado ni se adecuaban a sus necesidades, pero que eran los que más convenían a la propia entidad. El escándalo de las preferentes es posiblemente el caso más paradigmático de esta realidad, aunque en la industria se apuntan otros movimientos menos llamativos pero también perniciosos para la rentabilidad del ahorro, como la proliferación de fondos garantizados de bajo rendimiento y elevadas comisiones. Esta situación ha generado una mala experiencia que ha escarmentado a muchos ahorradores sobre los peligros de la inversión.

Incluso la Generación Z prefiere adquirir productos financieros en el banco

Sin embargo, y a pesar de la proliferación de vías alternativas de acceso al mundo del asesoramiento y la inversión que ha conllevado la digitalización, la banca sigue teniendo un papel preponderante en el acceso de los españoles a los productos financieros. Según los datos del VIII Barómetro del Ahorro del Observatorio Inverco, el 58% de los ahorradores se informa sobre productos financieros en la oficina bancaria y un 72% los contrata por esta vía (es la vía predilecta incluso para la Generación Z), cifras que apenas han variado en los últimos años.

"Muchas personas invierten únicamente en los productos que les recomienda su banco, sin comprender realmente en qué están invirtiendo. Esto los lleva a aceptar productos con altas comisiones, poca transparencia y rentabilidades mediocres. Nuestros vecinos hacen un uso mayor de asesores financieros independientes, roboadvisors y plataformas con costes más bajos y productos más eficientes, como fondos indexados y ETF", apunta Carreras-Candi.

Desde el sector bancario se tiende a justificar que su oferta está constreñida a las demandas de una clientela de corte conservadora y que arrastrar a los ahorradores hacia fondos de inversión de bajo riesgo ya representa un paso adelante frente al apego de los ahorradores españoles a los depósitos. En los años de tipos de interés en mínimos y depósitos no remunerados, hubo atisbos de un paulatino cambio de tendencia, con los inversores cada vez más abiertos a mover su dinero desde la cuenta bancaria hacia productos de inversión (aunque con preferencia por los de menor riesgo), pero el repunte de los tipos, que trajo consigo una tibia revitalización de la oferta en depósitos, ha revelado que el apego hacia estos productos sigue muy vivo entre los españoles.

La realidad es que Europa desplegó una normativa (MiFID II) para mejorar la información disponible y evitar conflictos de interés en la distribución de productos de inversión y en el asesoramiento financiero. El Ministerio de Economía, tanto con Luis de Guindos como con Nadia Calviño, y la CNMV, optaron por una transposición dura, a ojos de la industria española. MiFID II amenazaba con ser una revolución, pero la banca se adaptó y reforzó el control de la distribución de productos de inversión, con carteras de gestión discrecional en las que predomina el producto propio y la doble comisión, o lanzando los mismos fondos mencionados de renta fija a vencimiento o garantizados con rentabilidades que apenas cubren la inflación, pero que para el banco sirve para obtener comisiones con muy pocos recursos destinados a ello. De hecho, la banca lleva años potenciando la generación de ingresos con la venta de productos fuera de balance, e incluso muchas ofertas hipotecarias o de cuentas nóminas buscan crecer en clientes para colocar fondos, planes de pensiones y seguros.

La consecuencia de lo anterior es que cuando se observa el ranking de ventas en fondos de inversión, después de dos años de récord, los productos superventas siempre son de la banca y conservadores. Y nunca están entre los mejores de su categoría. Es difícil decidir qué fondo es mejor, pero en el sector se utiliza como una de las referencias el rating de Morningstar, que asigna de una (lo peor posible) a cinco (lo mejor posible) estrellas, según datos de rentabilidad y riesgo a tres años. Los fondos de cinco estrellas españolas nunca llegan al 10% de las captaciones netas cada año. El año pasado fue peor, con un saldo neto negativo, de 78 millones de reembolsos en los 135 fondos con cinco estrellas Morningstar. Muchos de ellos son de gestoras independientes, que tienen menos del 20% del patrimonio gestionado en fondos en España. Tampoco suman mucho los roboadvisor y otras firmas de gestión independiente. Indexa, que es líder, tiene 3.000 millones gestionados, cifra que es anecdótica si se compara con el volumen de patrimonio de la banca.

Sin mirada al futuro

"Somos un país que entiende el ahorro como la acción de guardar y reservar dinero. Sin más. Los depósitos bancarios siguen siendo una de las principales opciones de ahorro para los españoles, a pesar de sus bajas rentabilidades", añade la experta de EFPA.

Algunas voces también señalan que la propia regulación ha jugado en contra del apetito de los particulares por la inversión financiera, ya que, al adoptar un enfoque paternalista, ha restringido su acceso a algunos de los productos de mayor atractivo. A lo que se sumaría, según resalta José Luis Manrique, director de estudios del Observatorio Inverco, un entorno que no ha favorecido el ahorro para la jubilación. "La 'generosidad' de las pensiones públicas en España, con una de las tasas de sustitución más altas de la OCDE, no ayuda en la concienciación de la necesidad del ahorro a largo plazo. Si a esto añadimos los escasos incentivos fiscales y no fiscales a los Planes de Pensiones en España, el resultado es un déficit de ahorro previsión, que no ocurre en otros países, con sistemas de Planes de Pensiones (tanto desde la empresa como personales) más desarrollados", subraya.

Lo que subyace tras gran parte de los fallos de inversión más comunes entre las familias españoles es su bajo nivel de conocimientos financieros y que no es exclusivo de los hogares con menor desarrollo educativo y capacidad financiera, sino que alcanza a una proporción muy amplia de la sociedad, resultado del escaso énfasis que se pone en estas cuestiones en el ámbito educativo.

Un 59% de los españoles ignora los efectos del interés compuesto en sus inversiones

El Banco de España llevó a cabo en 2021 una Encuesta de Competencias Financieras que trataba de determinar el nivel de conocimientos de la población española entre 18 y 79 años en materia financiera, con una serie de preguntas muy básicas sobre el impacto de la inflación sobre sus ahorros, los efectos del interés compuesto o los beneficios de la diversificación de las inversiones. Un tercio de los encuestados fueron incapaces de responder correctamente la pregunta sobre la inflación, casi la mitad (un 48%) no acertó la referida a la diversificación y hasta un 59% erró en la referida al interés compuesto, incluido un 46% de los interrogados con estudios universitarios.

Tomando como referencia una encuesta similar, un estudio de la Comisión Europea publicado en 2023 mostró que España es uno de los países de la Unión con un menor grado de conocimientos financieros, solo mejorando los números de Chipre, Portugal y Rumanía.

"La educación financiera debe formar parte de nuestra educación, no solo como ahorradores o inversores, sino como personas. Sin una educación financiera no podemos tomar decisiones debidamente informadas. Aún estamos lejos, pero podemos acudir a quienes sí tienen el conocimiento necesario, riguroso y actualizado", advierten en EFPA.

Saber qué es el interés compuesto ayuda a que los ahorradores se conviertan en inversores, en la medida en que pueden ser conscientes de la importancia de invertir a largo plazo. Y, también, de que seguir una disciplina inversora, con exposición a la renta variable, tiene premio a futuro más allá de los vaivenes de corto plazo. Los asesores suelen poner como ejemplo la regla del 72, una curiosidad matemática por la que una inversión inicial se duplica en el número de años que se obtiene al dividir 72 entre una rentabilidad anualizada. Eso es, si se invierten 1.000 euros y se consigue una rentabilidad anual del 5%, se alcanzan los 2.000 euros en 14,4 años. La rentabilidad anual media de Wall Street en sus más de 200 años de historia es del 10%, y no hay ningún periodo de 20 años en pérdidas, aunque se hubiera invertido en el peor momento posible, lo que supone otro ejemplo de la conveniencia de apostar por el largo plazo y ser disciplinado, y mejor con aportaciones periódicas para reducir el riesgo.

Brotes verdes

A pesar de que muchos de los problemas de los que adolece la estrategia de inversión de los españoles se encuentran muy arraigados desde hace lustros, algunos expertos observan razones para la esperanza en las nuevas generaciones, favorecida por el auge de la información financiera por internet y a través de diversas iniciativas.

"Poco a poco se va percibiendo una mejora de la cultura financiera, ya que cada vez son más las iniciativas que van surgiendo para contribuir a una mejora de la formación financiera de nuestro país", afirma Carreras-Candi, que admite, no obstante, que "todavía queda un largo camino para que la educación financiera sea una prioridad en la sociedad española".

Una percepción que refrenda José Luis Manrique. "Todas las encuestas certifican un cambio sustancial en la forma de invertir de los españoles, probablemente basada en una mayor cultura financiera", asegura, apuntando, como ejemplo, al incremento del horizonte medio de inversión y el creciente interés por el ahorro periódico. "Aunque el ahorro periódico sigue siendo un tema a incentivar, sobre todo si queremos desarrollar de verdad el ahorro para la jubilación", concluye.

La bolsa española ha disfrutado a lo largo de los dos últimos años y medio de su periodo más boyante desde el estallido de la pasada crisis financiera, con un rendimiento total (incluidos dividendos) superior al 100% (el índice MSCI Spain acumula un retorno del 112% desde el 12 de octubre de 2022), casi 50 puntos porcentuales por encima de Wall Street y de la bolsa mundial.

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