Los bancos centrales se suman a la fiebre del oro y alimentan la creación de una burbuja
El oro ha roto ya la barrera de los 3.000 dólares. Lo singular no es sólo el precio, sino que son ahora los bancos centrales quienes están alimentando la subida a consecuencia de su interés por engrosar las reservas
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La fiebre del oro nunca se fue, pero las incertidumbres geopolíticas han reforzado el interés por uno de los metales más apreciados desde la antigüedad. Hasta el punto de que la onza de oro (31,1034768 gramos) ha roto por primera vez en la historia la barrera de los 3.000 dólares. Lo singular no es sólo el precio, sino que son ahora los bancos centrales quienes están alimentando la subida a consecuencia de su interés por engrosar las reservas. En particular China, pero también Polonia o India.
El renovado interés por el oro como activo de reserva tiene que ver con sus características de seguridad, liquidez, rentabilidad y portabilidad. Es decir, su valor no está tan sometido a los vaivenes de la geopolítica, lo que explica que sea uno de los valores refugio para los inversores, incluidos los bancos centrales. Seis autoridades monetarias han sido particularmente activas en la adquisición de oro desde mediados de 2022: China, Polonia, Turquía, Singapur, India y Qatar. El caso de Polonia, que hace frontera con Ucrania, es significativo porque su interés por el oro comienza justo después de la invasión de su vecino por Rusia. Varsovia compró el año pasado 28,53 toneladas de oro.
Frente a otros episodios alcistas, sin embargo, hay otra novedad. La mayor demanda de oro hay que relacionarla con que algunos bancos centrales afrontan un proceso de desdolarización. O lo que es lo mismo, tienden a basar sus reservas de divisas en otros activos distintos del dólar. Esto se manifiesta en el hecho de que la tenencia de bonos estadounidenses por parte de China, por ejemplo, se ha ido reduciendo en los últimos años y ahora se situaría en torno a los 770.000 millones de dólares, lejos de los más de 1,1 billones que llegó a controlar hace apenas cuatro años. Otras naciones vinculadas a los BRICS están realizando desinversiones similares, lo que explica que hasta el propio Trump hablara al comienzo de su mandato de que si esos países (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) amenazaban la hegemonía del dólar les subiría los aranceles un 100%.
Llega Donald Trump
Es en este contexto en el que hay que situar la “vertiginosa” demanda de oro, como lo denomina el Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés), que a partir de la información oficial de los estados ha estimado que el año pasado las compras de oro por parte de los bancos centrales superaron las 1.040 toneladas. Tan sólo en el último trimestre, coincidiendo en el tiempo con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, adquirieron 333 toneladas.
Son tres años consecutivos en los que los bancos centrales superan la compra de 1.000 toneladas de oro y es muy probable que también en 2025, según el Consejo, se repita esa cifra a causa de los conflictos armados y de las incertidumbres comerciales.
Esto significa que de las casi 5.000 nuevas toneladas de oro que salieron al mercado el año pasado, incluyendo la producción minera y el oro reciclado (4.975 toneladas), alrededor de la quinta parte está hoy en las reservas nacionales de divisas, lo que muestra el interés de los bancos centrales por el oro.
El activismo de los bancos centrales comenzó en 2019 después de que 21 entidades (entre ellas el BCE) decidieran no renovar un pacto sobre ventas de oro al considerar que ya existía un mercado suficientemente desarrollado. Aquel acuerdo contribuyó a equilibrar las condiciones en el mercado, pero desde entonces cada banco central ha intervenido a su manera, lo que explica que desde entonces el oro se haya revalorizado nada menos que un 233%. Es decir, en línea con los incrementos registrados en el S&P 500, que ha sido la estrella de los mercados en los últimos años hasta la llegada, precisamente, de Trump. Tan sólo en 2024, el valor de las nuevas demandas de oro supera los 382.000 millones de dólares.
Y es que las crisis les sientan bien al oro. Al principio de la Gran Recesión (2008) el oro cotizaba en el entorno de los 1.000 dólares; cuando llegó la pandemia, estaba ya en 2.000 dólares la onza, y este lunes ya cotizaba a 3.042 dólares.
No se trata, por lo tanto, de un repunte puntual vinculado sólo a las incertidumbres geopolíticas. El Consejo Mundial del Oro prevé, de hecho, que este año los precios sigan subiendo, alimentados por los bancos centrales y los inversores en ETF (fondos cotizados en Bolsa), lo que unido a las incertidumbres económicas producirá un incremento del oro como cobertura de riesgo. La rebaja de los tipos de interés en Europa es otro de los estímulos para apostar por el oro frente a otros activos.
China empuja el mercado
Es verdad, como estiman los analistas de Coface, que algunas de las mayores economías del mundo, como la de China, todavía tienen una proporción relativamente pequeña de oro en sus reservas. En 2024, representaba solo el 6% de las reservas totales del país, pero la demanda del Banco Popular de China ha aumentado en los últimos años. Las fluctuaciones del precio del oro, aseguran, han mostrado una fuerte correlación (superior a 0,77) con la acumulación de reservas chinas.
Por el contrario, la demanda de oro para joyería ha disminuido ligeramente en comparación con los niveles anteriores al Covid, cayendo un 7% entre 2019 y 2024. En 2024, la demanda de joyas representaba el 40% de la demanda total de oro, lo que supone, según Coface, una disminución de cuatro puntos en comparación con 2019. Este descenso fue especialmente pronunciado en los principales mercados, como India, Pakistán y China, donde los elevados precios del oro y la desaceleración del crecimiento económico frenaron la demanda de los consumidores.
En el caso de España, las reservas de oro son muy inferiores a su peso económico. El banco central tiene registrado en su balance 281,58 toneladas, según los datos del FMI manejados por el Consejo Mundial, a años luz de Alemania (3.351 toneladas), Italia (2.451), Francia (2.437) o Suiza (1.039).
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Hay que recordar que el Banco de España, al comienzo de la anterior crisis financiera (2008), se desprendió de una tercera parte de sus reservas de oro, justo cuando repuntaba el precio. En febrero de este año, el Banco de España poseía 9,05 millones de onzas —denominadas troy— con un valor de mercado equivalente a 24.867 millones de euros. Esto significa que desde el año 2020, pese a la política de venta de oro, la rentabilidad de los activos en manos del BdE ha crecido un 177%. O lo que es lo mismo, casi 10.900 millones de euros que hubieran podido ser un tercio más de no haber mediado la venta de oro.
La fiebre del oro nunca se fue, pero las incertidumbres geopolíticas han reforzado el interés por uno de los metales más apreciados desde la antigüedad. Hasta el punto de que la onza de oro (31,1034768 gramos) ha roto por primera vez en la historia la barrera de los 3.000 dólares. Lo singular no es sólo el precio, sino que son ahora los bancos centrales quienes están alimentando la subida a consecuencia de su interés por engrosar las reservas. En particular China, pero también Polonia o India.