La economía europea es vulnerable a EEUU, está obligada a emanciparse y reducir riesgos
La política ha puesto el foco en el gasto militar para salir del paraguas de la OTAN que está haciendo aguas. Pero Europa tiene también una gran dependencia económica de EEUU
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Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenaza con imponer aranceles del 200% al vino y la cerveza europeos, está evidenciando que está jugando la guerra comercial con malas cartas. EEUU busca generar malestar en el sector agrario, muy relevante en Francia, que ha sido el más combativo en los últimos años. A pesar del superávit comercial que tiene Europa con Estados Unidos, la realidad es que el comercio de bienes entre los dos bloques es reducido, aunque sea intenso en algunos sectores, como el agroalimentario o el automovilístico.
El riesgo para Europa es que, en la escalada arancelaria, Estados Unidos empiece a buscar herramientas más poderosas. Su arsenal está plagado, porque Europa tiene una gran dependencia de Estados Unidos que se concentra, principalmente, en la tecnología, las finanzas y la innovación. Aunque técnicamente no sean importaciones, Europa es altamente dependiente de la producción intelectual estadounidense.
Cuando se levanta cada mañana, probablemente lo primero que haga usted sea utilizar bienes y servicios de empresas estadounidenses. La alarma del iPhone, el soporte tecnológico de las webs que visita para informarse sobre cómo va el mundo, las redes sociales, incluso el recordatorio que se apunta en el calendario de Google para la comida con sus familiares o amigos. Todo eso sin salir de la cama que, en el mejor de los casos, se habrá fabricado en España.
Las empresas estadounidenses están completamente integradas en la vida diaria de los europeos. Dicho de otra forma: la producción estadounidense está clavada en cada segmento de la economía europea. Esto supone una fuente de vulnerabilidad en el caso de que la tensión entre Europa y Estados Unidos exceda de una guerra comercial a otra económica. Este escenario es poco probable, pero no es descartable. Suficiente razón para que la Unión Europea empiece a pensar en emanciparse de Estados Unidos. O, al menos, en buscar una relación económica más horizontal.
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La Comisión Europea ya elaboró una estrategia de autonomía económica en el año 2023. Bruselas señalaba en ese momento cuatro sectores que son clave para reforzar al continente: semiconductores, inteligencia artificial, tecnología cuántica y biotecnología. Huelga decir que los avances han sido escasos. El mejor ejemplo está en la IA: Chat GPT se lanzó en octubre de 2022, desde entonces, China ha sido capaz de responder con el desarrollo de DeepSeek. Europa se conforma con aprender a utilizar tecnologías desarrolladas por las dos potencias globales.
La inversión
Los déficits de Europa giran todos en torno a la inversión, tanto pública como privada. El Viejo Continente se ha acomodado en las últimas décadas, gracias a los avances tecnológicos que llegaban de Estados Unidos. El ejemplo paradigmático que se utiliza para mostrar la decadencia europea es el de Nokia, el gigante de la telefonía móvil a finales de los 90 que no quiso invertir en smartphones y quedó relegada del mercado global.
Este es el gran déficit europeo que señalaba Mario Draghi en su informe: "Europa debe reorientar profundamente sus esfuerzos colectivos hacia el cierre de la brecha de innovación con Estados Unidos y China, especialmente en tecnologías avanzadas". Si no consigue recuperar la inversión y volver a situarse a la vanguardia del conocimiento, Europa está condenada a perder posiciones respecto de Canadá y Estados Unidos.
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Un informe reciente del Global McKinsey Institute situaba a Europa muy lejos de las tasas de crecimiento que tienen otras economías con un nivel de desarrollo similar, y el motivo es la baja inversión. Hay pocas dudas de que éste es el gran reto de Europa. Pero para conseguir reactivar la inversión, se necesitan tocar muchas teclas, desde el sistema educativo, hasta la regulación, los mercados de capitales o la integración europea.
Incluso aunque Europa se pusiera las pilas con el desarrollo de la IA, seguiría necesitando los componentes fabricados en Estados Unidos. Bruselas aprobó en 2023 la Ley Europea de Chips que busca que el continente fabrique sus propios chips de última generación. Se invertirán 43.000 millones de euros para el desarrollo de esta línea de producción. Pero, aun así, necesitará a empresas extranjeras, incluyendo a la americana Intel y a la taiwanesa TSMC.
Consolidación empresarial
En cuestiones empresariales, Europa tiene las deficiencias de España, aunque en mayor escala. Las compañías europeas son pequeñas, en comparación con las de EEUU y chinas, y tienen escasa presencia transfronteriza. El ejemplo de España es ilustrativo: es más habitual que las multinacionales patrias expandan sus negocios a Latinoamérica que a Europa.
Para cortar los lazos con Estados Unidos, las empresas europeas tienen que ser capaces de competir a su nivel y proveer bienes y servicios a la altura. Esto pasa por ganar tamaño, sin perder competencia. Para favorecer la consolidación, es necesario armonizar regulaciones en el mercado interno y eliminar burocracia.
Pero también es necesario que los gobiernos europeos asuman que el proyecto comunitario es algo común —nótese la redundancia— y dejen de poner trabas a la consolidación entre empresas europeas. Sobre todo de empresas de un tamaño intermedio que sean capaces de aprovechar las economías de escala para elevar su productividad y aumentar su capacidad de inversión.
Mercados de capitales
Una de las situaciones más dramáticas que describe el informe elaborado por Enrico Letta es cómo cada año se van miles de millones de euros de ahorro europeo al mercado estadounidense en busca de proyectos de inversión que no existen en Europa. Con esos recursos se financia una buena parte de las empresas tecnológicas del Nasdaq que sitúan a EEUU en la vanguardia mundial.
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Europa necesita desarrollar un mercado de capitales sin fronteras dentro de la UE y profundo para financiar proyectos de inversión. En Europa, las empresas necesitan acudir a los bancos para solicitar préstamos, pero éstos tienen una regulación estricta para garantizar su solvencia incompatible con conceder préstamos de riesgo. Esto significa que una startup tiene grandes dificultades para lograr los recursos que necesita para poner en marcha una idea. Europa se ha convertido en el continente del ahorro (por el pesimismo de la población y por su envejecimiento) y esos recursos se van a financiar proyectos en el resto del mundo.
Las finanzas europeas son muy dependientes de los servicios provistos por empresas americanas. El sistema de pagos se monta en torno a tres grandes empresas americanas, Visa, MasterCard y PayPal. Pero no solo eso: cuando una empresa quiere emitir deuda en mercados recurre mayoritariamente a las agencias de calificación americanas: S&P, Moody’s y Fitch. Son solo dos ejemplos de la presencia de EEUU en el día a día del sector.
La energía
Cuando Europa cortó traumáticamente el cordón umbilical con Rusia —el tubo del gas— pasó automáticamente a elevar su dependencia de Estados Unidos. Los buques cisterna americanos con gas natural licuado se han convertido en el sustituto de los hidrocarburos rusos. Y Trump está presionando a la UE para que aumente sus importaciones de gas y petróleo. Europa siempre ha sido vulnerable desde el punto de vista energético, pero ahora tiene una mayor dependencia de EEUU.
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No solo eso: la energía en Europa es mucho más cara. La ausencia de grandes bolsas de petróleo y la estricta regulación medioambiental provocan que Europa pague uno de los costes energéticos más altos del mundo. Y es una de las causas que explica la desindustrialización de las tres últimas décadas.
El despliegue de una red de energías renovables es uno de los grandes retos que tiene el continente. No solo instalar la red, sino también crear la capacidad industrial para producir el capital físico necesario. Esto incluye la explotación de reservas de tierras raras que tiene el continente y que todavía no está utilizando por el impacto medioambiental que genera el proceso de refinado.
Los informes de Draghi y Letta ponen negro sobre blanco que Europa necesita financiación, pero también cambios regulatorios para que su economía sea competitiva. El continente está despertando, pero necesita tomar consciencia de que necesita hacer esfuerzos para emanciparse de Estados Unidos. O, al menos, reducir la vulnerabilidad económica que ahora tiene.
Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenaza con imponer aranceles del 200% al vino y la cerveza europeos, está evidenciando que está jugando la guerra comercial con malas cartas. EEUU busca generar malestar en el sector agrario, muy relevante en Francia, que ha sido el más combativo en los últimos años. A pesar del superávit comercial que tiene Europa con Estados Unidos, la realidad es que el comercio de bienes entre los dos bloques es reducido, aunque sea intenso en algunos sectores, como el agroalimentario o el automovilístico.