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EEUU se pega un tiro en el pie con la política arancelaria de Trump
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EL DÉFiCIT COMERCIAL SE DUPLICA DESDE 2017

EEUU se pega un tiro en el pie con la política arancelaria de Trump

Los aranceles, según Trump, iban a estrechar el ingente déficit comercial de EEUU (más de un billón de dólares), pero la realidad es muy distinta. Los impuestos a la importación de bienes sólo han traído más déficit

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)
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Arancel, según Donald Trump, es la palabra más bonita del diccionario, pero para la economía de EEUU comienza a convertirse en una auténtica pesadilla. Más inflación, menos crecimiento, fuertes descensos bursátiles y, sobre todo, nada indica que los impuestos a las importaciones para favorecer a la industria nacional hayan ayudado a equilibrar el comercio, que era lo que pretendía el presidente de EEUU cuando comenzó la guerra arancelaria. Aunque no hay cifras concluyentes, la relocalización industrial es todavía escasa.

El déficit comercial de EEUU, por el contrario, no solo disminuye, sino que crece desde que Trump, en su primer mandato, puso los primeros aranceles, posteriormente mantenidos por Biden. En 2017, el superávit comercial de la Unión Europea con EEUU era equivalente a 117.204 millones de dólares, pero hoy el desequilibrio entre exportaciones e importaciones alcanza los 251.050 millones. Es decir, en apenas siete años el déficit se ha duplicado, lo que revela la falta de competitividad de la economía de EEUU para vender bienes fuera de sus fronteras. Incluso ahora, en medio de la guerra arancelaria, el déficit se ensancha porque muchos importadores decidieron adelantar las compras ante la llegada de Trump y sus aranceles. Las importaciones de metal de Australia, por ejemplo, han aumentado en más de 3.000 millones de dólares para así poder esquivar los pagos.

Ni siquiera la capacidad que tiene EEUU para manejar el tipo de cambio del dólar para ganar cuota de mercado en el comercio mundial, gracias a que es la moneda de referencia, ha podido aliviar un problema de fondo que no ha podido resolver su hegemonía en plataformas tecnológicas o inteligencia artificial. El dólar, de hecho, aunque sigue siendo la moneda de reserva del planeta, ha perdido posiciones desde que comenzó el siglo, lo que refleja, precisamente, los problemas comerciales de EEUU al margen de las razones geopolíticas que esconde la utilización de una divisa u otra. En el año 2000, el 71% de las transacciones mundiales se hacían en dólares, pero hoy ese porcentaje ha bajado hasta el 58%.

La supremacía del dólar tiene que ver con que ningún país ha podido igualar a EEUU en cuanto estabilidad macroeconómica, mercados financieros amplios y profundos, ausencia de control de capitales y un sistema financiero abierto, líquido y transparente que favorece los intercambios transfronterizos. Pese a ello, el déficit comercial de bienes se situó el año pasado en 1,21 billones de dólares, solo compensado parcialmente con un superávit en servicios equivalente a 295.154 millones de dólares.

¿Aranceles del 100%?

Eso significa que manejar el tipo de cambio es clave para EEUU a la hora de reducir su déficit comercial, pero el propio Trump ha amenazado a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con elevar hasta el 100% los aranceles si crean una moneda alternativa al dólar. Un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional, sin embargo, advierte de que sería otra catástrofe para EEUU, que lejos de mejorar su posición competitiva sufriría de una manera impactante. En concreto, aranceles de ese calibre llevarían a un crecimiento menor del PIB con un coste que se situaría en torno a los 432.000 millones de dólares, mientras que la inflación sería 1,6 puntos porcentuales más elevada.

Ese es el futuro que le esperaría a la economía de EEUU en caso de que Trump opte por acelerar la guerra arancelaria. El desenlace, en líneas generales, coincidiría con su pasado más reciente, que no es, desde luego, un modelo a imitar por EEUU. En junio de 2018, la primera administración estadounidense bajo el presidente Trump introdujo aranceles a Europa sobre 6.400 millones de euros sobre el acero y el aluminio, pero desde entonces, como se ha dicho, el déficit con la UE se ha duplicado.

Lo significativo es que el ensanchamiento del déficit no solo es con Europa, sino también con otros socios comerciales a quienes Trump, durante su primer mandato, impuso aranceles. Los datos de la Oficina del Censo muestran, en concreto, que las importaciones de Canadá, México y China aumentaron notablemente desde entonces y que las balanzas comerciales también se han deteriorado con muchos otros países del G20.

Uno de los informes más completos sobre los efectos de los aranceles sobre la economía de EEUU lo ha realizado la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos, una agencia independiente del Gobierno, que sugiere que los costos para la economía estadounidense de la primera parte de los aranceles de Trump sobre el metal superaron a los beneficios.

Según este estudio, los aranceles sobre los metales impuestos en 2018 animaron a los compradores de acero y aluminio a comprar más a fuentes estadounidenses, pero provocaron un incremento de los precios internos de los metales y ampliaron la producción de acero estadounidense en aproximadamente un 2% entre 2018 y 2021. El trabajo también descubrió que los aranceles elevaron los costos de producción de las empresas que fabrican automóviles, herramientas y maquinaria industrial, reduciendo como resultado la producción en esas y otras industrias transformadoras en unos 3.480 millones de dólares en 2021. Las industrias del acero y el aluminio solo produjeron 2.250 millones de dólares más en metales ese año debido a los impuestos a las importaciones.

Pese a estos datos, la Casa Blanca, lejos de rebajar la tensión arancelaria, continúa con la estrategia negociadora favorita de Trump y su equipo económico: doble o nada. Es decir, apabullar al contrario como si se tratara de una partida de póker. La razón tiene que ver con que los aranceles, al margen de su efecto sobre el imponente déficit comercial del país, son los que, en teoría, deben sufragar la rebaja fiscal prometida por Trump antes de las elecciones, y si no hay ingresos por la vía del comercio, difícilmente se podrá cumplir lo anunciado. Es decir, el margen presupuestario de la economía de EEUU es muy limitado: una deuda pública que se sitúa en torno al 115% del PIB y un déficit fiscal cercano al 7%. Para más inri, la Reserva Federal se ha puesto en modo pausa ante los efectos que pueden tener los aranceles sobre la inflación (2,8%).

La prueba de fuego

Esto es, realmente, lo que explica la confianza de Trump y de su equipo económico en los aranceles. Entre otros motivos, porque las elecciones intermedias (se celebran cada dos años) serán la primera prueba de fuego para la Casa Blanca. Algo que parece tener en cuenta la Unión Europea, que ha respondido con aranceles espejo (una especie de ojo por ojo en los intercambios comerciales) para castigar a Trump., que está obligado a jugar con el tiempo.

La Casa Blanca necesita ingresos a través del comercio (los aranceles) para poder bajar los impuestos, y de ahí que el propio Trump, a quien no se le conoce ningún gesto de humildad o arrepentimiento, haya reconocido tiempos difíciles para la economía de su país. Bruselas, de hecho, ha concentrado su represalia (aranceles de hasta el 50%) en algunos de los productos más carismáticos de EEUU producidos, precisamente, en estados que apoyan a Trump, como el whisky bourbon, los vaqueros y las motocicletas Harley-Davidson.

Esta estrategia de atacar donde más duele, según Financial Times, puede explicar que un alto funcionario de la UE dijera este miércoles que la soja estaba en la lista de objetivos porque se cultiva en Luisiana, estado natal del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson.

Arancel, según Donald Trump, es la palabra más bonita del diccionario, pero para la economía de EEUU comienza a convertirse en una auténtica pesadilla. Más inflación, menos crecimiento, fuertes descensos bursátiles y, sobre todo, nada indica que los impuestos a las importaciones para favorecer a la industria nacional hayan ayudado a equilibrar el comercio, que era lo que pretendía el presidente de EEUU cuando comenzó la guerra arancelaria. Aunque no hay cifras concluyentes, la relocalización industrial es todavía escasa.

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