Retrato de la España que vive sola: más masculina, más joven y cada vez con más gastos
El número de hogares unipersonales se ha disparado y para dentro de 15 años puede ser el tipo de hogar más frecuente. El dato engloba realidades opuestas, de la soledad deseada a la obligada
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Durante mucho tiempo, vivir solo en España era una cuestión excepcional. Se puede decir, más bien, que nadie vivía solo, sino que se quedaba solo. Desde hace décadas, sin embargo, el número de hogares unipersonales ha aumentado de forma sutil pero constante. El porcentaje de personas que viven solas ha pasado del 1,9% en 1970 al 11,1% en 2024, como señalaba un reciente estudio del Observatorio Demográfico CEU-CEFAS. Una cifra bajo la que se ocultan realidades muy diferentes que muestran, no solo los cambios que se han producido en la España modernizada, sino los que están por venir: según los cálculos del INE, en 2039 habría 7,7 millones de hogares unipersonales, el 33,5% del total. La tipología más frecuente.
Todo apunta a que ese crecimiento se producirá, pero no al mismo ritmo ni de la misma manera en todos los grupos sociales. Durante mucho tiempo, la soledad solía tener el rostro de una mujer de más de 65 años. Una esperanza de vida de más de cinco años que hacía que abundasen las mujeres viudas autosuficientes. Vivir solo sigue siendo propio de gente mayor, pero va cambiando poco a poco, a medida que más personas de entre 30 y 65 años, muchos de ellos hombres, han empezado a vivir sin compañía por elección propia.
"Hay diferencias enormes por curso vital: el significado de vivir solo, los problemas o los recursos cambian drásticamente en función de la edad", recuerda Juan López Doblas, profesor de sociología de la Universidad de Granada que lleva décadas trabajando sobre el tema. El gran boom de los hogares unipersonales durante las últimas décadas se debe al envejecimiento de la población, una mejora en la calidad de vida de los ancianos y una segunda transición demográfica en la que el tamaño de los hogares se ha reducido.
"Las personas mayores antes no tenían independencia económica, enviudaban y se iban a casa de alguno de sus hijos: era casi automático", explica. Ahora, ni unos ni los otros quieren compartir casa: vivir solo, a cualquier edad, se ha convertido en algo aspiracional. "Antes la gente criticaba al que vivía solo: no está con su hija, ¿qué pasa?", recuerda el sociólogo. "Ahora la gente critica a la gente mayor que vive con sus hijos".
Las mujeres ya se habían adaptado a la soledad, ahora los hombres empiezan a hacerlo
Uno de los grandes cambios sociales de las últimas décadas pasa por el reclamo de independencia entre la gente mayor, que dispone de más recursos económicos que en el pasado. "Quieren envejecer solos en casa, no en una residencia o con los hijos: la privacidad está en alza entre la gente mayor", explica. Una situación posible gracias a la mayor disponibilidad de renta entre los mayores de 65 y los cambios familiares que afectan a todas las generaciones. Una persona que se jubila este año, a los 65, vivió su juventud durante los 80.
Pero hay otro perfil sociodemográfico que cada vez vive solo con más frecuencia: el de varones adultos de edades intermedias entre los 30 y los 65. Como recordaba Cristina López Villanueva, socióloga de la Universitat de Barcelona, vivir solo está "rejuveneciéndose y desfeminizándose". Las mujeres se habían adaptado antes y mucho mejor a vivir solas, recuerda Doblas, y los hombres se están incorporando a ese cambio social de forma más tardía. Ellas, cuando enviudan, prefieren no volverse a juntar porque han vivido atrapadas en matrimonios que no funcionaban.
"Antes los hombres se vanagloriaban de que no sabían freír un huevo, ahora se meten en la cocina, planchan y se valen en casa con poco apoyo", recuerda. En 2004, 800.000 hombres de entre 30 y 65 años vivían solos. En 2024, la cifra se había doblado. Algo semejante ocurre con las mujeres, de 600.000 a 1.200.000. Es un colectivo que engloba realidades muy diferentes. Entre estos solitarios se engloban tanto los obligados por las circunstancias (divorcios, soltería) como por otras circunstancias, como el gran traspaso de hogares vía herencia del que empiezan a beneficiarse.
O la soledad no deseada o la vida aspiracional del single. "Es un tipo de vida solitaria que puede ser complicada, porque ven alrededor amistades que se van emparejando y es más cara económicamente porque no compartes gastos, así que suele ser un colectivo con problemas de soledad", recuerda Doblas. Pero, al mismo tiempo, si no hay problemas económicos ni familiares, vivir solo es algo a lo que cada vez más gente aspira.
"Ahora la soltería no está mal vista, sino que se identifica con vivir la vida, poder viajar y tener independencia, que es otro factor que está fomentando las rupturas matrimoniales", recuerda. Vivir solo antes estaba relacionado con la soltería prolongada, mientras que ahora es mucho más común que los menores de 50 “entren y salen de la vida en pareja con más frecuencia o incluso que compartan piso". De ahí que vivir solo sea, en ocasiones, una mera época de transición. El mismo motivo por el que es previsible que de aquí a 2050 siga aumentando el número de hogares unipersonales.
Los municipios donde más gente vive sola son pequeños y rurales o grandes urbes
Por esa misma razón, y aunque se suela relacionar vivir solo con la soledad, el impacto psicológico es muy distinto según la edad y si es deseada o no. Todas las encuestas, recuerda Doblas, la asocian con mayores problemas de salud mental y de sentimiento de soledad, así como de depresión. Algo que se acentúa, además, a una edad más avanzada (de 85 años en adelante) y con los problemas económicos. "Suele ser un círculo vicioso del que no logras salir: a más soledad, más depresión, y a más depresión, más soledad", recuerda.
O pueblos muy pequeños o ciudades muy grandes
Dos realidades muy distintas, una elegida y otra obligada, una envidiada y otra estigmatizada, que se refleja bien en el mapa de la España que vive sola y que muestra una curiosa polarización. Los municipios donde hay más proporción de hogares unifamiliares son o los pueblos más pequeños de la España vaciada, rural y envejecida o el centro de las grandes urbes. O donde ocurre todo o donde no ocurre nada. Los espacios intermedios han quedado para las familias.
Una tendencia que ya había identificado López Villanueva en una de sus investigaciones, donde mostraba que en los municipios de menos de 100 habitantes, los hogares unipersonales representaban el 37,38% del total. El número descendía a medida que aumentaba el tamaño del municipio, pero volvía a aumentar en las ciudades de más de 500.000 habitantes. Es en la almendra central de Madrid, en barrios como Malasaña, Chueca o Argüelles, o en otros como el barrio Gótico o el Born de Barcelona, donde los hogares unipersonales llegan a significar casi la mitad.
"Son las dos dimensiones del envejecimiento", recuerda Villanueva. "En la España vacía mucha gente vive sola porque se ha quedado sola, han desaparecido sus familiares y sus amigos, etc., y eso también ocurre en el centro de las grandes ciudades". Hay otro factor que se encuentra detrás de esas cifras, y es la movilidad residencial que se produjo durante las últimas décadas del siglo XX, en la que los centros se vaciaron en favor de las periferias.
"Hubo un boom de personas que salieron del centro para buscar otro tipo de comodidades en lugares más alejados de la ciudad, más en contacto con la naturaleza, en casas unifamiliares o adosadas", recuerda Villanueva. Un modelo residencial protagonizado por parejas jóvenes con hijos pequeños en busca de consolidación de un estilo de vida familiar que dejó los centros urbanos para las personas (jóvenes o mayores) que vivían solas. Alrededor de los centros de las grandes ciudades, hay grandes cinturones donde la densidad de hogares unipersonales es mucho menor, al igual que la media de edad. Vida familiar, vida de PAU.
Las personas que viven solas gastan un 39% más
Según muestran los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) del INE, los hogares unipersonales gastan más por persona que el resto porque no se reproducen las economías de escala, al no poderse compartir los gastos básicos fijos de vivienda y comida. En concreto, los hogares de un miembro desembolsaron de media en 2023 21.380 euros, mientras que el total de todos los hogares gastaron un 38,6% menos por persona.
Los hogares unipersonales destinan el 41,5% a la vivienda, frente al 30,7% del total
En todos los hogares el desembolso principal es el relacionado con la vivienda, pero adquiere más peso en los unipersonales, que destinan el 41,5% de su presupuesto a ella frente al 30,7% del total. En este grupo se incluyen los gastos en suministros, alquileres y enseres domésticos, pero no las hipotecas porque el INE las considera una inversión, no un gasto.
Los hogares de un miembro viven más de alquiler a precio del mercado (el 20% de ellos frente al 17% del total) por lo complicado que es acceder a una vivienda en propiedad en solitario con las exigentes condiciones para la concesión del crédito y el elevado importe de la entrada. Además, la evolución del mercado del alquiler de vivienda habitual en los últimos años ha provocado que este sea un gasto porcentualmente creciente entre los hogares unipersonales.
Los microdatos de la EPF reflejan que los domicilios unipersonales tuvieron un gasto monetario medio al año de 18.423 euros en 2023, de los cuales el 31,1% lo destinaron solo al pago de las mensualidades de la renta (5.737 euros), 3,64 puntos más que hace cinco años. Si se analiza la diferencia entre el gasto monetario de los hogares unipersonales inquilinos y de los propietarios se observa como los primeros gastan un 22% más que los segundos, lo que ya está influyendo en una disminución del consumo entre los domicilios que viven de alquiler que hace más complicado el ahorro. Cabe señalar que el gasto monetario difiere del gasto total en que no se incluyen bienes y servicios procedentes del autoconsumo, del salario en especie y de comidas gratuitas en el trabajo porque no se produce ningún pago por su adquisición.
Al final, vivir solo supone en muchos casos un privilegio que está retrasando la emancipación de los jóvenes, que perciben ingresos inferiores. De hecho, el grupo de los menores de 30 años es el único en el que no ha aumentado el número de hogares unipersonales en los últimos 20 años, y actualmente son menos que en los años anteriores a la crisis financiera.
Por eso es probable que el aumento de los hogares unipersonales se ralentice incluso entre los mayores de esa edad, como ya está identificando Villanueva en sus recientes investigaciones, por "el coste que supone vivir solo", explica. "Hasta 2020, los responsables del crecimiento del número de hogares eran los unipersonales, pero ahora son los de dos personas". Como recuerda Doblas, apenas ningún menor de 30 vive solo en España: "La gente de 40 para abajo querría vivir sola mucho más, pero no pueden".
Durante mucho tiempo, vivir solo en España era una cuestión excepcional. Se puede decir, más bien, que nadie vivía solo, sino que se quedaba solo. Desde hace décadas, sin embargo, el número de hogares unipersonales ha aumentado de forma sutil pero constante. El porcentaje de personas que viven solas ha pasado del 1,9% en 1970 al 11,1% en 2024, como señalaba un reciente estudio del Observatorio Demográfico CEU-CEFAS. Una cifra bajo la que se ocultan realidades muy diferentes que muestran, no solo los cambios que se han producido en la España modernizada, sino los que están por venir: según los cálculos del INE, en 2039 habría 7,7 millones de hogares unipersonales, el 33,5% del total. La tipología más frecuente.