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La economía española navega viento en popa, pero en aguas transatlánticas turbulentas
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España muestra resiliencia

La economía española navega viento en popa, pero en aguas transatlánticas turbulentas

Resintonizar la longitud de onda entre los aliados transatlánticos, pese a las batallas arancelarias y discrepancias regulatorias entre ambas orillas, redundará en beneficio de sus empresas e inversores

Foto: Bandera de España y de la Unión Europea. (Eduardo Parra / Europa Press)
Bandera de España y de la Unión Europea. (Eduardo Parra / Europa Press)

La cuarta potencia del euro sigue mostrando grandes dosis de resiliencia frente a la anemia de sus principales socios monetarios y en medio de un emergente ‘decoupling’ económico, con cada vez mayores divergencias monetarias y asimetrías de mercado, entre EEUU y Europa. Resintonizar la longitud de onda entre los aliados transatlánticos, pese a las batallas arancelarias y discrepancias regulatorias entre ambas orillas, redundará en beneficio de sus empresas e inversores.

El retorno de la Administración Trump ha agitado la arena geopolítica, la economía y los mercados. La puesta en liza de un nuevo ideario en la Casa Blanca ha aireado algunas brechas transatlánticas que, en cualquier caso, ya se adivinaban en el tramo final de 2024. Aunque haya sido en los primeros estadios de 2025 cuando han emergido con una mayor nitidez. Instituciones multilaterales como el FMI hablan abiertamente de un posible cambio de ciclo de negocios, resaltando el contraste entre la anémica actividad productiva de los socios del euro -en especial, por la parálisis industrial y de la demanda interna y externa de su eje franco-alemán- y la opción real de que EEUU ingrese en un súper-ciclo por su propensión a recuperar un dinamismo productivo que le aproxime de nuevo a su potencial de crecimiento.

Pero no es el único rasgo diferencial. Cada una de sus autoridades monetarias, el BCE y la Reserva Federal, empiezan a surcar trayectorias divergentes en sus estrategias de tipos de interés. La Fed poniendo pausa a posibles rebajas antes los riesgos de repuntes inflacionistas por los efectos colaterales de las escaladas arancelarias y de la esperada doble reducción tributaria de la Casa Blanca a empresas y consumidores. Mientras el banco central del euro se muestra dispuesto a abaratar el dinero de forma intensa para espolear el crecimiento.

Todo ello, además, ha distorsionado el espíritu inversor a uno y otro lado del Atlántico. Los mercados de capital en EEUU, incluso tras el lunes negro del pasado 20 de enero, cuando los valores tecnológicos se alteraron por la exhibición bursátil de la Inteligencia Artificial (IA) china de DeepSeek, disfrutan de las inercias de unas carteras de inversión dispuestas a vivir un tercer ejercicio con rentabilidaes positivas después de que el S&P 500 registrara un repunte del 24% en 2023 y del 23% en 2024.

Foto: Gonzalo Bernardos en 'La Sexta Xplica'. (Atresmedia)

En Europa, por el contrario, este año ha comenzado con subidas en los mercados, pero con dudas razonables sobre su vigor económico futuro por su evidente pérdida de competitividad. Quizás, estas incógnitas se despejen cuando se vislumbre la senda que tomará la hoja de ruta sugerida por Mario Draghi para que el mercado interior gane suficiente músculo competitivo como para rivalizar con EEUU y China. De momento, la Comisión Europea ha situado el aumento de productividad, la reconversión industrial, los avances digitales y en transición energética y la simplificación burocrática en el top-one de su estrategia económica para la actual legislatura.

Los mercados anticipan, pues, un escenario macroeconómico relativamente benigno. Sobre todo, en EEUU, para cuya economía manejamos en Julius Baer una predicción de crecimiento del 2,5% para este año y 2026. Eso sí, con mayor inflación -del 3.4% en 2025 y del 2,8% el próximo ejercicio-, lo que reduce las expectativas de un abaratamiento del precio del dinero. De hecho, esperamos que la Fed mantenga en pausa la política monetaria todo el año; es decir, con los tipos de interés en el 4,5%.

Este escenario contrasta con las perspectivas en Europa donde los precios siguen disminuyendo por la debilidad de la demanda y la creciente atonía de su actividad; muy en especial, en la eurozona, que apenas crecerá un 0,6% este año y un 1% en 2026, lastradas por un eje franco-alemán con sus locomotoras gripadas. En consecuencia, el margen del BCE es lo suficientemente extenso como para prever que los tipos acaben el ejercicio en el 1,75%.

En el contexto europeo, España se encuentra en una posición relativamente favorable

Dentro de esta debilidad, la economía española ha mostrado una fuerte resiliencia en los últimos años, superando el ritmo de sus vecinos. En parte, por el fulgurante despegue de un sector turístico que, tras su hibernación durante la Gran Pandemia, ha pasado a jugar un papel crucial en el dinamismo económico y la generación de empleo. Aunque también han tenido un protagonismo crucial las inversiones públicas. Ambos parámetros han catapultado el consumo, que se ha mantenido estable por la relativa contención de la inflación. Además, la demanda externa y el gasto público están llamados a seguir aportando crecimiento en el corto plazo. Al igual que las esperadas rebajas de tipos que, si se consigue certificar inflaciones controladas, podrán espolear el consumo a medio plazo.

En el contexto europeo, España se encuentra en una posición relativamente favorable. Pero no puede caer en la complacencia. Porque si buceamos en profundidad, su economía presenta señales menos entusiastas y reivindicaciones de reformas estructurales que estimulen la productividad. En línea con las recomendaciones competitivas de Draghi. En paralelo, el IPC se ha situado por encima del consenso del mercado, con un 2,8% en 2024 y un PIB que, aunque en ritmos aceptables, parece haber perdido fuelle por la baja intensidad productiva de sus socios monetarios.

Además, la deseable contención de precios podría verse ensombrecida por la más que posible escalada arancelaria americana a Europa. La Administración Trump augura gravámenes adicionales a ciertos productos importados, lo que tendría un efecto dañino sobre la economía global, europea y, por supuesto, española. Si se materializan estos planes, es probable que el la inflación española repunte, ya que los costes de producción aumentarían por el encarecimiento de las importaciones, lo que redundaría negativamente en el sector exterior que vende mercancías y servicios a EEUU. Pero, sobre todo, las medidas proteccionistas podrían afectar a la confianza de consumidores y empresas y, en consecuencia, ralentizar el ritmo económico hispano.

*Almudena Benedit, responsable de Julius Baer Gestión

La cuarta potencia del euro sigue mostrando grandes dosis de resiliencia frente a la anemia de sus principales socios monetarios y en medio de un emergente ‘decoupling’ económico, con cada vez mayores divergencias monetarias y asimetrías de mercado, entre EEUU y Europa. Resintonizar la longitud de onda entre los aliados transatlánticos, pese a las batallas arancelarias y discrepancias regulatorias entre ambas orillas, redundará en beneficio de sus empresas e inversores.

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