España encara la guerra económica de Trump con la tasa Google pero con déficit comercial con EEUU
La Casa Blanca anuncia que explorará "aranceles recíprocos" y pone al IVA europeo y la "tasa Google" impuesta por algunos países europeos como objetivo
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Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha encargado al Tesoro y al Departamento de Comercio que preparen aranceles recíprocos para todos los socios comerciales que impongan lo que su Administración identifique como barreras comerciales o arancelarias a los productos estadounidenses. Entre ellas, el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), pero también impuestos a determinados servicios digitales, como puede ser lo que en España se conoce como la ‘Tasa Google’.
El objetivo es que el plan esté listo para empezar a aplicarse a partir del 1 de abril. En su exposición de argumentos, el Gobierno de Estados Unidos ha asegurado que hará un análisis país por país, para tratar de reducir los respectivos déficits comerciales, que se generan cuando un país importa más de lo que exporta de otro.
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EEUU mantiene un déficit comercial global de 1,2 billones de dólares (1,15 billones de euros). Para Trump, al contrario de lo que asegura la ciencia económica, esto equivale a un subsidio de las empresas y contribuyentes estadounidenses al resto del mundo. Por eso, uno de los principales objetivos de la Casa Blanca es la Unión Europea, cuyo superávit comercial de 235.500 millones de dólares con EEUU representa casi el 20% del déficit comercial americano.
Las cartas de España (para bien y para mal)
En este sentido, España tiene bazas a favor para mitigar el golpe, pero también otras en contra. Entre las primeras, sobresalen dos: el IVA se aplica en todos los países de la UE y la economía española está relativamente “escondida” dentro de las balanzas comerciales comunitarias. De hecho, España es el segundo país con un mayor déficit comercial con EEUU. Es decir, compramos a las empresas estadounidenses más bienes de los que ellos nos compran a nosotros. El mundo ideal de Trump.
Según los últimos datos de la Comisión Europea, correspondientes a 2023, ese déficit alcanzó los 5.700 millones de euros, solo superado por el de los Países Bajos, que sumó 34.700 millones. En el otro lado de la balanza estarían Alemania, Italia y Irlanda, con 85.800 millones, 42.100 millones y 31.100 millones de superávit comercial con EEUU, respectivamente.
Sin embargo, hay otros factores que nos señalan negativamente a ojos de Washington. Uno de ellos es el Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales, vigente solo en algunos países de la UE, como Francia, Italia, Portugal, Hungría, Dinamarca o Austria, además de España. Se trata de un impuesto por el que se grava un porcentaje de los ingresos de compañías como Alphabet (matriz de Google) o Meta (matriz de Instagram, WhatsApp y Facebook).
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En España, la cifra es del 3% de una serie de servicios. Además, en el caso español, el impuesto ha quedado muy por debajo de las expectativas recaudatorias generadas. Cuando se impuso en 2021, se llegó a hablar de más de 1.000 millones de euros de recaudación, pero el pinchazo fue evidente desde el primer ejercicio, con una cifra cercana a los 300 millones. Para 2023 y 2024, este último con presupuestos prorrogados, la previsión oficial de recaudación quedó en 285 millones de euros.
Aquí EEUU se va a poner especialmente serio. El jefe de gabinete adjunto de Trump, Stephen Miller, lo ha dejado claro recientemente: “Otro ámbito en el que Europa está incurriendo en prácticas depredadoras: están multando a nuestras empresas tecnológicas con miles y miles de millones de dólares. Son ingresos y puestos de trabajo que deberían estar aquí, en Estados Unidos. Las empresas tecnológicas están sujetas a impuestos digitales, censura y onerosas sanciones financieras que ascienden a decenas de miles de millones de dólares cada año”. La acusación es amplia. Va desde los ya citados impuestos a servicios digitales a las multas por competencia o la aplicación del Acta de Servicios Digitales (DSA) o el Acta de Mercados Digitales (DMA).
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Sin embargo, donde más sobresale España del resto es en el bajísimo gasto presupuestario en Defensa, en relación con lo que invierten el resto de miembros de la OTAN, la alianza militar liderada por EEUU y que ha sido clave en el equilibrio geopolítico posterior a la II Guerra Mundial.
España apenas destina un 1,28% de su PIB a gastos de Defensa, según los criterios de la OTAN, lo que le sitúa en último lugar de los 32 miembros de la alianza. Esto supone 20.000 millones de euros, un 75% más que en 2019, pero, aun así, se queda muy lejos del 2% que se ha fijado históricamente la OTAN como objetivo y a una distancia sideral del 5% que Donald Trump ha asegurado a sus aliados que les va a exigir.
El aumento del gasto militar por parte de los países europeos tendría un doble beneficio para Trump: daría a Europa una mayor autonomía en Defensa (permitiendo a EEUU reducir su peso relativo en la alianza) y, dado que una parte significativa de la inversión se hace en empresas americanas, serviría para reducir el déficit comercial. En un momento en que las negociaciones de paz en Ucrania van a estar abanderadas por Washington y Moscú, con un rol por ahora residual de la UE, este punto es crítico para la seguridad europea.
Impacto en la economía española
De momento, el principal impacto del plan anunciado por Trump es el incremento de la incertidumbre económica. Aunque España mantiene un déficit comercial con EEUU, exporta productos por valor de 18.900 millones de euros, especialmente petróleo refinado y bienes agroalimentarios, pero también otros componentes industriales, como turbinas eólicas. Todos estos productos son susceptibles de recibir aranceles adicionales.
Una de las claves será si EEUU considera a la UE como un bloque comercial o si utiliza la estrategia de castigar a países concretos. Aunque teórica y prácticamente, la UE funciona como un bloque aduanero único, lo que dificulta la imposición de aranceles distintos a cada país, Trump ya pudo hacer esto en el pasado. La estrategia fue acusar de competencia desleal (dumping) a los productores de países que quisiera penalizar en cada momento. La aceituna española es un ejemplo de esta práctica.
Existe, además, un arma adicional que podría usar la Administración Trump, vigente en el Código Fiscal de EEUU (sección 891). Si el presidente considera que se están imponiendo impuestos injustos a empresas americanas, EEUU puede imponer impuestos especiales de “represalia” contra empresas de ese país que tengan actividad en EEUU.
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En cualquier caso, esos casi 19.000 millones de euros solo suponen un 4% de las exportaciones españolas. El impacto sería limitado. Pero a ello habría que sumar el efecto indirecto que tendría en la economía española el deterioro de la situación en el resto de la zona euro y de la Unión Europea, que representan más de la mitad y casi dos terceras partes, respectivamente, del total. Si Alemania y Francia estornudan, España se va a resfriar también.
Sin embargo, el hecho de que los aranceles no vayan a empezar a aplicarse hasta el 1 de abril, junto con el anuncio y casi inmediata suspensión de aranceles a México y Canadá, han generalizado la interpretación de que podría tratarse de una mera estrategia negociadora por parte de la Casa Blanca.
Y así lo reflejaron los mercados. La publicación del plan cogió a las bolsas europeas cerradas, pero las de EEUU terminaron la sesión con alzas del 1% en el caso del S&P 500 y del 1,5% en el del Nasdaq Composite. Ambos muy cerca de sus máximos históricos. Tras la imposición de aranceles a México y Canadá, estos mismos índices recibieron la noticia con caídas del 2% o superiores, en los primeros compases de la jornada. Y las divisas marcaron señales similares: si hace dos semanas, el dólar repuntaba ante el riesgo de una guerra arancelaria total, ayer por la noche reaccionaba con bajadas.
¿Qué le pasa a EEUU con el IVA?
Una de las obsesiones de la nueva Administración estadounidense es el IVA. “Un ejemplo es el Impuesto sobre el Valor Añadido de la UE, que casi triplica la tasa arancelaria de la UE sobre las exportaciones estadounidenses”, ha explicado Peter Navarro, asesor principal de Trump en materia comercial.
“No es de extrañar que Alemania nos venda ocho veces más coches que nosotros a ellos. El presidente Trump ya no va a tolerar eso”, ha añadido Navarro, en un nuevo ejemplo de la cruzada del inquilino de la Casa Blanca contra la industria automovilística alemana. La fijación de la Administración americana con el IVA europeo es relativamente nueva, pero llevan insistiendo en ello desde hace días. “¿Sabías que cuando envías un coche de Estados Unidos a Europa, si es que lo dejan entrar porque tienen muchas barreras no arancelarias, entre el IVA y los aranceles, ese coche está gravado al 30%? El coche alemán o europeo que se envía a Estados Unidos se grava con un 2,5% o, básicamente, con un 0%”, señaló recientemente Stephen Miller, jefe de gabinete adjunto de Trump.
“La Administración Trump parece estar avanzando en una dirección política «recíproca» a pesar de las importantes consecuencias económicas negativas para los consumidores estadounidenses de los aranceles generalizados sobre los bienes que llegan a Estados Unidos. Sin embargo, el sistema de IVA de la UE no debe utilizarse como justificación para imponer aranceles de represalia”, señalaron recientemente Sean Bray, Jared Walczak y Erica York, de la Tax Foundation, un think tank sobre política fiscal con base en Washington DC.
Hasta ahora, Trump ha anunciado aranceles del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio a partir de marzo, y también del 25% a todas las importaciones de México y Canadá, aunque después retrasó estas durante un mes para negociar con los Gobiernos mexicano y canadiense. Algunos analistas ven en la secuencia de estos nuevos aranceles recíprocos una estrategia de presión de la Administración Trump.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha encargado al Tesoro y al Departamento de Comercio que preparen aranceles recíprocos para todos los socios comerciales que impongan lo que su Administración identifique como barreras comerciales o arancelarias a los productos estadounidenses. Entre ellas, el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), pero también impuestos a determinados servicios digitales, como puede ser lo que en España se conoce como la ‘Tasa Google’.