El negocio del siglo: el asalto de Musk y sus aliados a los medios de pago
La industria financiera tiene nuevos jugadores. Ya existían antes de la llegada de Trump, pero con el nuevo inquilino de la Casa Blanca el papel de las plataforma tecnológicas será determinante. Las desregulaciones abren el camino
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El negocio es inmenso. Probablemente, el mayor de la historia. No en vano, lo que está en juego es quién gestiona las transacciones económicas que se hacen por medios electrónicos. Nada menos que 1,8 billones de operaciones al año, aunque con una perspectiva de alcanzar los tres billones en 2030, según prevé la consultora PwC.
Esas operaciones se hacen hoy a través de sistemas monitorizados y controlados por los gobiernos y los bancos centrales, pero la decisión del Tesoro de EEUU de autorizar a Elon Musk y su equipo de eficiencia gubernamental, así se llama, abre una nueva era. Por primera vez, unas decenas de particulares —no son funcionarios— podrán saber quienes son los destinatarios de los pagos del Gobierno de EEUU. Es decir, tendrán acceso al santo grial de cualquier Estado, que no es otro que controlar los medios de pagos para garantizar tanto la seguridad jurídica como la privacidad de los participantes en una transacción financiera.
Entre los colaboradores de Musk (incrustado en el Departamento de Eficiencia Gubernamental, DOGE, según sus siglas en inglés) está Tom Krause, director ejecutivo de una empresa de Silicon Valley, Cloud Software Group, que recientemente firmó un acuerdo de ocho años con Microsoft para ofrecer soluciones en la nube y en la inteligencia artificial generativa. Es decir, no se trata de especialistas en contabilidad presupuestaria o expertos en políticas públicas, sino especialistas en herramientas informáticas que tendrán acceso a sistemas históricamente reservados a funcionarios porque incluye material sensible que afecta a millones de datos de ciudadanos y empresas, como el pago de impuestos, los contratos con proveedores del Gobierno o las transferencias sociales. Según The New York Times, un alto funcionario fue pasado a la reserva después de oponerse a que el grupo de Musk tuviera acceso a información tan comprometida.
La Administración Trump se ha defendido diciendo que el equipo del hombre más rico del mundo sólo tendrá acceso en ‘modo lectura’, pero fue el propio Musk quien dijo días antes que sus ayudantes podrán cancelar de forma unilateral determinados pagos y subvenciones. La autorización de la Casa Blanca es tan singular desde el punto de vista legal que una juez federal aprobó ese jueves a última hora una orden temporal para impedir que los hombres de Musk tengan acceso a los ficheros del Tesoro.
Razones para sospechar
Sea como fuere, lo cierto es que hay razones para sospechar. El interés de las plataformas tecnológicas por controlar los sistemas de pagos viene de lejos, pero ahora, tras la llegada de Trump, se les abre una ocasión inmejorable. Una filial del entramado de empresas de Musk, X Money, acaba de firmar un acuerdo estratégico con Visa Direct que le permitirá operar con dinero electrónico a través de la plataforma, que cuenta con más de 500 millones de usuarios en todo el mundo. La intención es que X Money se convierta antes de que acabe este año en una app ‘para todo’, incluyendo los pagos, la financiación de la economía y hasta operaciones con criptomonedas, lo que supone una enorme competencia para la banca tradicional. Su modelo, aunque más volcado a las transacciones financieras, es Tencent, el gigantesco conglomerado chino que opera en un sinfín de actividades (ocio, videojuegos, telecomunicaciones…).
Se trata de un proceso de expansión con la mirada puesta en los servicios financieros, en los que EEUU tiene una posición dominante a ambos lados del Atlántico. Nada menos que el 70% de los pagos digitales europeos son manejados por empresas financieras no europeas, especialmente estadounidenses. El sistema de pagos Swift, que es el más utilizado en el mundo, aunque tiene participación de alrededor de 11.000 bancos, la influencia de EEUU es decisiva, según fuentes que conocen bien su funcionamiento. Las autoridades de seguridad de Washington tienen acceso a las transacciones para identificar, por ejemplo, si algún gobierno o particular se salta la lista de sanciones impuestas por los gobiernos (Rusia, Irán…).
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Cuando Musk compró X, la red social, ya advirtió que buscaba convertirla en una plataforma de servicios financieros a través de X Money Account, una aplicación que conectará con las tarjetas de débito Visa y ofrecerá una opción de transferencia de cuenta bancaria “instantánea”. Es decir, igual que lo hace hoy Bizum, en el caso español. X Money tendrá que competir con plataformas de pago instantáneo como Venmo (propiedad de PayPal), Zelle (propiedad de Bank of America o JP Morgan) o Cash APP, creada por Jack Dorsey, antiguo director ejecutivo de Twitter y fundador de Bluesky. Apple y Google, igualmente, también tienen sus propias plataformas de pago instantáneas, pero su despliegue es menor en EEUU.
Musk es, de hecho, un viejo conocido en la industria financiera. Fue uno de los fundadores de PayPal junto a su amigo Peter Thiel, uno de los magnates que ha mostrado su apoyo a Trump. Su filial X Payments LLC tiene ya licencia para operar en 41 estados y está registrada en la Red de Ejecución de Delitos Financieros, una especie de Sepblac español (Servicio contra el blanqueo de capitales). En una comunicación que hizo Musk a sus anunciantes en X sugirió su intención de que la plataforma también proporcionará ciertos servicios ahora reservados a los bancos, como cuentas de ahorro de alta rentabilidad.
El 'boom' de la criptomonedas
Hay una diferencia. Es muy conocido que Musk calienta el precio de los valores que compra gracias a su influencia en las redes sociales y al manejo de los algoritmos en función de sus intereses, en particular las criptomonedas, lo que ha puesto en alerta a las autoridades responsables de la estabilidad financiera. La SEC, equivalente a la CNMV española, ya ha presentado una demanda contra Musk por saltarse la legislación durante la compra Twitter. El mercado de las criptomonedas, sin embargo, continúa en auge y Mastercard, Visa y BNY Mellon, se están preparando para facilitar el uso de este tipo de activos.
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Ocurre, sin embargo, que el desarrollo de las plataformas de pago ha chocado hasta ahora con normas regulatorias estrictas por parte de las autoridades. Pero eso puede estar cambiando después de que el propio Trump haya anunciado su intención de levantar restricciones, lo que incluso podría llevar a EEUU a alejarse de Basilea III, que es el acuerdo internacional alcanzado tras la Gran Recesión para aumentar la solvencia del sistema financiero.
Trump, incluso, ha mostrado su intención de crear una reserva estratégica de criptomonedas, lo que pondría en aprietos a la Reserva Federal para controlar la masa monetaria y, por lo tanto, la inflación de activos. Michael Barr, vicepresidente de la Reserva Federal y responsable de la supervisión, renunció hace unas semanas nada más comenzar el mandato de Trump por su oposición a la política de desregulación de la Casa Blanca. Trump mira para otro lado pese a la posición de dominio de sus aliados tecnológicos en cuestiones como las redes sociales, el comercio electrónico, la computación en la nube o los pagos digitales.
Lo que está en juego es ingente. Un reciente trabajo del Banco de España para nuestro país muestra que desde la pandemia los pagos con tarjeta han crecido un 45%, mientras que, por el contrario, las retiradas de efectivo en cajero se situaron en 2022 un 26% por debajo del nivel observado en el cuarto trimestre de 2019. Hay que tener en cuenta que los pagos, como recuerda un informe de PwC, generan alrededor del 90% de los datos útiles de los clientes de los bancos. Es decir, información sobre quién compra, qué es lo que adquiere, cuánto ha gastado el consumidor y en qué momento. El resultado es que se han creado nuevas fuentes de ingresos para quienes gestionen esos pagos y, por ende, puedan monetizarlos.
Objetivo: desregular
Diferentes encuestas entre los profesionales del sector han identificado que el principal problema para el despegue definitivo de los nuevos medios de pago es la diferente regulación internacional, desde luego no a causa de razones técnicas. Un proyecto realizado por una compañía británica acreditó que ya era posible hacer transacciones financieras entre Reino Unido y Australia en tan solo 36 segundos, mientras que el mismo proceso a través de la banca tradicional requiere de hasta dos días laborables.
La intención de Musk y de los dueños de otras plataformas es incluir entre las operaciones a través de sus redes sociales las transacciones con criptoactivos, pero las autoridades europeas no consideran que ese sea un medio de pago “fiable”. De hecho, tanto las autoridades de supervisión (EBA, ESMA e EIOPA, por sus siglas en inglés) como el propio Banco de España, la CNMV y la dirección general de Seguros han publicado una advertencia, para alertar de los riesgos que suponen los criptoactivos para los consumidores en la UE. “No resultan adecuados como inversión ni como medio de pago o intercambio para la mayoría de consumidores minoristas”, sostienen los reguladores.
No es de extrañar, por eso, que el objetivo de Trump (que tiene su propia moneda, al igual que su esposa) y de sus aliados sea la desregulación del mercado financiero para facilitar las operaciones a través de plataformas tecnológicas. Justo lo contrario de lo que sucede en Europa, donde Bruselas, de acuerdo con la Estrategia de Finanzas Digitales, ha adoptado ya un marco legislativo integral que regula la emisión de criptoactivos, así como los servicios que prestan los operadores. Las expectativas de negocio, tan sólo en el servicio de banca electrónica, son estratosféricas. Los pagos electrónicos en la UE alcanzaron los 240 billones de euros en 2021.
Los datos como materia prima
Estas empresas, como se sabe, recopilan datos personales como materia prima gratuita para crear modelos predictivos de comportamiento de los usuarios. Con el auge de los pagos digitales a través de las redes sociales, este modelo se expande de forma exponencial y se corre el riesgo —si no está monitorizado por autoridades independientes— de que cada detalle de nuestra vida cotidiana se convierta en un producto comercializable. De ahí la estrecha relación entre las redes sociales, a las que muchos ciudadanos dedican varias horas al día, y la industria de los servicios financieros. Su gran ventaja respecto de la banca tradicional es que ya cuentan con infraestructuras tecnológicas necesarias para operar de forma mucho más sofisticada. Uno de sus objetivos, de hecho, es acabar con el efectivo pese a que este incorpora mayor privacidad y resiliencia en caso de crisis. El dinero físico es hoy, de hecho, el último reducto de privacidad en las transacciones económicas.
El antecedente más cercano de crear una moneda digital lo impulsó Meta (Facebook y WhatsApp, Instagram…) en 2019 con el proyecto Libra, pero Diem, que allí se llamaba comercialmente el experimento, fue un fracaso y finalmente sus activos se vendieron a Silvergate, un banco californiano que finalmente también quebró pese a haber sido la segunda entidad con mayor volumen de criptoactivos. Meta reconoció en su día que “quedó claro a partir de nuestro diálogo con los reguladores federales que el proyecto no podía avanzar”. Ahora, por el contrario, tras la llegada de Trump, todo ha cambiado. También para los bancos centrales.
Ante el auge de los pagos en red, los banqueros centrales siguen trabajando en la idea de crear su propia moneda digital, CBDCs, por sus siglas en inglés. En el caso del BCE, la preparación del proyecto final comenzó en noviembre de 2023 y se espera que en julio de este año se publique el primer informe sobre el progreso en la implantación del euro digital. 75 países están explorando proyectos de moneda digital minorista y tres, Bahamas, Jamaica y Nigeria, ya los han puesto en marcha.
75 países están explorando proyectos de moneda digital minorista y tres, Bahamas, Jamaica y Nigeria, ya los han puesto en marcha
Lo que preocupa es que al tratarse de operaciones instantáneas se origine un riesgo de crédito interbancario si los fondos se abonan en la cuenta de pago del beneficiario antes de que tenga lugar la liquidación interbancaria. El interbancario, hay que recordar, es el mercado en el que los bancos cruzan operaciones entre sí y las liquidan en las cámaras de compensación. No es un asunto menor porque las transacciones digitales tienen implicaciones tanto en la política monetaria como en la estabilidad financiera, de ahí que la presencia de plataformas tecnológicas se considere que incrementa el riesgo.
No en vano, las billeteras digitales (wallets) se han convertido ya en el método de pago más popular y el que más rápido crece en el mundo. Representan el 50% del gasto global en comercio electrónico y el 30% del gasto global en puntos de venta (un poco más de 10 billones de euros aproximadamente), como recuerda KPMG..
La Reserva Federal también tiene su propio proyecto de dólar digital, pero Trump, antes de ser reelegido, ya anunció su oposición frontal porque el Gobierno federal tendría “un control absoluto del dinero” y los estadounidenses sufrirían una “tiranía económica”. No le preocupa, sin embargo, que las plataformas tecnológicas vayan sustituyendo progresivamente a la banca tradicional, más vigiladas por las autoridades monetarias. El mundo financiero y los medios de pago se mueven hacia un terreno desconocido.
El negocio es inmenso. Probablemente, el mayor de la historia. No en vano, lo que está en juego es quién gestiona las transacciones económicas que se hacen por medios electrónicos. Nada menos que 1,8 billones de operaciones al año, aunque con una perspectiva de alcanzar los tres billones en 2030, según prevé la consultora PwC.