La Pinilla, la estación de esquí segoviana que se prepara para sobrevivir cuando no quede nieve
Un grupo de inversores de la capital, entre ellos el futbolista Achraf Hakimi, lleva dos años dando la vuelta al negocio de La Pinilla. No sin polémicas, el lugar ya no quiere ser una estación, sino un resort de montaña
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Un grupo de 12 chavales baja con dificultades una pequeña pista nevada. Todos van uniformados con los trajes de la tienda de alquiler de la estación, hacen sus primeros pinitos con los esquís y cada giro acaba en algún revolcón. Pero están contentos. "Al menos este año hemos podido esquiar un poco, el año pasado vinimos y no vimos ni un copo", cuenta uno de ellos. ¿Qué les llevó a repetir si tuvieron esa mala experiencia? "No venimos por el esquí, apenas sabemos, venimos por la fiesta de mañana", añade. Como para la mayoría de los que van en las últimas temporadas a La Pinilla, la nieve que cubre los picos no es lo más importante.
Estos chavales de Badajoz forman el grupo más grande de entre los esquiadores que disfrutan de este último viernes de enero en la estación segoviana. Y eso que no es un día más, sino el segundo de todo el invierno en el que se dan las condiciones suficientes para abrir, al menos, los 2,5 kilómetros de recorrido que tienen en verde en este momento. El complejo tiene casi 16 kilómetros esquiables y hasta 23 pistas, pero hace tiempo que por aquí no se ve nieve suficiente como para pisar todas sus calles, ni encender los telesillas a diario. La situación es tan delicada que, en un movimiento que mezcla ambición y supervivencia, un grupo de inversores ha cogido la explotación de este enclave montañoso para intentar convertirlo en un lugar atractivo para grupos como el de estos pacenses.
"La palabra que más usamos ahora es la desestacionalización. Ya ves cuál es la situación aquí, y eso que hoy hemos podido abrir tirando de cañones. El impacto del cambio climático es claro y es una locura pensar que un lugar como este puede sobrevivir solo con el esquí", cuenta Raúl Gómez, director y CEO de la estación, desde uno de sus restaurantes. Él es la cara más visible de La Pinilla Management Corporation SL, la compañía que gestiona La Pinilla desde 2023 y que tiene la licencia de explotación para los próximos 15 años (ampliables hasta los 40). "Necesitamos paliar la caída de ingresos de la nieve por otras actividades. Obviamente, es muy difícil que otros deportes, eventos, experiencias lleguen a generar lo mismo que generaba un buen día de nieve, pero es lo que nos queda y por lo que apostamos", añade.
Su caso no es único en nuestro país, ni mucho menos. Los agujeros en la mayoría de montañas españolas por el impacto de la subida de las temperaturas y la ausencia de nieve son la tónica habitual en la última década. Si miramos al centro peninsular, en una de las mejores semanas de nieve del año, hay cinco estaciones abiertas, de las 8 alpinas que continúan en funcionamiento. En el sistema ibérico la situación es algo mejor que en el Central, con Javalambre y Valdelinares superando los 10 kilómetros esquiables. En el que sirve de frontera natural de Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid y Castilla y León, donde se encuentra La Pinilla, las cifras son alarmantes. Aguanta abierta Navacerrada con 1 kilómetro y Valdesquí con otro. Tanto la estación segoviana como la salmantina Sierra de Béjar están cerradas. Esta última no ha abierto en todo el invierno.
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En lo que sí es un ejemplo llamativo La Pinilla es en la forma de enfrentarse al aciago futuro de estos complejos. Mientras la mayoría de estaciones vuelcan sus deudas en las arcas de las instituciones públicas que cargan con su explotación y llegan al abandono, este enclave, cuyo suelo pertenece al Ayuntamiento de Riaza, vive desde 2023 una extraña realidad. El grupo de inversores de la capital, entre los que se encuentra el futbolista hispanomarroquí Achraf Hakimi, decidió hacerse cargo de un negocio que arrastra una deuda de más de un millón de euros y lo hizo con un proyecto a largo plazo y por un alquiler de 150.000 euros al año. Vieron en su futuro incierto una oportunidad.
"Creemos que es un espacio con muchas posibilidades y que hay que intentar impulsar porque sino sería su final y un golpetazo para toda esta zona", comentan sus gestores. "Hay que diversificar su atractivo y hacer posible su aprovechamiento durante todo el año, tanto si hay nieve como si no. Por eso estamos apostando por diferentes opciones como el ocio deportivo, el musical o la restauración", añaden.
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Aunque suena arriesgado, tampoco se están tirando al vacío. En Francia, la zona del Col de l'Azelier, en el Macizo de Vercors, ha vuelto a la vida después de cerrar su estación alpina en 2018. Es una de las 200 estaciones de este tipo que han cerrado en Francia desde los años 70, pero gracias a diversificar su oferta deportiva y de ocio, ha conseguido que la gente vuelva a su montaña sin necesidad de telesillas. El esquí de travesía y las raquetas de nieve han llevado a muchos nuevos usuarios al lugar y cuando el blanco desaparece, aparecen por allí los senderistas y las bicicletas eléctricas. Incluso están pensando en transformar el hotel construido para servir a los esquiadores en residencias permanentes aprovechando la migración de miles de personas que buscan lugares más frescos para vivir.
Sin llegar a ese extremo, es posible encontrar muchos más ejemplos cercanos de proyectos de desestacionalización que están saliendo adelante. En Madrid, sin ir más lejos, está el ejemplo de Valcotos, que cerró su parte alpina, pero permite el esquí nórdico con éxito, y también tenemos casos en los Pirineos con apuestas de destacionalización como la tirolina que han montado en Boí Taüll, Cataluña. En Europa y con un aire muy parecido al de La Pinilla, está el caso de Mariborsko Pohorje, que ya ha enfocado buena parte de su futuro en la bicicleta de descenso. En Australia también están optando por la bici como alternativa a las cortas temporadas de nieve que están viviendo.
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En cuanto a la música, su decisión tampoco es algo muy nuevo. El Marchica, en Formigal, se ha convertido en un referente de la música electrónica en España gracias al boom de los apresquí, las fiestas de tarde que tradicionalmente se hacen en la mayoría de estaciones después de un día bajando pistas. Hasta hace pocos años se basaban en un pequeño espacio en el que tomar algo tras el largo día en la montaña mientras disfrutabas del paisaje y la música, pero el cambio climático también ha cambiado estos hábitos. En casos como el de este complejo de Aragón, la fiesta puede llegar a convertirse en un atractivo mayor que el de surcar la nieve. Los promotores lo saben y ya hasta el Tomorrowland tiene versión invernal. Este año se celebra en marzo en Alpe D'huez, Francia.
De estación de esquí a "mountain resort"
En La Pinilla la decisión es clara. Desde que se hicieron con el mando del enclave han transformado este paraíso escondido a pies del Pico del Lobo. Han reformado el albergue y el hostal que daban servicio a la estación, han hecho una reforma integral de un restaurante que había a cota 1.500, convirtiéndolo en un lugar gourmet para los 365 días llamado Lobo, y han dado un lavado de cara al que está en 1.800. Ahora tienen hasta 3 zonas para conciertos, entre ellas una gran explanada para más de 12.000 personas, montan una pequeña granja, un parque infantil y han arreglado diferentes infraestructuras internas.
En el terreno deportivo, el descenso en bicicleta se ha convertido en su gran atractivo. Han agrandado y mejorado el circuito ya existente y lo han convertido en el mayor bike park de España, también acogen competiciones de trail, hacen eventos de observación astronómica y ofrecen rutas a pie o en buggies. Incluso, cuentan, han alquilado partes del gigantesco entorno para bodas u otros eventos privados o corporativos como concentraciones de coches.
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Una visita a la estación basta para ver el cariz de la inversión. Hay máquinas y camiones trabajando sin parar, los obreros conviven con el personal de mantenimiento, y las estructuras algo más antiguas conviven con el toque del nuevo proyecto. Aún tienen diferentes mejoras en marcha y, aseguran, "hay mucho trabajo por hacer". Están construyendo una esfera inspirándose en la de Las Vegas para poder organizar más eventos y tienen proyectadas 2 actuaciones urbanísticas. Como dice su nueva marca, La Pinilla ya no es una estación de esquí, es un "mountain resort".
"Estamos diversificando y probando mucho, pues no deja de ser una apuesta muy nueva y vanguardista que además debe convivir con la sostenibilidad del entorno. Así que hay que ir testeando y viendo qué funciona y qué no para que sea rentable a largo plazo", cuentan. "Con el descenso tenemos unos 500 ciclistas cada fin de semana, con los conciertos conseguimos traer hasta aquí a 3.500 personas y para el espacio del festival ya tenemos un socio, Zamna, que organiza en su país, México, el festival de música electrónica más importante del mundo y trae aquí su marca". Un vistazo por sus redes sociales y por el calendario de su web da una idea de cómo la temporada alta de la montaña ha pasado del invierno al verano. A partir de mayo sus eventos se disparan.
El bagaje de sus inversores ayuda a entender el modelo de negocio que pretenden. De los tres principales que aparecen como socios, Raúl Gómez, el director, viene más del mundo de la construcción, Jhonatan Pedro Martín aparece como socio en decenas de empresas de diferentes sectores (tiene hasta centros de yoga con sede junto al barrio de Salamanca) y el tercero, Javier Patiño, es administrador único de una discoteca en Chamberí y otra junto a Las Vistillas. No están solos en esta aventura. A la presentación de la primera temporada invernal con la nueva administración, en 2023, acudieron el ya mencionado Hakimi, que también es socio del negocio, el jugador del Getafe Borja Mayoral, el exfutbolista Rubén de la Red o la colaboradora televisiva Marta López, entre otros famosos.
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Con esos mimbres, el engranaje parece ir funcionando. Entre los artistas que ya han pisado la estación de la sierra de Ayllón aparecen Juan Magán o la dj Fátima Hajji. Además del festival Zamna, han conseguido llevar hasta el paraje natural castellano fiestas de la capital como la Bresh y tienen como uno de sus habituales a DJ Nano. Llevará de nuevo su Oro Viejo a la zona el próximo 1 de marzo, aun en plena temporada invernal. Pero la iniciativa también ha generado polémica y dudas.
¿Se puede transformar sin polémica?
Muchos ecologistas y naturalistas creen que con el objetivo de poder mantener vivo el complejo, se está dañando el patrimonio natural y las nuevas actividades afectan al ecosistema de sierra segoviana. Además, se han dado sucesos que han impactado en el proyecto. Sin ir más lejos, el pasado 4 de marzo de 2024, durante el Oro Viejo, más de 1.000 asistentes quedaron atrapados en la montaña por una nevada que les pilló por sorpresa. La Cruz Roja tuvo que repartir ayuda para que pasaran la noche.
Los ecologistas, por su lado, organizaron en diciembre hasta una concentración y marcha al Pico del Lobo para denunciar algunas de las prácticas de los nuevos dueños de la estación. Sobre todo critican que se apueste por actividades musicales masivas que pueden dañar al ecosistema o que se permita el uso de vehículos a motor como buggies o motocicletas por la zona. Por último, el aspecto más conflictivo es la aprobación de dos proyectos urbanísticos para construir, en cota 1.600, 28 cabañas y un comedor.
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Desde la empresa aseguran a este periódico que su proyecto va siempre de la mano de la sostenibilidad, que busca el desarrollo local y su progreso y que todos sus movimientos cuentan con las autorizaciones pertinentes. En cuanto a las cabañas, aseguran tener ya el visto bueno de la administración competente y que serán clave para el futuro de la estación. Colocadas en zonas no transitables con coche, sus dueños deberán buscar formas alternativas para llegar hasta ellas. Además, quieren que este alojamiento ayude a digerir la gran afluencia de gente que llega para eventos como el Zamna y que ya colapsa los pueblos de alrededor.
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De nuevo estos choques por el uso de la montaña no son algo extraño. En los Alpes, donde empiezan a sufrir como el resto el impacto del cambio climático, se nota un boom inmobiliario como alternativa veraniega. Situaciones parecidas han ocurrido en Andorra y hasta en el Pirineo aragonés. La nueva situación climática también ha despertado nuevos debates en estos entornos naturales y nuevos intereses.
De momento, el proyecto en La Pinilla sigue adelante, y las caras de nostalgia se cruzan con las de alegría por lo que les ofrece el complejo. Mientras los 12 amigos de Badajoz exprimen sus horas en la nieve, Goyo, que lleva 47 trabajando en la estación, pasa en el remonte sus últimas horas antes de jubilarse. "Antes teníamos pistas hasta el pico y en un día como hoy era una locura, más de 2.000 esquiadores entraban aquí. A ver con qué sustituyes tú ahora a toda esa gente y el dinero que se dejaban".
Un grupo de 12 chavales baja con dificultades una pequeña pista nevada. Todos van uniformados con los trajes de la tienda de alquiler de la estación, hacen sus primeros pinitos con los esquís y cada giro acaba en algún revolcón. Pero están contentos. "Al menos este año hemos podido esquiar un poco, el año pasado vinimos y no vimos ni un copo", cuenta uno de ellos. ¿Qué les llevó a repetir si tuvieron esa mala experiencia? "No venimos por el esquí, apenas sabemos, venimos por la fiesta de mañana", añade. Como para la mayoría de los que van en las últimas temporadas a La Pinilla, la nieve que cubre los picos no es lo más importante.