La destrucción creativa de Schumpeter da un repaso a Silicon Valley
El capitalismo se renueva. El economista Schumpeter lo llamo hace casi un siglo destrucción creativa. Y esa es, precisamente, la vulnerabilidad de las megaempresas tecnológicas de EEUU tras la irrupción de DeepSeek
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F6ac%2F171%2Fb24%2F6ac171b249279f3f46ffef98d3bfee9d.jpg)
"El proceso de destrucción creativa", sostenía Schumpeter en su obra fundamental*, “constituye el hecho esencial del capitalismo”. Lo explicaba de la siguiente manera. Como sucede en la biología, donde se produce una evolución natural de las especies mediante su capacidad de adaptación al ecosistema, también en el capitalismo se produce una transformación económica constante, lo que hace que los negocios se sucedan unos a otros.
O expresado de otra manera, decía hace casi un siglo el economista austríaco, el impulso que empuja a la máquina capitalista “procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista”. En definitiva, lo nuevo, siempre que sea innovador, se impone a lo viejo, que acaba siendo alojado en el rincón de la historia. Eso es la destrucción creativa.
Nadie sabe por el momento si DeepSeek, el nuevo sistema de inteligencia artificial (IA) creado por una startup china, logrará desplazar a los modelos lanzados por Silicon Valley, pero hay una cosa clara: la disrupción tecnológica es prácticamente infinita, y aunque algunos multimillonarios californianos no lo crean —no todos— los argumentos de Schumpeter siguen siendo válidos para su entorno. Sus inmensas fortunas, de hecho, no pueden frenar la capacidad de innovar de la mente humana, lo que explica que hayan saltado las alarmas tras el descalabro en Wall Street. Hasta Trump ha dicho que la irrupción de DeepSeek es “una llamada de atención para nuestras industrias”.
Ante la evidencia schumpeteriana hay al menos dos alternativas para la industria estadounidense de IA. La primera, seguir innovando para que la aplicación china se quede obsoleta y así mantener la hegemonía cuasi monopolística; y la segunda, utilizar las viejas tácticas del capitalismo clientelar: la captura del regulador. Es decir, controlar a quienes se encargan de ordenar el tráfico en el mundo de los negocios y que son los responsables de impedir una posición de abuso de dominio del mercado. EEUU, de hecho, históricamente, ha convertido en un arte la regulación antimonopolios, aunque no siempre, hay que decir.
Barreras de entrada
Esta dinámica es lo que ha hecho posible la existencia de pocas barreras de entrada al mercado para evitar competidores. El ejemplo más visible está en el ranking de empresas por capitalización bursátil, que ha sufrido un verdadero vuelco en las dos últimas décadas, algo que desde luego no ha sucedido en los mercados europeos. Ni, por supuesto, en España.
La irrupción de China como agente innovador, sin embargo, entre otras razones por las ingentes cantidades de inversión pública en tecnología, se ha convertido ahora en una amenaza para Silicon Valley, y es probable que DeepSeek sea solo el canario en la mina. Algo que explica el acercamiento de los multimillonarios a Trump. No porque se hayan convertido en trumpistas de toda la vida, sino porque el presidente de EEUU, gracias a sus órdenes ejecutivas y a su mayoría en las dos cámaras, tiene entre sus objetivos liquidar buena parte de la actual regulación, que limita, aunque de forma muy débil, las posiciones de dominio. Los magnates quieren influir en la regulación, pero ahora desde el Gobierno, no desde un simple lobby, cuya capacidad de presión es menor.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F8b0%2F2c1%2Fd31%2F8b02c1d3174d9909c6d288cc91a8b539.jpg)
No puede extrañar, por eso, que una de las primeras decisiones de Trump, que probablemente ha pasado inadvertida para la mayoría, ha sido la de congelar cualquier regulación por parte de los departamentos y agencias federales, incluyendo el despido de muchos altos funcionarios del Servicio Ejecutivo Superior encargados de poner orden en el mercado. Trump, incluso, se ha dado 60 días para revisar cualquier norma que haya sido publicada en el Registro Federal siempre que no esté en vigor, lo que es una manera de decir que no serán aplicadas.
Los magnates quieren influir en la regulación, pero ahora desde el Gobierno
La decisión de desregular el sistema financiero anunciada por Trump (en el país que fue el origen de la crisis de 2008) va en la misma dirección, lo que explica la reciente dimisión (legalmente no lo podía despedir) de Michael Barr, vicepresidente de la Reserva Federal y responsable de la regulación bancaria. Trump también ha puesto sus ojos en la desregulación de las criptomonedas (donde él mismo tiene intereses personales a través de World Liberty Financial), lo que es del agrado de Silicon Valley, que sueña con sustituir el efectivo para que el dinero electrónico corra por las arterias de las plataformas digitales que ellos mismos controlan.
La industria de las criptomonedas, como se recordará, estaba sometida a algunas restricciones durante la era Biden, pero ahora la Casa Blanca ha anunciado una reserva nacional de criptomonedas que algún día pueden competir con el dólar. Hasta la SEC, el organismo de control de la Bolsa de EEUU, no ha tardado en entregarse a Trump y ya ha anunciado que facilitará a los bancos la expansión de sus negocios de criptomonedas al revocar una norma de la administración de Biden que hacía muy caro mantener activos digitales al obligar a contabilizarlos como pasivos bancarios en los balances
Nacionalismo económico
¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que Trump ha emprendido una carrera por la desregulación en el interior de EEUU en aras de conectar con los magnates que hoy están cerca del Gobierno (Elon Musk incluso está empotrado), mientras que, al mismo tiempo, levanta restricciones para que los operadores extranjeros sufran las barreras de entrada mediante la imposición de aranceles o favoreciendo a la industria nacional.
No es que EEUU vaya a hacer lo mismo que el Gobierno chino haciendo muy difícil invertir allí, sino algo mucho más sutil. En un mundo, el tecnológico, en el que el ganador se lo lleva todo —la posición de dominio de las siete grandes es apabullante— la clave está en disponer de una legislación amable (o directamente no legislar) para favorecer sus intereses hegemónicos. Veremos lo que sucede con DeepSeek u otra aplicación que pueda poner en riesgo la posición de Silicon Valley.
Las empresas, a medida que crecen de tamaño, tienden a preocuparse más en proteger su posición que en invertir en innovación
Entre otras razones, porque sin una legislación específica cualquier innovación de una startup será inmediatamente ahogada con el dinero de los portaaviones de la industria tecnológica incorporando a sus promotores a su negocio con sueldos millonarios. Es muy conocido que los oligopolios se construyen pieza a pieza a partir de un proyecto original.
No es un asunto menor teniendo en cuenta que algunos estudios han acreditado que las empresas, a medida que crecen de tamaño (precisamente por su mayor eficiencia y productividad), tienden a preocuparse más en proteger su posición estratégica en mercados muy competitivos que en invertir en innovación. Es decir, gastan menos en I+D y más en actividades que limitan la competencia. Por ejemplo, contratando políticos, lo que provoca una disminución de las patentes. Desde luego, no es el caso de EEUU hoy, pero la vieja máxima de Schumpeter, la destrucción creativa, nunca hay que perderla de vista.
*Capitalismo, socialismo y democracia. Página Indómita. 2015.
"El proceso de destrucción creativa", sostenía Schumpeter en su obra fundamental*, “constituye el hecho esencial del capitalismo”. Lo explicaba de la siguiente manera. Como sucede en la biología, donde se produce una evolución natural de las especies mediante su capacidad de adaptación al ecosistema, también en el capitalismo se produce una transformación económica constante, lo que hace que los negocios se sucedan unos a otros.