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La guerra comercial se encarniza: EEUU y China avivan su política de represalias
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La guerra comercial se encarniza: EEUU y China avivan su política de represalias

Se trata formalmente de una guerra comercial entre EEUU y China, pero lo que hay detrás es una pugna por la hegemonía del planeta. Los dos dos gigantes se han embarcado en una política de represalias con consecuencias desconocidas

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, participa en una ceremonia de bienvenida con el presidente de China, Xi Jinping, en Pekín, el 9 de noviembre de 2017. (Reuters/Damir Sagolj)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, participa en una ceremonia de bienvenida con el presidente de China, Xi Jinping, en Pekín, el 9 de noviembre de 2017. (Reuters/Damir Sagolj)
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Nueva vuelta de tuerca al pulso que mantienen China y EEUU en materia comercial y que es, en última instancia, una batalla soterrada por la hegemonía del planeta. La última represalia ha venido de Pekín, que ha anunciado que cerca de 40 empresas estadounidenses serán incluidas en una especie de lista negra que elaboran las autoridades chinas cuando consideran que una determinada iniciativa de Washington o de cualquier otro país daña sus intereses estratégicos, no necesariamente comerciales. Lo que se argumenta en ambos casos, de hecho, son razones de seguridad nacional.

Se trata de un paso más en el progresivo desacoplamiento de ambas economías, lo que tendrá un considerable impacto en los flujos comerciales globales. Entre otras razones, porque el actual enfrentamiento es diferente al del primer mandato de Trump, cuando la globalización estaba en auge. Ahora, tras la guerra de Ucrania, se ha producido un realineamiento en torno a los dos bloques hegemónicos, por lo que la respuesta a una escalada de la tensión comercial también será distinta. Cualquiera de las dos partes sabe que si no responde a una sanción en forma de aranceles o mediante cualquier otro mecanismo restrictivo sería una debilidad, y ni Trump ni Xi Jinping quieren caer en esa tesitura.

Lo que esconde esa rivalidad, además de cuestiones geopolíticas, es una realidad que no admite discusiones. Según datos de la OMC (Organización Mundial de Comercio), mientras que en 1990 el PIB de China, medido con los tipos de cambio del mercado, solo representaba el 7% del de EEUU, en 2022 se había multiplicado por diez y ascendía a 18,3 billones de dólares. Es decir, el 73% del PIB estadounidense.

Tecnologías de doble uso

El Ministerio de Comercio de China, en concreto, ha anunciado la imposición de medidas de control de exportaciones a 28 entidades estadounidenses, incluida General Dynamics, prohibiendo las ventas al exterior de artículos de doble uso a las empresas que figuran en la lista. General Dynamics, hay que recordar, es un conglomerado industrial de una enorme dimensión que opera en la cadena de valor de la industria de defensa.

Foto: Donald Trump durante un mitin en Montana, Estados Unidos. (Getty)

El Gobierno chino argumenta que, de acuerdo a sus leyes, está obligado a salvaguardar la seguridad y los intereses nacionales. La decisión significa que las exportaciones de artículos de doble uso —militar y civil— de esas 28 entidades estadounidenses quedarán prohibidas. Solo en circunstancias especiales, donde las exportaciones se consideren necesarias, los exportadores deben solicitar permiso al Gobierno chino. Aunque el Ministerio no ha especificado las razones concretas de las sanciones, la prensa china lo achaca a que sus ventas están en estrecha relación con la seguridad nacional.

En esa misma línea, Pekín ha incluido a 10 empresas estadounidenses en un selecto grupo que califica como “no confiables”. En este caso, el argumento que ofrecen las autoridades chinas es que se trata de una respuesta a la venta de armas a Taiwán por parte de EEUU, además de una represalia por la investigación abierta por la Casa Blanca a China por la venta de semiconductores convencionales.

La decisión de Pekín es un paso más en un proceso de deterioro de las relaciones comerciales entre ambos gigantes

Las diez empresas estadounidenses que China ha identificado como “no confiables” habrían participado en la venta de armas a Taiwán y ejecutado una supuesta cooperación militar y técnica con Taipéi pese a la oposición de Pekín. Al hacerlo, sostiene el Gobierno, han violado el principio de una sola China y las disposiciones pactadas en su día con EEUU. O, expresado en palabras de Pekín, la acción está plenamente justificada, ya que ha tratado de socavar la soberanía nacional y la integridad territorial de China, y eso, en su opinión, es una ‘línea roja’.

Como consecuencia de ello, las entidades incluidas en la lista de entidades no confiables tienen prohibido realizar actividades de importación y exportación relacionadas con China o, incluso, realizar nuevas inversiones en el país. Es más, sus directivos tienen prohibido entrar en China y se ha revocado tanto su permiso de trabajo como de residencia.

La decisión de Pekín es un paso más en un proceso de deterioro de las relaciones comerciales entre ambos gigantes que lejos de amainar se ha avivado desde el primer mandato de Trump, si bien durante los cuatro años de Biden las cosas no han ido mejor. De hecho, es la primera vez que 38 empresas estadounidenses son sancionadas de una tacada.

Escalada de la tensión

La escalada de la tensión comercial entre EEUU y China, según datos del Instituto Petersen de Economía Internacional (PIIE, según sus iniciales en inglés), comenzó durante la presidencia de George W. Bush, quien añadió 117 entidades de todas las nacionalidades a la lista, más de ocho veces que el presidente Clinton; el 17% eran chinas. Obama, por su parte, añadió 607 entidades a la lista, cinco veces más que Bush durante sus ocho años como presidente; el 19% eran chinas. El patrón cambia, dice Petersen, sustancialmente durante la presidencia de Trump, cuando el 59% de la nueva lista eran empresas chinas. Trump no solo añadió muchas más entidades que Obama, también lo hizo a un ritmo mucho más rápido, ya que las incorporaciones se produjeron en tan solo cuatro años en lugar de ocho. La administración Biden añadió 1.254 nuevas entidades hasta mediados del año pasado, casi el doble de las que añadió la de Trump.

La represalia china, en todo caso, no es más que una respuesta en parecidas proporciones a algunas medidas tomadas por la Administración Biden. Recientemente, el departamento de Defensa de EEUU anunció una nueva lista negra de empresas chinas en la que incluyó a la tecnológica Tencent, dedicada a las redes sociales y al juego, y a CATL, el mayor fabricante del mundo de baterías para vehículos eléctricos, y que es un gran proveedor de Tesla. Tencent es propietaria de Riot Games, la desarrolladora del popular juego League of Legends, muy popular entre los jóvenes estadounidenses, y también tiene una participación significativa en Epic Games, la desarrolladora de otro juego de éxito, Fortnite.

Minerales críticos

Washington considera que esas empresas, también la mayor naviera china, Cosco Shipping Holdings, tienen un componente militar y no civil. El Pentágono, igualmente, también eliminó a seis empresas que, según dijo, ya no cumplían con los requisitos iniciales en el ámbito civil, incluidas la empresa de inteligencia artificial Megvii (software de reconocimiento de imágenes), China Railway Construction Corporation, China State Construction Group y China Telecommunications. La inclusión en la lista negra, por el momento, no conlleva sanciones específicas ni prohibiciones inmediatas para las empresas, sino que es el mercado quien tiene en cuenta su nueva clasificación. Tencent, por ejemplo, sufrió un fuerte castigo en Bolsa tras conocerse su inclusión.

Foto: Una mina de tierras raras en Mountain Pass. (REUTERS - Steve Marcus)

El último registro de empresas chinas, denominado ‘lista 1260H’ —ver aquí—, incluye a 134 empresas, entre ellas el fabricante de chips ChangXin Memory Technologies, Quectel Wireless Solutions y el fabricante de drones Autel Robotics, además de Huawei. Pekín suele argumentar que detrás de esta lista se encuentra una estrategia proteccionista por parte de las autoridades de EEUU a causa de la competencia china. El caso de Xiaomi es significativo porque en su día presentó una demanda contra el Departamento de Defensa de EEUU por incluirla en la lista negra. Cuatro meses después, la empresa tecnológica china fue eliminada tras ganar el pleito.

La escalada de la tensión lo refleja con claridad el Global Trade Alert (GTA), un sistema de alertas temprano que monitoriza los cambios que se producen en el comercio mundial. Y lo que refleja es que el número de intervenciones de los gobiernos consideradas dañinas no ha dejado de crecer desde hace una década. Muchas de esas restricciones al comercio son más ficticias que reales, pero aún así elevan la tensión. Hay que recordar que, a finales de 2024, Pekín bloqueó la exportación a Washington de minerales críticos utilizados para la fabricación de chips. Igualmente, restringió la cadena de suministro de drones fabricados en EEUU y hasta amenazó con incluir en la lista negra a una importante empresa textil estadounidense, además de lanzar una investigación antimonopolio sobre Nvidia, líder en semiconductores para inteligencia artificial. La guerra (comercial) no ha hecho más que comenzar.

Nueva vuelta de tuerca al pulso que mantienen China y EEUU en materia comercial y que es, en última instancia, una batalla soterrada por la hegemonía del planeta. La última represalia ha venido de Pekín, que ha anunciado que cerca de 40 empresas estadounidenses serán incluidas en una especie de lista negra que elaboran las autoridades chinas cuando consideran que una determinada iniciativa de Washington o de cualquier otro país daña sus intereses estratégicos, no necesariamente comerciales. Lo que se argumenta en ambos casos, de hecho, son razones de seguridad nacional.

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