Trump se cobra la primera pieza en su estrategia de acoso a la Reserva Federal
Michael Barr, vicepresidente de la Fed y, sobre todo, responsable de la regulación bancaria, ha dimitido ante el acoso de la próxima Administración. Lo que está en juego es la independencia del banco central respecto de la Casa Blanca
Donald Trump será proclamado presidente de EEUU el próximo 20 de enero, pero antes de su llegada ya se ha cobrado la primera pieza. Se trata de Michael Barr, hasta anteayer vicepresidente de la Reserva Federal y, sobre todo, responsable de la regulación bancaria. Barr, cuyo mandato expiraba en julio de 2026, ha anunciado, según publicó la Reserva Federal, que seguirá como gobernador del banco central de EEUU, pero al mismo tiempo ha reconocido de forma velada que su renuncia tiene que ver con la presión ejercida por la próxima Administración. "El riesgo de una disputa sobre el cargo podría distraernos de nuestra misión", declaró en la comunicación de la Fed.
Se refiere al interés declarado por el propio Trump de influir sobre la política monetaria para favorecer un recorte más pronunciado de los tipos de interés. Aunque Trump dijo a principios de diciembre que no tenía intención de destituir a Jay Powell, entre otras razones porque abriría una batalla legal, ya que excede de sus competencias, la presión sobre el presidente de la Reserva Federal no parece que vaya a aflojar.
En particular, después de que la Fed haya sugerido, tras la última reunión, una senda de recorte de tipos más suave de lo previsto inicialmente. Frente a los cuatro recortes estimados a lo largo de 2025, ahora la impresión es que sólo se producirán dos recortes, lo que ha favorecido la apreciación del dólar. La actividad económica más reciente, medida por el ISM no manufacturero, le da la razón a Powell, ya que terminó el año pasado en 54,1 puntos, por encima del nivel previsto por el mercado (menos de 50 significa contracción económica).
Contra la ley
La presidencia de Powell —que fue elegido por Trump en febrero de 2018 y renovado posteriormente por Biden cuatro años más— finaliza en mayo de 2026, y él mismo ha declarado que su nombramiento está protegido "por las leyes del país", lo que significa que no puede ser destituido. Es decir, el fin de su mandato coincide prácticamente con las elecciones de mitad de mandato, cuando hay que renovar un tercio de los senadores y a todos los miembros de la Cámara de Representantes.
Esas elecciones serán la primera toma de temperatura a la nueva Casa Blanca, que ha articulado su estrategia de política económica en torno a la imposición de aranceles a medio mundo, y que en síntesis suponen financiar con impuestos—aplicados a la importación de bienes y mercancías— la anunciada rebaja de la presión fiscal. Esa estrategia supone un riesgo cierto de que aumente la inflación, ya que se reduce la oferta de productos llegados desde el exterior, y de ahí que la Reserva Federal sea ahora más cauta a la hora de recortar los tipos de interés.
La renuncia de Barr tiene además un componente de máxima importancia. Su cargo como vicepresidente de la Reserva Federal llevaba aparejada la política de regulación bancaria. Es decir, el control de la actividad de los bancos, cuyo mal desempeño contribuyó de forma decisiva a la crisis financiera de 2008. A raíz de aquel desastre regulatorio, se creó esa vicepresidencia que hoy queda vacante para que alguien cercano a Trump ocupe esa función.
La renuncia se ha producido tras conocerse la intención de la nueva Administración de degradar el papel del regulador
No hay que olvidar que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no ha ocultado su interés en rebajar los criterios de regulación para favorecer el crecimiento a corto plazo y beneficiar a la industria financiera, aunque eso suponga un menor control de la actividad.
La renuncia de Barr, de hecho, se ha producido después de que se conociera la intención de la nueva Administración de degradar el papel del responsable de la regulación de la Reserva Federal para así aislar sus competencias y poder actuar con mayor libertad en una cuestión clave desde el punto de vista de la estabilidad financiera. Su salida anticipada ahora despeja el camino para que Trump, según Reuters, nombre un grupo completamente nuevo de reguladores bancarios y comience a trabajar en una agenda más favorable a la industria, aunque la decisión de Barr de permanecer como gobernador limita sus opciones inmediatas.
La independencia del banco central
En todo caso, las normas regulatorias de Basilea III, que endurecieron las anteriores elevando los requisitos de capital para prevenir fiascos, siguen vigentes, también para EEUU, por lo menos hasta que la nueva Administración Trump decida otra cosa. La independencia de los bancos centrales respecto de los gobiernos de turno se ha considerado en las últimas décadas como uno de los grandes avances en la formulación de la política monetaria, ya que limita los sesgos políticos a la hora de combatir la inflación, que es el principal objetivo de las autoridades monetarias.
La Reserva Federal es la única institución que se le escapa a Trump en su control casi total de las altas instituciones de EEUU
La dimisión de Barr, en cualquier caso, aleja la posibilidad de un contencioso legal con la Casa Blanca. Lo que estaba en juego, ni más ni menos, es si un presidente entrante tiene competencias para destituir a un alto funcionario confirmado por el Senado que además forma parte de una agencia federal independiente. En caso de que los tribunales hubieran validado la destitución, se habría abierto la puerta al despido del propio Powell, y de ahí la importancia de la renuncia del vicepresidente de regulación bancaria antes de dar la batalla.
Hay que tener en cuenta que no hay puestos vacantes en la junta de siete miembros de la Reserva Federal hasta 2026, lo que significa que Trump tendría que seleccionar un nuevo jefe regulador de la lista actual de gobernadores o trasladar a uno de esos funcionarios a un puesto separado en otro lugar para liberar uno de los puestos. El mandato de Barr como miembro de la Junta de gobernadores finaliza en 2032, sin que pueda ser removido de su cargo.
La Reserva Federal, de esta manera, es la única institución que se le escapa a Trump en su control casi total de las altas instituciones de EEUU: el Tribunal Supremo, la Cámara de Representantes y el Senado, donde tiene mayoría absoluta. El mandato del propio Powell en la Junta de gobernadores finaliza en enero de 2028, ya cerca del fin de la presidencia de Trump. De los siete miembros de la Junta, dos, Michelle W. Bowman y Christopher J. Waller, se consideran cercanos al equipo de Trump y su nuevo secretario del Tesoro, Scott Bessent, un hombre de Wall Street, que siempre ha desconfiado de normas de regulación bancaria excesivamente estrictas.
Donald Trump será proclamado presidente de EEUU el próximo 20 de enero, pero antes de su llegada ya se ha cobrado la primera pieza. Se trata de Michael Barr, hasta anteayer vicepresidente de la Reserva Federal y, sobre todo, responsable de la regulación bancaria. Barr, cuyo mandato expiraba en julio de 2026, ha anunciado, según publicó la Reserva Federal, que seguirá como gobernador del banco central de EEUU, pero al mismo tiempo ha reconocido de forma velada que su renuncia tiene que ver con la presión ejercida por la próxima Administración. "El riesgo de una disputa sobre el cargo podría distraernos de nuestra misión", declaró en la comunicación de la Fed.
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