El mercado laboral recibe a la generación Z mucho mejor de lo que lo hizo con los 'millennials'
Los menores de 30 años ocupan uno de cada tres empleos creados en 2024, una cifra nunca vista, y en el País Vasco, el 60%. Este es un cambio que no tiene vuelta atrás
Al cierre del año 2024 había 186.000 menores de 25 años apuntados en las listas del paro. Es el dato más bajo de toda la serie histórica. Muy lejos queda el año 2013, cuando el desempleo juvenil llegó a rozar el 45%. Esto es, casi la mitad de los jóvenes de esas edades que querían trabajar, no podían hacerlo.
La situación ha cambiado mucho en esta década y los jóvenes que están entrando ahora al mercado laboral se encuentran en una situación más favorable, aunque no sea óptima en ningún caso. Al menos, los jóvenes vuelven a tener oportunidades laborales, algo que no existía al inicio de la década de los diez.
Según los registros de la Seguridad Social, a lo largo del año 2024 se crearon algo más de medio millón de empleos. De estos, un tercio fueron ocupados por jóvenes menores de 29 años, esto es, la avanzadilla de la generación Z, que comprende a los nacidos desde la segunda mitad de los noventa hasta el final de la crisis.
Son jóvenes que han pasado toda su vida viendo a su alrededor dramas laborales, pero que, cuando ha llegado su momento, se han encontrado un mercado laboral más acogedor. Si se excluye el año de la salida de la crisis, no hay registros con otro año en el que un tercio de los nuevos ocupados hayan sido menores de 29 años.
En algunas comunidades autónomas, esta cifra es muy superior. En el País Vasco, los jóvenes representan casi el 60% del nuevo empleo creado. El motivo es que esta región tiene prácticamente pleno empleo, y la principal fuerza laboral disponible es la de los jóvenes que entran cada año en el mercado laboral.
En los últimos años, confluyen tres fenómenos que favorecen el empleo juvenil. El primero es el empuje de sectores que tiran de mano de obra joven. Algunos son exigentes en esfuerzo físico, como la hostelería o la logística, pero otros requieren cualificaciones adaptadas al cambio digital y la irrupción de la IA. Sectores como la informática, las comunicaciones o los servicios de alto valor añadido están entre los más dinámicos en los últimos años.
El segundo es el envejecimiento. Ya ha comenzado la jubilación de la generación del baby boom, lo que traslada las necesidades de mano de obra a generaciones más jóvenes. En 2024 se han jubilado cerca de 372.000 personas, el dato más alto de la serie histórica.
El gran relevo está siendo especialmente intenso en el sector público, que tiene la media de edad más alta y es en el que una salida por jubilación da origen a la incorporación de otro trabajador. El 14% de los empleados de las administraciones tiene 60 años o más, frente al 8% del sector privado. Estas jubilaciones explican el fuerte crecimiento de las oposiciones en los últimos años. El sector público ha vuelto a abrirles las puertas a los jóvenes, tras una década cerradas por las tasas de reposición.
El último fenómeno es el crecimiento de las grandes ciudades. El PIB se concentra, cada vez más, en torno a las grandes urbes. Por ejemplo, Madrid capitaliza uno de cada cuatro empleos creados desde 2019. Son los jóvenes los que tienen más facilidades para desplazarse a las grandes ciudades para aprovechar los nuevos empleos que se crean.
Los jóvenes pueden elegir ahora en qué sector desarrollar su carrera laboral. Y tienen razones para pensar que serán contratados poco después de que empiecen a buscar un empleo. Sin embargo, el problema son los salarios y el coste de la vida.
Para los millennials, el precio de la vivienda no era un problema, porque sabían que, sin un empleo, era imposible comprar nada. Al menos, el precio de los alquileres estaba hundido. Hoy los jóvenes tienen grandes dificultades para pagarse un techo.
En buena medida, los problemas de ingresos están relacionados con las subidas de impuestos y cotizaciones, que afectan a la renta disponible de los trabajadores. Sin embargo, dado el desequilibrio fiscal existente con las pensiones, este problema se extenderá durante las próximas décadas. Los jóvenes tendrán un empleo, pero tienen que dedicar una parte creciente de sus ingresos a sufragar el coste de las jubilaciones. Mientras tengan que pagar la llamada carga demográfica (el opuesto al dividendo demográfico). Es difícil pensar que la creación de empleo vaya a ser suficiente para mejorar la calidad de vida de los jóvenes.
Al cierre del año 2024 había 186.000 menores de 25 años apuntados en las listas del paro. Es el dato más bajo de toda la serie histórica. Muy lejos queda el año 2013, cuando el desempleo juvenil llegó a rozar el 45%. Esto es, casi la mitad de los jóvenes de esas edades que querían trabajar, no podían hacerlo.
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