España y la UE gastan más en educación, pero los estudiantes aprenden menos
La eficiencia de los sistemas educativos cae en la mayoría de los Estados miembros y se relaciona con una desaceleración en la innovación o en la adopción de tecnologías mejores
La población de España está más formada y los estudios superiores llegan ya al 49% de los jóvenes de entre 25 y 34 años, mientras que en el año 2000 solo los poseían el 34%. La expansión de la educación ha sido rápida en las últimas décadas y un éxito en términos cuantitativos de consecución de títulos, pero subyace un problema estructural de calidad y de competencias logradas que provoca que lo invertido no produzca los resultados deseables.
Los informes internacionales sobre los niveles educativos ya alertan de las deficiencias formativas del sistema español y se suma ahora un estudio publicado por la Comisión Europea sobre la eficiencia del gasto público. La investigación evidencia que tanto España como la UE gastan más en la educación de cada estudiante, pero consiguen peores resultados que hace 16 años, por lo que la inversión resulta menos eficiente.
Los autores calculan a través del índice de Malmquist el éxito de la inversión de los países en educación teniendo en cuenta, por una parte, la tasa de escolarización terciaria de los jóvenes y los resultados PISA, y, por otra, el gasto público controlado por la educación terciaria de los padres. El resultado de comparar la situación de 2006 con la de 2022 es que 20 de los 27 países analizados han experimentado una disminución de la eficiencia del gasto educativo, siendo España uno de ellos.
En concreto, España obtiene un 0,8 en el índice y se ubica por delante de 12 países, pero todos los que se encuentran por debajo de uno significa que tienen un deterioro en su eficiencia. Los peores resultados son los de Bulgaria (0,55), Suiza (0,56) y Hungría (0,6). Al contrario, los mejores valores los registran Alemania (1,41), Croacia (1,36) y Grecia (1,29).
Según detallan los autores, lo que sucede realmente es que la mayor parte de los países "están operando cerca de sus respectivas fronteras de eficiencia" en lo que respecta a tasas de obtención de títulos, pero "existen brechas de eficiencia significativas al examinar los resultados de PISA". Es decir, resulta difícil lograr un volumen mucho mayor de graduados con el gasto realizado, pero los títulos cada vez demuestran menos competencias.
Convergencia en gasto y en resultados
La ratio de gasto público de España sobre el PIB ha estado históricamente y está por debajo de la media de la UE, pero en educación casi ha convergido por el auge de los últimos años. De hecho, se ha superado el gasto que proyectaban los Programas de Estabilidad anteriores a la pandemia, con un gasto por encima del 4,4% del PIB en 2022, frente al 4,7% de la media de la UE, en un contexto de cambio de paradigma a nivel europeo y de suspensión de las reglas fiscales.
Según demuestra el análisis estocástico del estudio de la Comisión, tanto la cantidad (escolarización terciaria) como la calidad (resultados de PISA) están positivamente correlacionados con el gasto público por estudiante. Este hallazgo sugiere que un mayor gasto en educación, tanto en el nivel terciario como secundario, tiende a estar relacionado con mejores resultados y refuerza la idea de que el gasto público es un determinante importante. Sin embargo, hay otros factores históricos y estructurales que determinan el éxito del sistema.
España gasta en educación 252 millones de euros más en 2022 que en 2006 y la cifra también es creciente por alumno, pasando de 9.338 dólares por estudiante en 2008 a 12.426 en 2021, según los últimos datos de la OCDE, que permiten la comparativa internacional. El objetivo último de esta mayor inversión es que repercuta en mejores resultados educativos, pero no ha sido así.
El último informe PISA, de 2022, refleja un descenso en el rendimiento de los alumnos españoles en matemáticas y lectura, que alcanzan mínimos históricos desde que España participa en el estudio, el año 2000. No obstante, al producirse una caída superior en la media de la OCDE y de la UE en ambas competencias y en ciencias, área en la que España repunta ligeramente, el país se encuentra por primer año en la media. El gasto por alumno también ha crecido en la media de la UE y de la OCDE, llegando a 13.787 y 14.209 dólares en 2021, más que en España.
El documento publicado por Bruselas señala algunas explicaciones sobre este comportamiento, aunque no las completa. Una de ellas es que los avances en la tecnología educativa no han sido suficientes para mantener o mejorar la eficiencia de los países en la muestra, lo que podría estar reflejando "una desaceleración en la innovación o en la adopción de tecnologías más eficientes" en el sector.
Un aspecto difícil de averiguar a través de otras publicaciones o por análisis oficiales, ya que los pocos informes que se realizan a nivel institucional sobre la eficiencia del gasto público son los que encargan las administraciones públicas a la AIReF de manera puntual y sobre ámbitos muy concretos que no aportan una visión generalizada.
Algo se está haciendo mejor en la sanidad
Por otra parte, el estudio analiza la eficiencia del gasto en sanidad y los resultados son mejores en general y en España. Se trata de un ámbito en el que los desembolsos han crecido más que en la educación por el envejecimiento de la población, pero que también ha conseguido ganar eficiencia en el proceso de adaptación demográfica al que se enfrenta.
Aunque se detecta margen de mejora en conseguir un mayor número de años vividos en buena salud, los sistemas sanitarios de los países analizados están en su tope en cuanto a prolongar la esperanza de vida con el gasto que realizan. Además, hasta 14 países mejoran su eficiencia entre 2008 y 2019, periodo escogido para excluir la distorsión que provoca la pandemia. España aparece en este ranking de Malmquist con un índice de 1,26, el séptimo con mayor ganancia.
La población de España está más formada y los estudios superiores llegan ya al 49% de los jóvenes de entre 25 y 34 años, mientras que en el año 2000 solo los poseían el 34%. La expansión de la educación ha sido rápida en las últimas décadas y un éxito en términos cuantitativos de consecución de títulos, pero subyace un problema estructural de calidad y de competencias logradas que provoca que lo invertido no produzca los resultados deseables.