El fracaso de la universidad española: más titulados pero con peor comprensión lectora
España sigue lejos de los países desarrollados en habilidades de lectura y matemáticas entre los adultos. Los jóvenes tienen más títulos que nunca, pero eso no se traduce en una mejora de sus competencias
España ha conseguido grandes avances en las últimas décadas en reducción del fracaso escolar y la culminación de estudios superiores. El famoso la generación mejor preparada de la historia se repite cada década. Esta proliferación de títulos superiores es un logro de la sociedad española, sin embargo, los resultados no hablan muy bien de la educación recibida. El último estudio de la OCDE sobre las habilidades de los alumnos en comprensión lectora, matemáticas y resolución adaptativa de problemas, vuelve a situar a España en una posición muy rezagada respecto de la media de los países desarrollados.
El mero hecho de que cada vez haya más población adulta (de 16 a 65 años) con títulos superiores debería ayudar a que España se aproximara a la OCDE. Pero la pobre formación que reciben los alumnos impide que se pueda recortar esta brecha. De hecho, la mayor brecha de habilidades de España con la media de los 31 países analizados está en las generaciones más jóvenes, mientras que las más veteranas están muy cerca de la media.
Desde la primera (y única hasta ahora) edición de este estudio, en 2012, España apenas ha mejorado su situación y se mantiene en los últimos puestos en las tres categorías estudiadas. En comprensión lectora, España obtiene 247 puntos, situándose en la posición 25 de los 31 países analizados. Por detrás sólo están Italia, Israel, Lituania, Polonia, Portugal y Chile, ordenados de mejor a peor. En aritmética, España sale en la posición 24 y en resolución de problemas, en la posición 22.
Si se compara con los resultados de hace una década, España está estancada en comprensión lectora y ha mejorado levemente en aritmética. Una mejora que no responde al aumento de población con estudios superiores. El porcentaje de alumnos con título superior ha aumentado en 10 puntos porcentuales en este periodo, el octavo mejor dato de los países analizados, mientras que se ha reducido en 11,5 puntos el porcentaje de adultos que sin la educación secundaria, el sexto mejor dato.
"La interpretación más habitual es que lo que en España importan tanto o más los títulos que las habilidades", advierte Lucas Gortazar, Director del Área de Educación de EsadeEcPol. Entre las causas, Gortazar apunta al "sistema formativo rígido" y a la "falta de alumnos excelentes", en buena medida, consecuencia de los problemas del propio sistema.
El resultado es que, cuando se comparan los resultados de España con los de la OCDE, se observe una distancia más ancha entre las generaciones más jóvenes. Por ejemplo, en comprensión lectora, los jóvenes de 25 a 34 años están a 14 puntos de la media de los países desarrollados, una brecha que es la mitad en las generaciones más veteranas, reduciéndose a 6 puntos en la franja de 55 a 65 años. En resolución adaptativa de problemas, la brecha con la OCDE es de casi 15 puntos entre los jóvenes de 25 a 34 años, y de sólo 2,5 puntos en los adultos de 55 a 65 años.
El estudio muestra que se ha producido un paso atrás en las habilidades de la generación Z respecto de los últimos millennials, sobre todo en lo que se refiere a comprensión lectora. El resultado que obtienen hoy los jóvenes de 25 a 34 años es 7 puntos inferior al que obtenían los jóvenes de esa misma edad hace 10 años. Y las habilidades de los últimos millennials también son peores que las de los primeros: quienes hoy tienen entre 35 y 44 años obtienen 6 puntos menos que sus predecesores. Se produce, por tanto, un deterioro en las habilidades lectoras que no se ha conseguido compensar con la proliferación de titulados superiores.
La pequeña mejora que ha experimentado España en comparación con la media de la OCDE se debe básicamente a la mejora en los grupos de más edad. Por ejemplo, en comprensión lectora, todos los grupos de edad salen en esta prueba peor que hace una década, salvo el de mayores de 55 años. Pero no es que estos sean ahora más avispados, sino que se ha producido un cambio de composición muy importante en esta franja de edad, porque coincidió con una fase de universalización de la educación en el país y el impulso de la inversión pública.
El resultado es que están cumpliendo más de 65 años muchas personas que no pudieron estudiar y su lugar lo ocupa una generación (la primera de los baby boomers) que ya tuvo acceso generalizado a la formación. "Esto puede estar explicado por las reformas educativas de los años 70: los nacidos entre 1958 y 1968 son fundamentalmente hijos de la LGE de 1970 y de la expansión educativa secundaria y superior", señala Gortazar.
De hecho, tras los Pactos de La Moncloa, aumentó drásticamente la población con estudios secundarios y universitarios. Esta paulatina salida de población sénior sin estudios es lo que ha permitido una leve mejoría de la situación de España en comparación con la OCDE, pero es un consuelo insuficiente.
Uno de los mayores problemas que tienen los adultos en España es que su progresión se frena tras finalizar los estudios reglados. La especialización productiva del país, concentrada en sectores de bajo valor añadido, provoca un estancamiento de la progresión de las capacidades al terminar la universidad. Apenas existe formación en el empleo y los trabajos tampoco incentivan la mejora de las habilidades. "Los resultados de PIAAC son la conjunción del peso de la calidad de la educación y formación, del funcionamiento mercado laboral y de la orientación de la economía hacia actividades de alto valor añadido y de conocimiento", lamenta Gortazar.
Se trata de un círculo vicioso difícil de romper: una educación con resultados mediocres que no genera las habilidades suficientes para cambiar el modelo económico, por lo que las empresas tampoco apuestan por mejorar la formación de sus trabajadores.
Los hijos humildes
La comparativa de la situación actual con la de 2012 muestra una reducción de la desigualdad en España. La evolución del país se debe fundamentalmente a dos factores: el fracaso de las clases pudientes y el ascenso de las clases populares. De hecho, España ha llegado al punto de ser el país con menos diferencias de habilidades en función de la formación de los padres.
Es bien sabido que la formación de los padres es clave para los resultados académicos de los hijos. Pero en España, es un poco menos importante en términos de habilidades (no de salarios). Por ejemplo, en comprensión lectora, los adultos que tienen al menos un progenitor con estudios superiores, obtienen casi 25 puntos más que los adultos cuyos padres no completaron la educación secundaria. Una brecha es la mitad que la media de la OCDE y tres veces menos que en Alemania, el país con más desigualdad. Y lo mismo ocurre con las competencias en matemáticas o en resolución adaptativa de problemas.
Este estrechamiento de las diferencias heredadas es consecuencia del fracaso de las élites y del éxito de las clases populares. En España, los adultos cuyos padres tienen estudios superiores salen por debajo de la media de la OCDE en los tres indicadores. Por ejemplo, en comprensión lectora y matemáticas obtienen 19 puntos menos que los adultos con padres altamente cualificados del resto de la OCDE. Sin embargo, los adultos con padres sin formación secundaria están por encima de la media, 7 y 5 puntos, respectivamente.
El fracaso de las élites también se refleja en la gran dificultad que tiene España para colocar a su población en el top de habilidades a nivel internacional. Sólo el 4% de los adultos españoles entran en el grupo de alto rendimiento en lectura, el quinto peor dato de los 31 países analizados, sólo por delante de Lituania, Polonia, Portugal y Chile. La media de la OCDE es más del doble, casi el 11%. En matemáticas el resultado es un poco mejor: la población con alto rendimiento es el 6%, pero también es menos de la mitad de la media de la OCDE, que alcanza el 14%.
Con estos datos sobre la mesa, se constata que España ya tiene poco margen para mejorar en estas estadísticas gracias al efecto composición por el peso creciente de los titulados universitarios. La reducción del fracaso escolar ha sido exitosa, pero ahora queda la parte más complicada: conseguir elevar la calidad de la educación para que los titulados tengan competencias similares a las que tienen otros países desarrollados.
Esto es, ya no se trata de una cuestión cuantitativa (cuántos jóvenes culminen sus estudios), sino cualitativa (la calidad de las materias que se imparten). Un reto al que España ha prestado poca atención en las últimas décadas y que ha provocado un estancamiento en la brecha con el resto de economías desarrolladas.
España ha conseguido grandes avances en las últimas décadas en reducción del fracaso escolar y la culminación de estudios superiores. El famoso la generación mejor preparada de la historia se repite cada década. Esta proliferación de títulos superiores es un logro de la sociedad española, sin embargo, los resultados no hablan muy bien de la educación recibida. El último estudio de la OCDE sobre las habilidades de los alumnos en comprensión lectora, matemáticas y resolución adaptativa de problemas, vuelve a situar a España en una posición muy rezagada respecto de la media de los países desarrollados.
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