Fuentes Quintana y la procelosa historia de la economía española
Hace cien años nació Enrique Fuentes Quintana. Probablemente, el economista más influyente de la reciente historia económica de España. Su gran obra política fue la reforma fiscal y los Pactos de la Moncloa
El discurso más conocido de Enrique Fuentes Quintana lo pronunció el 8 de julio de 1977, apenas unas semanas después de las primeras elecciones generales de la democracia. Pero es probable que el más importante no fuera ese, sino la intervención que tuvo un par de años antes, el 10 de junio de 1975, con ocasión de su ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Mientras en el primero, el por entonces vicepresidente económico del Gobierno de Adolfo Suárez hizo un sobrecogedor llamamiento a la población para enderezar la dramática situación de la economía española, en el segundo señaló lo más importante desde el punto de vista político.
Con ese objetivo, Fuentes construyó una especie de ruta a seguir para modernizar la economía y sacarla de las viejas inercias del pasado en materia fiscal. Lo que proponía, en definitiva, era lo mismo que avanzar en la consecución de la democracia con su capacidad de cohesión social. El propio Fuentes Quintana lo dejó dicho en su primer discurso: "Las soluciones a los problemas económicos nunca son económicas, sino políticas".
Lo que ideó, en concreto, fue darle la vuelta al deficiente sistema tributario español de la dictadura, que el propio Fuentes denominó modelo mediterráneo en la medida que, en lugar de gravar la renta ingresada por los contribuyentes, la presión fiscal se hacía recaer sobre el producto y el gasto. Es decir, un modelo más propio del siglo XIX (su origen está en la reforma tributaria de 1845 de Alejandro Mon y Ramón de Santillán) que de la Europa moderna a la que España, por entonces, aspiraba a pertenecer.
Lo que propuso Fuentes en aquel discurso de aceptación fue, ni más ni menos, crear un sistema tributario basado en tres índices para apreciar la capacidad de pago de un contribuyente: la renta, el patrimonio y el consumo. Estos índices, dijo, "deben alimentar la recaudación de cinco impuestos: el que grava la renta personal, el que somete a los beneficios empresariales, el que recae sobre el patrimonio neto, el que se aplica sobre las sucesiones y el que se gira sobre el volumen de ventas".
Una obviedad
Casi medio siglo después de aquel discurso, lo expresado por Fuentes ante la academia puede parecer una obviedad. Al fin y al cabo, todos los sistemas tributarios de las democracias avanzadas, con sus particularidades, poseen sistemas tributarios similares a los que propuso aquel día Fuentes Quintana, pero para la España que salía a duras penas de la dictadura era una auténtica revolución. El dictador ni siquiera había muerto. De hecho, era lo mismo que hacer una enmienda a la totalidad al fracasado sistema fiscal del franquismo. "Quizá la disfuncionalidad más perceptible de nuestra imposición sea hoy la que se acusa en las graves deficiencias de bienes y servicios públicos que padece la sociedad española", dijo ante los miembros de la Real Academia de Ciencias Morales.
Leído ese discurso hoy puede parecer producto de la mente de un izquierdista o de un compañero de viaje del PCE, por entonces, el partido hegemónico en la oposición a la dictadura, pero, muy al contrario, Fuentes Quintana, de quien ahora se cumple el centenario de su nacimiento, nunca fue de izquierdas ni un activista político. Es más, colaboró con la puesta en marcha del Plan de Estabilización del franquismo, aquel producto económico de los tecnócratas del Opus que salvó al régimen del colapso económico y evitó que millones de españoles siguieran sufriendo las miserias de la dictadura en forma de masivas emigraciones o de privaciones materiales.
El propio Fuentes confesó que el discurso que ofreció en televisión española apenas tres días después de que fuera constituido el primer Gobierno de la democracia estaba de alguna manera inspirado en la II República, que, al margen de otras circunstancias políticas, murió arrastrada por una crisis económica profunda derivada de la Gran Depresión. Y fue, precisamente, esa obsesión por no repetir el pasado lo que le llevó a adoptar un tono apocalíptico en su intervención sobre la situación económica. Ese tono ciertamente dramático le fue, sin embargo, extremadamente útil para la firma de los Pactos de la Moncloa, su gran obra política y, por supuesto, económica.
Es verdad que el Plan de Estabilización de 1959 sacó a España del pozo gracias a que la apertura económica del régimen (no la política) ofreció a las empresas de EEUU y de Europa mano de obra barata y paz social por la prohibición de sindicatos libres, pero los problemas del Estado en cuanto a su solvencia presupuestaria seguían siendo una constante histórica. Tanto que el propio Fuentes Quintana, incluso antes de ese discurso ante los académicos, en 1973, y desde el Instituto de Estudios Fiscales, se vio obligado a elaborar un Libro Verde —ahora son blancos— sobre la reforma tributaria que no solo acabó en la papelera, sino que significó la destitución fulminante del ministro de Hacienda de turno, Alberto Monreal Luque después de que ambos se plantaran ante Franco en el palacio del Pardo para explicarle su reforma fiscal.
Leer y escribir
Fuentes había nacido en 1924 en Carrión de los Condes (Palencia) y era hijo de un abogado que trabajaba en el sindicato agrario católico, por aquel entonces muy influyente en Castilla, donde el caciquismo de la Restauración todavía sobrevivía con fuerza. El propio Fuentes comentó en alguna ocasión que cuando era joven enseñaba a leer y a escribir a agricultores analfabetos, y muchos años después, tras haber dado miles de clases en innumerables universidades recordaba, así lo hizo durante una entrevista reproducida en su día por este periódico, que lo más duro que había hecho en su vida era intentar que los agricultores adultos pudieran aprender las cuatro reglas. "Era durísimo", decía con cierto pesar, y tal vez por eso se dedicó casi toda su vida a la enseñanza. Fue, incluso, preceptor de estudios económicos de Juan Carlos (que lo nombró senador real en las primeras Cortes) y del príncipe Felipe.
Lo más importante, sin embargo, fue su obra académica, pero no solo en un plano teórico. Es verdad que su paso por el Gobierno fue fugaz, duró apenas ocho meses, pero todas las políticas fiscales que se han hecho desde la Transición llevan de alguna manera el sello Fuentes debido a que la gran mayoría de los hacendistas y economistas españoles han bebido de sus libros. Se puede decir, de hecho, que no se entiende la política fiscal de la democracia sin apelar a sus textos y a sus aportaciones teóricas en los tres grandes hitos de la economía en los últimos 65 años: el Plan de Estabilización (1959), los Pactos de la Moncloa (1977) y la adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea (1986). Es verdad que la reforma fiscal de 1978 lleva habitualmente el nombre de 'reforma Ordóñez', por el exministro Francisco Fernández Ordóñez, pero realmente el autor intelectual fue Fuentes Quintana. La reforma, por cierto, fue aprobada por casi la totalidad del Congreso.
Fuentes, que formó parte de la primera promoción de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, en 1944, es la cabeza visible —desde luego por su influencia— de una generación extraordinaria de economistas españoles formada por Fabián Estapé, Luis Ángel Rojo, Juan Sardá o José Barea, continuadores de otra generación de economistas que siempre reivindicaba en sus conferencias: Román Perpiñá, Germán Bernácer, Antonio Flores de Lemus, Valentín Andrés Álvarez, José María Zumalacárregui o Manuel de Torres, a quien se considera uno de los introductores de Keynes en España a través de los multiplicadores fiscales. Fruto de ese interés por la historia de la economía española, aunque para nada era historicista, puso en marcha una obra enciclopédica como es Economía y economistas españoles, el proyecto más ambicioso para explicar el quién es quién de la llamada ciencia lúgubre.
Uno de sus púlpitos fue el Instituto de Estudios Fiscales (IEF), que dirigió desde 1969, en pleno desarrollismo franquista, lo que muestra que su conocimiento de las tripas financieras del Estado, y sus limitaciones, era algo más que amplio. No obstante, era catedrático de Hacienda Pública y había aprobado la oposición de Técnico Comercial del Estado, lo que da idea de sus vastos conocimientos. No es de extrañar, por eso, que cuando Suárez, a quien Fuentes consideraba un milagrero dada su enorme capacidad de improvisación para resolver los problemas, reunió a las fuerzas políticas para firmar los Pactos de la Moncloa, su autoridad intelectual abriera las puertas al acuerdo y a la ejecución de una política de ajustes que fue aceptada, incluso, por la izquierda, aunque a regañadientes. Lo demuestra el hecho de que Marcelino Camacho no quería firmarlos, pero Santiago Carrillo le obligó en aras de consolidar la democracia.
Fuentes Quintana no era para nada keynesiano y, de hecho, le gustaban muy poco las políticas de demanda para estimular el crecimiento económico, pero, a cambio, ofreció una reforma fiscal moderna que sacaba a la Hacienda Pública de sus miserias a la hora de satisfacer las necesidades sociales. Es decir, ajustes a cambio de que los contribuyentes tuvieran que pagar impuestos en función de su renta real y de su patrimonio y no de sus gastos, superfluos o no. Aunque parezca mentira, lo obvio fue en su día una auténtica revolución. Hoy seguiría siéndolo.
El discurso más conocido de Enrique Fuentes Quintana lo pronunció el 8 de julio de 1977, apenas unas semanas después de las primeras elecciones generales de la democracia. Pero es probable que el más importante no fuera ese, sino la intervención que tuvo un par de años antes, el 10 de junio de 1975, con ocasión de su ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Mientras en el primero, el por entonces vicepresidente económico del Gobierno de Adolfo Suárez hizo un sobrecogedor llamamiento a la población para enderezar la dramática situación de la economía española, en el segundo señaló lo más importante desde el punto de vista político.
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