Europa apostó doble o nada al comercio mundial y salió Trump
Desde 2019 hasta la actualidad, nada menos que el 77% del crecimiento del PIB de la eurozona se apoya en el comercio exterior. Es el único gran empuje que le queda a la economía, pero está en riesgo por la llegada de Trump
Mientras Estados Unidos se prepara para la política proteccionista prometida por el presidente electo, Donald Trump, Europa intenta convencer de las ventajas del libre comercio. "Nadie tiene nada que ganar en una guerra comercial", se insiste desde la Comisión Europea, las capitales nacionales e, incluso, el Banco Central Europeo (BCE). Es cierto que existen pocos argumentos para justificar que una guerra comercial puede traer prosperidad. Pero lo que es seguro es que no hay un solo argumento para pensar que Europa puede salir reforzada.
El motivo es que la Unión Europea trazó una estrategia económica en la que las exportaciones estaban en el centro del crecimiento. Unas exportaciones, además, basadas en los avances tecnológicos que tenía entonces y en el fuerte control de los costes de producción. Dos ventajas que ya han desaparecido: la falta de inversión ha provocado que la tecnología europea quede obsoleta y la pérdida del gas ruso barato ha multiplicado los costes energéticos.
Tras la burbuja inmobiliaria se instaló en Europa la idea de que el crecimiento más saludable era el de las exportaciones. El modelo alemán salió fortalecido de la crisis de deuda y se propagó por el resto del continente. El sector exterior (exportaciones netas de bienes y servicios) ha aportado nada menos que el 30% del crecimiento económico de la eurozona desde el año 2008. Y si se tienen en cuenta los últimos cinco años (desde la pandemia) la aportación es de más del 70%.
El comercio exterior fue el salvavidas de Europa durante la crisis financiera y los años posteriores. Las ventas al exterior permitieron a las empresas seguir produciendo mientras la demanda interna se desplomaba. Se convirtió así en el modelo de crecimiento europeo. El peso de las exportaciones netas en el PIB se ha disparado desde la creación del euro. Desde los años noventa hasta la crisis financiera, el comercio exterior neto apenas generaba el 1% del PIB de la eurozona. Sin embargo, en los 15 años posteriores se ha multiplicado por tres, hasta quedarse a un paso del 6% durante el pasado verano.
La aportación del sector exterior ha sido clave en estos años, pero también ha generado una alta dependencia de la evolución del comercio mundial. Ahora, a las puertas de una guerra comercial, Europa se asoma al abismo.
Pero aún hay más: la guerra comercial se concentra en los bienes, porque es mucho más complicado controlar el flujo de servicios. Y es en los bienes donde Europa tiene mayor dependencia, especialmente los países del norte y este del continente, que están más industrializados. Las exportaciones netas de bienes aportan casi el 4% del PIB cada trimestre, frente al 2% que aportan los servicios.
Estados Unidos es uno de los mercados más importantes para los productores europeos. De hecho, EEUU supone casi un tercio del superávit de la balanza de bienes de la eurozona. En los últimos 12 meses, los países del euro han obtenido un saldo neto de ventas en EEUU de casi 170.000 millones de euros.
El segundo mandato de Trump promete ser más agresivo con Europa de lo que lo fue el primero en términos de política comercial. Durante el primero (sin tener en cuenta los meses de la pandemia), las exportaciones de Europa a EEUU crecieron un 15%, pero las de EEUU hacia la eurozona aumentaron un 18%. Sin embargo, durante el mandato de Biden las tornas se han dado la vuelta, con un crecimiento más intenso de las ventas europeas.
En definitiva, Trump fue capaz, con unas pocas medidas antidumping, de ralentizar el crecimiento de las exportaciones europeas. En esta ocasión, su discurso es más agresivo y, además, Europa ha aumentado su dependencia del mercado estadounidense, ya que la demanda doméstica no tira.
De ahí que los líderes comunitarios, incluyendo a la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, estén haciendo llamamientos continuos a las bondades del libre comercio. La alternativa es un proceso de ajuste de la capacidad instalada que podría dejar un profundo daño en el tejido productivo europeo.
Mientras Estados Unidos se prepara para la política proteccionista prometida por el presidente electo, Donald Trump, Europa intenta convencer de las ventajas del libre comercio. "Nadie tiene nada que ganar en una guerra comercial", se insiste desde la Comisión Europea, las capitales nacionales e, incluso, el Banco Central Europeo (BCE). Es cierto que existen pocos argumentos para justificar que una guerra comercial puede traer prosperidad. Pero lo que es seguro es que no hay un solo argumento para pensar que Europa puede salir reforzada.