El cambio clave en la economía que explica el viraje de los trabajadores hacia la derecha
Ante una situación económica complicada, los votantes están demandando nuevas políticas. Las políticas de predistribución juegan un papel determinante en varias clases sociales
El papel decisivo de la economía en los resultados electorales es una constante que se ha acentuado en los últimos años. En muchos países, el día de las elecciones ha tenido el mismo desenlace: el partido en el gobierno sale y entra la oposición (o un conjunto fragmentado de ellas, lo que dificulta la gobernabilidad). La difícil situación económica de muchos ciudadanos estuvo presente en el 5N estadounidense y desde esa perspectiva hay que entender también la victoria de Trump.
Sin embargo, en este diagnóstico generalmente compartido, y dada la relevancia de la inflación, subyace una de las realidades más interesantes en el cambio de posicionamiento de los electores, en particular de las clases medias y trabajadoras.
La campaña presidencial de Harris sufrió una debilidad que Ben Rhodes, asesor de la administración Obama, señala con precisión. “Los demócratas contaron historias reales sobre la ineptitud de Trump, sobre los logros legislativos de la administración Biden-Harris, sobre el poder de decisión de las mujeres sobre sus cuerpos. Pero cuando hablaban de la economía de la clase media, a menudo lo hacían con el lenguaje usual de la clase consultora”. Su forma de narrar, pero también el mensaje que transmitían, era entendido y compartido por las clases gerenciales y los profesionales urbanos, pero rechazado fuera de estos grupos. Era fácil decir que la economía iba bien, pero la gente no lo percibía así, lo que situaba la culpa en unas clases menos educadas que, supuestamente, se engañaban a sí mismas.
Sin embargo, esta disonancia revela una historia que va más allá de un tipo de lenguaje y de una negación de la realidad cotidiana que los expertos ignoran (en buena medida porque a ellos no les afecta, y lo que no les afecta no existe). Se trata de un modelo de organización social que está fallando, y que perjudica especialmente a quienes más insistieron en él, los demócratas y progresistas.
La economía equivocada
Las clases urbanas formadas adoptaron un modelo en la época de la globalización que incluía dos direcciones. La economía requería apertura, eliminación de barreras y apoyo a la acción del mercado, lo que llevó a adoptar políticas promercado. Esta liberación de las energías del capitalismo generaría prosperidad, ya que el trickle-down permitiría que los beneficios alcanzaran a toda la sociedad. Al mismo tiempo, los efectos de desigualdad que producían estas políticas se compensarían mediante prestaciones estatales, ya que una mayor prosperidad aumentaría la recaudación de impuestos para fortalecer servicios de salud y educación, así como ayudas estatales. El acuerdo era liberar al mercado y, a cambio, implementar políticas sólidas de redistribución.
La lógica apuesta de las opciones progresistas por mantener los servicios públicos se ve perjudicada por el deterioro continuo de estos
El plan no funcionó, ya que la arquitectura global permitió dos cosas muy negativas: las empresas podían eludir impuestos mediante instrumentos legales, y la mayor parte de los beneficios generados no regresaban a la economía productiva, sino a una esfera financiera ficticia. El derrame no se producía. Al mismo tiempo, unos Estados con menos ingresos y más deuda tenían recursos insuficientes para atender las necesidades redistributivas.
La insistencia de las opciones progresistas en mantener los servicios públicos se veía afectada por el deterioro continuo de estos, y no solo en cuanto a la provisión de bienes esperados, como la sanidad o la educación, sino también en las capacidades de los Estados. Más allá de evidentes errores de gestión, la deficiente respuesta a catástrofes naturales como la Dana está relacionada con el debilitamiento institucional.
Las nuevas preferencias
En ese contexto, también se han ido modificando las preferencias de los votantes, la gran mayoría de los cuales sigue apoyando una acción redistributiva fuerte y es partidaria de una buena sanidad y educación, pero han comenzado a priorizar otras necesidades.
El estudio Compensate the Losers, Economic Policy and Partisan Realignment in the US, firmado por los profesores de economía de la Universidad de Princeton Lyana Kuziemko, Nicolas Longuet-Marx y Suresh Naidu pone el acento en esos cambios y destaca una brecha significativa. Los estadounidenses sin titulación universitaria apoyan las políticas predistributivas (seguridad en el empleo, salarios más altos, sindicatos y acuerdos comerciales proteccionistas), una constante desde hace al menos 80 años, mientras que las clases formadas son más partidarias de la redistribución, por ejemplo mediante impuestos más altos a los ricos.
Hay una división evidente entre las clases expertas que insisten en que la economía va bien y el común de los ciudadanos
La inflación destaca aún más estas preferencias. Hay una división evidente entre las clases expertas que insisten en que la economía va bien, porque las cifras macro así lo indican, y el común de los ciudadanos que sufre un descenso en el nivel de vida y en los recursos disponibles. Si los precios de los bienes esenciales aumentan mucho, y en algunos casos como la vivienda o los alimentos de manera significativa, y los ingresos no crecen, la presión se vuelve difícil de soportar. Las dificultades para llegar a fin de mes aumentan, los pequeños extras desaparecen y también la capacidad de ahorro. Ni las clases trabajadoras ni las medias ven en la teórica redistribución un elemento suficiente.
En ese contexto, las clases progresistas insisten en impuestos más elevados, mientras que los neoliberales defienden impuestos más bajos para que funcione la economía del derrame. Ninguna de las dos propuestas termina de convencer, ya que no afronta el problema de fondo, la insuficiencia de ingresos y la falta de estabilidad vital.
Las clases obreras y las medias bajas, así como buena parte de las medias, sufren especialmente el declive del trabajo como fuente de ingresos
Las elecciones estadounidenses ofrecen un ejemplo de cómo se está produciendo el viraje político. Trump ofreció una solución: el proteccionismo, el regreso de la industria y de trabajos mejor pagados. Puede ser buena o mala, pero es una, y es necesaria para que EEUU siga siendo un país relevante. Los demócratas, en cambio, no ofrecieron ninguna. No solo porque se centraron en temas como el aborto, el poder de las mujeres y la defensa de la democracia, sino porque su programa económico, que incluía mayores impuestos para los ricos y el fortalecimiento de Medicare, fue expuesto con timidez, inclinándose rápidamente hacia Wall Street.
Las clases obreras y medias bajas, así como buena parte de las medias, sufren especialmente el declive del trabajo como fuente de ingresos. Las rentas son el instrumento que permite una vida estable, mientras que el trabajo asegura cada vez menos los recursos necesarios para la subsistencia y la reproducción de la posición social. Los demócratas ofrecieron mayores impuestos; los republicanos apostaron por el proteccionismo, reactivar la economía, reindustrializar y regular los flujos migratorios. Es fácil entender por qué las clases trabajadoras y medias bajas prefirieron a los republicanos.
El aumento de ingresos
En este giro, hay elementos culturales importantes. Uno de ellos es evidente: la gente prefiere ganar lo suficiente antes que depender de ayudas. Y esto es relevante porque apela a las clases hoy económicamente presionadas. No se trata solo de repartidores, limpiadoras o cuidadores. Muchos autónomos, pequeños empresarios y profesionales liberales constatan cómo sus ingresos no son suficientes, cómo llegar a fin de mes se vuelve más difícil y cómo cada vez hay menos empleos que permitan cierta estabilidad. Lo que quieren son políticas predistributivas que aumenten sus ingresos.
Modificar esta situación a veces está relacionado con el aumento de los salarios y otras veces con la clarificación de una cadena de mercado que perjudica especialmente a los más pequeños. Biden adoptó un enfoque interesante en este sentido con las políticas antitrust, parte esencial de la tradición económica estadounidense del siglo pasado, que permitió sobrevivir dignamente a los pequeños negocios. Muchos han desaparecido hoy, del mismo modo que los salarios ofrecen menor estabilidad vital. Las políticas predistributivas se hacen indispensables como oferta política para estas clases, aunque son menos prioritarias para las clases formadas con mejores salarios, que han sido afectadas por la inflación, pero no gravemente, y prefieren los impuestos. Parte de este segmento social incluso se ha visto beneficiado, ya que ha ganado más.
Este giro en el voto inmigrante, presente en las elecciones estadounidenses, es relevante
Este cambio también ayuda a entender las variaciones en el voto hispano, similar a lo que ocurre con la inmigración en varios países, donde empiezan a optar por representantes de las derechas nacionalistas. Los inmigrantes no son solo camareros, albañiles o cuidadores; también abren sus propios negocios y montan bares, tiendas y empresas de construcción o servicios. Son colectivos aspiracionales, que buscan prosperar, por lo que prefieren a quienes les ofrecen una perspectiva de crecimiento. Pero, al mismo tiempo, aquellos que insisten en los impuestos les generan doble incomodidad, en parte porque perciben en los inmigrantes recientes no solo más competencia laboral, sino a personas que reciben ayudas públicas financiadas por sus impuestos. Este giro en el voto inmigrante, presente en las elecciones estadounidenses, es relevante.
El abandono de las políticas predistributivas por parte de las opciones progresistas, que fueron su esencia durante mucho tiempo, y su apuesta débil por una redistribución que, si bien sigue siendo popular, se percibe como fallida, está en el centro del triunfo de Trump y en el debilitamiento de las izquierdas en Occidente. Las promesas de los republicanos, basadas en el reforzamiento de las capacidades nacionales para beneficiar a todos los ciudadanos, y especialmente a las clases trabajadoras, pueden o no cumplirse (probablemente no), pero han sido notablemente eficaces en las elecciones, ya que apelaron a lo que los ciudadanos deseaban: una salida.
El papel decisivo de la economía en los resultados electorales es una constante que se ha acentuado en los últimos años. En muchos países, el día de las elecciones ha tenido el mismo desenlace: el partido en el gobierno sale y entra la oposición (o un conjunto fragmentado de ellas, lo que dificulta la gobernabilidad). La difícil situación económica de muchos ciudadanos estuvo presente en el 5N estadounidense y desde esa perspectiva hay que entender también la victoria de Trump.
- La aceituna española pasa de las elecciones en EEUU: habrá aranceles gane quien gane Javier Melguizo
- Elecciones en EEUU: en juego más de lo que parece Guillermo Santos Aramburo
- Todo lo que la economía española se juega en las elecciones de Estados Unidos Agustín Monzón