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La reducción del tiempo de trabajo es un espejismo: las jornadas duran como hace 40 años
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La reducción del tiempo de trabajo es un espejismo: las jornadas duran como hace 40 años

Un estudio deja en evidencia la aparente reducción del tiempo de trabajo: se debe a la creación del empleo a tiempo parcial y al aumento del empleo público

Foto: Manifestación en Valencia por la reducción de la jornada laboral. (EFE)
Manifestación en Valencia por la reducción de la jornada laboral. (EFE)
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Desde principios del siglo XX hasta la década de los setenta se produjo, en los países desarrollados, una rápida reducción de las jornadas laborales. En esas siete décadas, los trabajadores pasaron de echar más de 65 horas semanales a poco más de 40. Fue una rápida reducción en la que las ganancias de productividad se trasladaban a mayor tiempo de ocio para los ocupados. Con esta tendencia, surgieron previsiones que auguraban un futuro sin tener que trabajar. Las máquinas lo harían todo.

Sin embargo, desde finales de los setenta se ha producido un estancamiento en la reducción de las jornadas laborales. Un estudio elaborado por investigadores españoles que trabajan para el Centro Común de Investigación (JRC, dependiente de la Comisión Europea), ha puesto de relieve que la reducción del tiempo de trabajo es un espejismo.

El tiempo de trabajo de los empleados a tiempo completo era de 40 horas hace casi medio siglo y lo sigue siendo ahora. Ocurre en España, pero también en el resto de países desarrollados analizados en el estudio. Se trata de una ruptura de la relación tradicional según la cual, las ganancias de productividad se trasladaban en mayor tiempo de ocio.

Sin embargo, estamos cansados de leer que el tiempo de trabajo se ha reducido en las últimas décadas. ¿Dónde está la clave? La principal explicación está en el surgimiento del empleo a tiempo parcial. Desde los años noventa ha aumentado, en todo el mundo, el porcentaje de trabajadores que están ocupados a media jornada o menos. En buena medida, es consecuencia del surgimiento de empleos más precarios, pero también de las necesidades de algunos trabajadores que no tienen tiempo en su día a día para trabajar ocho horas. Esto está muy influido por la incorporación de la mujer al mercado laboral, que ha provocado que las familias tengan más dificultad para compatibilizar el empleo con los cuidados.

El empleo a tiempo parcial no solo ha surgido entre los asalariados, también entre los autónomos, que compaginan su actividad profesional con otras tareas. En España hay franjas de edad en las que el empleo a tiempo parcial se acerca al 4%. Este aumento de la participación del tiempo parcial explica en buena medida la reducción del tiempo de trabajo promedio. Si se excluye el tiempo parcial, las jornadas laborales siguen siendo idénticas a las del año 1980.

Pero hay otro factor que está contribuyendo a reducir la jornada laboral media: el empleo público. La jornada media en la administración es levemente superior a las 37 horas, muy inferior a la media nacional. Esto significa que el aumento de la participación del sector público en la economía desde la Transición empuje hacia abajo la duración de la jornada.

Una vez descontados estos dos factores, lo que queda son jornadas laborales igual de largas que hace casi medio siglo. El estudio muestra que los trabajadores privados de la industria y de los servicios con contratos a tiempo completo siguen trabajando las mismas horas: más de 40 a la semana. Esto es, además de la jornada habitual, son frecuentes las horas extra, tanto remuneradas como no remuneradas. De hecho, las horas extra están en máximos de los últimos 15 años.

Según los últimos datos, correspondientes al año 2022, la jornada media en la industria y los servicios privados era superior a las 41 horas semanales. Cifras que superan a otros países estudiados como Alemania o Dinamarca. Esto es algo bien conocido: las jornadas de trabajo son más largas en España.

Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que la larga duración de las jornadas laborales es, en cierta medida, cultural. El argumento es que las jornadas laborales se han reducido entre los trabajadores sin cualificación o con cualificación intermedia en las tres últimas décadas. Sin embargo, se han mantenido estables entre los trabajadores de alta cualificación.

"Observamos que quienes trabajan más tiempo son quienes tienen niveles formativos más altos, lo que puede servir de proxy del estatus profesional", explica Sergio Torrejón, "parece que hay una explicación cultural". Trabajar muchas horas es visto en la actualidad como un signo de éxito laboral.

"Los trabajadores altamente cualificados tienen más capacidad para decidir la cantidad de tiempo que dedican al trabajo remunerado"

Ocurre, además, que los empleos de alta cualificación otorgan más autonomía a los trabajadores. Las llamadas profesiones liberales se organizan, en muchos casos, en torno a tareas y no tanto a horarios fijos de trabajo. "En general, los trabajadores altamente cualificados tienen más capacidad para decidir la cantidad de tiempo que dedican al trabajo remunerado", señalan los investigadores. A mayor trabajo, mayores posibilidades de ascenso, lo que genera un círculo que fomenta la existencia de jornadas laborales tan largas.

Esto no ocurre solo en España, sino que está generalizado en todos los países estudiados. “El nivel formativo y el tiempo de trabajo suelen tener una correlación positiva en todos los casos”, señala el estudio.

Sin embargo, en los últimos años ha surgido una demanda de los trabajadores por la reducción del tiempo de trabajo. En España se ha canalizado a través de la petición de la jornada de 37,5 horas en el sector privado, tal y como ya ocurre en el público. En otros países impera la propuesta de la semana laboral de cuatro días. Es posible que, tras medio siglo de separación entre la productividad y el tiempo de trabajo, vuelva a establecerse una cierta correlación.

Desde principios del siglo XX hasta la década de los setenta se produjo, en los países desarrollados, una rápida reducción de las jornadas laborales. En esas siete décadas, los trabajadores pasaron de echar más de 65 horas semanales a poco más de 40. Fue una rápida reducción en la que las ganancias de productividad se trasladaban a mayor tiempo de ocio para los ocupados. Con esta tendencia, surgieron previsiones que auguraban un futuro sin tener que trabajar. Las máquinas lo harían todo.

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