De la Cámara: "Construir más pantanos no solo es anacrónico, sino contraproducente"
La población, a veces, asegura este experto en políticas de agua, no es consciente de los riesgos. Sabe que vive en una rambla o en un barranco, pero desconoce que son zonas potencialmente inundables. Los gobiernos no siempre ayudan
Tras la tragedia en Valencia, debe haber un antes y un después en la política de urbanización del territorio. Esto, al menos, es lo que creen los expertos en la economía del agua. En esta entrevista, Gonzalo de la Cámara, director del Centro de Agua y Adaptación Climática de IE University, reclama políticas más sostenibles en la gestión del agua y del territorio, atendiendo a los riesgos en un contexto de cambio climático. Las amenazas, recuerda, sólo se combaten desde la responsabilidad individual y desde el buen funcionamiento del sistema de alertas. De la Cámara lleva 25 años asesorando a instituciones como la Comisión Europea, el sistema de Naciones Unidas, la OCDE y el Banco Mundial.
PREGUNTA. Al margen de la tragedia humana, cómo ha visto un economista, experto en el ciclo del agua, lo que ha ocurrido en la Comunidad Valenciana y en otros lugares.
RESPUESTA. No es más que la ilustración de un fenómeno global: el cambio climático, que lejos de lo que a veces se piensa, no genera nuevos problemas, sino que los amplifica. Las características de las cuencas mediterráneas, tanto si son países del sur de Europa como del norte de África, siempre han sido así. Son cuencas que están caracterizadas por una esquizofrenia que hace que la mayor parte del tiempo estén sometidas a estrés hídrico extremo, y cuando se producen precipitaciones, son torrenciales. Esto ocurre ahora y ha ocurrido tradicionalmente. Lo que estamos viendo ahora es que el cambio climático lo que hace es aumentar la frecuencia, la intensidad de estos fenómenos y toda la incertidumbre asociada.
P. ¿Qué ha fallado para una tragedia de estas dimensiones?
R. Han confluido varias cosas. Por un lado, tiene que ver con unas precipitaciones muy intensas en un momento muy puntual, pero también con pautas en la gestión del territorio y con el mantenimiento de determinadas estructuras. Cuando hablo de pautas de gestión del territorio me refiero fundamentalmente a un fenómeno que la Agencia Europea de Medio Ambiente denomina sellado del suelo, que tiene que ver con el hecho de que en terrenos rústicos, fundamentalmente por la compactación del suelo o por la utilización de maquinaria y en terrenos urbanos por la utilización de asfalto en infraestructuras y de cemento, nos encontramos con situaciones en las cuales se ha destruido la capacidad natural de drenaje de ese suelo, lo que hace que el agua no infiltre. Esto hace que la velocidad de esa agua en su descenso sea muchísimo mayor, lo que incrementa su potencial destructivo. A esto hay que añadir pautas de urbanización en zonas estrictamente inundables. A ello se refiere así la memoria de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Se han sumado muchas cosas.
P. Hace 40 o 50 años, cuando a las DANA se les llamaba gota fría, este fenómeno atmosférico ocurría tres o cuatro veces al año, especialmente en septiembre u octubre. Hoy sucede todo el año. ¿Por qué razón?
R. En la literatura científica hay unos modelos que se llaman de atribución, y lo que nos dicen es que han aumentado tanto la frecuencia como la intensidad de estos fenómenos, por cierto, también en las sequías. Lo que estamos viendo es que muchos de estos fenómenos ya son estrictamente atribuibles al cambio climático. Esto no solo está ocurriendo en las cuencas mediterráneas, también en el interior del territorio, como la cuenca del Ebro. Teníamos inundaciones antes que se daban cada 50 o 100 años y ahora se están dando cada otoño. Esto tiene que ver con la alteración de la calidad de la temperatura en superficie en el Mediterráneo. Al aumentar los niveles de vapor de agua se producen bajas presiones que se mantienen de manera estable y no desaparecen. Este tipo de fenómenos ya no solo se dan en zonas tropicales, se dan también en zonas subtropicales. O sea que aunque toquen el suelo, las precipitaciones se mantienen durante muchos más días, con lo cual el potencial dañino es enorme.
"La mala gestión del territorio ha destruido la capacidad natural de drenaje del suelo"
P. Se ha dicho que lo que sorprende no es la DANA, que, como dice, son recurrentes, sino su extensión territorial. Antes estaban más localizadas.
R. Fíjese. Hace pocas semanas se declaró la emergencia en cuatro estados del este de EEUU. Vimos la incidencia de un huracán de categoría cinco, el huracán Milton, que generó impactos en el estado de Florida, Georgia y en las dos Carolinas. Ese huracán terminó con pérdidas humanas en los cuatro estados que no superan los 60 fallecidos. Nosotros aquí ya estamos por encima de los 200. En aquel caso se consiguió en muy pocos días evacuar, sólo en el estado de Florida, a tres millones de personas. Si nos vamos, por ejemplo, a una DANA que se dio en el centro de Europa en julio del año 2021, fundamentalmente afectando a países del centro de Europa como Alemania y Bélgica, nos encontramos con unos datos más parecidos a los nuestros. Es decir, en Alemania murieron más de 160 personas y en el caso de Bélgica murieron aproximadamente unas 40. En ambos casos, estamos viendo un gran contraste en relación con la cultura de gestión de riesgos de desastres, que en el caso de EEUU está muy establecida. Aquí, sin embargo, todavía no la tenemos, lo cual implica que, pese a tener sistemas de alerta temprana, los sistemas a veces no son atendidos. La población no es consciente de los riesgos. Sabe que está viviendo en algo que llama rambla o en algo que llama barranco, pero, sin embargo, no se es consciente de que son zonas potencialmente inundables y que ahora lo serán cada vez más. Aquí el proceso de planificación urbanística es bastante opaco. La participación de los ciudadanos es casi proforma, es decir, siempre se publican los planes urbanísticos y el ciudadano tiene la posibilidad de acudir y presentar algunas alegaciones. Pero no es un proceso fácil presentar alegaciones a un Plan.
P. Pero hay audiencias públicas antes de que se publiquen las normas…
R. Es un proceso formalista, lejos de ser participativo. El ciudadano no sabe lo que son los procesos urbanísticos y la planificación del territorio. Tenemos demasiados perfiles muy técnicos, muy ingenieriles.
P. ¿La complejidad administrativa del Estado en términos de atribuciones competenciales es un problema? Lo digo porque llama la atención que las confederaciones hidrográficas sean organismos autónomos dependientes del Gobierno central y tanto el sistema de alertas como la planificación territorial sean competencia de las regiones.
R. Digamos que aquí tenemos activos y pasivos. Muchas confederaciones están cumpliendo 100 años, y son una marca de prestigio en relación con la gestión, utilizando la cuenca como unidad de gestión. Hay pocos países que puedan decir esto, pero nos encontramos en una circunstancia curiosa. Las confederaciones hidrográficas son anteriores a la creación de las comunidades autónomas, al contrario que en otros países, y eso hace que los gobiernos regionales no siempre atienden a la cuenca como unidad de gestión. Empiezan a producirse determinadas disfuncionalidades por no entender cuál es el desafío real, que tiene que ver con la seguridad hídrica y con la gestión. Yo me alejaría del término planificación hidrológica. ¿Por qué? Porque el término planificación hidrológica nos lleva a pensar que la gestión del agua es calibrar un modelo hidrológico entre la disponibilidad del recurso y demandas presentes y futuras. Pero desde mi punto de vista lo que hay que hacer es gestionar las actividades económicas que ocurren en el territorio y que generan presiones sobre los ecosistemas hídricos. Si nosotros alteramos, sobre todo en la última parte de las cuencas, la capacidad natural de drenaje, lo que estamos haciendo es generar las condiciones perfectas para otro desastre. Le voy a dar un dato sobre el indicador que mencionaba antes de sellado el suelo. Nosotros tenemos un 3,8% del territorio sellado. Si trasladamos ese dato a la Comunidad Valenciana, nos vamos por encima del 10% del territorio, y si nos vamos a los primeros 500 metros de costa en muchas zonas afectadas, es todavía superior, del 25%. Eso significa que no infiltra el agua, y lo que estamos generando son ramblas que lo que hacen es canalizar el agua, pero esa agua baja con mucha más velocidad y mucha más energía porque es incontrolable. Pero si nos vamos a los 500 primeros metros de costa, en Málaga hay zonas donde está por encima del 90% el sellado del suelo. ¿Qué quiero decir con esto? Aunque nuestro país no está muy sellado todavía, hay determinadas zonas que han sido muy afectadas y son parte del problema. No digo que esto explique las precipitaciones en absoluto, no tiene nada que ver. Si a esto le sumas la topografía que se da en determinados lugares que son sierras, o sea zonas con determinada pendiente muy próximas a la costa, las lluvias son torrenciales. Esto no ocurriría si hubiésemos garantizado la capacidad natural del suelo para infiltrar una parte de esa escorrentía. Seguiríamos viendo inundaciones y viendo daños, pero ya no serían del orden de magnitud de lo que estamos viendo ahora.
P. ¿Qué disfuncionalidades son las más importantes?
R. Esas disfunciones se ven muy bien en la gestión del agua y su conexión con los ciclos urbanos. Las competencias sobre el ciclo urbano del agua son estrictamente municipales, y estamos en país con 8.125 municipios, con 2.700 sistemas de operación del ciclo urbano del agua. Es un sistema atomizado, fragmentado. El servicio se regula con una ordenanza municipal aprobada en el pleno municipal. Pero cada ordenanza municipal es diferente a otra, lo que genera disfuncionalidades. Parece difícil pensar que no seamos capaces de avanzar en eso que se llama gobernanza multinivel, que significa tener una serie de criterios de gestión comunes.
"La población, a veces, no es consciente de los riesgos aunque sabe que está viviendo en algo que llama rambla o barranco"
P. A lo mejor, la solución es buscar una fórmula de consorcio en las confederaciones hidrográficas en las que estén todas las administraciones.
R. En sentido estricto, los municipios y las comunidades autónomas están representados también en las confederaciones hidrográficas.
P. Pero sólo están representados o tienen algún tipo de capacidad de decisión.
R. Es verdad, no tienen capacidad. Yo me atrevería a decir que no hay más de diez personas por cada una de las autoridades de cuenca y tenemos más o menos 20 autoridades. O sea, unas 200 personas dedicándose a la planificación. Afortunadamente, se rige por criterios supranacionales, es decir, nos viene dictado desde Europa. Desde el año 2000 existe una norma que se aplica simultáneamente en los 27 estados miembro, es la Directiva Marco del Agua. Esto es una bendición desde mi punto de vista. Los planes de cuenca de España técnicamente son de lo mejor que hay en la Unión Europea. No estoy criticando este proceso técnico, lo que señalo es que esos planes de cuenca terminan siendo como el notario de la realidad que ya ha ocurrido, en lugar de servirnos para planificar de manera estratégica. Si te vas a los planes, se habla de inundaciones en determinados territorios. Hay más de 100 puntos críticos. El proceso de planificación se construye hacia atrás, no nos permite evolucionar y no se ve dónde se está produciendo el desarrollo urbano, dónde se está produciendo la actividad turística, dónde se produce la agricultura y dónde se asignan los derechos que entregamos a los regantes.
"Esto no ocurriría si hubiésemos garantizado la capacidad natural del suelo para infiltrar una parte de esa escorrentía"
P. Eso supondría reinventar las ciudades para acabar con zonas inundables que provocan enormes pérdidas.
R. Costó muchísimo aprobar la Ley de Restauración de la Naturaleza sobre renaturalización y ahora tenemos que ser capaces de incorporar modificaciones en nuestra manera de gestionar el territorio. Pero esto implica tomar decisiones públicas de otra manera, conseguir una mejor imbricación entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil. O sea, es una nueva manera de concebir las ciudades. No tenemos necesariamente que llegar a eso que se llama las ciudades esponja, ciudades muy permeables. Entramos en el verano hablando de restricciones de suministro de agua en el área metropolitana de Barcelona, la segunda ciudad del país, y de repente ahora estamos en el otro extremo. Estamos hablando de inundaciones. Pero las inundaciones no resuelven el problema de la sequía. Es una escorrentía demasiado fuerte. En España hay un tramo del Ebro donde se producen inundaciones, ahora de manera muy frecuente, y si uno va al parque de la Ciudadela, en Pamplona, está concebido para ser inundado, lo que llamamos llanuras aluviales. Las llanuras aluviales son llanuras de inundación, pero las hemos ocupado urbanísticamente o con actividad agraria.
P. En ocasiones se acusa a los ecologistas de frenar obras hidráulicas que pudieran canalizar las aguas.
R. Desde el punto de vista contemporáneo, la tendencia es eliminar barreras en los ríos. O sea, desregular tramos de los ríos. España no solo tiene 1.200 presas y embalses en sus ríos, es que tiene más del doble que el siguiente país europeo. Es verdad que puede haber determinados tramos de ríos en los que necesitamos alguna obra específica de regulación para reducir el riesgo de inundaciones, pero no podemos decir que los ríos españoles no estén hiper regulados y que, como resultado de esa hiper regulación, los hayamos fragmentado longitudinalmente en su conexión con la llanura aluvial. Estos ecosistemas son imposibles de gestionar. Pensamos que tenemos una cuenca cuando en realidad lo que tenemos es la fragmentación de una cuenca imposible de gestionar. ¿Hacia dónde apunta la Unión Europea? Hacia renaturalizar los cauces.
P. Es decir, más cauces naturales y menos construidos por el hombre.
R. Cuando se habla de eliminar pequeñas barreras no se pretende eliminar los grandes embalses y las grandes presas. Lo que se está hablando es de eliminar pequeños embalsamientos de agua o pequeñas motas que lo que hacen es impedir que el río fluya de una manera natural. Un ejemplo claro es el río Ebro cuando transita por la ciudad de Zaragoza. No parece un río, parece un lago longitudinal. ¿Por qué? Porque hemos intervenido tanto que se trata de uno de los ríos con más ingeniería de toda Europa, con lo que hemos conseguido es que el río vaya muy despacio. No solo alteramos el flujo de sedimentos hacia el delta del Ebro, lo que tiene implicaciones no sólo ecológicas, sino sobre el mantenimiento de las playas de toda la Costa Brava que se nutrían de esos flujos de sedimentación. Es un problema económico. No es un problema estrictamente ecológico. Pero además, nos encontramos con que se produce un problema que es la proliferación de macrófitos. Hay un problema de eutrofización [exceso de nutrientes inorgánicos] que genera la proliferación de microalgas que terminan tapando bocatomas [una estructura hidráulica destinada a derivar parte del agua disponible desde un curso de agua].
P. Así pues, la solución no es poner más diques para que los ríos fluyan de forma natural…
R. Los diques son soluciones, digamos, convencionales. Tienen muchas ventajas porque permiten un comportamiento predecible. Pero se trata de una infraestructura absolutamente rígida. Son mejores los sistemas híbridos que combinan esas infraestructuras convencionales con soluciones verdes, lo que permite mayor capacidad de adaptación y aumentan el nivel de resiliencia. Las infraestructuras verdes son multifuncionales.
"España no solo tiene 1.200 presas y embalses en sus ríos, es que tiene más del doble que el siguiente país europeo"
P. Fíjese que ahora se está reivindicando, incluso, los pantanos de Franco.
R. Todo el mundo tiene derecho a decir lo que le parezca. Si estamos hablando de evidencia factual, no sólo es anacrónica la propuesta, sino que es contraproducente. Es decir, los ríos españoles son ríos altamente intervenidos. ¿Por qué? Porque durante el salto del siglo XIX al XX triunfó el regeneracionismo. La política de agua era una sublimación de la política agrícola, por lo tanto implicaba llevar agua de donde uno la tiene, a donde no la tienen, y por eso aparecieron los trasvases. En este momento hay más de 40 trasvases activos en España, se puede considerar un caso de éxito sin precedentes a nivel mundial. Intervinimos nuestros ríos hasta que nos dio fiebre. ¿Es eso lo que seguimos necesitando? No. No estoy diciendo que en determinados lugares concretos no haya que intervenir con una infraestructura convencional que nos permita controlar para una zona muy concreta, en una subcuenca para evitar el riesgo de avenida o para diseñar mejor las crecidas. Lo que estoy diciendo es que la parte más importante de ese esfuerzo con dinero del contribuyente ya lo hicimos en la segunda mitad del siglo pasado. Ahora tenemos que completar ese enfoque desde la óptica de la disponibilidad del recurso, tanto para tener más agua cuando la necesitamos o para no tener tanta agua cuando no la queremos. Necesitamos completar ese enfoque con un enfoque mucho más contemporáneo de gestión de la demanda y de diversificación de fuentes de oferta.
P. Estos días, incluso, se ha podido leer y escuchar opiniones de gente diciendo que es una pena que toda esa agua haya ido finalmente al Mediterráneo y no a los embalses para cuando haya necesidades.
R. Ese es uno de los tantos mitos en relación con el agua y me parece sorprendente. Los ríos, por definición, tienen que desembocar en el mar. Necesitamos que se complete ese ciclo. Si no se completa, tenemos otro tipo de problemas. Estaremos trasladando los problemas desde la zona interior de los países hacia la plataforma costera y hacia océanos y mares. Ya sabemos cómo están los diferentes humedales más importantes del país, no sólo el Mar Menor, también la Albufera de Valencia, el Delta del Ebro, Doñana… Es decir, no es un problema puntual, cada uno de ellos es un síntoma del síndrome. Y el síndrome va mucho más allá y tiene que ver con nuestra incapacidad para entender que los ríos tienen que desembocar en el mar. Con datos del Ministerio para la Transición Ecológica, tenemos más del 75% del territorio en riesgo de desertificación, el 20% ya lo está de facto. El problema de las cuencas mediterráneas no es un problema de sequía. La sequía es la manifestación aguda, el desafío crónico es la escasez estructural de agua
P. Probablemente, porque estamos en una sociedad en la que nos preocupan más las consecuencias del desastre, que obviamente también hay que atender, que las causas.
R. Efectivamente, la discusión se ha centrado en una lógica, si se quiere, de dialéctica partidista sobre ¿quién da las alertas?, ¿hasta qué punto las alertas son vinculantes o no son vinculantes? No estamos hablando de cuestiones que son, me atrevería a decir, casi ajenas a la posición de cada uno de los partidos, sino que tienen que ver más con cómo hemos ido urbanizando nuestras costas en los últimos en las últimas décadas. Por ejemplo, este año España terminará siendo el destino turístico más importante del mundo. Dentro de poco vamos a estar en 100 millones de visitantes internacionales para un país de 47 millones de personas. ¿Dónde se concentran esos visitantes?, sabemos que más de la mitad en el arco mediterráneo hasta el golfo de Cádiz y los dos archipiélagos, precisamente los lugares donde existe mayor estrés hídrico en el país. El artículo 60 de la Ley de Aguas es garantista y establece una jerarquía de usos, dice que para garantizar el uso, lo primero que tenemos que hacer es proteger usos poblacionales. Es decir, protegemos usos poblacionales y vamos restringiendo el resto de los usos. Esto significa que vamos a ser capaces de abastecer a los habitantes nacionales más 100 millones de turistas internacionales. Pero el desafío no está ahí. El desafío está en que los turistas internacionales también generan aguas residuales e influyen en nuestra capacidad instalada. Mientras, España sigue a día de hoy pagando sanciones por sentencias en firme del Tribunal de Justicia de la Unión Europea como resultado de no haber mejorado su infraestructura de tratamiento de aguas residuales. No estamos hablando de ese desafío. Solo hablamos de los turistas como un potencial uso adicional de agua que va a agravar los problemas de escasez y sequía.
P. ¿Cuáles son los territorios más vulnerables de España?
R. Tenemos a las zonas costeras próximas a la sierra, que producen pendientes muy grandes en la escorrentía, donde además eso confluye con el problema de sellado del suelo. Pero dónde hemos visto en España tradicionalmente inundaciones bastante importantes ha sido en la cuenca del Ebro y no por casualidad. La cuenca del Ebro es una cuenca con altísimo nivel de ingeniería. Cuando uno se aproxima en detalle al territorio para entender ese problema se encuentra con que con frecuencia alcaldes y alcaldesas de municipios potencialmente afectados en zonas inundables se quejan de que la Confederación Hidrográfica del Ebro no hace un buen drenaje, un buen dragado de las cuencas. El problema es justo el contrario. A veces se dragan tanto las cuencas que se crean las condiciones perfectas para que se produzca la crecida y para que el agua inunde con mayor velocidad. En el caso del Ebro, nos hemos encontrado con un problema que tiene que ver, fundamentalmente, con el hecho de fijar actividades económicas y asentamientos humanos en zonas que tradicionalmente eran zonas de llanura aluvial. Si no somos capaces de entender que necesitamos proteger el territorio y no solo conservar el cauce de los ríos, no hemos entendido nada.
Tras la tragedia en Valencia, debe haber un antes y un después en la política de urbanización del territorio. Esto, al menos, es lo que creen los expertos en la economía del agua. En esta entrevista, Gonzalo de la Cámara, director del Centro de Agua y Adaptación Climática de IE University, reclama políticas más sostenibles en la gestión del agua y del territorio, atendiendo a los riesgos en un contexto de cambio climático. Las amenazas, recuerda, sólo se combaten desde la responsabilidad individual y desde el buen funcionamiento del sistema de alertas. De la Cámara lleva 25 años asesorando a instituciones como la Comisión Europea, el sistema de Naciones Unidas, la OCDE y el Banco Mundial.
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