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La UE ya cava las trincheras para la guerra comercial de Trump aspirando a evitarla
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Guerra comercial

La UE ya cava las trincheras para la guerra comercial de Trump aspirando a evitarla

Los socios europeos se preparan para responder de manera contundente de la administración de Donald Trump en caso de imposición de los aranceles que el republicano ha prometido durante la campaña

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters/Jonathan Ernst)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters/Jonathan Ernst)
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Europa empieza a digerir la victoria de Donald Trump en las elecciones americanas. No pilla por sorpresa y, en general, los Estados miembros llevan algo de tiempo preparados psicológicamente para este resultado. Hasta enero, cuando Trump asuma las riendas de la Casa Blanca, la Comisión Europea tiene cierto tiempo para intentar apretar filas, preparar a todo el mundo y, sobre todo, cavar trincheras. Los aranceles por parte de Estados Unidos se dan por hecho, y el objetivo del Ejecutivo comunitario, que tiene la competencia de la política comercial de la UE, es estar listos para responder.

Trump ha anunciado aranceles generales a la Unión de entre el 10% y el 20% y su objetivo será, a nivel interno, seguir la estrategia de "divide y vencerás". En campaña ha asegurado que la UE, un proyecto que "suena tan bien" con "todos los pequeños países europeos que se unen", con un marcado tono paternalista, pagarían un "alto precio" en forma de aranceles. La UE piensa responder y está siendo bastante clara al respecto, asegurando que ya tiene experiencia en este terreno: en 2018 Trump impuso aranceles del 25% al acero europeo y del 10% al aluminio. Ahora, además, Europa está empezando a aprender a hablar el idioma de la geoeconomía, y está más dispuesta a utilizar herramientas de defensa comercial.

"Estamos en mejor posición que durante la primera presidencia de Donald Trump, donde Europa, por así decirlo, aún no había hecho muchos deberes", explicaba este viernes Karl Nehammer, canciller austriaco, a su llegada a una cumbre europea informal en la que se ha discutido sobre los efectos de la victoria de Trump. "Tenemos que esforzarnos por mantener un diálogo abierto, pero siendo muy claros en la defensa de nuestros propios intereses y basándonos en una posición de fuerza como europeos", ha señalado por su parte Alexander de Croo, primer ministro belga.

La Comisión Europea creó este verano dentro de su secretaría general un equipo de trabajo, liderado por un español, que preparaba precisamente este escenario, trabajando en una respuesta rápida y táctica. La idea es sencilla: están convencidos de que Trump tiende a rehuir el conflicto y si se le golpea lo suficientemente duro y lo suficientemente rápido, puede haber más posibilidades de sentarse a la mesa de negociación que si se busca apaciguarlo, al menos en el ámbito comercial, donde la Unión Europea tiene más capacidad de negociación que en otros asuntos como puede ser la seguridad y defensa.

"Estamos en mejor posición que durante la primera presidencia de Donald Trump, donde Europa aún no había hecho muchos deberes"

De hecho, esas trincheras, en las que se lleva trabajando desde hace semanas y en las que se seguirá trabajando, tienen un objetivo disuasorio. Mandar el mensaje al nuevo equipo de Trump de que la Unión Europea tiene intención de responder, aunque preferiría no tener que hacerlo. En su mensaje de felicitación al futuro presidente de EEUU, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha deslizado esa idea de que sería mejor no hacerse daño: "Trabajemos juntos en una asociación transatlántica que siga beneficiando a nuestros ciudadanos. Millones de puestos de trabajo y miles de millones en comercio e inversión a ambos lados del Atlántico dependen del dinamismo y la estabilidad de nuestra conexión económica".

Que la UE esté preparada para una posible guerra comercial no significa que la vaya a buscar. Sigue siendo el mayor bloque comercial del mundo, exportando e importando más que EEUU y China, por lo que es la principal damnificada de posibles turbulencias comerciales globales. Pero la era del "cierre" comercial ya se inauguró hace tiempo y que la UE es la gran perdedora es algo que ya se sabe desde hace años. Ahora todo consiste en hacer un control de daños.

El objetivo es, en todo caso, convencer a Trump de que lo mejor es negociar. Von der Leyen ha explicado por ejemplo que durante su primera llamada telefónica con el nuevo presidente electo explicó que la Unión Europea podría aumentar sus compras de gas natural licuado (GNL) americano para depender menos del ruso, y así también ayudar a equilibrar la balanza comercial. Esas últimas palabras son claves en el lenguaje de Trump, obsesionado con el déficit comercial de Estados Unidos con sus socios europeos.

Relación con Trump

La relación entre Von der Leyen y su equipo, liderado por su jefe de gabinete, Bjoern Seibert, y la administración Trump en la última etapa de su primera legislatura fue buena. La esperanza es poder mantener ese nivel de contacto e intentar establecer una relación que sea, por encima de todo, predecible. En la Comisión Europea saben que la lógica de Trump es puramente transaccional y si el republicano mantiene su obsesión con China, como parece que hará, el objetivo de Bruselas será presentarse como un socio fiable, duro con Pekín, y que, en consecuencia, debe tener un trato preferencial por parte de Washington.

Von der Leyen es, desde luego, una de las figuras más duras respecto a China dentro de la Unión Europea, y es, además, la principal líder en estos momentos, recientemente reelegida y con una estabilidad que ni el Gobierno francés ni el alemán tienen. En Bruselas esperan que la lógica transaccional muestre a Trump, que sus intereses y los europeos están más alineados de lo que piensa. Ese está siendo el mensaje que mueven fuentes diplomáticas y europeas en las últimas horas: aquellas cosas que separan a americanos y europeos se reciben como buenas noticias en algunas capitales que el propio Trump considera enemigas de EEUU.

Si el republicano mantiene su obsesión con China, como parece que hará, el objetivo de Bruselas será presentarse como un socio fiable

La UE tiene sabe que tiene varios frentes muy expuestos a posibles contraataques de Trump: EEUU sigue siendo la única garantía real de seguridad de Europa, con lo que Washington puede provocar divisiones internas haciendo moverse a los países más expuestos a la amenaza rusa. En el plano energético, la UE es ahora mucho más dependiente de Estados Unidos que en 2022, cuando la invasión rusa de Ucrania llevó a los Veintisiete a empezar a comprar cada vez más gas natural licuado (GNL) norteamericano.

Otra amenaza es indirecta. Trump ha prometido aranceles generales, pero también unos muy específicos: del 60% para todos los bienes procedentes de China. Como ha ocurrido con los coches eléctricos chinos, que han ido llegando cada vez en mayor número al mercado europeo a medida que otros mercados del mundo se iban cerrando a Pekín, la UE puede afrontar una oleada de bienes baratos que China necesite redirigir ante los aranceles americanos.

Firmeza, pero buscando negociar

Este sería el resumen de la preparación de la Unión Europea: firmeza, pero al mismo tiempo voluntad de cooperar si Trump así lo desea y si entiende que hay intereses comunes. Seibert y su equipo acabaron entendiendo al final de la anterior presidencia del republicano cuáles eran sus incentivos y sus intereses, y se consideraba que el trabajo era relativamente bueno y que las relaciones eran bastante predecibles. De hecho, el contraste inicial con la administración de Joe Biden fue negativo, porque ya habían captado la dinámica del equipo de Trump y hubo que readaptarse. La esperanza es que la lógica siga siendo similar a la de la primera presidencia, aunque en el círculo de Von der Leyen saben que es imposible predecir si será una continuación de ella o si el magnate redoblará sus apuestas y será más agresivo, más impredecible y menos transaccional.

La UE preferiría que no hubiera ningún escarceo inicial, ningún atisbo de guerra comercial. Pero la esperanza en Bruselas es que se pueda conseguir negociar, aunque al principio requiere de un cierto intercambio de disparos comerciales que muestren dónde se sitúa cada uno. El discurso de Trump es el que ya conocen. "No se llevan nuestros coches. No se llevan nuestros productos agrícolas. Venden millones y millones de coches en Estados Unidos. No, no, no", aseguraba recientemente. Para él todo debe ser recíproco. La UE tendrá que estar preparada para entrar en esa lógica, y en la capital comunitaria el mensaje es que lo están.

Europa empieza a digerir la victoria de Donald Trump en las elecciones americanas. No pilla por sorpresa y, en general, los Estados miembros llevan algo de tiempo preparados psicológicamente para este resultado. Hasta enero, cuando Trump asuma las riendas de la Casa Blanca, la Comisión Europea tiene cierto tiempo para intentar apretar filas, preparar a todo el mundo y, sobre todo, cavar trincheras. Los aranceles por parte de Estados Unidos se dan por hecho, y el objetivo del Ejecutivo comunitario, que tiene la competencia de la política comercial de la UE, es estar listos para responder.

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