Ribera y los riesgos de que la UE use Competencia como una carta a los reyes magos
La candidata a vicepresidenta de la Comisión Europea tendrá que lidiar con una enorme presión para cambiar la política de competencia, pero no es ese el problema de la UE
Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno, se enfrentará el próximo 12 de noviembre al examen de varias comisiones parlamentarias en las que eurodiputados de todos los países de la Unión Europea interrogarán a la española sobre su postura respecto a la política de competencia, ayudas de Estado y otros temas como la política climática o energética.
Aunque la candidata a vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, a cargo de la Transición Justa, Limpia y Competitiva, hace hincapié en los aspectos de su mandato relacionados con la descarbonización, que es su área de especialización, muchas de las preguntas girarán en torno a su supervisión de la dirección general de Competencia, una de las más influyentes del Ejecutivo comunitario.
La semana pasada, se hicieron públicas las respuestas escritas que los candidatos a comisarios europeos han debido enviar a las comisiones que los evaluarán a partir del 4 de noviembre. Ribera ha respondido en un documento de 16 páginas, destacando su visión sobre el trabajo que desarrollará durante los próximos cinco años y subrayando que "ha estado comprometida con la promoción del bien común europeo" a lo largo de toda su carrera.
Ribera estará bajo una presión significativa en un contexto donde, mediante la política de competencia (o su flexibilización), algunos buscan mejorar la competitividad de la economía europea. A Ribera se le puede ver como una "reina maga", con algunos países enviándole cartas con sus deseos para el próximo ciclo: un cambio en la política de competencia que, mágicamente, resolvería el problema de competitividad de Europa al permitir la creación de "campeones europeos". No todos creen que esto sea tan sencillo.
Cuidado con la innovación
Ribera ya recibió una carta de misión de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en la que se le asigna la tarea de modernizar la política de competencia de la Unión y el régimen de ayudas de Estado. Es decir, flexibilizarlo. Todo ello con un claro acento franco-alemán.
Son París y Berlín los principales defensores de una relajación de las normas de competencia que permita la creación de "campeones europeos", resentidos por la negativa de la actual comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, a la fusión de Alstom y Siemens. Además, Francia y Alemania han sido los países más inclinados a utilizar la flexibilización del régimen de ayudas de Estado introducida tras la pandemia para inyectar dinero en sus economías. Esta proto-política industrial, descoordinada a nivel europeo, preocupa a expertos que temen que pueda fragmentar el mercado interior.
Ribera navega en aguas turbulentas. La presión de Francia y Alemania es inmensa, y Von der Leyen se suma a este enfoque. Como apunta Zach Meyers del think tank Centre for European Reform (CER), en un reciente documento titulado "La política de competencia debe reflejar la realidad de Europa, no sus aspiraciones", el riesgo de la "modernización" de la política de Competencia es que los cambios profundicen los problemas ya existentes sin resolverlos.
En sus respuestas a la comisión de Asuntos Económicos y Monetarios de la Eurocámara, Ribera explica que "la correcta aplicación de la política de competencia debería conducir a una mayor innovación y puede garantizar que la política industrial europea sea más eficiente y eficaz al contribuir a establecer los incentivos adecuados".
Fácil de decir, difícil de lograr. En Bruselas, todos coinciden en que el enfoque tradicional de competencia, centrado en que los consumidores se beneficien de precios más bajos, debe ampliarse para incluir el elemento de innovación. Este aspecto está presente en los informes sobre competitividad de la UE, elaborados por Mario Draghi y Enrico Letta, que diagnostican los problemas de la economía europea.
Bruselas coincide en que al enfoque tradicional de competencia hay que añadir la innovación
Sin embargo, la relación entre innovación y competencia es compleja. Se considera que las grandes empresas dominantes tienden a innovar menos porque carecen de incentivos para mejorar sus productos, y las empresas pequeñas en esos mercados tampoco innovan porque no esperan ganar terreno. Por ello, se promueven mercados competitivos, con empresas medianas capaces de crecer, aunque también se requieren grandes empresas que puedan competir a nivel global.
Según esta teoría, el problema europeo es que hay demasiadas empresas pequeñas intentando sobrevivir, lo que les obliga a competir en precios sin margen para invertir en innovación. Es la peor combinación. Teóricamente, el problema es claro. ¿La sospechosa habitual? La política de competencia. Sin embargo, "no hay muchas pruebas de que la ley de competencia sea la principal culpable de la falta de inversión o innovación en Europa", señala Meyers en su último documento de CER.
"Las empresas estadounidenses tienen mayor capacidad para realizar inversiones de alto potencial no solo porque sean más grandes. Los inversores estadounidenses también son más tolerantes al riesgo y tienen una perspectiva a largo plazo. Las empresas de la UE dependen mucho más de los préstamos bancarios, que exigen un retorno de inversión a corto plazo. En consecuencia, el tamaño no lo es todo: las pequeñas empresas europeas invierten mucho menos en tecnología que las estadounidenses de tamaño similar", añade el investigador.
El problema central para el crecimiento de las empresas europeas no son las normas de competencia, sino la falta de inversión. Flexibilizar las ayudas de competencia sin fortalecer el Mercado Interior podría representar un gran riesgo. ¿Por qué? Porque lo primero es relativamente fácil de implementar, y lo segundo es extremadamente complejo.
Berlín y París tienen todos los incentivos para pedir a la Comisión Europea, y a Ribera, que flexibilice la aplicación de la política de competencia, y luego retrasar el debate sobre el Mercado Interior. "Las reformas de competencia podrían dar lugar a una política de competencia adecuada para la economía de alta innovación que Europa desea, pero no para la economía fragmentada y con limitaciones de capital en la que se encuentra", advierte el documento del CER.
Pero la presión sobre Ribera será enorme, ya que tiene un encargo claro de Von der Leyen. En sus respuestas escritas, la española afirma que "si bien el objetivo básico de impedir la acumulación excesiva de poder de mercado debe mantenerse" en la aplicación de las normas de competencia europeas, "el control de las concentraciones en la UE debe continuar evolucionando para adaptarse a las necesidades y dinámicas contemporáneas como la globalización, la digitalización, la sostenibilidad, la innovación y la resiliencia". Esta es la esencia del cambio de mentalidad que Meyers alerta en su ‘paper’. Ribera se compromete en su carta a "modernizar la política de competencia específicamente para el control de concentraciones (...) donde la innovación, la inversión y la resiliencia serán los principales motores".
El analista del CER advierte: primero debe cambiar el modelo económico de la Unión, lo cual es extremadamente complejo, y luego, como consecuencia, la política de competencia. "Europa debe introducir cambios radicales en su modelo económico, lo que puede exigir, en última instancia, que los reguladores adopten una actitud diferente en la evaluación de fusiones y adquisiciones. Pero la labor de la política de competencia es reflejar la realidad de Europa, no sus aspiraciones", concluye el texto. Ribera debe ser cautelosa para no terminar siendo quien adapte la política de competencia a las expectativas de Francia y Alemania.
Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno, se enfrentará el próximo 12 de noviembre al examen de varias comisiones parlamentarias en las que eurodiputados de todos los países de la Unión Europea interrogarán a la española sobre su postura respecto a la política de competencia, ayudas de Estado y otros temas como la política climática o energética.
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