El BCE explica cómo la industria china se come a Europa y alienta el cierre de fábricas
El gráfico lo explica bien. Lo han elaborado los economistas del BCE y muestra cómo China se come a Europa en el comercio mundial. También en un área que históricamente ha dominado: la industria de alto valor añadido.
El gráfico lo dice todo. Lo ha publicado el Banco Central Europeo (BCE) y lo que refleja es cómo China se está comiendo a Europa en el comercio mundial, y lo que no es menos relevante, incluso en bienes manufacturados de alto valor añadido. No es, desde luego, un fenómeno nuevo, sino que viene de lejos. Lo singular es que ese proceso es cada vez más intenso. Si antes China competía en piezas baratas y de baja tecnología (plásticos, ropa o calzado) para penetrar en las economías europeas, ahora lo hace con bienes finales, cerrando fábricas y dejando a Europa en una posición delicada. En particular, a los países que históricamente han competido en ese segmento.
Es decir, no son solo bienes intermedios que sirven para construir otras manufacturas, sino aquellos que llegan directamente al consumidor. La consecuencia ha sido, aunque no solo a causa del empuje chino, un descenso continuado en el tiempo del peso de la Unión Europa en el comercio mundial. Si al comenzar el siglo, el 28% de las exportaciones del planeta tenían su origen en la eurozona, ese porcentaje ha caído hasta el 17%. Por lo tanto, once puntos menos en la tarta comercial mundial. Un porcentaje similar ha caído EEUU, aunque de forma menos gradual. Hay, sin embargo, una diferencia. La economía de Europa es más abierta al exterior que la de EEUU, lo que la hace más vulnerable a las manufacturas chinas. Y no hay olvidar que Europa cuenta con 35 millones de puestos de trabajo industriales que aportan el 85% de las exportaciones de bienes de la Unión Europea.
Las líneas se cruzaron en 2015, y desde entonces, salvo un breve periodo inmediatamente anterior a la pandemia, la tendencia ha vuelto a ser la misma. De muy poco o de nada ha servido la pretendida autonomía estratégica europea o las regulaciones para no depender tanto de Pekín, en particular de los bienes considerados críticos, principalmente materias primas o minerales, algo que afecta al nivel de empleo industrial.
Empleo industrial
No es un asunto menor teniendo en cuenta que el 14,5% de la ocupación en la UE (alrededor de dos puntos menos en España) depende de las exportaciones, lo que explica la paulatina pérdida de peso de la industria europea respecto del PIB. Y que se manifiesta en una cifra aterradora, si se puede hablar en estos términos. La Unión Europea acumuló el año pasado un déficit de 292.300 millones de euros, lo que se traduce en que por cada euro que vende a China, compra algo más de dos euros a la fábrica del mundo. Los bienes que la UE importó más de China en 2023 fueron equipos de telecomunicaciones, máquinas y aparatos eléctricos y máquinas automáticas para tratamiento o procesamiento de datos. Es decir, algunos de los sectores en los que históricamente Europa ha sido hegemónica. La UE solo mantiene un ligero superávit en exportaciones de servicios.
El estudio de los economistas del BCE matiza que China no es la única responsable del menor peso de Europa en el comercio mundial, sino que lo achaca también a que Europa ha emprendido una transición gradual para convertirse en una economía de servicios, mientras que el gigante asiático, por el contrario, ha orientado su estrategia industrial (respaldada por el Estado mediante todo tipo de subsidios) a una mayor integración económica con países emergentes. Y la reciente reunión de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Kazán (Rusia), con Putin como anfitrión, no es más que la expresión de una nueva correlación de fuerzas. Los BRICS, hay que recordar, representan alrededor del 25% del PIB mundial, pero en términos de poder de compra ya estarían por encima del G-7 (35% frente al 30%). Hasta el FMI ha cuestionado el uso que hace China de las políticas industriales, en particular dando apoyo financiero a los sectores prioritarios, lo que indudablemente tiene un impacto serio sobre los socios comerciales.
La crisis alemana
El BCE apunta un último argumento que explica el sorpasso de China. Las preferencias globales del planeta, no solo en Europa, han cambiado desde la pandemia, lo que ha hecho que la demanda en algunos mercados a los que antes vendía se haya reducido. Europa, históricamente, se ha especializado en bienes de capital como los componentes eléctricos o la maquinaria, pero esos mercados son ahora los más afectados por la competencia China, que además ha podido aprovechar el aumento de los costes energéticos que ha sufrido Europa en los últimos años tras la guerra de Ucrania. Esto explica, por ejemplo, que Alemania, el país más afectado, haya entrado en recesión. Igualmente, las interrupciones en la cadena de suministros provocadas por la pandemia, como sostiene el BCE, también han agravado las dificultades europeas, ya que los países de destino han tendido a una mayor integración regional.
Hasta que China no producía productos terminados, a Europa le compensaba, los insumos intermedios eran baratos
Los analistas del BCE sacan una primera conclusión. Las pérdidas de competitividad de precios en la zona del euro están particularmente vinculadas a la competencia de China. En concreto, y desde 2021, China explica toda la apreciación de la zona del euro en el tipo de cambio efectivo real basado en los precios de producción. Dado que el tipo de cambio nominal entre el yuan y el euro se mantuvo prácticamente estable durante este periodo, la pérdida de competitividad de la zona del euro se debe principalmente a una evolución desfavorable del índice de precios de producción (IPP) relativo. En pocas palabras, sostiene, los productos de la zona del euro se encarecieron poco más de un 20% frente a los productos chinos, tan solo en los últimos tres años (2021-24).
Hasta que China no producía apenas productos terminados, a Europa le compensaba porque aprovechaba que los insumos intermedios eran baratos, incluso fabricándose en el gigante oriental, pero desde que Pekín los produce se ha convertido en un rival. O dicho de otra forma, ambas regiones compiten ya con los mismos productos, y la disputa por el vehículo eléctrico es el mejor ejemplo. Según los cálculos del BCE, la industria automotriz se enfrentó entre 2019 y 2023 a desventajas en sus precios de producción en relación con los fabricantes chinos del 7,5% y una pérdida de cuota de mercado de más del 15%.
Cláusulas sociales
China, por las razones expuestas, a las que hay que añadir que la crisis de su mercado inmobiliario ha hundido el precio de las materias primas que antes consumía, produce más barato que Europa, sin tener en cuenta cuestiones como las cláusulas sociales o el mantenimiento del Estado de bienestar, que obliga a tener un sistema fiscal elevado que tienen que pagar empresas y trabajadores, lo que les resta competitividad.
Esta competencia tiene, igualmente, una variante regional. Si hasta hace unos años los países del sur eran los más perjudicados, ya que sus exportaciones eran de más bajo valor añadido, ahora son los países del centro y del norte quienes lo sufren, y Alemania vuelve a ser el mejor ejemplo. Es decir, a medida que las exportaciones chinas han ido ascendiendo en la cadena de valor, sus manufacturas están desafiando cada vez a más exportadores europeos, incluidos los de industrias de alto valor, como la automotriz y la maquinaria especializada. Tan solo el automóvil ocupa a más de 20 millones de personas y representa el 15% del PIB de la zona del euro. De hecho, el periodo de deslocalización industrial pasó a la historia y ya ni siquiera es rentable producir en China para aprovechar las ventajas competitivas.
Un último factor influye de forma determinante en la ventaja competitiva china respecto de Europa. Habida cuenta de que los beneficios de sus empresas es comparativamente mayor que las europeas, disponen de mayor margen para reducir los precios de cara al consumidor, lo que les permite aumentar su cuota de mercado, que es, precisamente, lo que está perdiendo la UE. En el caso español, China ha desplazado a Francia como el segundo país que más mercancías vende a España y tiene a tiro de piedra a Alemania, que, históricamente, ha sido un socio principal de España, tanto desde el lado de las exportaciones (tras Francia) como de las importaciones.
Nada indica que las cosas vayan a cambiar. Entre otras razones, porque la UE es muy exigente en el control de las ayudas de Estado para impedir competencia desleal entre empresas europeas, pero China, por el contrario, lejos de aflojar, las ha intensificado para compensar el debilitamiento de su economía a causa de la crisis inmobiliaria. El BCE reconoce que Europa cuenta con robustos planes de producción de tecnologías de energías verdes, como los vehículos eléctricos y baterías, que implican un marcado aumento de la producción, pero China también está invirtiendo sustancialmente en capacidad adicional de transporte marítimo de exportación. Por ejemplo, se prevé que la entrega programada de más buques de transporte multiplique significativamente la capacidad anual de exportación de automóviles chinos.
El gráfico lo dice todo. Lo ha publicado el Banco Central Europeo (BCE) y lo que refleja es cómo China se está comiendo a Europa en el comercio mundial, y lo que no es menos relevante, incluso en bienes manufacturados de alto valor añadido. No es, desde luego, un fenómeno nuevo, sino que viene de lejos. Lo singular es que ese proceso es cada vez más intenso. Si antes China competía en piezas baratas y de baja tecnología (plásticos, ropa o calzado) para penetrar en las economías europeas, ahora lo hace con bienes finales, cerrando fábricas y dejando a Europa en una posición delicada. En particular, a los países que históricamente han competido en ese segmento.