15 días si te casas, dos si se muere tu hijo: por qué no aumenta el permiso por muerte de familiar
Aunque todo el mundo se pone de acuerdo en que habría que prolongar este permiso, ni siquiera la última Ley de Familias lo ha contemplado. ¿Qué está pasando?
El padre de Belén R. (32 años) murió repentinamente. En ese preciso instante se puso en marcha el cronómetro de su permiso por fallecimiento de familiar cercano. Por ley, como había muerto en otra localidad distinta a su lugar de residencia, le correspondían cinco días. Si no, habrían sido dos. Cuando llegó el jueves de su reincorporación, aún impactada por lo ocurrido y "empastillada", como ella dice, no se sentía preparada para volver. Dudó mucho antes de pedirle a su jefe más días porque sabía que no le iba a hacer gracia.
"Me decía que ya había perdido a mi padre y que no podía perder mi trabajo porque mi vida se iba a ir al garete", explica. Pidió trabajar a distancia unas semanas, para arreglar todos los papeleos y poder asimilar el golpe. "Craso error, porque esto solo funciona si tu jefe está por la labor", recuerda. Después de un tiempo, empezó a recibir lo que define como "una presión brutal" para volver a reincorporarse por completo. "Fue entonces cuando se rompió todo mi compromiso con aquella empresa, porque yo no quería estar en un lugar donde en un momento así me hablasen de esa manera".
El gran elefante en la habitación en lo que se refiere a la legislación laboral es la corta duración del permiso por fallecimiento de un familiar cercano, sobre todo en un momento en el que se ha abierto la puerta a la baja laboral flexible. Mientras otros derechos de los trabajadores han mejorado a pasos agigantados en las últimas décadas, como el de paternidad, que en el antiguo estatuto de los trabajadores era de dos días y va ya por las 16 semanas, el referido a la muerte de un familiar sigue paralizado en los dos días por muerte de familiar cercano (tres en la función pública), cinco en caso de desplazamiento, aunque los convenios pueden modificarlo.
Un plazo muy corto que nadie entiende pero que aún nadie se ha atrevido a modificar. Ni siquiera la aprobación de la última Ley de Familia ha modificado este apartado del Estatuto de los Trabajadores, aunque sí haya ampliado el plazo para cuidar a un familiar enfermo hasta los cinco días. Como explica María González Lacabex, abogada de la Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos (CoPPa), la primera versión de la ley sí contemplaba esta modificación, pero se aceleró para cumplir con la directiva de conciliación de la Unión Europea.
"Corresponden más días por un resfriado que por la muerte de tu madre"
"Me parece obscenamente corto", valora el abogado Juan Ramón Méndez Martos, que en X recordaba que "corresponden más días por un resfriado que por la muerte de tu madre". "El fallecimiento de un ser querido supone un trastorno personal y familiar importante, que no se amortigua con unos pocos días de permiso laboral", añade. "Especialmente cuando se deben realizar grandes desplazamientos, o cuando recaen en el trabajador las labores de coordinación del sepelio".
Hay obvias razones psicológicas por las que dos días es un período de tiempo escaso ya no para pasar un duelo, sino simplemente para reponerse del shock. "En los primeros días tras el fallecimiento, la mayoría de personas se sienten aturdidas y confundidas y no pueden empezar siquiera a procesar la pérdida", explica la doctora Elsa Alonso, médico psiquiatra, miembro experta de CoPPa y especializada en síndrome de estrés postraumático y duelo. "Reconocer la pérdida sufrida, sin exigencias laborales, inmediatamente después de la muerte de un ser querido, en el momento en que el duelo estalla de forma aguda, es esencial y humanitario".
Ha muerto mi suegro y del curso del SEPE que estoy haciendo ya no solo quieren el certificado de defunción que les pasé, ahora también el justificante de que he acudido a la incineración. La humanidad brilla por su ausencia.
— Eu (@ms_delmira) October 4, 2024
Al mismo tiempo, hay un componente logístico que se suele pasar por alto. "El ejemplo crítico es el fallecimiento del cónyuge, o incluso de un hijo, ¿cómo se va a volver al trabajo en dos o tres días?", se pregunta Méndez. Más allá del impacto psicológico, toda tu vida cambia de un momento a otro: "Desde reorganizar rutinas (hijos, colegios, etc.) a otras cuestiones administrativas y legales, como herencias, seguros, registro civil, etc.", explica. "Es imposible reorganizar una vida en ese breve plazo".
A menudo, estas situaciones se resuelven de manera informal, apelando a la buena fe entre empresa y trabajador. Pero no siempre es así. Uno de los recuerdos más dolorosos para Belén fue el momento en el que tuvo que pelear un día de asuntos propios para acudir al notario de su ciudad natal después de que los responsables de personal apuntaban al convenio para negárselo: "Es algo tan básico como que le discutan a una persona que te está pidiendo hacer un papeleo por su padre que se acaba de morir".
Dónde ponemos el límite del dolor
En 2013, el experto en relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada, fue un paso más allá y criticó la larga duración de los permisos por defunción, una herencia de "la legislación del franquismo superprotectora". "Los viajes no se hacen con diligencia", lamentó. El sentir de psicólogos, expertos en derechos y población en general es el opuesto. "El permiso por fallecimiento se mantiene prácticamente igual a la época en que la vida familiar no debía interrumpir la capacidad laboral", lamenta Méndez. "Estaba mal visto que un trabajador dejara de producir por sensiblerías".
Algunos expertos apuestan por equipararlo al permiso por matrimonio: quince días
Los expertos insisten en que incluso desde la perspectiva de la empresa, obligar a hacer volver a un trabajador tras un suceso así puede ser perjudicial a largo plazo. Por un lado, porque fomenta un "presentismo" en el cual el empleado está presente pero lejos de su plenitud de facultades, pero también porque puede producir problemas de salud más graves. "Estudios con personas en duelo indican que la presión laboral condujo a bajas por enfermedad a largo plazo", explica Alonso. Al fin y al cabo, la muerte de un familiar cercano es algo que solo puede ocurrir contadas ocasiones.
A diferencia de lo que ocurre con una enfermedad, cuyo plazo de recuperación es más previsible, cada persona y cada muerte se experimenta de forma diferente, pero no media la intervención de ningún experto a la hora de valorarlo. Entre todos los síntomas que se pueden experimentar después de la muerte de un familiar cercano se encuentran los problemas de fatiga, memoria, concentración, angustia y ansiedad. "La avalancha de hormonas y neuroquímicos puede causar un conjunto de síntomas, incluidas alteraciones del sueño, ansiedad, agotamiento y cambios en el apetito", añade Alonso.
Es difícil establecer un único plazo universal para todo el mundo. Desde un punto de vista jurídico, Méndez apuesta por equipararlo al permiso por matrimonio, es decir, quince días, "pudiendo extenderlo con cargo al crédito vacacional si el trabajador unilateralmente lo desea" y teniendo en cuenta que en caso de existir una afectación psicológica "podría entrar en juego la incapacidad temporal".
La apuesta desde CoPPa es de siete días, nueve si el fallecimiento ocurre en otra localidad en el caso de muerte de cónyuge, pareja o familiar de primer grado, aunque consideran que el permiso debería ser más largo. Hay factores agravantes que no se tienen en cuenta: la muerte de un hijo o hija o una pareja joven; o que se produzca de forma inesperada o por violencia. La pérdida de un cónyuge además, puede provocar que el trabajador pase "a ser el único progenitor responsable de la crianza de hijos o hijas", menores que, además, también acaban de recibir un fuerte impacto emocional.
La situación en otros países no es muy diferente. En el mundo anglosajón, más abierto a la negociación colectiva, gran parte de estos permisos están regulados por convenios. Un ejemplo excepcional es el de la vecina Portugal, donde dos leyes aprobadas durante los últimos años han incrementado el permiso retribuido por fallecimiento de descendiente, cónyuge o pareja hasta los veinte días. En Francia, la ley 2023-622 prolongó el permiso de cinco a doce días en caso de fallecimiento de hijo o hija.
Hay otras casuísticas que suelen pasarse por alto. Por ejemplo, qué ocurre con los familiares de segundo grado (como tíos o primos), o incluso, como plantea Méndez, el caso de otros "vínculos emocionales intensos" como los abortos no deseados, amigos muy cercanos o "incluso mascotas". CoPPa también apuesta por abrir la puerta a este caso: "Numerosos estudios han constatado que la muerte de un animal querido puede generar en las personas con quienes convive repercusiones a menudo similares a las producidas por la muerte de un familiar", recuerda Alonso.
"La comparación con el permiso por boda es escandalosa e ilustrativa"
Desde un punto de vista legislativo, añade González, si el Código Civil o la Ley estatal de protección de los animales ya recoge los animales como parte de la convivencia familiar, sería lógico que se incluya "alguna previsión relativa a la situación en la que se encuentran aquellas personas que deben cuidar de sus animales en circunstancias de fuerza mayor". Es el siguiente paso en una legislación que ha avanzado de manera asimétrica. Como recuerdan los expertos, no se trata de una cuestión que se suela discutir en los convenios colectivos.
CoPPa ha mantenido diversas reuniones con todos los partidos políticos para conseguir la prolongación de este permiso y han sido positivas. "La comparación que les hemos mostrado con el número de días previsto para bodas resulta tan escandalosa como ilustrativa, y así nos lo han manifestado", explican. "Las y los parlamentarios con quienes hemos conversado constatan que efectivamente aumentar el número de días de permiso por duelo responde a un sentimiento y demanda de la inmensa mayoría de la ciudadanía".
No se habla de la muerte en la empresa
La escritora Gema Nieto, autora de novelas como
Belén se encontró con esa inquietud que causa la muerte en la actitud de sus superiores o compañeros. Muchos no le preguntan cómo estaba. Otros le animaban a seguir con su vida como siempre, siguiendo la máxima de que estar ocupada le ayudaría a distraerse, hasta el punto de sentirse culpable por no estar haciéndolo. "Las señales visibles del duelo nos remiten a la muerte, lo cual se interpreta como algo antinatural, como una incapacidad para lidiar con la situación", escribe Didion. "Te falta una sola persona y ya ves el mundo vacío, pero no tienes derecho a decirlo en voz alta".
"Sí, muchas veces trabajar puede ser una distracción y un bálsamo, pero lo que no se puede normalizar es la exigencia de volver a ser productivos prácticamente al día siguiente de sufrir una pérdida como si no hubiera pasado nada", añade Martín. "Ese intento delirante de volver enseguida a los ciclos vitales rutinarios, de que todo vuelva a la normalidad cuanto antes y olvidar, es contraproducente para empezar a sanar y solo trae consigo más trauma".
"Si te dan una baja porque no puedes trabajar por tu estado emocional o mental, adelante"
Existe un término en psicología para referirse a esa obligación de ocultar el sufrimiento causado por la muerte de un ser querido: duelo desautorizado. "Además del escaso tiempo para asimilar lo acontecido, ser obligado a presentarse en el trabajo a los pocos días del suceso traumático en un contexto profesional donde una pérdida difícilmente podría ser expresada abiertamente puede suponer un duelo privado de derechos, lo que podría incrementar los riesgos para el individuo afectado", señala Alonso.
Toda ley injusta acarrea una hipotética trampa. Belén se dio cuenta después de lo vivido que lo más fácil habría sido acudir al médico para coger una baja, aduciendo que no estaba preparada para volver a trabajar y que, por ejemplo, necesitaba pastillas para combatir el insomnio. "Yo aconsejo a todo el mundo que si te dan una baja porque no puedes trabajar por tu estado emocional o mental, adelante", concluye.
El padre de Belén R. (32 años) murió repentinamente. En ese preciso instante se puso en marcha el cronómetro de su permiso por fallecimiento de familiar cercano. Por ley, como había muerto en otra localidad distinta a su lugar de residencia, le correspondían cinco días. Si no, habrían sido dos. Cuando llegó el jueves de su reincorporación, aún impactada por lo ocurrido y "empastillada", como ella dice, no se sentía preparada para volver. Dudó mucho antes de pedirle a su jefe más días porque sabía que no le iba a hacer gracia.
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