¿Tiene sentido que Correos preste servicios bancarios? Así funciona en otros países
Las entidades postales de Francia o Italia tienen filiales que actúan como un banco y ayudan a garantizar la inclusión financiera, pero a menudo son acusadas de competencia desleal
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Correos, la empresa pública postal en España, volverá a prestar servicios financieros. La bomba la lanzó su presidente, Pedro Saura, en una entrevista en Expansión el pasado 9 de septiembre: "Correos lanzará su banca en 2025 con los valores de la Caja Postal". Efectivamente, existe un precedente en nuestro país, la Caja Postal de Ahorros, que funcionó hasta que fue absorbida por Argentaria (ahora BBVA) en 1991. Sus sucursales estaban integradas en todas las oficinas de Correos, como todavía ocurre con sus equivalentes en algunas naciones de la zona euro. En un momento de creciente interés por la inclusión financiera, conviene mirar a nuestros vecinos para conocer qué modelos funcionan allí.
Del de Correos de momento no se conocen muchos más detalles, aunque Saura ha anunciado que la entidad podrá emitir dinero electrónico para atender a una parte de la población que se encuentra apartada del sistema y le proporcionará los servicios financieros fundamentales. En realidad, España ha sido durante estos años una excepción en una Europa donde ese tipo de atribuciones están a la orden del día. Las bancas postales francesa e italiana constituyen los mejores ejemplos.
El modelo francés
El caso de Francia es el que guarda más paralelismos con el español. A diferencia de Italia, la provisión de servicios financieros por parte de la compañía de correos no es una evolución del modelo de banca postal del siglo XX, sino una creación reciente para resolver problemas de inclusión, como ocurriría al sur de los Pirineos.
Es cierto que La Poste (el Correos francés) ya prestaba servicios bancarios desde hace tiempo, pero no era realmente un banco, ya que no otorgaba créditos. En 2006 se creó la Banca Postal, que es una entidad con todas las de la ley, 100 % propiedad del Estado. En definitiva, una verdadera banca pública como la que reclaman habitualmente los partidos a la izquierda del PSOE.
Pese a que Correos no da más detalles de momento, la posibilidad de que la compañía española haga lo propio ha generado sorpresa y malestar en el sector bancario, según publicó este periódico. La gran línea que separa un banco convencional (sea cual sea la titularidad de su propiedad) y la mera provisión de servicios financieros por parte de un agente es la posibilidad de remunerar depósitos. De hacerlo, Correos competiría directamente con el resto de entidades para captar el ahorro de los clientes, como ocurre al cruzar La Junquera.
La Banca Postal francesa es la única entidad del país que tiene una misión de servicio público a favor de la inclusión financiera. Este es otro de los argumentos que ha utilizado Saura para justificar el paso adelante de Correos. Pero quizá no resulte imprescindible. Aunque el objetivo principal de los bancos de titularidad privada sea ganar dinero —como cualquier otra empresa—, el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha conseguido recientemente que incorporen la inclusión financiera como una de sus prioridades. De hecho, el protocolo por la inclusión financiera, al que se ha adscrito la práctica totalidad de las entidades, está funcionando: el número de sucursales ya crece en una de cada tres provincias.
Llama la atención, por tanto, que el Gobierno esté apostando por dos estrategias a la vez, pese a las diferencias entre la situación —y la legislación— francesa y la española, que probablemente justifiquen más la existencia de un banco público allí que aquí. Un ejemplo: mientras en España abrir una cuenta no supone ninguna dificultad, en Francia es habitual que los bancos denieguen esa posibilidad a clientes con un mal perfil, o incluso que los echen cuando se quedan en paro, por ejemplo. Aunque la ley francesa ampara al ciudadano en estos casos, el proceso de reclamación ante las autoridades se puede prolongar durante mucho tiempo, de ahí la importancia de tener una banca pública que facilite las cosas.
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En ese sentido, la Banca Postal francesa destaca por la llamada Livret A, una cuenta de ahorro accesible a cualquiera que la solicite a partir de 1,50 euros. Gracias a productos como este, acoge una proporción significativa de clientes financieramente frágiles. De los 4,3 millones de personas identificadas con esta condición por el Observatorio de la Inclusión Bancaria, 1,7 millones petenecen a la lamanda Banque Postale. Con diferencia, es el banco que más acoge, por eso ha sido apodado el 'banco de los pobres'.
Es cierto que existen otras alternativas en el sector privado para ofrecer este tipo de servicios, que también están presentes en España. Es el caso, por ejemplo, de Nickel, de BNP Paribas. Se trata de un servicio de pagos accesible a través de estancos y de administraciones de loterías, donde apenas es necesario acudir con el DNI para poder abrir una cuenta. El sistema tiene más de 2.000 puntos y tres millones de clientes en todo el mundo. Desde el banco francés aseguran que es una buena alternativa para la llamada España Vaciada, aunque es imposible que cubra todo el territorio, por lo que no resulta incompatible con la prestación de servicios similares en las oficinas de correos.
En cualquier caso, se trata de una manera para que la gente pueda sacar dinero, no de un banco propiamente dicho, como ocurre con la Banca Postal francesa. Esta entidad va mucho más allá, y por eso es criticada habitualmente por prácticas que se alejan de la pura inclusión financiera y se acercan más a las de los bancos comerciales.
La cultura del ahorro en entidades públicas sucumbió con la caída de las cajas
En España, donde la cultura del ahorro en entidades públicas sucumbió con la caída de las cajas durante la Gran Recesión —ya tenían una regulación diferente a la de los bancos—, un proyecto de semejante ambición por parte de Correos soliviantaría al sector, que ya ha estado de uñas con el Gobierno durante los últimos años por el impuesto a los supuestos beneficios extraordinarios obtenidos por la subida de los tipos de interés. Pero, además, no garantizaría un gran éxito de clientes, dadas las diferencias entre las prácticas de las entidades —condicionadas por la regulación— entre uno y otro país que se acaban de referir. Es por ello que las funciones apuntan más a otro ámbito que en Francia también está muy presente: la inclusión financiera de los habitantes en zonas rurales, incluso en las más remotas.
Este movimiento presenta muchos menos problemas. Para empezar, porque busca operar en zonas del territorio donde la banca tradicional no está, por lo que se reducirían los temores de una posible competencia. Para seguir, porque no tendría por qué sobrepasar la línea roja de los depósitos. Se trataría, en esencia, de ofrecer los servicios bancarios básicos en las oficinas de Correos.
En concreto, en Francia se proporcionan cuatro herramientas diferentes en este sentido: agencias postales comunales, que trabajan con los municipios; La Poste Relais, a menudo ubicada en tiendas, y que brinda acceso a servicios postales y bancarios; los carteros móviles, que ofrecen servicios bancarios a domicilio; y la banca en línea, accesible desde cualquier punto.
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El modelo de España podría ir más por ahí, en garantizar la provisión de un servicio público al conjunto del territorio, aunque no sea rentable: como Correos, La Poste francesa atraviesa una profunda crisis estructural, y está tirando de contratas para prestar los servicios financieros y otros más convencionales.
El modelo italiano
A diferencia de Francia, en Italia el modelo actual no se ha creado ad hoc para conseguir la inclusión financiera. Sin embargo, la gestión sí ha ido cambiando a lo largo de los años, hasta asemejarse más a la propia de una empresa privada.
Desde 1875 se venían prestando servicios financieros a través de los bancos de ahorros postales, que transferían sus depósitos a una banca pública (Cassa Depositi e Prestiti, CDP). En los años noventa, cuando el servicio público de correos (Poste Italiane) pasó de ser una agencia estatal a una sociedad anónima, se le confiaron las actividades de captación de ahorro en nombre de CDP (y, por tanto, del Estado) y el funcionamiento de sus 13.000 oficinas, la red más extensa del país, que desde entonces opera a través de BancoPosta.
A diferencia de Poste Italiane, Correos es 100% pública y se centra en el servicio postal
Poste Italiane salió a bolsa en 2015 y, pese a que sigue estando controlada en un 65% por el Estado, opera como una suerte de empresa privada con presencia en varios sectores, más allá del postal y el bancario. Controla, por ejemplo, importantes compañías de seguros, como Poste Vita y Poste Assicura, ha adquirido participaciones en empresas de gestión de activos como Anima Holding, e incluso se ha expandido a la telefonía móvil y a la comercialización de electricidad y gas a clientes minoristas a través de su red de oficinas postales. En definitiva: se trata de un modelo muy diferente al de Correos, que es 100% pública y se centra en los servicios postal y de paquetería, con pequeñas incursiones en las telecomunicaciones a través de su filial Correos Telecom, y la posibilidad de ingresar, enviar o retirar dinero a través de Correos Cash.
En un principio, el BancoPosta solo ofrecía libretas de ahorro y cuentas corrientes, además de servicios de pago. Eran, básicamente, los productos de los antiguos bancos de ahorro postales. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha ampliado la cartera de servicios financieros, que no solo se pueden contratar en las oficinas de correos, sino también a través de la banca a domicilio y de PostePay, una filial que gestiona pagos digitales y emite tarjetas de crédito, débito y monederos digitales.
Para garantizar la inclusión financiera, Poste Italiane adquirió en 2022 LIS, un servicio de pagos con una amplia red de acuerdos con estancos y bares, lo que le permite tener un gran alcance en zonas rurales. La base de clientes típica de la empresa se compone principalmente de personas mayores de ámbitos menos urbanizados, pero también incluye residentes de grandes ciudades y personas con baja tolerancia al riesgo, así como jóvenes e inmigrantes que utilizan las tarjetas de débito de PostePay, que también pueden funcionar como cuentas bancarias portátiles. En definitiva: una inclusión financiera hacia el conjunto del territorio, pero también hacia sectores socioeconómicos que a menudo se ven apartados del sistema.
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Aunque no posee licencia bancaria y, por tanto, no emite préstamos directamente ni asume riesgos crediticios, Poste se ha convertido en un importante competidor para los bancos y, más recientemente, para las empresas de todo tipo de servicios. Estas han presentado denuncias ante las autoridades antimonopolio por la venta de energía a través de la red de Poste, que ejercería una competencia desleal: no hay que olvidar que está obligada a ofrecer servicios postales universales en zonas remotas y recibe subvenciones públicas para ello, además de tener el monopolio de la gestión de tesorería de los municipios más pequeños. La litigiosidad que existe en Italia constituye un peligroso precedente para el movimiento de Correos, aunque nada hace indicar que fuese a gozar de los mismos privilegios, ni entrar en tantos sectores.
Otros modelos
Más allá de las peculiaridades de cada país, el modelo de prestar servicios financieros en las oficinas de correos, como ocurría en España en la época de Caja Postal, está muy extendido en Europa. Sea o no con el objetivo de garantizar la inclusión financiera en el conjunto del territorio, lo cierto es que ayuda a ello, ya que usar la red postal permite llegar a lugares donde muy pocos bancos —públicos o privados— podrían haber llegado nunca.
El caso de la República Checa resulta especialmente interesante, ya que demuestra cómo la titularidad de la empresa no influye a la hora de utilizar esta fórmula. Actualmente, en todos los despachos de correos del país (unos 3.000) existe una oficina de Poštní spořitelna, el banco postal, que pese a lo que podría parecer está en manos 100% privadas. Pertenece a la entidad belga KCB y funciona como un banco al uso, después de pasar por varios propietarios desde las privatizaciones de los años noventa, tras la caída del comunismo. Cada década, KCB renueva su acuerdo con la compañía de correos (pública), y esto le permite prestar servicios a pequeños ahorradores y personas de avanzada edad que, si no fuese por las oficinas postales, serían muy difíciles de captar como clientes.
En Alemania no existe un banco postal ligado a las oficinas de correos, que son privadas
En Grecia, el servicio postal nacional (Hellenic Post), de carácter público, ofrece la posibilidad de abrir cuentas de depósito y ahorro. Sin embargo, lo hace gracias a una asociación estratégica con Eurobank, que es una entidad privada.
Donde no existe un banco postal ligado a las oficinas de correos es en Alemania. Allí, el servicio de correos (Deutsche Post, ahora conocido como DHL), privatizado en los 90, vendió el banco postal en 2008 a Deutsche Bank. Por tanto, el llamado Postbank no deja de ser un banco privado. Sin embargo, las cajas de ahorro (Sparkasse) y la red de bancos locales con participación pública (Volksbank) gozan de una amplia implantación en el territorio, muy superior a la de las entidades privadas, lo que les permite garantizar la inclusión financiera en extensísimas zonas de un país que, por su elevado nivel de urbanización, no sufre los problemas de Italia o Francia.
Por lo poco que se sabe, el modelo por el que optará Correos tendrá similitudes con los de estas dos últimas naciones, aunque la compañía pública deberá calcular muy bien sus pasos para que las acusaciones de competencia desleal que se dan a menudo en la segunda y tercera economía del euro no se trasladen a la cuarta. De momento, en los despachos de las principales entidades españolas están vigilantes ante un movimiento que nos acerca a las prácticas más comunes en Europa, pero que, de momento, deja más incógnitas que certezas.
Correos, la empresa pública postal en España, volverá a prestar servicios financieros. La bomba la lanzó su presidente, Pedro Saura, en una entrevista en Expansión el pasado 9 de septiembre: "Correos lanzará su banca en 2025 con los valores de la Caja Postal". Efectivamente, existe un precedente en nuestro país, la Caja Postal de Ahorros, que funcionó hasta que fue absorbida por Argentaria (ahora BBVA) en 1991. Sus sucursales estaban integradas en todas las oficinas de Correos, como todavía ocurre con sus equivalentes en algunas naciones de la zona euro. En un momento de creciente interés por la inclusión financiera, conviene mirar a nuestros vecinos para conocer qué modelos funcionan allí.