Las rentas altas empiezan a apretarse el cinturón y lastran el consumo
Las clases altas han reducido intensamente su consumo en una coyuntura de subidas de impuestos e incertidumbre. Los hogares han recortado el gasto en artículos duraderos para mantener el consumo en bienes de primera necesidad
Cuatro años después del inicio de la pandemia, el consumo privado en España sigue casi un 4% por debajo de los niveles previos al covid. Este dato, corregido por inflación y población (esto es, consumo real por habitante), muestra que el crecimiento económico no ha permitido a los ciudadanos mejorar su calidad de vida. Es, probablemente, el dato que mejor evidencia la distancia entre los grandes números macroeconómicos y la realidad de la población.
La reducción del consumo tiene varias explicaciones. La más evidente es la inflación: los hogares han tenido que ajustar su consumo para soportar la subida de los precios. Pero hay más factores. Por ejemplo, la subida de los tipos de interés ha obligado a un ahorro forzoso para amortizar la hipoteca. Las sucesivas crisis (covid, cadenas de suministro, guerras, inflación) han potenciado la preferencia por el ahorro.
El Banco de España ha analizado en detalle el pobre desempeño del consumo privado, empleando para ello la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE. Uno de sus hallazgos más relevantes es que quienes están detrás de la caída del consumo privado son los hogares de las clases altas y medias-altas. Esto es, aquellas familias que están en una situación más acomodada son quienes se han apretado el cinturón. De hecho, incluso han incrementado su ahorro en el último año, lo que muestra un patrón consolidado.
Si se dividen los hogares en cuatro cuartiles de renta, el 25% con más ingresos tuvo un consumo en 2023 un 4,5% inferior al del año previo a la pandemia. Por el contrario, el 25% más pobre cerró toda la brecha generada por la covid y recuperó los niveles de consumo de 2019. A lo largo de toda la distribución se observa una relación inversa entre renta y variación del consumo: cuanto mayores son los ingresos del hogar, menor es la recuperación del gasto.
Aunque los resultados puedan parecer contraintuitivos, tienen una explicación lógica. Los hogares han recortado en gastos prescindibles, pero han mantenido relativamente estable el consumo de bienes de primera necesidad. Quienes hacen gastos superfluos son las rentas altas, por lo que son quienes han podido realizar un ahorro significativo.
Las clases bajas también han recortado en gastos prescindibles, pero su impacto ha sido menor, porque apenas dedican recursos a estos bienes. Por ejemplo, están consumiendo un 1% menos que antes de la pandemia en automóviles y bienes duraderos (ropa, electrodomésticos, muebles, etc.). Un ahorro que han destinado a aumentar el gasto en bienes de primera necesidad y ocio.
La recuperación de su consumo ha venido impulsada por un aumento de la renta disponible de estos hogares. La principal fuente de aumento de los ingresos de los hogares ha sido la creación de empleo, que se ha concentrado en este cuartil inferior. También se han beneficiado de las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI). Este incremento de la renta ha permitido que los hogares más desfavorecidos aumentaran su consumo sin necesidad de endeudarse ni de reducir sus tasas de ahorro.
Por el contrario, las rentas altas han realizado un gran ajuste de consumo. Casi un punto y medio de la caída de su consumo se debe al ahorro en bienes duraderos y semiduraderos y otro punto adicional en automóviles. Es posible que la incertidumbre regulatoria sobre el futuro de los coches de combustión esté pasando factura al sector. Pero también han recortado medio punto en consumo de bienes de primera necesidad.
Estos datos evidencian que la situación económica de los hogares más pudientes no es tan boyante como la que tenían antes de la pandemia. Es posible que la preferencia por el ahorro también sea consecuencia de la subida de impuestos a las rentas altas. De hecho, su renta disponible se ha comportado peor que la de los hogares en los cuartiles inferiores.
En el caso de las clases medias, se observa un desplazamiento del gasto en ocio hacia ítems de primera necesidad. Es probable que este cambio sea consecuencia del ahorro en bares y restaurantes y una reorientación de ese consumo hacia los supermercados. En el segundo cuartil de renta, el gasto en bienes de primera necesidad ha aumentado en 1,5 puntos, mientras que el consumo en ocio y cultura se ha reducido en algo más de medio punto.
El consumo por edades
El comportamiento del consumo también ha sido heterogéneo por tramos de edad. Los hogares cuyo cabeza de familia es un jubilado son los únicos que han recuperado el nivel de consumo previo a la pandemia, con un aumento de casi el 2%. Este aumento se concentra en los bienes de primera necesidad, pero también se ha producido un aumento del consumo en ocio y cultura.
El resto de hogares han tenido que apretarse el cinturón. Destacan especialmente las familias de edades intermedias (en las que hay menores a cargo). Los hogares entre 35 y 44 años consumen un 7% menos que antes de la pandemia, lo que supone una gran caída de su nivel de vida. Para evitar prescindir de bienes de primera necesidad, han concentrado sus recortes en automóviles, bienes duraderos y también en ocio y cultura.
En el caso de los hogares más jóvenes, el consumo real ha caído casi un 2%. En contra de la creencia popular, su consumo se ha concentrado en bienes de primera necesidad, con un aumento de casi 2 puntos porcentuales. Por el contrario, han prescindido de la compra de automóviles, de bienes duraderos e incluso de ocio. El gasto en ocio y cultura ha provocado un descenso del consumo de más de medio punto.
En definitiva, la crisis inflacionista ha generado una reorientación del consumo hacia bienes y servicios de primera necesidad. Los hogares han realizado un importante esfuerzo en reducir el consumo, en especial de bienes duraderos y automóviles. En paralelo, han tratado de preservar su consumo en ocio y cultura en la medida de lo posible. Pero la preferencia ha sido el ahorro, en especial entre las rentas más altas, en un escenario de incertidumbre económica y subidas de impuestos.
Cuatro años después del inicio de la pandemia, el consumo privado en España sigue casi un 4% por debajo de los niveles previos al covid. Este dato, corregido por inflación y población (esto es, consumo real por habitante), muestra que el crecimiento económico no ha permitido a los ciudadanos mejorar su calidad de vida. Es, probablemente, el dato que mejor evidencia la distancia entre los grandes números macroeconómicos y la realidad de la población.