La longevidad pasa factura y restará hasta un punto de crecimiento en los países ricos
La mayor longevidad de la población restará crecimiento económico. Ahora bien, la parte positiva se traduce en un mayor bienestar de los ciudadanos gracias a las ganancias derivadas de una mayor expectativa de vida
El estudio se refiere a las cuatro mayores economías de Europa —Alemania, Francia, Italia y Reino Unido— pero, igualmente, se puede proyectar sobre el resto. Y a la conclusión que llega es que la mayor longevidad de los europeos tendrá resultados negativos desde el punto de vista del crecimiento económico. Ahora bien, como sostiene el trabajo, la parte positiva se traduce en un mayor bienestar de los ciudadanos gracias a las ganancias derivadas de una mayor expectativa de vida. Esto último, aseguran, supera los efectos adversos sobre el crecimiento per cápita y los presupuestos fiscales (menos recaudación). En definitiva, menos crecimiento, pero a cambio de vivir más años.
El estudio lo han realizado tres economistas, Thomas Cooley, Espen Henriksen y Charlie Nusbaum, y ha sido publicado en Vox/CEPR, una plataforma de artículos académicos. Su principal conclusión es que el cambio demográfico reducirá la tasa de crecimiento de las economías europeas del G4 (la española es la quinta economía de la región) entre 0,3 y 1 punto porcentual por año. Es decir, un recorte significativo teniendo en cuenta que la Comisión Europea, por ejemplo, prevé que este año la economía crezca apenas un 1%. El BCE, incluso, lo ha rebajado este pasado jueves al 0,8%.
Los autores del estudio parten de una realidad inapelable. Durante los últimos 50 años, la esperanza de vida al nacer en las economías avanzadas ha aumentado casi diez años y se espera que siga aumentando, según las proyecciones de las Naciones Unidas. En paralelo, y esto también es relevante, se ha producido una fuerte caída de la fertilidad, lo que ha provocado cambios demográficos de indudable trascendencia. Es decir, se viven más años y además nacen menos niños, lo que explica el incremento de la tasa global de envejecimiento.
Lo que está ya acreditado es que las tasas de fertilidad en los países de altos ingresos viene decreciendo desde hace décadas. Entre 1960 y 2023, la tasa total de fecundidad (el número esperado de hijos por mujer a lo largo de la vida) se ha reducido en más de la mitad. Se ha pasado de 3,29 hijos por mujer a 1,54, según Naciones Unidas. Sólo uno de los 38 países de la OCDE (Israel) tiene actualmente una tasa que se sitúa por encima de la de reemplazo de largo plazo (2,1 hijos por mujer), lo que significa que sus poblaciones totales y en edad de trabajar están en franco retroceso.
Otra forma de consumir
Así, por ejemplo, los aumentos en las expectativas de vida afectan a las necesidades de consumo, tanto en términos de composición como de volumen. Las personas de mayor edad tienden a gastar más en productos sanitarios y cuidados de larga duración, aunque menos en transporte y combustibles. El envejecimiento influye, igualmente, en la oferta laboral (menos población activa) y en las decisiones de ahorro de las familias, en la medida que los hogares deben adaptarse a una expectativa de vida más larga.
El fenómeno del envejecimiento no es una proyección de largo plazo pegada al futuro, sino que ya ha comenzado a reflejarse en los niveles de actividad. Ayer mismo, el Banco Central Europeo (BCE) revisó ligeramente a la baja sus estimaciones, debido, precisamente, a la debilidad de la demanda interna (consumo público, privado e inversiones). En particular, como sostienen sus economistas, porque los hogares consumieron menos pese a la reducción de la inflación hasta niveles cercanos a la estabilidad de precios (2%). Igualmente, las empresas redujeron la inversión privada y los particulares hicieron lo propio en vivienda. El consumo privado, cabe recordar, es el principal componente de la demanda interna (más del 50%). Y todo ello en un contexto de fuerte nivel de ahorro, que, en principio, debería animar a consumir.
Las necesidades que tienen los hogares de adaptar sus recursos a las mayores expectativas de vida también hay que relacionarlas con otro factor. Pese a los avances en productividad y al hecho de vivir más años, durante el último medio siglo el patrón de horas trabajadas en función de la edad y la edad de salida de la fuerza laboral prácticamente no ha cambiado. Es decir, se viven más años en situación de jubilación, mientras que la vida laboral está prácticamente estancada. Esto afecta, de la misma manera, al nivel de los tipos de interés (tienden a ser más bajos). Sin contar sus consecuencias sobre la economía política.
Hay evidencias de que los mayores tienden a favorecer electoralmente a los gobiernos que proponen pensiones más elevadas. Además, la situación fiscal de los estados tenderá a ser más débil debido a que las bases imponibles (la cuantía de las pensiones) serán más bajas que los salarios reales en una situación de alta laboral. ¿La causa? Los impuestos sobre la renta tienen carácter progresivo, pagan más quienes tienen mayor nivel de renta.
Mortalidad y fertilidad
Los autores del estudio parten de una realidad. Desde comienzos de los años 90, las cuatro economías analizadas han experimentado una reducción de las tasas de crecimiento de largo plazo. Aunque el descenso ha sido persistente, sin embargo, no ha sido uniforme. Durante ese periodo, y en comparación con las dos décadas anteriores, el crecimiento anualizado del PIB cayó entre 0,9 puntos porcentuales en Francia y los 2,2 puntos de PIB porcentuales en Italia.
En paralelo, esos países han experimentado descensos persistentes en términos demográficos, tanto en las tasas de mortalidad como de fertilidad, lo que ha dado lugar a aumentos de la esperanza de vida individual y de la edad media de la población. Así, por ejemplo, entre 1975 y 1995 los cambios demográficos (más nacimientos y menos población jubilada) aportaron 0,56 puntos porcentuales de crecimiento a Alemania, mientras que en las dos décadas posteriores, por el contrario, restaron 0,22 puntos porcentuales. Lo mismo sucedió, aunque con diferentes porcentajes, en Francia, Italia y Reino Unido.
Las cuatro economías analizadas han experimentado una reducción de las tasas de crecimiento de largo plazo
Esta tendencia, lejos de reducirse, se irá incrementando en el futuro, y de ahí que se estime que hasta 2040, que es cuando comenzará a remitir el impacto económico de la generación del baby boom, el crecimiento del PIB vaya a recortarse hasta 1 punto por el efecto de la longevidad. En concreto, un 0,35% en Reino Unido, un 0,37% en Francia, un 0,76% en Alemania y un 1,07% en Italia.
Lo que se sabe, en todo caso, es que desde el siglo XIX la esperanza de vida en los países avanzados se ha duplicado, mientras que los ingresos per cápita se han disparado 14 veces en todo el mundo gracias, sobre todo, a la disminución de la fertilidad, que alivió la presión demográfica. De esta manera, dice el informe, se pudo allanar el camino para la acumulación de capital humano y lograr mejoras espectaculares en los niveles de vida. Ahora, sin embargo, el reto es combinarlo con la mayor longevidad.
El estudio se refiere a las cuatro mayores economías de Europa —Alemania, Francia, Italia y Reino Unido— pero, igualmente, se puede proyectar sobre el resto. Y a la conclusión que llega es que la mayor longevidad de los europeos tendrá resultados negativos desde el punto de vista del crecimiento económico. Ahora bien, como sostiene el trabajo, la parte positiva se traduce en un mayor bienestar de los ciudadanos gracias a las ganancias derivadas de una mayor expectativa de vida. Esto último, aseguran, supera los efectos adversos sobre el crecimiento per cápita y los presupuestos fiscales (menos recaudación). En definitiva, menos crecimiento, pero a cambio de vivir más años.
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